La pandemia afecta con crueldad a una región que no levanta cabeza y donde Brasil y México aplican medidas contrapuestas para superar la crisis
Ya se temía antes de la pandemia que América Latina atravesase una nueva década perdida, por otros diez años de estancamiento económico. La caída de los precios de las materias primas en el 2013 y el 2014 había puesto fin a la década prodigiosa de crecimiento y reducción de la pobreza. La región solo creció el 0,2% anual entre el 2010 y el 2019, no mucho más que durante aquella década desastrosa de los ochenta y parte de los noventa.
Ahora, más que perdida, esta parece ser la década desaparecida, en su sentido más trágicamente latinoamericano. Con el 40% de los contagios de Covid-19 registrados a escala planetaria desde junio, pese a sólo tener el 8% de la población mundial, Latinoamérica es ya el epicentro de la pandemia. Brasil es el segundo país del mundo por muertos –casi 120.000– y contagios después de Estados Unidos. Bolivia, con 11 millones de habitantes, es el último país latinoamericano en superar en muertos a China, con 1.400 millones de habitantes.
Las secuelas económicas y sociales ya son visibles. El FMI prevé una caída del PIB regional del 9,4% este año y una recuperación de sólo el 3,7% en el 2021. “La región tiene ante sí el espectro de otra década pérdida entre el 2015 y el 2025”, señaló Alejandro Werner, responsable del Hemisferio Occidental del Fondo en abril.
El FMI prevé una caída del PIB regional del 9,4% este año y una recuperación de sólo el 3,7% en el 2021
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) es algo más optimista. Vaticina una caída del PIB superior al 5% para la región este año, menos de lo que se temía en abril, en parte porque tanto Brasil como México –con menores medidas de confinamiento– parecen estar ya en recuperación, por más que muchos duden de si es sostenible. En cualquier caso, es una recesión más grave que la de ninguna otra región de países en desarrollo. Por si fuera poco, se espera también una caída de las remesas de emigrantes, aunque hasta la fecha, al menos en el caso de México, eso no ha ocurrido.
Sin contabilizar las medidas adoptadas a corto plazo para amortiguar el impacto, la Cepal calcula que 29 millones de latinoamericanos volverán a caer por debajo del umbral de la pobreza debido a la pandemia. Y, en el escenario más grave, el coeficiente de Gini que mide la desigualdad subirá un 6% en la región ya más desigual del mundo.
Curiosamente, Brasil –con un presidente de la extrema derecha cuyo superministro de Economía es el financiero ultraliberal Paulo Guedes– ha sido el más generoso de la región en su respuesta a la pandemia. El programa de gasto de Bolsonaro equivale a casi el 8% del PIB . Se han distribuido 600 reales –unos 100 euros– por persona a 65 millones de brasileños. Eso se ha traducido en una renta mensual media por familia de 700 dólares durante los últimos tres meses. “En partes de Brasil el nivel de pobreza es más bajo ahora que antes de la pandemia”, afirma Nelson Barbosa, exministro de Hacienda brasileño.
El coeficiente que mide la desigualdad subirá un 6% en la zona, que ya es la más desigual del mundo
Esto puede haber suavizado el impacto de la pandemia sobre el consumo, y de ahí esa recesión algo más moderada de lo que se temía. Se calcula que el PIB brasileño caerá el 5% este año frente al 8% que se preveía hace sólo tres meses. Pero si se prolonga, la generosidad de Bolsonaro provocará un ataque de nervios en los mercados. La deuda púbica brasileña se sitúa cerca del 80% del PIB, muy alta para una economía emergente. “Brasil tiene una dinámica fiscal terrible, así que va a tener que adoptar la austeridad; si decide mantener el gasto, el real caerá en picado y el Banco Central tendrá que subir los tipos”, explica Nikhil Sanghani, experto en mercados emergentes de Capital Economics. “En ambos escenarios la recuperación perderá gas”, añade.
Sanghani cree que se podrá evitar una ola de impagos gracias a una política de “represión financiera”. “El Gobierno forzará a los bancos a mantener más deuda pública para bajar los tipos”, prevé. Pero advierte que eso creará problemas para los balances bancarios en Brasil. donde el Santander ha sacado un elevado porcentaje de sus beneficios en los últimos años.
México ha optado por el camino contrario. El Gobierno de Andrés Manuel López Obrador sólo ha gastado el 1% del PIB en un paquete de estímulos fiscales. Es la paradoja de la pandemia en América Latina: un gobierno de ultraderecha ha optado por una agresiva solución keynesiana, en tanto que un presidente de izquierdas rechaza medidas contracíclicas de gasto público.
Brasil, con una política ultraliberal, ha sido el país más generoso de la región en su respuesta a la Covid-19
Puede que la cautela de López Obrador tenga que ver con la precariedad de las finanzas públicas en México, donde la petrolera Pemex, una fuente importante de ingresos para el Estado federal, ha sido golpeada por la caída del precio del crudo. Pero, con un desplome previsto del 6% del PIB este año, eso responde a una falsa lógica, como explica Juan Carlos Moreno, economista de la UNAM. “López Obrador cree en la austeridad franciscana, pero el resultado es que la deuda pública, como porcentaje del PIB, ha subido diez puntos”. Tanto Brasil como México han optado por políticas suaves de confinamiento con el fin de no estrangular la economía.
En el resto de la región, la situación varía mucho. Argentina apenas ha podido responder fiscalmente debido a la reestructuración de su deuda y el rescate del FMI. Prevé una caída del 6,5% del PIB este año. Venezuela, por su parte, se ha visto golpeada otra vez por la caída del precio del petróleo, agravada por el embargo estadounidense. Un desplome del 18% del PIB será el resultado, vaticina la Cepal. Ecuador tampoco tiene espacio fiscal para responder al virus.
Las otras economías andinas –sobre todo Perú, cuya deuda pública es solo del 25% del PIB– cuentan con mayores colchones fiscales. Perú ha distribuido subsidios de 224 dólares al mes por familia. Tanto Chile como Perú han adoptado políticas fuertes de confinamiento sin poder frenar la pandemia. Pero se espera que su recuperación sea más sostenible que la de Brasil.