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Repitiendo uno a uno los pasos de Dubai, Canadá se está convirtiendo en el nuevo imán magnético de los grandes negocios, las grandes firmas, los grandes nombres y las grandes oleadas de inmigración.
En el corto camino en coche desde su casa en Etobicoke, un suburbio de la ciudad canadiense de Toronto, Joe Vaccaro cuenta las grúas de construcción que ve. Estos días hay 17 de ellas a lo largo de su ruta, muchas al lado de la carretera que discurre al lado del lago y que se ha convertido en la nueva avenida de edificios de la ciudad.
Toronto vive actualmente el periodo de construcción inmobiliaria sostenida más largo de su historia, una carrera que en 15 años ha visto cómo los precios de las viviendas se han duplicado y el característico horizonte de la ciudad de ha alterado para siempre con el perfil de brillantes torres de apartamentos.
Es un mercado que es la envidia de Norteamérica, superando los niveles de construcción en ciudades mucho mayores y que ha logrado atraer inversiones internacionales que hace unos años se habrían ido a comprar a cualquier otra parte, especialmente a EEUU.
Según la firma alemana de investigación inmobiliaria Emporis, en Toronto se estaban construyendo en el mes de septiembre 132 nuevos rascacielos, muchos más que en las siguientes urbes más activas en este tipo de construcción, México D.F. (con 88) y Nueva York (86). Les siguen en a gran distancia Chicago y Miami, con 17 y 16 rascacielos respectivamente.
Además, hay en torno a 120 proyectos en fase de “pre construcción”, dice Joe Vaccaro, que trabaja en una organización que presiona a los gobiernos en representación del sector de las construcción y desarrollo urbanístico.
Pero, ¿por qué es Toronto, con sus húmedos y grises inviernos de cinco meses, el mercado candente de condominios en Norteamérica?
Entre otras razones, según explican los analistas y expertos del sector, porque la economía de Canadá ha sobrevivido sin apenas rasguños al colapso de Wall Street en 2008. Concretamente, el mercado inmobiliario demostró ser fuerte, librándose rápidamente de los efectos de la crisis al sur de sus fronteras.
A principios de octubre la revista Forbes de EEUU sentenció que Canadá es el mejor lugar en el planeta para hacer negocios actualmente. EEUU ocupa el puesto 10 en ese ranking.
Como centro económico del país, responsable del 20 por ciento de su PIB, Toronto sale muy beneficiado de toda esta atención global. “Nos ven como un refugio seguro para las inversiones extranjeras”, dice Vaccaro.
La ciudad es también un importante destino para la inmigración. Las políticas federales continúan atrayendo a grandes cantidades de inmigrantes, que en su mayoría se dirigen a ciudades grandes, especialmente Toronto. Se calcula que cada año llegan al área metropolitana de Toronto unos 100.000 nuevos habitantes; un ritmo de crecimiento más similar al de Asia que al de cualquier otra ciudad en Norteamérica.
Además, las leyes de inmigración favorecen a los inmigrantes con activos, lo que significa que pueden incorporarse rápidamente a un mercado inmobiliario que, pese a que los precios van en aumento, todavía es una ganga dentro de los parámetros internacionales.
Toronto está rodeado por un “cinturón verde”, impuesto por la provincia de Ontario en 2005 fundamentalmente como medida medioambiental. Si bien ha ayudado a contener el crecimiento suburbano, ha contribuido en cambio a que los promotores inmobiliarios desarrollen ahora sus proyectos “hacia arriba”.
El resultado de todo esto es una ciudad de rascacielos que brilla con el reflejo de la luz de la tarde, un imán para las fortunas y las grandes marcas.
En mayo pasado se vendió a un comprador anónimo un ático de 836 metros cuadrados por 28 millones de dólares canadienses, un precio récord para el mercado nacional. La vivienda está en la cima de un complejo residencial en el que también está el hotel Four Seasons, una de las cadenas más lujosas del mundo.
Está previsto que en 2012 se inauguren otros edificios multiusos similares, como el del gigante del lujo asiático Shangri-La (que ofrece viviendas por 2,9 millones de dólares canadienses) y uno en el que tiene intereses el millonario Donald Trump. A principios de este año abrió un Ritz-Carlton de 53 pisos con 150 “condominios administrados”.
Según la Real Asociación Inmobiliaria de Canadá (CREA por sus siglas en inglés), en septiembre se vendieron en Toronto 1.870 pisos, un 23 por ciento más que el año pasado, con un precio medio de 330.500 dólares canadienses, un 9 por ciento más que en 2010.
“El mercado de la vivienda canadiense sigue siendo un polo brillante frente al panorama de noticias de la economía global”, afirmó recientemente el presidente de CREA, Gary Morse.
“Por el momento, si empiezas un lunes, ya lo has vendido todo el viernes”, asegura con cierta exageración el promotor Mel Pearl. El proyecto insignia de Pearl es Bisha, un hotel y edificio de apartamentos de lujo en un lugar privilegiado del centro de la ciudad, justo al otro lado de un restaurante cuyo copropietario es el ídolo del hockey Wayne Gretzky.
También tiene intereses en el otro extremo de Toronto, en un proyecto llamado Karma y que se distingue por ofrecer los apartamentos más pequeños puestos a la venta en la ciudad: estudios de casi 26 metros cuadrados.
“Son lo más pequeño que haya visto jamás”, asegura el vendedor Michael Klassen. Pero con precios que rondan los 199.000 dólares canadienses, los compradores se los quitan de las manos. “No es una broma. Ojalá tuviese más viviendas en este edificio”, dice Klassen.
El atractivo para los inversores es pura matemática: con un mercado que en los últimos años se ha apreciado entre un 8 y un 9 por ciento anualmente, incluso los apartamentos más pequeños son una inversión interesante. Si se compran en plano, cuando se construyan ya se habrán revalorizado.
Se calcula que el 60 por ciento de las viviendas que se venden actualmente en Toronto las compran inversores internacionales, muchos de ellos de China y el sureste asiático.
Toronto vive actualmente el periodo de construcción inmobiliaria sostenida más largo de su historia, una carrera que en 15 años ha visto cómo los precios de las viviendas se han duplicado y el característico horizonte de la ciudad de ha alterado para siempre con el perfil de brillantes torres de apartamentos.
Es un mercado que es la envidia de Norteamérica, superando los niveles de construcción en ciudades mucho mayores y que ha logrado atraer inversiones internacionales que hace unos años se habrían ido a comprar a cualquier otra parte, especialmente a EEUU.
Según la firma alemana de investigación inmobiliaria Emporis, en Toronto se estaban construyendo en el mes de septiembre 132 nuevos rascacielos, muchos más que en las siguientes urbes más activas en este tipo de construcción, México D.F. (con 88) y Nueva York (86). Les siguen en a gran distancia Chicago y Miami, con 17 y 16 rascacielos respectivamente.
Además, hay en torno a 120 proyectos en fase de “pre construcción”, dice Joe Vaccaro, que trabaja en una organización que presiona a los gobiernos en representación del sector de las construcción y desarrollo urbanístico.
Pero, ¿por qué es Toronto, con sus húmedos y grises inviernos de cinco meses, el mercado candente de condominios en Norteamérica?
Entre otras razones, según explican los analistas y expertos del sector, porque la economía de Canadá ha sobrevivido sin apenas rasguños al colapso de Wall Street en 2008. Concretamente, el mercado inmobiliario demostró ser fuerte, librándose rápidamente de los efectos de la crisis al sur de sus fronteras.
A principios de octubre la revista Forbes de EEUU sentenció que Canadá es el mejor lugar en el planeta para hacer negocios actualmente. EEUU ocupa el puesto 10 en ese ranking.
Como centro económico del país, responsable del 20 por ciento de su PIB, Toronto sale muy beneficiado de toda esta atención global. “Nos ven como un refugio seguro para las inversiones extranjeras”, dice Vaccaro.
La ciudad es también un importante destino para la inmigración. Las políticas federales continúan atrayendo a grandes cantidades de inmigrantes, que en su mayoría se dirigen a ciudades grandes, especialmente Toronto. Se calcula que cada año llegan al área metropolitana de Toronto unos 100.000 nuevos habitantes; un ritmo de crecimiento más similar al de Asia que al de cualquier otra ciudad en Norteamérica.
Además, las leyes de inmigración favorecen a los inmigrantes con activos, lo que significa que pueden incorporarse rápidamente a un mercado inmobiliario que, pese a que los precios van en aumento, todavía es una ganga dentro de los parámetros internacionales.
Toronto está rodeado por un “cinturón verde”, impuesto por la provincia de Ontario en 2005 fundamentalmente como medida medioambiental. Si bien ha ayudado a contener el crecimiento suburbano, ha contribuido en cambio a que los promotores inmobiliarios desarrollen ahora sus proyectos “hacia arriba”.
El resultado de todo esto es una ciudad de rascacielos que brilla con el reflejo de la luz de la tarde, un imán para las fortunas y las grandes marcas.
En mayo pasado se vendió a un comprador anónimo un ático de 836 metros cuadrados por 28 millones de dólares canadienses, un precio récord para el mercado nacional. La vivienda está en la cima de un complejo residencial en el que también está el hotel Four Seasons, una de las cadenas más lujosas del mundo.
Está previsto que en 2012 se inauguren otros edificios multiusos similares, como el del gigante del lujo asiático Shangri-La (que ofrece viviendas por 2,9 millones de dólares canadienses) y uno en el que tiene intereses el millonario Donald Trump. A principios de este año abrió un Ritz-Carlton de 53 pisos con 150 “condominios administrados”.
Según la Real Asociación Inmobiliaria de Canadá (CREA por sus siglas en inglés), en septiembre se vendieron en Toronto 1.870 pisos, un 23 por ciento más que el año pasado, con un precio medio de 330.500 dólares canadienses, un 9 por ciento más que en 2010.
“El mercado de la vivienda canadiense sigue siendo un polo brillante frente al panorama de noticias de la economía global”, afirmó recientemente el presidente de CREA, Gary Morse.
“Por el momento, si empiezas un lunes, ya lo has vendido todo el viernes”, asegura con cierta exageración el promotor Mel Pearl. El proyecto insignia de Pearl es Bisha, un hotel y edificio de apartamentos de lujo en un lugar privilegiado del centro de la ciudad, justo al otro lado de un restaurante cuyo copropietario es el ídolo del hockey Wayne Gretzky.
También tiene intereses en el otro extremo de Toronto, en un proyecto llamado Karma y que se distingue por ofrecer los apartamentos más pequeños puestos a la venta en la ciudad: estudios de casi 26 metros cuadrados.
“Son lo más pequeño que haya visto jamás”, asegura el vendedor Michael Klassen. Pero con precios que rondan los 199.000 dólares canadienses, los compradores se los quitan de las manos. “No es una broma. Ojalá tuviese más viviendas en este edificio”, dice Klassen.
El atractivo para los inversores es pura matemática: con un mercado que en los últimos años se ha apreciado entre un 8 y un 9 por ciento anualmente, incluso los apartamentos más pequeños son una inversión interesante. Si se compran en plano, cuando se construyan ya se habrán revalorizado.
Se calcula que el 60 por ciento de las viviendas que se venden actualmente en Toronto las compran inversores internacionales, muchos de ellos de China y el sureste asiático.
Por John Ferri, Toronto (Canadá) | GlobalPost from lainformacion.com 06/11/2011
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