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Aunque no tiene su oficina en este Ala Oeste, la conoce bien porque vivió aquí ocho años y ahora entra y sale de ella con frecuencia, al menos una vez por semana. Su nombre también suena constantemente entre estas paredes, a donde podría regresar algún día como jefa. El futuro de Hillary Clinton sigue siendo motivo de especulación por muchos esfuerzos que ella haga por desmentir cada uno de los rumores que surgen. El último y el que más ha circulado en los últimos meses es el de que, a partir de 2012, intercambiaría su puesto con el vicepresidente Joe Biden para situarse en la plataforma de salida para las elecciones de 2016.
En una entrevista esta misma semana en la cadena NBC ha vuelto a decir que "no hay ninguna posibilidad" de que eso ocurra. Pero ya se sabe que los desmentidos de los políticos son la antesala de la confirmación y, en el caso de Hillary Clinton, después de tantos años de esfuerzos por ser la primera presidenta del país, cuesta creer que renunciara ahora a ello si viese la más mínima oportunidad.
Todo es todavía una conjetura, la incubadora en la que se engendran muchas noticias en Washington. Pero si ese conjetura se prolonga y parece tan creíble es porque está sostenida en hechos ciertos: Hillary Clinton ha sido una gran secretaria de Estado, ha demostrado condiciones sobradas para la presidencia y no es otean en el horizonte líderes demócratas capaces de hacerle seria competencia. Además, aunque llevemos muchos años oyendo hablar de ella, es muy joven: este mes de octubre cumple 64 años. Es decir, podría tomar posesión en enero de 2017 con 69 años, menos de la edad que tenía Ronald Reagan al llegar a la Casa Blanca. La esperanza de vida ha aumentado en estos treinta años y es más alta aún en las mujeres.
La carrera de Hillary Clinton ha sido una auténtica montaña rusa. Ha pasado de la admiración al odio con más frecuencia de la que ha cambiado de peinado. En fases sucesivas, se la ha tratado con miedo por su audacia, con envidia por su inteligencia, con piedad por las afrentas sufridas en su matrimonio, con recelo por sus confesadas ambiciones, con desprecio por su pugna con Obama y, finalmente, con enorme respeto por su saber perder.
Ahora ha llegado a un punto de madurez en el que combina con armonía todas esas virtudes y defectos y goza de la simpatía general. Es la política más popular del país. Según una encuesta de Bloomberg, el mes pasado, dos teceras partes de los norteamericanos tenían una opinión favorable de ella, y un 34% consideran que las cosas irían mejor en Estados Unidos si Hillary Clinton fuese hoy presidenta. Aunque en el Ala Oeste no son muy partidarios de estas comparaciones, muchos demócratas meditan en silencio si no hubiera sido mejor haberla elegido a ella en 2008. Lo cierto es que, desde el Departamento de Estado no ha ofrecido nunca una sola muestra de deslealtad a Obama, a quien se ha cuidado de no hacer sombra. El presidente, a su vez, la ha dejado brillar sin demostrar celos jamás. El tándem ha funcionado a la perfección.
Tanto, que es justo preguntarse ahora por qué no extenderlo y potenciarlo cuatro años más. Hillary Clinton ya ha dicho varias veces que no quiere seguir al frente de la diplomacia norteamericana. ¿Qué puede hacer entonces? ¿Una organización internacional? No hay ninguna a su altura. ¿Gobernadora de Nueva York? Muy local. ¿Volver al Senado? !Nooooo! ¿Retirarse y quedarse en casa? Menos aún. Así pues, queda la candidatura a la vicepresidencia, con la esperanza de que Obama sobreviva en 2012, se despeje la incertidumbre económica y llegue a 2016 como la candidata presidencial obligada y segura.
Hillary Clinton nos ha confundido antes muchas veces. Cuando la dábamos por divorciada, después del espectáculo Lewinsky, se unió más que nunca a Bill Clinton. Cuando la dábamos por presidenta, apareció Obama. Cuando la imaginábamos moviéndole el piso al nuevo presidente, apareció como su más fiel servidora. Quizá ahora nos vuelva a contradecir y decida disfrutar de su pensión en Chappaqua. Apuesten.
Por: Antonio Caño from elpais.com 14 de octubre de 2011
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