sábado, 11 de junio de 2011

Cortinas de humo sexual: NUEVOS ESCÁNDALOS EN ESTADOS UNIDOS


Foto from revistavanityfair.es

Las canas al aire de los políticos de EEUU generan tal expectación que tapan los temas relevantes. El congresista demócrata Weiner está en el punto de mira por flirtear en la red.
Infidelidades más o menos consumadas, exhibicionismo, devaneos con prostitutas, hijos ilegítimos, acoso sexual a empleados o admiradores… La política estadounidense parece nuevamente un reality show plagado de escándalos sexuales que acaparan la atención de los medios al tiempo que alejan el debate de los asuntos verdaderamente trascedentes y son utilizados como arma arrojadiza en el juego político. Una guerra ilegal o un fraude millonario se olvidan, pero unos cuernos pueden dilapidar una carrera prometedora.
Fue Robert Kennedy quien dijo aquello de que «la política debería ser la más honorable de las profesiones», aunque parece que no le están haciendo mucho caso. El último de sus colegas que se ha visto en apuros es el congresista de Nueva York Anthony Weiner, arrinconado políticamente después de que se viera obligado a confesar entre lágrimas que había mentido al negar que una foto en calzoncillos enviada a una estudiante a través de internet fuera suya.
El demócrata se sinceró ante los medios y, como un penitente arrepentido, reconoció media docena de relaciones mantenidas a través de las redes sociales y especiadas con fotos suyas medio desnudo. Los republicanos exigen que dimita y nadie de su partido le ha defendido, menos todavía al saberse ayer que su mujer está embarazada de tres meses.
Weiner se resiste pero es probable que tenga que correr la misma suerte que el republicano Chris Lee, que dimitió hace unas semanas por enviar una foto suya descamisado a una mujer que conoció en Craiglist.
O que el también congresista y correligionario Eric Massa, que lo hizo el año pasado tras saberse que había acosado sexualmente a varios de sus empleados masculinos. O que Mark Shoulder, quien también dejó su escaño republicano en el 2010 tras revelarse sus infidelidades con una de sus asistentes. O que el exgobernador demócrata de Nueva York, Anthony Spitzer, parroquiano habitual de varias prostitutas.
Hipocresía moral
En un país donde la hipocresía moral es un pecado político imperdonable, los estadounidenses se preguntan estos días qué les sucede a sus gobernantes. Hay quien piensa que están tan rodeados de aduladores, tienen tanto poder e influencia, que han llegado a creerse invencibles, olvidándose de las formas. «El continuo flujo de escándalos sexuales está pasando de ser un golpe bajo en los programas nocturnos a un problema real. No solo es un reflejo de los defectos de algunas personalidades sino de nuestra cultura política, que sigue atrayendo a egoístas temerarios que piensan que son estrellas del rock en lugar de servidores públicos», escribía ayer en el Daily Beast, John Avlon.
Pero hay también quien ve una peligrosa cruzada por criminalizar conductas que solo deberían ser juzgadas por los electores. El caso del expresidente Bill Clinton, investigado por perjurio y obstrucción a la justicia por sus devaneos con la becaria Monica Levinsky, es un ejemplo. Pero también el de John Edwards, quien acariciara la vicepresidencia en el 2004 de la mano de John Kerry. Esta misma semana compareció ante un tribunal por utilizar presuntamente fondos de su campaña a las últimas primarias demócratas para ocultar su relación con una camarógrafa, a la que dejó embarazada cuando su mujer estaba enferma de cáncer.
Desprestigio de la Cámara
El próximo podría ser Weiner. Su partido ha pedido al comité ético del Congreso una investigación por desprestigiar a la Cámara. «Después de soportar una década de guerras y permitir a unos cuantos peces gordos que lleven a la economía al borde del colapso, el Congreso debería ser capaz de tolerar unos pocos mensajes crudos y embarazosos de un tonto de Queens», opina en el New York Times, Jim Dwyer.
Por RICARDO MIR DE FRANCIA – WASHINGTON – from elperiodico.com 10/06/2011

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