Tumba de Víctor Manuel III, en Vicoforte. EFE
Polémica en el país por el regreso de los restos de Víctor Manuel III, a quienes muchos recriminan que le sirviera a Mussolini el país en bandeja de plata
Los últimos pasos del rey Víctor Manuel III en Italia tal vez consigan ofrecer por sí mismos una idea del vestigio que dejó en el país y de por qué setenta años después de su muerte su figura aún genera debate e indignación. En mayo de 1946 abdicó en favor de su hijo Humberto II, al que pasó una barca a la deriva. Éste consiguió mantener el poder solo un mes –se le conoce como el rey de mayo–, antes de perder el referéndum que convirtió Italia en una república. El país no quería saber nada más de los Saboya. Todos los miembros de la familia tuvieron que exiliarse. Víctor Manuel III murió poco después, en 1947 en Alejandría (Egipto). Ahora sus restos han vuelto a su tierra natal.
Su nombre sigue levantando ampollas. Por eso, su repatriación —junto a la de la que fue su esposa, Elena de Montenegro, fallecida en Montpellier en 1952— autorizada “por motivos humanitarios” por el presidente de la República, Sergio Mattarella, se ha gestionado con total discreción y casi a escondidas. Los féretros, recibidos sin ningún boato, reposan en el mausoleo de la casa Saboya en Vicoforte, en el Piamonte, 600 kilómetros al norte de la tumba ilustre de los reyes de Italia: el Panteón de Roma.
Otro de los aspectos controvertidos es el papel del soberano tras la caída del régimen fascista, el 25 de julio de 1943 y su negociación durante 40 días con los aliados sobre la permanencia de la monarquía, lo que permitió la invasión alemana de Italia. Y un tercer motivo para negarle la sepultura en el Panteón, el más grave para el historiador Oliva es la firma en 1938 de las leyes raciales, de tintes antisemitas y que permitieron la deportación de miles de judíos italianos a campos de concentración nazis. En ellas se reportaba que los judíos no pertenecían a la raza italiana y se recogía una serie de normas como la prohibición de emplear a hebreos, el veto a niños judíos en escuelas públicas e incluso la censura de cualquier tipo de texto pedagógico en cuya elaboración hubiera participado un judío.Para entender el rechazo a cualquier reconocimiento público para el penúltimo monarca hay que buscar las razones en tres acontecimientos históricos clave, como explica el historiador Gianni Oliva en el diario La Repubblica. El primero es su apoyo a Mussolini. Muchos recriminan al rey que le sirviera el país en bandeja de plata para que convirtiera el fascismo en un régimen que duró dos décadas. Tras el asesinato en 1924 de Giacomo Matteotti, líder socialista y voz crítica en el Parlamento, la complicidad de la corona —“estoy sordo y ciego”, dijo el soberano entonces— avaló el ascenso del dictador. El presidente del Senado, Pietro Grasso, fue tajante a este respecto: “Su responsabilidades antes, durante y después del fascismo no permiten ningún revisionismo sobre la figura de Víctor Manuel III”.
La presidenta de la Unión de Comunidades Judías Italianas, Noemi Di Segni, ha hablado de la “profunda inquietud” que la repatriación de los restos del monarca ha generado en la comunidad hebrea, en una época “marcada por la progresiva pérdida de la memoria”. En declaraciones a los medios añadió que “hacerlo volver a Italia significa superar lo que le hizo al país. Es justo superar una guerra, pero no hay que olvidar. Con su regreso corremos el riesgo de enterrar junto a él toda la historia”.
El líder del Movimiento 5 Estrellas, Luigi di Maio, también se ha sumado al debate: “Hoy tenemos que prestar atención al significado simbólico que estamos transmitiendo y este regreso está reabriendo una herida histórica”. En cambio, Giorgia Meloni, del partido derechista Hermanos de Italia, cree que “el odio no es una categoría de la historia y de la política” y añadió que esta puede ser una ocasión “para completar el proceso de pacificación nacional”.
Los Saboya, tradicionalmente enfrentados por los derechos dinásticos, han encontrado en el traslado de los restos de su predecesor otro punto de fricción. La indignación contra María Gabriela de Saboya, la nieta del monarca que impulsó la iniciativa, no tardó en llegar. El mediático bisnieto del soberano difunto, Manuel Filiberto, reveló en una entrevista con el Corriere della Sera su malestar porque “nada fue acordado con la familia” y añadió que su batalla siempre ha sido “traer de vuelta los cuerpos de los antiguos reyes al único sitio donde deberían ser enterrados, el Panteón de Roma y no una tumba cualquiera en el Piamonte”.
Roma
https://elpais.com/internacional/2017/12/27/mundo_global/1514367328_340026.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.