lunes, 31 de agosto de 2015

Diana de Gales, 18 años sin la princesa de la eterna sonrisa disfrazada


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Agradable, cercana y natural. Así la describían los millones de ingleses que la admiraban. El 31 de agosto de 1997, millones de admiradores de la 'princesa del pueblo' llenaron de flores, recuerdos y poemas uno de los monumentos cercanos al Túnel del Alma de París, lugar donde falleció la madre de Guillermo y Harry de Inglaterra. Se cumplen 18 años sin Lady Di, la princesa Diana de Gales, pero nadie se olvida de ella.
Los ciudadanos ingleses siguen teniendo muy presente a su Diana, princesa de Inglaterra, una mujer que se marchó dejando el recuerdo de su entrega, su empatía y su cariño. Lo cierto es que de ella se habló mucho, de sus luces y sus sombras, que también las tenía. 
Su primera foto, apareció el día 24 de febrero de 1981 en el Palacio de Buckhingham. Con ella se informaba a nivel mundial del compromiso entre el príncipe Carlos y una joven llamada Diana Spencer. Cinco meses después se dieron el 'sí quiero' en una boda de cuento de hadas, con un vestido de seda color marfil de veinticinco pies de cola y diez mil perlas cosidas a mano. Un diseño de David y Elisabeth Emmanuel que dejó boquiabierto al mundo entero.
El 29 de julio de 1981, Diana Spencer contraía matrimonio en la Catedral de San Pablo de Londres con el príncipe Carlos de Gales, heredero al trono británico. Fue una boda multitudinaria en la que asistieron todas las Casas Reales, menos la española.
Diana era única y poseía una belleza espectacular. Los modistas Bruce Oldfield, Zandra Roberts, Catherine Walker y Victor Edelstein se rendían a sus pies. Diana era, además, una trabajadora incansable. Centrada, sobre todo, en labores humanitarias y, por supuesto, en la educación de sus dos hijos, "su gran apoyo" y a quienes adoraba.
Su belleza, naturalidad y sensibilidad conquistaron a un pueblo en sus múltiples asistencias a distintos eventos. Diana siempre se coronaba como una de las mujeres más atractivas a nivel mundial y era la estrella de cada alfombra que pisaba. Harper's Bazaar, Vogue o People Weekly cubrieron gran parte de sus portadas con 'la princesa del pueblo inglés'.
En todo momento, Lady Di intentó que sus hijos fueran educados como dos niños normales y que no notaran que su relación con el príncipe Carlos no iba por buen camino. Para eso hacían múltiples actividades. No era extraño verles en restaurantes de comida rápida, visitando parques de atracciones o verles viajando a países para encontrarse con otras familias reales como con la española. Diana se llevaba muy bien con el Rey Juan Carlos I, con quien compartió vacaciones en Palma de Mallorca junto a la reina Sofía y Constantino de Grecia.
Tras divorciarse de Carlos de Inglaterra en 1996, se dedicó a multitud de causas solidarias: luchó contra el sida, contra las minas antipersona y aportó donaciones económicas para la asistencia humanitaria de los más pobres.
En 1995, dos años antes de morir, Lady Di abrió su corazón a los ingleses. Reconoció haber sufrido bulimia y relató el infierno que le suponía vivir perseguida por los paparazzi. Además, habló de la falta de apoyo de la Familia Real, especialmente de la Reina Isabel II, cuando era por todos conocido que su matrimonio "era cosa de tres", ya que la relación entre Carlos y Camilla Parker Bowles, la que hoy es esposa del príncipe, comenzó incluso antes de su matrimonio con Diana.
'La reina de corazones', como la conocían los británicos, disfrutó en Saint Tropez de las últimas vacaciones de su vida. Allí compartió travesías y amor con Dodi Al-Fayed, el hombre que había conseguido devolverle la sonrisa y que también falleció en aquel fatídico accidente. 
Diana de Gales falleció el 31 de Agosto de 1997 en el Puente del Alma, en París, a causa de un trágico accidente de tráfico. La pareja tenía previsto anunciar su boda tan solo dos días después de su inesperado fallecimiento.
Una de las personas a las que más admiró Diana de Gales durante toda su vida era a la Madre Teresa de Calcuta. Casualidad o no, la religiosa, a quien Diana estaba muy unida, falleció tan solo ocho días después que ella.
Tras su muerte, todavía se ha hablado mucho de Diana de Gales, en especial en la boda de su primer hijo Guillermo, con Kate Middleton, donde fue imposible no echarla en falta y recordar su persona. De hecho, cada acontecimiento familiar en el seno de la familia real británica es una nueva oportunidad para echarla en falta. El último fue el bautizo de la princesa Charlotte, segunda hija de los duques de Cambridge. Un montaje fotográfico en el que aparecía Diana mirando dulcemente a la que hubiera sido su nieta corrió como la pólvora por las redes sociales.

16:32 - 30/08/2015


http://informalia.eleconomista.es/informalia/actualidad/noticias/6961103/08/15/Diana-de-Gales-18-anos-sin-la-princesa-de-la-eterna-sonrisa.html#.Kku8sxNlV47EMgk


Las sociedades inmobiliarias reinan en la nueva era del ladrillo

La torre Sacyr, adquirida por la socimi Merlin al comprar la inmobiliaria Testa / GETTY


Las socimis han anunciado este año unos 2.900 millones de inversión y tienen en Bolsa un valor conjunto de 6.000 millones


Los empresarios que dominaban la era anterior a la explosión de la burbuja inmobiliaria ya no mueven los hilos. Aquellos señores del ladrillo, como se llamaba entonces a Fernando Martín (Martinsa), Enrique Bañuelos (Astroc), Rafael Santamaría (Reyal Urbis) o Luis Portillo (Colonial) han dejado paso a las socimis, sociedades cotizadas que, sin grandes fastos ni rostros muy mediáticos, han revitalizado un sector que estaba de capa caída. Este año han anunciado inversiones por más de 2.900 millones de euros y en Bolsa valen en conjunto más de 6.000 millones.
La inversión en el sector inmobiliario en España en todo 2014 alcanzó los 10.000 millones. Solo en el primer semestre de este año, ya se situó en unos 8.500 millones. Los compradores más activos son las socimis, seguidas de los fondos de inversión internacionales, apunta Mikel Marco-Gardoqui, director de inversiones de CBRE España. Están copando las compras en el sector terciario, en especial, edificios de oficinas y centros comerciales. Estas sociedades han cerrado en verano a marchas forzadas compras, opas, ampliaciones de capital y estrenos en Bolsa.
Las socimis tienen pedigrí propio en la fauna del ladrillo: son sociedades cotizadas que destinan al alquiler los inmuebles que engordan sus carteras. Al contrario que las grandes empresas de la burbuja, el mercado residencial no está en su radar, y se centran en el sector terciario. Disfrutan de un régimen fiscal especial (no pagan impuesto de sociedades, porque son sus accionistas quienes tributan por los dividendos) a cambio de exigencias muy concretas. Si obtienen beneficio, están obligadas a repartir dividendo. Sus ingresos deben proceder, al menos en un 80%, del alquiler de activos. Y no pueden entrar especular a corto plazo: están obligadas a mantener tres años, al menos, los inmuebles que compran.

Cambio regulatorio

Su regulación se reformó en diciembre de 2012 (un cambio que todos los expertos consideran un acierto), pero fue en 2014 cuando florecieron. Y este año viven su expansión. Hay unos 14 jugadores, aunque solo cinco tienen tamaño y actividad consolidada.
Por qué viven esta explosión? Estaban en el lugar justo en el momento perfecto, señala Jaime Pascual-Sanchiz, director general ejecutivo de Aguirre Newman. En 2013 decenas de fondos internacionales de alto riesgo y firmas extranjeras de inversión inmobiliaria pusieron sus ojos en España. Edificios baratos en una economía a punto de volver a crecer. “Trataron de realizar las compras directamente. Y fracasaron. Se dieron cuenta de que es necesario un equipo local que conozca bien el mercado para aprovechar las oportunidades”, cuenta Pascual-Sanchiz. Entre 2014 y 2015 son las socimis las que han recibido buena parte de esos fondos internacionales. “Son sociedades inmobiliarias expertas en el mercado español pero sin deudas heredadas de la explosión de la burbuja, porque no existían”, recuerda este experto. Y son cotizadas, lo que permite a los fondos entrar y salir cuando quieran.
“La actividad de estas sociedades se ha disparado porque se han conjugado dos elementos clave: oportunidades con precios atractivos e inversores con dinero reestructurando sus carteras”, coincide Antonio Sánchez Recio, socio responsable del mercado inmobiliario de la consultora PwC.

Merlin, la más grande

La reina de las socimis es Merlin. En junio compró a Sacyr su filial Testa. Significa que Merlin, con un valor en Bolsa de 3.300 millones y una cartera inmobiliaria de 2.300 millones, va a gastarse 1.983 millones para tomar Testa, con activos de 3.180 millones, más que los de su comprador. Para hacer la operación amplía capital en 1.033 millones.


Merlin se ha convertido en uno de las grandes inmobiliarias de España. Es una clasificación reñida: según esta empresa, su cartera y la de Testa tienen un valor de 5.597 millones. Ponte Gadea, la sociedad del fundador de Inditex, Amancio Ortega, tenía 5.593 millones en activos al terminar 2014, según consta en el Registro Mercantil, en parte gracias a sus propiedades en el extranjero. Y la cartera de Colonial está valorada en 5.575 millones.
La segunda socimi es Hispania. Entre sus inversores está George Soros. En abril pactó crear una inmobiliaria con el grupo hotelero Barceló. También quiso comprar Realia por 150 millones, pero en julio desistió. Se la arrebató el mexicano Carlos Slim.
Lar España ha sido la más activa cerrando operaciones enverano. Ha adquirido un centro comercial en León (87,5 millones), ha pactado la compra de un parque comercial en Barakaldo (170 millones) y dos grandes superficies en Pamplona (8,4 millones). Desarrollará un gran complejo comercial que llevaba años aparcado en Sagunto (Valencia), un proyecto de 53 millones. El 6 de agosto cerró una ampliación de capital, por valor de 135 millones.
Axiare también ha ampliado capital, 395 millones. Se ha gastado ya parte en comprar oficinas, naves logísticas, aparcamientos y locales comerciales. Su cartera suma 633 millones.
La liga de los grandes la cierra Saint Croix Holding. Propiedad de la familia Colomer (dueños de la promotora Pryconsa), esta socimi trasladó a España su sede desde Luxemburgo en 2014. Posee hoteles, edificios y locales que la convierten en casera de CLH y de Zara. Este año compró otra socimi por 52 millones.
Tras ellas, URO. Se estrenó en el parqué en marzo. Tiene solo un activo: 1.150 locales ocupados por el Santander. Sacó a Bolsa un 2% del capital, la banca controla más del 55%. No ha salido de compras, está centrada en reestructurar su deuda, unos 1.400 millones.
“Cuando el mercado inmobiliario español mejore, veremos cambios. Para empezar, en el perfil del inversor: los fondos de capital riesgo darán paso a socios más estables, como aseguradoras, bancos y fondos institucionales. Además, es posible que se produzcan compras o fusiones, especialmente de las socimis más pequeñas”, vaticinan en Aguirre Newman.

¿Una nueva burbuja inmobiliaria por las socimi?

Las sociedades inmobiliarias cotizadas han pasado en dos años de ser jugadores residuales a reinas del tablero inmobiliario. ¿Es sostenible su enorme crecimiento? Antonio Sánchez Recio, socio de PwC, cree que sí. “En España esta figura societaria es casi nueva, pero en países como Francia y Estados Unidos lleva muchos años funcionando. Su evolución en España está siendo muy rápida, porque había un hueco en el sector que han llenado, en un momento de grandes oportunidades”, valora. “Ahora están haciendo muchas inversiones en poco tiempo, pero es probable que más adelante entren en una fase de consolidación y de especialización”, vaticina. “No hay burbuja inmobiliaria ahora”, coincide Mikel Marco-Gardoqui, director de inversiones de CBRE España. “La inversión en el sector es elevada, pero porque el precio del metro cuadrado es atractivo. Hay inmuebles en zonas como la Castellana de Madrid que se compran ahora con un 40% de descuento con respecto a 2007”, añade. 

http://economia.elpais.com/economia/2015/08/29/actualidad/1440878027_029354.html

China, los peligros de un gigante en plena transición



Su viejo modelo económico basado en las exportaciones y la inversión se ha agotado



El aleteo de una mariposa en Japón puede causar una tormenta en Nueva York, según la célebre premisa de la teoría del caos. Y las dudas sobre la marcha de la economía china pueden desatar un tsunami en las Bolsas mundiales. Esta semana se evaporaron más de tres billones de euros de la riqueza financiera global, y desde junio el mercado de Shanghái ha caído un 35%, más de dos billones. El hombre más rico de China, Wang Jianlin, perdió de un plumazo 3.100 millones de euros. Millones de pequeños inversores chinos vieron esfumarse sus beneficios, ya muy mermados tras las correcciones de junio y julio.
Wang Xiaomei, una administrativa de 35 años, había doblado su capital y ganado cerca de 200.000 yuanes en los meses previos a julio. Ahora solo tiene 130.000 y “cada día están cayendo más”, se lamenta. Xiaomei forma parte de los cerca de 90 millones de pequeños ahorradores que alimentan las Bolsas chinas. En muchas ocasiones han invertido sin saber lo que hacían, simplemente imitando al amigo o al pariente que ya había ganado un buen botín. Por ello sus vaivenes —sus gigantescas burbujas y sus drásticas correcciones— no guardan relación con la economía real china.
Aunque lo que disparó el pánico esta semana fueron, precisamente, las dudas sobre la situación verdadera de esa economía real, la segunda del mundo y uno de los grandes motores de crecimiento global, con una aportación del 15% al PIB del planeta. Porque, cuando los mercados ya estaban con la mosca detrás de la oreja tras una serie de indicadores a la baja —la venta de vehículos, la producción de electricidad, los precios mayoristas—, a mediados de agosto el Banco Popular de China devaluó en casi un 4% el yuan o renminbi, la divisa nacional. Es una medida que devuelve competitividad a las exportaciones, que en julio retrocedieron un 8,3%. Algunos analistas lo interpretaron como un intento desesperado de apuntalar una economía en peores condiciones de lo que se creía.
Sí y no. La devaluación “representa una liberalización hacia un tipo de cambio más flexible y determinado por el mercado, no la desesperación sobre el crecimiento”, sostienen en un informe presentado esta semana los analistas de Nomura, que se alinean así con los argumentos del Gobierno chino. “China aún tiene un amplio margen de maniobra mediante medidas fiscales y monetarias más convencionales, lo que significa que un aterrizaje forzoso no es algo tan claro o inmediato como los mercados temen ahora mismo”.


Pero también es cierto que la economía china se encuentra en plena transición hacia un cambio de modelo. El antiguo, basado en las exportaciones y en la inversión en infraestructuras, está agotado después de 30 años de rápido crecimiento. Aumentan los salarios y la política demográfica empieza a afectar a la disponibilidad de una mano de obra que parecía inagotable. El gasto fiscal y el derroche de liquidez han generado una burbuja inmobiliaria y un manifiesto exceso de capacidad.
Anteponer las ganancias a cualquier otra prioridad ha devastado el medioambiente. La desigualdad social se ha disparado. Y el crecimiento, finalmente, se ha ralentizado. El objetivo oficial para este año es de “aproximadamente” un 7%, medio punto porcentual menos que el de 2014, y hay serias dudas de que se llegue a cumplir.
“El gran desafío ahora mismo es alentar nuevas fuentes de crecimiento económico”, apunta el profesor de Economía y Finanzas Xu Bin, de la escuela de negocios CEIBS en Shanghái. “Haría falta que el Gobierno diera más poder al sector privado, lo que es un gran desafío, ya que afecta a los intereses fundamentales de las empresas estatales y de los funcionarios del Gobierno”.
Al menos en teoría, la idea es acometer una amplia serie de reformas que permitan reemplazar el modelo caduco por uno basado gradualmente en el consumo interno. Pero a un ritmo muy lento. Se han tomado medidas para alentar el consumo; entre las más sorprendentes, quizá, se encuentra la instrucción del Consejo de Estado para fomentar que los empleados públicos tomen libre el viernes por la tarde en verano y puedan hacer escapadas de fin de semana. Pero el consumo representa aún tan solo el 38% del PIB, muy por debajo del 60% o 70% de los países desarrollados. El PIB per capita es aún de solo 7.600 dólares anuales, menos que Gabón o Azerbaiyán.
“El giro hacia el consumo como motor de la economía es aún imposible”, argumenta el profesor Hu Xingdou, del Instituto de Tecnología de Pekín. “No hay otro remedio de momento que continuar el viejo modelo de desarrollo, depender principalmente de la inversión del Estado”.
Miguel Otero-Iglesias, investigador principal de Economía Política Internacional del Real Instituto Elcano, coincide con esa idea. Las autoridades chinas “son muy keynesianas”, apunta, y “van a seguir aumentando la inversión” para ir poniendo al país en el camino de poder competir globalmente, despacio pero seguro. China “ha aprendido la lección de Japón: no liberalizar demasiado pronto, solo cuando cuente con un mercado financiero sólido”.
En el proceso de transición, esa inversión aún conserva trazas de los viejos moldes. El exceso de capacidad necesita un destino mientras se le encuentran alternativas. Ahí encajan proyectos como la Nueva Ruta de la Seda, la red de transportes e infraestructuras con la que Pekín quiere abrir caminos por tierra y mar hacia el Oeste y que, según el Ministerio de Comercio, ha supuesto en lo que va de año 43.813 millones de euros en jugosos contratos para las empresas chinas. En el interior del país aún hay espacio para grandes proyectos de desarrollo.
Pero en este nuevo modelo la inversión también se encamina a destinos nuevos, como el sector servicios, la tecnología y la innovación. El primer ministro, Li Keqiang, ha dado su apoyo público a las startups chinas. El plan Made in China 2025 pasa por la reconversión industrial para potenciar los productos de alto valor añadido en sectores como la biomedicina o la robótica. En el área del comercio electrónico, China ya es un país líder. En cualquier caso, “la dificultad de gestionar la transición de las viejas pautas basadas en la inversión a un sistema en el que la innovación sea el motor es mucho mayor de lo que se había pensado. Llevará tiempo, y son inevitables algunos traspiés”, considera el profesor Xu.

Una deuda que crece

La enorme deuda acumulada —McKinsey la calcula en unos 26 billones de dólares, o más del 280% del PIB en 2014— es uno de los factores potenciales de riesgo. Mucha procede de los gobiernos locales o de las empresas estatales, que aprovecharon las facilidades de crédito que ofrecían los bancos públicos, alentados por Pekín después de la crisis financiera global de 2008. Muchas de las inversiones así financiadas ofrecieron un escaso rendimiento. A juicio de Otero-Iglesias, “no van a tener más remedio que reestructurar cierta deuda”, aunque apunta que “la ventaja que tiene el Partido Comunista es que es más fácil reestructurar la deuda en China que en otros sitios”.
Otro gran interrogante —el gran interrogante— es hasta qué punto los actuales dirigentes están dispuestos a poner en marcha las reformas necesarias. Al fin y al cabo, el Partido Comunista de China no es un bloque monolítico. Un comentado artículo en la página web de CCTV el 19 de agosto, y firmado con el seudónimo “Guoping” —empleado por un grupo de comentaristas vinculados al Gobierno— denunciaba que a la hora de poner en marcha los cambios “la escala de las dificultades, la amplitud de la oposición, la testarudez, ferocidad, complejidad e incluso rareza de los que no se han adaptado a las reformas o se oponen a ellas va mucho más allá de lo que mucha gente se imagina”.
El mensaje del Gobierno chino sigue siendo de tranquilidad. Esta semana Li Keqiang —el principal adalid de las reformas— reconocía que “las condiciones económicas globales siguen siendo complicadas y confusas, con unas fluctuaciones sustanciales en el mercado, lo que ha afectado la economía china”. Aun así, puntualizaba, la segunda economía mundial se mantiene “en un nivel razonable”.

http://economia.elpais.com/economia/2015/08/28/actualidad/1440780433_965782.html

domingo, 30 de agosto de 2015

¿Realmente nos volvemos más prejuiciosos a medida que envejecemos?


¿Es cierto que a medida que nos hacemos más viejos, nos volvemos más prejuiciosos? ¿Existe una razón científica que lo explique?
William von Hippel, profesor de Psicología de la Universidad de Queensland, en Australia, cree que no es inusual encontrar a personas que, con la edad, dejan de ser políticamente correctas.
Von Hippel compartió su opinión sobre el tema con la BBC.

Este artículo contiene expresiones que algunos lectores pueden encontrar ofensivas.
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Cuando en julio pasado se publicó "Ve y pon un centinela" de la escritora Harper Lee, admiradores de su primer libro publicado, "Matar un Ruiseñor", quedaron estupefactos ante la transformación de su protagonista, Atticus Finch -ahora con 20 años más encima- en un racista.
Puede que Atticus sea un personaje ficticio, pero su cambio de defensor solitario de un afroamericano acusado injustamente a un hombre de 72 años que se resiste a que se acabe de la segregación en las escuelas es muy real.
Mi investigación sugiere que, aunque mucha gente permanece sin prejuicios a lo largo de su vida, los adultos mayores tienen una tendencia a tener más prejuicios que sus contrapartes más jóvenes.
Los psicólogos solían creer que los prejuicios más grandes de las personas de mayor edad se debían al hecho de que habían crecido en una época menos igualitaria. En contraste con esta visión, hemos reunido evidencia de que cambios normales del cerebro en la tercera edad pueden llevar a mayores prejuicios entre este grupo de personas.
Image copyrightReuters
Image captionLos admiradores del personaje Atticus Finch se quedaron horrorizados de verlo convertido en racista.
Los lóbulos frontales son la última parte del cerebro que se desarrolla mientras progresamos a través de la infancia y la adolescencia, y la primera parte que se atrofia según envejecemos.
La atrofia de los lóbulos frontales no disminuye la inteligencia, pero degrada áreas del cerebro responsables por inhibir pensamientos irrelevantes o inapropiados.
La investigación sugiere que esta es la razón por la cual las personas de más edad tienen más problemas para encontrar la palabra que están buscando. Y por qué tienen una probabilidad todavía más alta de expresar en voz alta ideas que antes hubieran reprimido.
Nuestra investigación indica que a los adultos de más edad simplemente les cuesta más reprimir sus prejuicios que a los adultos más jóvenes
Las personas famosas están en desventaja cuando sus lóbulos frontales comienzan a encongerse, ya que mucho de lo que dicen queda registrado públicamente.
Pero la desinhibición también resulta costosa para quienes no están expuestos al escrutinio público.
Cuando daba clases en el Williams College de Massachusetts, una estudiante afroamericana me contó cómo su abuelo blanco había comenzado a aludir a ella, usando una expresión considerada como muy ofensiva, como "su nietecita negra".
A ella eso la conmovió y afectó negativamente. No podía entender por qué su abuelo diría tal cosa cuando sabía que él la amaba y que todavía gozaba de sus facultades mentales.
Las consecuencias de sus palabras deshinibidas eran sustanciales, aunque sólo generaba fricción entre familiares y amigos.
En nuestra investigación, encontramos evidencia de una gama de problemas de este tipo.
Cerebro, con los lóbulos frontales marcadosImage copyrightThinkstock
Image captionEl especialista cree que durante la juventud el cerebro es más eficiente para reprimir las ideas que no van a gozar de aceptación social.
Por ejemplo, los adultos mayores de nuestros experimentos tenían mayor probabilidad que los jóvenes de apoyarse en estereotipos y encontraban más difícil contener sus pensamientos estereotípicos.
Pero la historia no termina ahí: también encontramos que los adultos de más edadtienen mayor probabilidad de comportarse en forma socialmente insensible en una variedad de áreas. Todavía más, todos esos efectos sólo aparecen entre adultos mayores que muestran signos de un funcionamiento pobre del lóbulo frontal.
Hay dos maneras de interpretar las expresiones desinhibidas de los adultos de mayor edad.
¿Quizás sus aseveraciones muestran la verdadera personalidad de la persona, que finalmente emerge cuando no puede reprimir sus creencias?
En otras palabras, quítale lo políticamente correcto que se activa gracias a los lóbulos frontales y encontrarás lo que el abuelo de mi estudiante había estado pensando en realidad todos estos años.
La otra posibilidad es que nuestras habilidades inhibitorias no supriman nuestra personalidad, sino que más bien le den forma.
Una persona encerrando figuras en un dibujoImage copyrightThinkstock
Image caption¿Finalmente decimos lo que pensamos cuando envejecemos?
En mi escuela primaria de Anchorage, Alaska, algunos de los niños solían echarle nieve dentro del abrigo a un niño que tenía distrofia muscular porque sus limitaciones físicas evitaban que pudiera protegerse.
Yo creo que esos niños se volvieron adultos que verdaderamente creían que era moralmente condenable atormentar a niños discapacitados, pero también sospecho que mis excompañeros de clase dependen de sus habilidades inhibitorias para mantener sus actitudes más tempranas y primitivas bajo control.
Desde esta perspectiva, la habilidad inhibitoria no actúa evitando que las personas expresen sus verdaderas opiniones, sino reprimiendo sus opiniones anteriores.
Nuestra investigación indica que a los adultos de más edad simplemente les cuesta más reprimir sus prejuicios que a los adultos más jóvenes.
Para volver a Atticus Fich, pareciera que algunos adultos mayores comienzan a mostrar prejuicios que incluso no habían mostrado tener antes.
Estos cambios en las actitudes sociales no son inevitables, pero son comunes. Y las personas que de pronto se encuentran a sí mismas menos tolerantes o más prejuiciosas pueden quedar sorprendidas por el cambio en sus propias actitudes. Un cambio que puede afectar sus amistades y su posición en la sociedad.

BBC   29/08/2015
http://www.bbc.com/mundo/noticias/2015/08/150827_ciencia_finde_prejuicios_vejez_yv

El cerebro humano es una máquina hecha con piezas recicladas


La evolución ha reutilizado capacidades surgidas en la sabana africana para adaptarse a actividades modernas como la lectura


La evolución actúa como MacGyver, un tipo capaz de construir artefactos con los que derrotar a un ejército aprovechando los adminículos que se pueden encontrar en una ferretería de pueblo. Como el agente especial que protagonizaba la serie de los ochenta, la selección natural toma las herramientas que tiene a mano y les da nuevos usos. Un ejemplo son las plumas, que funcionaban como un sistema de climatización para los dinosaurios y acabaron sirviendo para volar. Otra muestra de la forma de operar de la naturaleza son las manos humanas. Con un pulgar enfrentado al resto de dedos, permiten manejar con precisión desde puntas de lanza hasta pinceles y se consideran un paso fundamental en el proceso de humanización. Sin embargo, como mostraba un estudio reciente, nuestros ancestros tenían manos modernas mucho antes de que sus cerebros fuesen capaces de utilizarlas para crear tecnología. Es posible que aquellas herramientas resultasen ya útiles para hurgar en el tronco de los árboles en busca de comida o recolectar raíces, y después, cuando la aparición de una mente más compleja lo hizo posible, se acabasen empleando para tareas más sofisticadas.
Nuestro cerebro, como otras partes del cuerpo, también es un collage de piezas heterogéneas que resultaron útiles en algún momento de la historia evolutiva o, al menos, no fueron tan nocivas como para ser descartadas. Ese gusto por el reciclaje ha tomado un nuevo significado cuando se trata del cerebro de una especie como la humana, que a través de la cultura ha reformulado las reglas de la evolución.
En un artículo publicado esta semana en la revista Trends in Cognitive Sciences, investigadores de Dartmouth College revisan lo que se conoce sobre la materia y explican que nuestra habilidad para responder a rápidos cambios culturales es posible porque el cerebro es capaz de reutilizar para usos modernos circuitos cerebrales surgidos por motivaciones antiguas. Ese sería el caso de la lectura, una actividad que los humanos solo han practicado de forma habitual en el último siglo de sus 150.000 años de existencia como especie. “No evolucionamos para leer, pero la investigación muestra que leemos reciclando un engranaje neuronal que evolucionó para procesar caras y objetos”, afirma Carolyn Parkinson, una de las autoras del artículo.
La alfabetización aprovecha circuitos surgidos para reconocer rostros y objetos
Entre estos peculiares animales que son los Homo sapiens, inventos culturales como el lenguaje pueden incluso modificar el uso de circuitos antiguos. “Se ha observado que, a la hora de percibir rostros invertidos, como en el reflejo de un espejo, las personas analfabetas son mejores que las alfabetizadas”, señala Fernando Moya, investigador del Instituto de Neurociencias de Alicante (UMH-CSIC). Aunque esa nueva forma de percepción haga perder habilidad para reconocer caras y formas desde diferentes ángulos, algo útil en la naturaleza, “cuando nos alfabetizamos, tenemos que identificar como diferente una imagen de su reflejo, como en b y d y esa evolución social modifica nuestros circuitos”, añade. Frente a los sistemas puramente biológicos de otros animales, los humanos cuentan con la cultura como sistema de transmisión de habilidades con las que enfrentarse al mundo, y la cultura se convierte en una fuerza que también puede modificar su fisiología.
Nuestro cerebro ha evolucionado para reconocer como propio lo cercano y como ajeno lo lejano"
Carolyn Parkinson y Thalia Wheatley, la autora principal del trabajo, relatan el conocimiento acumulado sobre cómo el reciclaje de instrumentos biológicos pudo dar origen a nuestra cultura. Algunas hormonas, como la oxitocina o la vasopresina, han servido durante millones de años para regular el comportamiento reproductivo de los mamíferos, afianzando a través del placer las relaciones entre las parejas y de los padres con las crías. En los humanos y en otras especies de primates, sin embargo, estas hormonas han podido servir para fortalecer relaciones sociales y facilitar una capacidad de cooperación extraordinaria en el mundo animal. Algunos estudios han mostrado que la oxitocina, además de incentivar los cuidados maternales, reduce los recelos hacia miembros desconocidos de la misma especie en primates y favorece la colaboración entre humanos sin lazos de sangre, rasgos de comportamiento que posibilitan la creación de sociedades tan complejas como las actuales.
En este continuo proceso de reutilización de piezas y reconexión del cableado neuronal, los simios se vieron, hace unos tres millones de años, en una tesitura que puede estar en la génesis de un nuevo tipo de animal, distinto de los que hasta entonces habían luchado por su vida en la Tierra. “Se sabe que el humano tiene una plasticidad cerebral anómala”, explica Marina Mosquera, investigadora del Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social (IPHES) de Tarragona. Esta plasticidad puede tener su origen en la revolución que protagonizaron los homínidos cuando, debido a cambios en el clima, el bosque tropical africano en el que vivían se convirtió paulatinamente en una región de sabana. “Con esos cambios, en lugar de tener los recursos alimenticios en los mismos sitios, porque un bosque tropical es mucho más homogéneo y además no tiene estaciones, tuvieron que adaptarse y ser mucho más flexibles. Es posible que ahí esté el origen de la plasticidad que vemos hoy en los humanos”, plantea Mosquera.
Hormonas como la oxitocina facilitan la cooperación en grandes grupos humanos
Conociendo las circunstancias en las que, poco a poco, fue surgiendo la humanidad, también puede servir para tratar de explicar las limitaciones de la mente. El antropólogo británico Robin Dunbar, padre de la hipótesis del cerebro social, observó que, en primates, existía una correlación entre el tamaño del cerebro y el del grupo social en el que viven. En el caso de los humanos, que tienen un cráneo de unos 1.500 centímetros cúbicos, el límite superior para sus grupos es de 150 individuos. Esta cifra se corresponde con las dimensiones de los grupos de cazadores recolectores, con el de las comunidades agrícolas e incluso con la cantidad de amigos que realmente podemos gestionar en Facebook.

El peligro de los cambios

“Los cambios culturales son muy rápidos, y cuando la biología y la cultura no se encuentran a gusto entre sí, el choque puede ser bastante contundente”, advierte Emiliano Bruner, del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH) de Burgos. “Esto vale tanto para la bioquímica de la sangre como para las capacidades cognitivas, y saber cómo funciona todo esto, debilidades y posibilidades, es fundamental para saber cómo optimizar recursos y minimizar problemas”, continúa. “Internet ha conllevado un cambio increíble en nuestra estructura social y cultural, habrá que estar atentos para no tener sorpresas desagradables”, añade.
Parkinson y Wheatley hablan también de las posibilidades que ofrece el conocimiento, implícito o explícito, de nuestros viejos botones evolutivos. Que el cerebro humano haya evolucionado en pequeñas tribus de individuos que se conocían a la perfección tiene consecuencias en un mundo donde nuestra vida diaria depende de millones de desconocidos. Cuando se quiere animar a la gente a ayudar a las víctimas de hambrunas, epidemias o desastres naturales, es más eficaz presentar a una víctima que sirva para identificar el sufrimiento que mostrar datos y razonamientos objetivos, por atroces que sean. Esta parte de la naturaleza humana explica en parte la dificultad para movilizar frente a problemas globales como el cambio climático. “Nuestro cerebro ha evolucionado con unos condicionamientos sociales que tienen mucho que ver con la tribu, con lo cercano, con lo familiar, y ahora estamos en una situación en la que el destino de la humanidad es global. Nuestro cerebro ha evolucionado para reconocer como propio lo cercano y como ajeno lo lejano, y ahora nos enfrentamos a una situación en la que el destino es igual para lo cercano y lo lejano”, resume Moya.
El mecanismo evolutivo para adaptarse mejor a las circunstancias a través del reciclaje de herramientas ya disponibles no solo ha tenido efectos secundarios desde el punto de vista social. “Cuando se habla de evolución y selección, no estamos hablando de rasgos individuales, sino de un paquete, que la selección acepta o rechaza. Genes, caracteres anatómicos, procesos fisiológicos, moléculas, son componentes que van todos enlazados. Con lo cual, si cambia una cosa, otras cambiarán como consecuencias secundarias”, recuerda Bruner. “Algunos son hasta negativos, pero no tan negativos como para rechazar otras ventajas que conllevan”, continúa.
Desde el punto de vista médico, este conocimiento sobre la evolución empuja a preguntarse “cuántas enfermedades se deben a inconvenientes de la evolución, y parece que la lista puede ser bastante larga, sobre todo para simios como nosotros que hemos desarrollado a través de la evolución un cerebro tres veces más grande de lo que sería normal para el tamaño de nuestro cuerpo”, indica Bruner. “Aumenta el volumen, el calor, los vasos sanguíneos, y las peleas por el espacio dentro del cráneo. Como resultado tenemos un cerebro muy potente, pero con una serie de problemas que pueden incluir la miopía o hasta la enfermedad de Alzheimer”, remacha.
Tras millones de años de evolución, la cultura humana ha acelerado el ritmo de transformación del entorno en el que viven los propios humanos. "La plasticidad que tenemos nos ha permitido adaptarnos relativamente bien hasta ahora, pero ya no tenemos capacidad para absorber los cambios con tanta rapidez", opina Mosquera, aunque "cuando se podría estudiar como estamos asimilando ese cambio acelerado es a partir de los últimos veinte años", añade. En las próximas décadas se podrá comprobar si la maquinaria de reciclaje evolutiva sigue funcionando sin preparar demasiadas chapuzas.

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