lunes, 12 de diciembre de 2011

Por qué en Brasil la corrupción es diferente


Foto from elpais.com


La conversación entre los brasileños en vísperas de Navidad versa sobre los escándalos de corrupción política. En general, aplauden a Dilma Rousseff, la primera Presidenta de la república mujer que ha tenido el coraje de sacar de su gobierno a seis ministros acusados de corrupción y otros dos están en lista de espera.

Sin embargo el problema es complejo porque en Brasil la corrupción posee dos elementos típicos de la política de este país que la hacen de alguna forma diferente: la impunidad de los corruptos y el tratarse de una corrupción no individual y ni siquiera de grupos sino “sistémica”.

Me lo decía ya hace años, casi cuando llegué a Brasil, un importante empresario español: “Quizás, objetivamente, la corrupción entre los políticos brasileños no sea mayor que la de otros países, incluso la de los Estados Unidos”, me comentó. “Lo que la diferencia es la impunidad de los corruptos”, me dijo.

Eso es incuestionable y es lo que se preguntan e indigna a los ciudadanos. Si un diputado o un ministro o un gobernador o un alcalde tiene que dejar su cargo acusado de corrupción, por qué no se le juzga enseguida contemporáneamente. Por qué mientras tanto sigue en la política activa, incluso en el Congreso sin que se le lleve a juicio en el Consejo de Ética. Por qué si se comprueba que se ha enriquecido ilegalmente no se le exige que devuelva lo robado.

El caso es que eso ocurre. Hay hasta diputados que se presentan a las elecciones y desean ser elegidos para obtener el privilegio de la inmunidad parlamentar y poder así ser juzgados sólo por el Supremo, juicio que puede durar 10 años y que suelen acabar en aguas de borrajas, en absoluciones “por falta de pruebas”, cuando el reo es ya de nuevo a veces senador o gobernador o alcalde.

Pero hay un segundo elemento, quizás más grave aún, que diferencia la actual corrupción política brasileña. La ha señalado con agudeza el expresidente de la República y sociólogo, Fernando Henrique Cardoso, curiosamente elogiado en público, a pesar de ser el líder de la oposición, por la Presidenta Dilma Rousseff que ha destacado su contribución a la democratizacióndel país y el haber dado empuje a la economía con la creación del Plan Real que estabilizó la moneda y acabó con la inflación de tres cifras en los años 90.
Para Cardoso, lo grave de la corrupción brasileña es que es “sistémica”. En un artículo antológico ha escrito: “La corrupción y el clientelismo tradicional siempre existieron. Existe sin embargo hoy una diferencia esencial. Existe una nueva forma “legitimada” de garantizar apoyos: la atribución casi explícita de ministerios con las “puertas cerradas” a los partidos socios del poder. Antes, el desvío de recursos públicos rozaba el poder, pero no era condición para su ejercicio. Hoy los partidos exigen ministerios y puestos administrativos para obtener recursos que permitan su expansión, atrayendo militantes y apoyos con prebendas que extraen del Estado”
Y concluye: “Estamos ante un sistema político que comienza a tener la corrupción como sustentación, más que con personas corruptas”. Cardoso explica que existe la idea de que al pueblo no le interesa la moral republicana. “Fuera del partido o del gobierno nada es ético; lo que, al revés, se lleva a cabo dentro del gobierno para beneficiar al partido encuentra justificación y se vuelve ético por definición”, afirma, que es como decir que “los fines justifican los medios”.

Si ello es verdad, lo es también el miedo de muchos de que pueda servir de poco echar a ministros corruptos si a ese ministro le sucede otro del mismo partido y con la misma finalidad: usar su ministerio para enriquecer al partido y, si es el caso, a él mismo, a través de desvíos de dinero público, es decir de los contribuyentes.

La pregunta es: ¿Cómo salir de ese laberinto? ¿Hasta cuándo el gigante americano será capaz de hacer compatibles crecimiento económico con un aparato de corrupción “sistémico e impune”? Por el momento, el último trimestre ha tenido un crecimiento cero, muy poco para sus posibilidades y sus riquezas naturales. Ha sido una alarma.

Por: Juan Arias  from Vientos de Brasil  blogs.elpais.com   09 de diciembre de 2011

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