Foto from lainformacion.com
Durante la época de Hosni Mubarak el arte estaba controlado por la censura. Los artistas egipcios se veían obligados a envolver sus reflexiones sociopolíticas en un disimulado simbolismo o simplemente dejar de trabajar. Así que cuando la libertad conquistó la Plaza Tahrir el arte rápidamente volvió a reclamar su espacio en la sociedad egipcia.
Hace cinco años, mucho antes de que estallase la revolución del 25 de enero en Egipto como reacción a las denuncias de brutalidad y corrupción de la Policía, las musas inspiraron a un joven artista llamado Hany Rashed para que pintase policías vestidos con uniformes blancos.
Uno de esos lienzos, que retrata a un policía de espaldas, fue elegido para ilustrar el póster que anunciaba su muestra individual titulada “Rostros de Egipto” en una galería del centro de El Cairo.
Un oficial vio el poster y llamó a Rashed a su casa para invitarle a tomar un café en la sede de la seguridad estatal. Quería saber qué había detrás de su arte.
“¿Quieres decir que el policía le está dando la espalda a la sociedad?”, le preguntó el agente de la seguridad.
“No, no, simplemente es un rostro entre los muchos otros que elegí para representar a la sociedad egipcia”, dice Rashed, de 36 años, recordando ahora el interrogatorio.
“Pues no, no. Dedícate a pintar a bailarinas del vientre y a chicas guapas”, le advirtió el oficial.
Rashed le hizo caso. Su terror a posibles repercusiones le impidió asumir el riesgo. Al igual que muchos otros que recibieron llamadas telefónicas preguntando por su arte en las últimas décadas, prefirió no meterse en temas de política por temor a represalias de la Policía. Durante cinco años se mantuvo alejado de la sátira política. Viajó por Europa, pintando la vida en Suecia y descubriendo la dinámica cultural de Italia.
Pero el 25 de enero pasado apartó sus miedos y se arriesgó. “En Tahrir pedíamos la libertad, no pan”, recuerda. “El hambre es fácil, no es como la imposibilidad de poder expresarte”, dice Rashed, que lo sabe de primera mano porque durante años pasó hambre.
Desde el principio la plaza Tahrir rebosaba artistas desesperados por lograr la libertad. La plaza se convirtió en un hervidero cultural en medio de la revuelta.
Ahora, en su estudio del barrio de Maadi, con botes de pintura alineados en la pared, Rashed está hambriento de inspiración. “No sé qué pintar en este momento”, dice. En estos tiempos de incertidumbre política la energía artística fluctúa, intentando capturar las turbulentas emociones de la gente, sincronizadas con el pulso revolucionario.
Pero al menos algo se mueve.
Al igual que la paralizada arena política, durante la época de Hosni Mubarak el arte estaba bajo estrecha vigilancia. Los artistas se veían obligados a envolver sus reflexiones sociopolíticas en un elaborado simbolismo o a dejar de trabajar del todo. Así que cuando la libertad inundó la plaza Tahrir en enero y febrero, el arte rápidamente reclamó su espacio en la sociedad egipcia.
Pero gran parte de ese arte revolucionario inicial es un reflejo obvio de los que ocurrió en Tahrir, sin ningún tipo de refinamiento conceptual.
Los artistas de El Cairo viven inmersos en un repentino resurgir de la libertad. Y si bien la era pre-Tahrir les coartaba, también les obligaba a encontrar formas creativas de expresión críptica. Los artistas confiesan que ahora se sienten inseguros sobre cómo aprovechar exactamente su recién lograda libertad.
La mayor parte del arte que ha surgido después de la revolución es abrumadoramente literal. En las galerías de la ciudad se puede ver el protagonismo absoluto de la bandera egipcia y paredes llenas de fotos de la plaza Tahrir.
Pese al aparente dinamismo del panorama artístico, la melancólica incertidumbre que invade a la gente se está dejando sentir en las artes. Muchos artistas están pasándose al activismo, intentando asegurarse así de que se produzcan cambios en la sociedad. Para ellos la libertad es tan esencial como el pan lo es para otros. Y habiéndola probado ya una vez se niegan a que se la quiten.
Desde el 25 de enero han abierto cuatro galerías nuevas en El Cairo, y sus dueños apuestan por exponer a jóvenes talentos, a reflejar la realidad de la revolución.
“La libertad siempre cambia el arte”, dice el veterano artista contemporáneo Mohamed Abla. Durante los 18 días de la revuelta montó talleres de arte para niños en la plaza de Tahrir, y su carrera está jalonada con iniciativas para fomentar a jóvenes artistas. “El arte florece con la libertad”, asegura.
Abla cree que el arte egipcio contemporáneo es más juvenil y menos formal, liderado por jóvenes creadores y el grafiti. “Es verdad que la estructura del arte es todavía incipiente, pero el cambio se ha activado”. Abla no niega que las dificultades vayan a ser inevitables a medida que se adquiera más libertad.
El arte se puede utilizar para unificar personas de diferentes ideologías frente a las tensiones políticas, afirma Mohamed El Sawy, director del centro de arte El Sawy Culture Wheel.
“El arte puede cambiar realidades”, dice. Cree que la cultura egipcia ha estado a la sombra durante más de 50 años, cuando el arte era considerado una forma de desviación. “Los ciudadanos corrientes sentían que no se podían expresar”.
Pero en El Cairo revolucionario el arte no está restringido a los artistas. Tahrir ha convertido en artistas a la gente corriente de la calle, que también se quiere expresar en libertad.
El Sawy cree que la única manera de que Egipto avance es cerrando la brecha entre el arte y la gente corriente. La gente está haciendo pintadas con espray sobre las aceras y los muros. “Se aproxima una revolución cultural”, predice. “Pero ocurrirá cuando la escena política se calme, y todavía tenemos que seguir avanzando”.
Uno de esos lienzos, que retrata a un policía de espaldas, fue elegido para ilustrar el póster que anunciaba su muestra individual titulada “Rostros de Egipto” en una galería del centro de El Cairo.
Un oficial vio el poster y llamó a Rashed a su casa para invitarle a tomar un café en la sede de la seguridad estatal. Quería saber qué había detrás de su arte.
“¿Quieres decir que el policía le está dando la espalda a la sociedad?”, le preguntó el agente de la seguridad.
“No, no, simplemente es un rostro entre los muchos otros que elegí para representar a la sociedad egipcia”, dice Rashed, de 36 años, recordando ahora el interrogatorio.
“Pues no, no. Dedícate a pintar a bailarinas del vientre y a chicas guapas”, le advirtió el oficial.
Rashed le hizo caso. Su terror a posibles repercusiones le impidió asumir el riesgo. Al igual que muchos otros que recibieron llamadas telefónicas preguntando por su arte en las últimas décadas, prefirió no meterse en temas de política por temor a represalias de la Policía. Durante cinco años se mantuvo alejado de la sátira política. Viajó por Europa, pintando la vida en Suecia y descubriendo la dinámica cultural de Italia.
Pero el 25 de enero pasado apartó sus miedos y se arriesgó. “En Tahrir pedíamos la libertad, no pan”, recuerda. “El hambre es fácil, no es como la imposibilidad de poder expresarte”, dice Rashed, que lo sabe de primera mano porque durante años pasó hambre.
Desde el principio la plaza Tahrir rebosaba artistas desesperados por lograr la libertad. La plaza se convirtió en un hervidero cultural en medio de la revuelta.
Ahora, en su estudio del barrio de Maadi, con botes de pintura alineados en la pared, Rashed está hambriento de inspiración. “No sé qué pintar en este momento”, dice. En estos tiempos de incertidumbre política la energía artística fluctúa, intentando capturar las turbulentas emociones de la gente, sincronizadas con el pulso revolucionario.
Pero al menos algo se mueve.
Al igual que la paralizada arena política, durante la época de Hosni Mubarak el arte estaba bajo estrecha vigilancia. Los artistas se veían obligados a envolver sus reflexiones sociopolíticas en un elaborado simbolismo o a dejar de trabajar del todo. Así que cuando la libertad inundó la plaza Tahrir en enero y febrero, el arte rápidamente reclamó su espacio en la sociedad egipcia.
Pero gran parte de ese arte revolucionario inicial es un reflejo obvio de los que ocurrió en Tahrir, sin ningún tipo de refinamiento conceptual.
Los artistas de El Cairo viven inmersos en un repentino resurgir de la libertad. Y si bien la era pre-Tahrir les coartaba, también les obligaba a encontrar formas creativas de expresión críptica. Los artistas confiesan que ahora se sienten inseguros sobre cómo aprovechar exactamente su recién lograda libertad.
La mayor parte del arte que ha surgido después de la revolución es abrumadoramente literal. En las galerías de la ciudad se puede ver el protagonismo absoluto de la bandera egipcia y paredes llenas de fotos de la plaza Tahrir.
Pese al aparente dinamismo del panorama artístico, la melancólica incertidumbre que invade a la gente se está dejando sentir en las artes. Muchos artistas están pasándose al activismo, intentando asegurarse así de que se produzcan cambios en la sociedad. Para ellos la libertad es tan esencial como el pan lo es para otros. Y habiéndola probado ya una vez se niegan a que se la quiten.
Desde el 25 de enero han abierto cuatro galerías nuevas en El Cairo, y sus dueños apuestan por exponer a jóvenes talentos, a reflejar la realidad de la revolución.
“La libertad siempre cambia el arte”, dice el veterano artista contemporáneo Mohamed Abla. Durante los 18 días de la revuelta montó talleres de arte para niños en la plaza de Tahrir, y su carrera está jalonada con iniciativas para fomentar a jóvenes artistas. “El arte florece con la libertad”, asegura.
Abla cree que el arte egipcio contemporáneo es más juvenil y menos formal, liderado por jóvenes creadores y el grafiti. “Es verdad que la estructura del arte es todavía incipiente, pero el cambio se ha activado”. Abla no niega que las dificultades vayan a ser inevitables a medida que se adquiera más libertad.
El arte se puede utilizar para unificar personas de diferentes ideologías frente a las tensiones políticas, afirma Mohamed El Sawy, director del centro de arte El Sawy Culture Wheel.
“El arte puede cambiar realidades”, dice. Cree que la cultura egipcia ha estado a la sombra durante más de 50 años, cuando el arte era considerado una forma de desviación. “Los ciudadanos corrientes sentían que no se podían expresar”.
Pero en El Cairo revolucionario el arte no está restringido a los artistas. Tahrir ha convertido en artistas a la gente corriente de la calle, que también se quiere expresar en libertad.
El Sawy cree que la única manera de que Egipto avance es cerrando la brecha entre el arte y la gente corriente. La gente está haciendo pintadas con espray sobre las aceras y los muros. “Se aproxima una revolución cultural”, predice. “Pero ocurrirá cuando la escena política se calme, y todavía tenemos que seguir avanzando”.
Por Sara Elkamel, El Cairo (Egipto) | GlobalPost from lainformacion.com 05/11/2011
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