viernes, 31 de julio de 2015

La moda de "desintoxicarse" con libros de colorear para adultos


Durante el último año la moda de los libros de colorear para adultos tomó por sorpresa a la industria editorial internacional.
En noviembre de 2014 se reportó que en Francia los libros de colorear para mayores habían sobrepasado en ventas a los libros de cocina.
Y ahora, entre los 10 títulos más vendidos de Amazon hay cuatro libros que requieren que los adultos se abastezcan de pinturas.
Muchos se preguntan cuál es el secreto de su éxito.
¿Por qué un adulto decide "perder" horas coloreando?

"Apagar el cerebro"

El ilustrador Richard Merritt creó dos de esos libros que se pusieron de moda en los últimos 12 meses.
Merritt sostiene que el secreto de su éxito radica en la oportunidad que le brindan a los adultos de "perderse durante unas horas" y dejar que se "apague el cerebro".
Libro de colorear para adultos
Algunos consideran este fenómeno hasta ahora reservado para los niños como un método para aliviar el estrés.
Durante ese tiempo los aficionados pueden olvidarse de todo, de los problemas, y centrarse en ellos mismos.
De hecho algunos consideran este fenómeno hasta ahora reservado para los niños como un método para aliviar el estrés.
Para la ilustradora escocesa Johanna Basford es también una manera de desconectarse de las pantallas y la llama una "desintoxicación digital".
Basford es autora de dos exitosos libros para colorear que se vendieron más de dos millones de veces y ya está trabajando en un tercer libro que se publicará en otoño.
La artista destaca lo positivo de perderse en algo "analógico", que no depende de si está encendido o apagado y de "perderse en una actividad sin ser interrumpidos por un tuit o un correo electrónico".

"Puro placer"

Merritt destaca también que colorear es una actividad a la que los adultos se pueden entregar por "puro placer".
"No hay reglas de lo que está bien y lo que está mal", dice.
Muchos adultos solían disfrutar de esta actividad cuando eran niños y por algún motivo dejaron de hacerlo en algún punto, cuando se volvieron más cohibidos o empezaron a pensar que pintar no se les daba bien.
Johanna Basford, ilustradora escocesa de libros de colorear para adultos
Para la ilustradora escocesa Johanna Basford colorear es una manera de "desintoxicación digital".
Basford cree que estos libros de moda te dan la oportunidad de volver a ser creativo sin tener que enfrentarte al miedo de la "página en blanco" ni aventurarte en cosas más complicadas como la pintura con óleo.
La ilustradora concibe estas pinturas como una colaboración entre la ilustradora y el "lector".
"Yo sólo hago la mitad de la creación", dijo.

"Tu personalidad en los colores"

Libro de colorear para adultos
En noviembre de 2014 se reportó que en Francia los libros de colorear para mayores habían sobrepasado en ventas a los libros de cocina.
Sophie Garner es una de las aficionadas que disfruta completando esa obra.
Le contó a la BBC que colorea como hobby "cuando no quiero pensar en nada, cuando quiero apagarme".
Garner comenta que la manera en como se siente un día puede determinar cómo colorea y las tonalidades que elige y que en los resultados que crea la gente se pueden ver grandes diferencias.
"Casi puedes tener un atisbo de la personalidad de alguien", dice.

BBC Mundo   30/07/2015
http://www.bbc.com/mundo/noticias/2015/07/150730_salud_beneficios_estres_libros_colorear_adultos_ig

10 buenas razones para viajar a California


Desde mecas surferas hasta bosques de árboles gigantes o la ciudad donde nació la contracultura, un recorrido por el estado norteamericano



Viajar a California no es como ir a cualquier otro rincón de Estados Unidos. Esta es tierra de pioneros, donde cuajó la fiebre del oro, surgió la generación beat, se reinventó el surf o se fabricó la industria de sueños del cine. California es mucho más que Hollywood o las famosas calles de San Francisco y sus tranvías. Su espíritu bohemio y libre, su pasión por lo tecnológico, la buena vida, el buen vino y la comida orgánica la hacen diferente.
Es también tierra de montañas salvajes, árboles gigantes, desiertos extremos, playas para todos los gustos y parques nacionales inmensos. Su tradición de fusión cultural se expresa en su cocina, sus variopintas ciudades y su intensa vida artística. Estas son 10 (solo 10), de las muchísimas razones que podríamos encontrar para viajar a California.

01 Para ver a las estrellas del cine

Los Ángeles es una ciudad extraña para los europeos y por sí misma ya merecería el viaje. No es una ciudad para ver a pie y se echa de menos el típico “centro de la ciudad” entre tanta autopista y grandes bulevares. Pero una vez que nos orientemos, podremos disfrutar al máximo de los barrios multiculturales e incluso de la vida nocturna de la alfombra roja de Hollywood.
Barra del Purple Lounge bar, en el hotel Standard, en West Hollywood (Los Angeles). / BRUNO EHRS
En Los Ángeles viven los más ricos y los más pobres de Estados Unidos. Entre sus habitantes hay descendientes de buscadores de oro, de estrellas de cine y de aspirantes a cualquier cosa. El Condado de LA es muy extenso y difícil de conocer si no es en coche. En el centro, el downtown, está la historia, la cultura y el nuevo corazón de los jóvenes artistas y profesionales que han llenado la zona de lofts, bares, galerías y restaurantes; en Hollywood, al noroeste, encontraremos a los artistas y los estudios de cine y en West Hollywood el diseño urbano chic y la comunidad homosexual. Al sur, está el Museum Town y al oeste, el lujoso Beverly Hills, lleno de masseratis e increíbles mansiones, el pretencioso Rodeo Drive y el Getty Center, en la cima de la colina. Si queremos ir a una playa turística, podremos ir a Santa Mónica; si preferimos lo elegante, tenemos Malibu. Los bohemios, seguramente, refieren Venice o Long Beach.

02 Para recorrer las calles de San Francisco

Museo DeYoung, proyectado por Herzog & de Meuron, en el Golden Gate Park, en San Francisco. / MICHAEL HALBERSTADT
La ciudad de la libertad y la experimentación, de las empresas verdes y tecnológicas, de los primeroshippies y la primera comunidad homosexual; San Francisco es la cara opuesta de Los Ángeles. Las 43 colinas de la ciudad y los más de 80 locales artísticos estimulan las piernas y la imaginación del viajero, que a cambio puede disfrutar de unas magníficas vistas. Casi todos los puntos de interés histórico están en Mission, mientras que los destinos nuevos y más emocionantes esperan en el Golden Gate Park. Entre lo más antiguo, la Misión Dolores, el edificio con más solera de la ciudad, en pie desde 1776; y entre lo nuevo, el barrio de Castro, con sus banderas arcoíris y el GLBT History Museum. Más visitas imprescindibles: el Golden Gate Park, la mítica prisión de Alcatraz, Chinatown y el Ferry Building Marketplace, donde podremos probar productos frescos de temporada.

03 Para hacer surf

Una surfista junto al muelle de Huntington Beach, en California. / MARK RIGHTMIRE
En la soleada San Diego y en Orange County se puede ir a la caza de las olas perfectas. Quien haya visto las series The OC o Real Housewivescreerá que ya ha estado en estos barrios residenciales que unen Los Ángeles y San Diego: riqueza, aspiración y ansiedad en grandes dosis. En Orange County vive mucha gente a lo grande y también vive aquí una floreciente comunidad artística que disfruta de 67 kilómetros de bellas playas. Junto a Orange está la comunidad de playa más elegante, Newport Beach y más allá llegamos a San Diego, donde todo es casi perfecto: el clima (22 grados todo el año), las playas y los bosques y el (buen) nivel de vida. Es el sitio ideal para practicar el surf y el windsurf, con muchos centros especializados y un ambiente inigualable. Entre las mecas locales para surfistas: Huntington Beach, la capital, Black’s Beach, en San Diego, la playa de Rincón de Santa Bárbara o las playas de Santa Cruz (Steamer Lane y Pleasure Point).

04 Para tomarse un vino y bañarse en barro

Baño de barro en un centro termal de Calistoga, en California. / CHARLES O'REAR
A Napa se puede ir a ver viñedos, pero si se quiere una experiencia realmente original, podemos ir a Calistoga, donde disfrutaremos de un agradable baño de barro. El Valle de Napa está al norte de California y es la principal región vinícola de Estados Unidos, con muchas centros de cata diseñadas por prestigiosos arquitectos (y precios a la par). En Sonoma, sin embargo, se puede degustar vinos en bodegas más asequibles y de trato más cercano, incluso conocer al perro del viticultor.
Hay 230 bodegas en este valle de 48 kilómetros de largo, a lo largo de tres grandes rutas. Hay sitios tan curiosos como la minúscula Yountville, antigua parada de diligencias que hoy acoge el famoso The French Laundry y que cuenta con más restaurantes con estrella Michelín per cápita que cualquier otro rincón gastronómico del país. En la rústica Calistoga, probablemente la ciudad menos aburguesada de Napa, hay spas de fuentes termales y emporios de baños de barro a partir de la ceniza del contiguo monte St. Helena.

05 Para ver los árboles más altos

Un niño abrazando uno árbol gigante en el parque nacional de Redwoods, en California. / JULIA KUSKIN
Están en los Redwood National & State Parks, uno de los espacios naturales del norte de California. Esta unión del parque nacional de Redwood y los estatales de Prairie Creek, Del Norte y Jedediah Smith ha sido declarada patrimonio mundial y concentra casi la mitad de los bosques primarios de secuoyas de California. La entrada al parque nacional es gratis mientras que los parques estatales tienen una cuota diaria en algunas de sus áreas y las únicas zonas de acampada permitidas. Es maravilloso asomarse desde la tienda de campaña y observar los troncos colosales de las enormes secuoyas. Además, estamos junto a una costa virgen, en la que las secuoyas se asoman sobre los acantilados.

06 Para asomarse al Pacífico

Playa de Coronado al atardecer, en San Diego (California). / TED HOROWITZ
California se asoma a este inmenso océano en sus más de 1.700 kilómetros de variado litoral. Hay costa de todo tipo: accidentada y virgen en el norte, sofisticada y abarrotada de gente guapa en el sur, ideales para practicar surf, kayak o pasear. Es difícil quedarse con una u otra playa. Así que nos quedamos con cinco imprescindibles, según preferencias: Coronado, para broncearse en la angosta franja de Silver Strand, que cierra la bahía de San Diego; Huntington Beach, para disfrutar del voleiplaya; la playa de Zuma, de aguas cristalinas, olas espumosas y arena fina al norte de Malibú; Santa Cruz, la reina del surf, con un animado paseo marítimo, y Port Reyes, de playas salvajes y venteadas, ideales para ver fauna.

07 Para descubrir montañas y desiertos

Paisaje de palmeras en Palm Springs, California. / JPM / CORBIS
La diversidad californiana va desde cimas nevadas a bosques primarios, y desde un mar brillante a magníficos desiertos que, además, desprenden una serena espiritualidad y son visitados por bohemios, rockeros, estrellas de cine, escaladores y aventureros en todoterreno. La meca es Palm Springs, que en los años cincuenta y sesenta era la vía de escape de Sinatra, de Elvis y otras grandes estrellas. Después se llenó de hoteles boutique y de obras de grandes arquitectos y los visitantes se lanzaron a recorrer las ciudades del desierto: de Cathedral City a la glamurosa Palm Desert, todas unidas por la Highway 111.
Para ver montañas remotas y vacías hay que dirigirse al norte del estado, escenario perfecto para explorar su naturaleza. La espina dorsal de California es la Sierra Nevada, una sucesión de picos tallados y cincelados por la erosión a lo largo de 643 kilómetros. La Sierra, que alberga tres parques nacionales (YosemiteSequoia y Kings Canyon), es como un país de las maravillas para montañeros, senderistas y escaladores: se puede subir al pico más alto de los Estados Unidos continentales, el Mt. Whitney, de 4.421 metros (solo superado por el Mt. McKinley, 6.194 metros, en Alaska); contemplar algunas de las cascadas más altas de Norteamérica y plantarse ante los árboles más altos del mundo, como el General Sherman, el más voluminoso, con 83,3 metros de altura, 11,1 de diámetro y un volumen de 1.500 metros cúbicos.

08 Para sentarse a la mesa

Entrada del restaurante Chez Panisse, en San Francisco.
California es uno de los grandes destinos gastronómicos americanos, gracias a sus fértiles terrenos, sus buenos chefs y el insaciable apetito por lo nuevo. La experiencia gastro en California incluye comprar en mercados agrícolas, degustar alguno de sus excelentes vinos o cenar en uno de sus célebres restaurantes.
En San Francisco, por ejemplo, hay más restaurantes que en ninguna otra ciudad del país y una auténtica obsesión por la comida local y sostenible. Para comprobarlo, solo hay que reservar en sitios como Chez Panisse (Berkeley), donde Alice Waters, pionera de la revolución de la comida orgánica, lleva cocinando desde 1971. Estamos en el paraíso de la cocina fusión (japonesa, china, hawaiana, francesa, hispana…) y aunque los sabores más populares siguen siendo interculturales, ahora se hace más hincapié en el producto de proximidad y sostenible, como las ostras de Sonoma, el champán de Napa o los fideos de algas de Mendochini. Buenas referencias para gastro-viajeros son Benu, con ingeniosas mezclas de clásicos orientales y los mejores ingredientes occidentales, y Aziza, con sabores alegres que mezclan California con Marruecos.
En Los Ángeles, donde todo es espectáculo, también lo son algunos chefs: Matsuhisa, Thomas Keller, Mario Batali o Michael Boltaggio figuran entre las celebridades culinarias predilectas entre foodies residentes y de paso. La ciudad rebosa de mercados agrícolas, cafés de mercado y magníficos restaurantes vegetarianos y veganos.

09 Para recorrer el Salvaje Oeste

Cuenca de Badwater, el punto más bajo de toda Norteamérica, en el parque nacional del Valle de la Muerte, en California. / SERGIO PITAMITZ
En el Death Valley National Parkpodremos caminar entre dunas y explorar las ciudades fantasmas del Salvaje Oeste, casi como en una película. El Valle de la Muerte evoca con su nombre unas condiciones infernales pero, visto de cerca, se puede apreciar su enorme belleza y la irresistible atracción que ejerce. Es una tierra de exageraciones, que ostenta el récord nacional de temperatura (57 grados centígrados), de la cota más baja de altitud (Badwter, a 85,9 metros por debajo del nivel del mar) y del parque nacional más grande (12.959 kilómetros cuadrados), exceptuando el de Alaska.
Otro encuentro con el auténtico Oeste americano lo podemos tener en el Gold Country, el asentamiento californiano donde comenzó la mítica fiebre del Oro en 1848, con una estampida que atrajo a más de 300.000 buscadores hasta las estribaciones de la Sierra Nevada. Allí se conservan pequeñas poblaciones que en otros tiempos fueron violentas comunidades y hoy viven de la venta de antigüedades y recuerdos de la gold rush.
Los más aventureros pueden aprovechar para dejarse arrastrar por los rápidos del American River y sus afluentes.

10 Para caminar sobre acantilados

Un turista fotografiando el Pacífico desde el Bixby Bridge, en la costa del Big Sur (California). / CATHERINE KARNOW
El recorrido en coche por la Highway 1 nos conducirá sobre los acantilados esculpidos por el mar a lo largo de la rocosa costa de Big Sur. Se ha escrito mucho sobre la belleza virgen y la energía de esta escarpada franja costera de 160 kilómetros encajada al sur de la península de Monterrey, pero el Big Sur es más un estado de ánimo que un lugar concreto en el mapa; no hay semáforos, ni bancos, ni centros comerciales. Tampoco es barato y conviene reservar los hoteles y la entrada en los parques estatales de la ruta si no queremos contratiempos durante la ruta.
Se trata de un recorrido ideal para quienes buscan experiencias diferentes, como visitar el Esalen Institute, a 16 kilómetros al norte de Lucía, famoso por sus talleres de esoterismo y baños en aguas termales con vistas al océano. Los bohemios tienen diversos atractivos a lo largo de la ruta, como la biblioteca beatnik Henry Miller Memorial Library, que además de su excelente fondo organiza conciertos de música en directo y sesiones de DJ, noches de micro abierto y cine al aire libre.
Los que prefieran paisajes a espacios cerrados tienen fantásticos senderos excursionistas que transitan por bosques de secuoyas, cascadas costeras y paisajes casi vírgenes donde las olas del océano Pacífico rompen con fuerza contra los acantilados. Otro Finisterre, al otro lado del mundo.

Más información en www.lonelyplanet.es y en la guía Lonely Planet de California.

http://elviajero.elpais.com/elviajero/2015/07/28/actualidad/1438084807_155054.html

Trabajar para vivir en el planeta sueco

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Tobías Holmqvist (izquierda) junto a su jefe Jonas Strömfelt durante una reunión en la Swedish Space Corporation en Estocolmo. / EVAN PANTIEL (EL PAÍS)

En Suecia, como en buena parte de Europa, quedarse hasta tarde en la oficina está mal visto. Lejos de generar admiración, es síntoma inequívoco de ineficiencia.

Holmqvist, empleado de la agencia espacial, organiza su jornada laboral en función de sus necesidades familiares



La cara del pequeño y rubísimo Tom es un poema. Su padre, Tobías Holmqvist, está a punto de cruzar la puerta de casa y de marcharse al trabajo. A sus dos años y medio, este acontecimiento cotidiano corre el riesgo de convertirse en drama en cuestión de segundos. Holmqvist se toma su tiempo y con suaves palabras evita el estallido. Al fin y al cabo, no tiene por qué agobiarse. Su jefe no le va a controlar si llega cinco minutos o media hora más tarde al trabajo. Porque el jefe de Holmqvist no le dice cuándo tiene que entrar ni salir. Ni si tiene que trabajar en la oficina o si puede hacerlo en su casa después de acostar a los niños. Le exige simplemente que haga bien su trabajo y que lo entregue a tiempo. De momento, Holmqvist cumple con los objetivos que le marca la empresa de tecnología espacial en la que trabaja. Esta forma de organizarse no es ninguna excepción en Suecia. Aquí, salir pronto de la oficina, la flexibilidad horaria y el teletrabajo son la norma.
Son las ocho de la mañana, y Holmqvist se dirige ya al metro que le llevará hasta su oficina, en la otra punta de Estocolmo. Hoy es un día especialmente caluroso. Por lo demás, se trata de un día cualquiera en la vida de un trabajador sueco cualquiera. La normalidad en la que habita Holmqvist es, sin embargo, marciana en muchos aspectos para el trabajador español medio, atrapado en la cultura del presencialismo, según la cual, cuantas más horas pasas en la oficina, mejor trabajador se supone que eres.
Aquí por el contrario, no se lleva quedarse a trabajar hasta tarde y mucho menos calentar la silla, estar para figurar. Es más, en Suecia, como en buena parte de los países europeos, quedarse en la oficina después de las cinco de la tarde está mal visto. Lejos de generar admiración, es síntoma inequívoco de ineficiencia y de falta de responsabilidad con la familia y con la sociedad. Porque aquí, criar a ciudadanos sanos es un deber cívico a la altura de pagar impuestos.
“Trabajo 40 horas a la semana y cuando tengo mucha carga de trabajo hasta 50, pero mi horario es completamente flexible. Si no tuviera esta libertad, no trabajaría aquí”, sentencia Holmqvist, que a sus 37 años dice no estar dispuesto a perderse una tarde con Tom y con Hugo –su segundo hijo de nueve semanas- por nada del mundo. Marie, su mujer, es reumatóloga y disfruta ahora de su permiso de maternidad.
Él calcula que pasa en la oficina unas 30 o 35 horas a la semana. El resto, lo hace desde casa. “Si tengo asuntos pendientes, trabajo por las noches. Pero si no, no hago nada”. Hay días que ni siquiera va a la oficina. “No me compensa ir y volver si no tengo alguna reunión”, explica este economista de clase media que, como tantos suecos, masca tabaco y es aficionado al fútbol. Los días que sí va, sale en torno a las cinco de la tarde.
“Aquí es muy raro que te ofrezcan un coche de empresa, pero es muy normal que las empresas que quieren atraer a los mejores trabajadores ofrezcan días libres o jornadas más cortas, ayudas a los padres y en general libertad para fijar los horarios”, explica Holmqvist. Cuando se le explica que en España mucha gente trabaja hasta las siete o las ocho de la tarde, simplemente no lo entiende. No entiende cómo la gente se ocupa de sus hijos o de sus padres o cuándo hace deporte o va al cine y no acaba tampoco de comprender la lógica del sistema. “Si estás obligado a quedarte hasta las ocho, no hay incentivos para ser eficiente. ¿Para que voy a ser eficiente si me voy a tener que quedar igual hasta las tantas?”. Tampoco entiende cómo los avances tecnológicos no han supuesto cambios drásticos en países como España. “La presencia ha perdido importancia. Hoy en día estamos conectados todo el tiempo. A golpe de teléfono, videoconferencia, Internet, lo que sea”.
Es cierto que Holmqvist pertenece a la clase media y que entre los trabajadores peor remunerados las facilidades son menores. Es cierto también que Suecia es en cierto modo un caso especial. Que hay una parte de este modelo que tiene que ver con las generosas ayudas del Gobierno y las empresas suecas a las familias, fruto de una fortaleza económica difícilmente extrapolable a países como España. Pero también es cierto que hay otra parte que tiene que ver exclusivamente con la forma de organizarse y de entender las relaciones laborales y hasta el sentido de la vida.
No es que en Suecia todo sea de color de rosa ni que no haya empresas suecas con conflictos laborales de toda índole. Pero, en general, priman unas relaciones laborales cimentadas en la confianza mutua y no en el enfrentamiento entre la dirección de la empresa y el trabajador. Aquí, flexibilidad no significa que el empresario tenga poder absoluto para hacer y deshacer los horarios. Significa que jefes y subordinados se organizan de manera lo más beneficiosa posible para ambos, en un ejercicio de reconocimiento de las necesidades mutuas en el que predomina el sentido común sobre la autoridad como argumento.
A las diez de la mañana hay reunión en la oficina de Holmqvist. Están unificando el sistema de ventas y control financiero y van a repasar las fórmulas. Holmqvist se presenta con su ordenador portátil, que lleva siempre a cuestas, y lo conecta a la gran pantalla de la sala para que los demás puedan ver lo que preparó el día anterior en casa. La reunión dura una hora larga sin apenas charleta ni rodeos.
Dos despachos más allá se sienta Jonas Strömfelt, el jefe de Holmqvist, y alto cargo de la Swedish Space Corporation, una empresa de capital público y gestión privada que fabrica motores para combustible ecológico espacial y opera radares en medio mundo (Estados Unidos, Chile, Alemania, Australia…). Él mismo trabaja uno o dos días a la semana desde casa. “A veces, si trabajo por la noche, al día siguiente voy tarde a la oficina o no voy, sobre todo si hace buen tiempo”, se ríe.
No me compensa ir y volver si no tengo alguna reunión
Strömfelt es un firme defensor de la flexibilidad y la conciliación de la vida laboral y la personal. “En general, cuando a la gente le das libertad, se vuelve más creativa”. ¿Hay también trabajadores que abusan y se escaquean? “Claro que sí. Este sistema es positivo si la gente es responsable. No todo el mundo encaja; hay gente que necesita que la controles. Si Tobías no cumpliera con sus objetivos, no le daría tanta libertad”.
Kerstin Bergqvist, jefa de contabilidad de la empresa, tampoco concibe un régimen laboral con horarios fijos ni que el horario de un jefe marque el de los demás. "Mis subordinados no tienen por qué quedarse hasta tarde", opina. "Cumplen mejor cuando se organizan ellos”. Este año, su madre, que vivía lejos de Estocolmo, enfermó, y Bergqvist anunció a sus jefes que trabajaría desde allí tres semanas. “Podía haberme cogido un permiso por enfermedad de un familiar, que en Suecia es remunerado, pero preferí seguir trabajando a distancia mientras cuidaba a mi madre. Y a la empresa le vino bien, porque el trabajo siguió saliendo adelante”.
Nuestro sueco medio, Holmqvist, pasa un rato más frente al ordenador. A las doce llega la hora del almuerzo. En la planta de arriba de la oficina hay instalado un luminoso comedor con microondas y máquinas de café. Allí desenfundan los trabajadores sus tarteras, cargadas con las sobras de la cena del día anterior. Holmqvist ha olvidado hoy la suya y baja a comer a una cantina que hoy, como cada jueves, sirve sopa de garbanzos con crêpes, un plato tradicional sueco. Media hora después, su bandeja está vacía. Se levanta y se disculpa: “Tengo que volver al trabajo”.
Es muy normal que las empresas que quieren atraer a los mejores trabajadores ofrezcan días libres o jornadas más cortas
Porque cuanto antes vuelva, antes se va a casa a ver a sus hijos, a los que dice estar muy unido. Después de nacer su primer hijo, Holmqvist disfrutó de una baja de paternidad de 11 meses. Cuando nació el segundo, disfrutó de 10 días de permiso y luego de un mes más en el que le dijo a su empresa que cobraría el 50% a cambio de no pisar la oficina en un mes. El permiso de paternidad verdadero se lo guarda para el año que viene -planea pasar 13 meses con sus hijos-.
Los legisladores suecos hace tiempo que llegaron a la conclusión de que fijar extensos permisos de paternidad para hombres contribuye a que el empresario evite la tentación de discriminar a las mujeres en edad fértil, porque saben que tanto ellos como ellas desaparecerán durante un tiempo cuando nazcan los bebés.
Si Tom o Hugo, el pequeño, se ponen enfermos, Holmqvist no tiene que hacer malabarismos a altas horas de la noche para encontrar a alguien con quien colocar al niño y no faltar al trabajo. Al contrario, en Suecia faltar al trabajo por la enfermedad de un hijo tiene un verbo propio: vab. Si un padre no hace vab varias veces al año, probablemente sus compañeros le mirarán mal por descuidar sus obligaciones como padre. Por eso, cuando el termómetro sube, Holmqvist llama a la oficina, dice que "hoy vab" y que se quedará en casa.
Este sistema funciona por voluntad política, una fuerte inversión del Estado y una cultura que sitúa a las personas y sus circunstancias por encima de su papel de trabajadores. Pero funciona también por pura necesidad. En Suecia, como en otros países nórdicos, contratar a una persona para que cuide a los niños en casa o los recoja a la salida del colegio, aparte de estar mal visto, es simplemente prohibitivo. Los salarios y costes de la seguridad social hacen que una familia de clase media ni se plantee contratar a una cuidadora. En la patria de Ikea, la tienda que obliga a los compradores a montarse sus propios muebles, de la limpieza y del cuidado de los hijos también se encargan los propios miembros de la familia. Por eso, si a las cinco de la tarde el niño sale del colegio, al trabajador no le queda más remedio que ir a recogerle. Y al empleador, le queda escaso margen de actuación.
En Suecia faltar al trabajo por la enfermedad de un hijo tiene un verbo propio: vab. Si un padre no hace  vab, sus compañeros le mirarán mal
Al tradicional sistema de organización nórdico se le suma además desde unos años un factor añadido: la moda, sobre todo entre las clases medias urbanas, explica Marie, la mujer de Holmqvist. “Hay casi una obsesión por pasar el mayor tiempo posible con los niños. Aquí está claro que ser un buen padre no es traer un buen sueldo a casa, sino dedicarles tiempo. Si dejas a tu hijo a las 7.30 en la guardería y lo recoges a las cinco de la tarde, está mal visto. Hay gente que no se atreve a renunciar al permiso de paternidad por el que dirán los vecinos”.
Últimamente han surgido algunas voces críticas que opinan que la obsesión por el cuidado de los hijos está yendo tal vez demasiado lejos. “Se puede llegar a excesos, pero hay una idea de largo plazo, de la importancia de que la sociedad eduque a sus hijos”, explica Víctor Lapuente, investigador en el Instituto de Calidad de Gobierno de la Universidad de Gotemburgo. Lapuente destaca una ventaja adicional fruto de su experiencia entre suecos: “Aquí el ambiente de trabajo es bueno porque todos se cogen baja paternal y eso es una cura de humildad. Aquí nadie se puede sentir tan importante como para ser imprescindible. Todos somos iguales y todos fregamos nuestros platos”.
Con hijos o sin hijos, lo cierto es que el reparto del tiempo es un tema que entra de lleno en las campañas electorales porque se considera un asunto clave del Estado de Bienestar y de la calidad de vida de los ciudadanos. “En Suecia, la distribución de las horas de trabajo y los permisos parentales son una cuestión política, muy presente en las campañas electorales", dice Marie. "Es un asunto público, no privado. Tenemos claro que es un tema que debe estar legislado”. 
En la patria de Ikea, la tienda que obliga a los compradores a montarse sus propios muebles, de la limpieza y las tareas domésticas también se encargan los  miembros de la familia.
A las cuatro de la tarde la oficina de Holmqvist se empieza a vaciar y en torno a las 17.30 se han ido casi todos los trabajadores, coincidiendo con la hora punta. En Estocolmo es entre las cuatro y las cinco cuando los coches se amontonan en las calles de vuelta a casa del trabajo y en el metro hay más apreturas. Unos vuelven a casa a ver a la familia. Otros viajan con algún instrumento colgando o con la ropa de deporte camino de alguna actividad. A esa hora tarde, Holmqvist entra sudoroso con la mochila a cuestas por la puerta de su casa.
Los miércoles juega al fútbol en una liguilla municipal pero, por lo demás, los hijos han cambiado su ritmo de vida. “Antes corríamos la maratón, así que entrenábamos mucho por las tardes, íbamos al cine y leíamos un montón”, cuenta Marie. Ahora dedican las horas libres a la crianza.
A media tarde se pone en marcha el dispositivo de cierre del día. Cena, baño, dientes, un cuento y a la cama. A las ocho de la noche, Tom duerme plácidamente. Es el momento en el que Holmqvist saca el ordenador de la mochila negra y reanuda su trabajo porque hoy tiene asuntos pendientes. En concreto, un informe financiero que tiene que entregar mañana. Preferiría no tener que hacerlo, pero entre haberse quedado en la oficina hasta las ocho y no ver a su hijo antes de acostarse o hacerlo ahora, no duda ni un instante. “No podría vivir de otra manera”.

Horarios pactados con el jefe

Los datos de la agencia de la Unión Europea para la Mejora de las Condiciones de Vida y de Trabajo (Eurofound) dejan poco lugar a dudas de que el planeta en el que habita Tobías Holmqvist se parece más bien poco al del español medio. A la encuesta Europea de Eurofound sobre la Calidad de Vida (2012), un 62,5% de los suecos aseguraron que tenían flexibilidad para fijar la hora de entrada y de salida del trabajo. En España sin embargo fue un 37, 3% el que respondió de forma afirmativa a la misma pregunta. Un 71,1% de los suecos dijo además poder acumular horas de trabajo para disponer de tiempo libre más adelante. Entre los españoles, apenas un 24,5% dijo poder hacerlo.
A la encuesta europea sobre las condiciones de trabajo (2010) también de Eurofound, el 37,5% de los suecos aseguró que su horario lo fija su empleador, mientras que el 40,1% dijo que sus horarios son adaptables, aunque con ciertos límites. En el caso de España, el 73% de los encuestados dijo que su horario lo fija unilateralmente el empleador, mientras que en el 7% de los casos el horario es adaptable aunque con limitaciones.


http://politica.elpais.com/politica/2015/07/15/actualidad/1436969584_789417.html