Tras años de vivir en Ecuador decidí que era tiempo de
visitar la línea del Ecuador, pero la tarea fue más complicada de lo que
esperaba ya que en la mitad del mundo hay más de una mitad del mundo y en 72
horas de frenética búsqueda crucé del hemisferio norte al sur en cinco
monumentos distintos.
Todo debió haber empezado y terminado en el mismo lugar: la Ciudad Mitad del
Mundo, ubicada a 13,5 kilómetros al norte de Quito, en la localidad de San
Antonio de Pichincha, donde se encuentra el gigantesco monumento visitado
anualmente por entre 130 y 150 mil turistas, que se toman la clásica fotografía
con un pie en cada hemisferio, en una suerte de rayuela equinoccial.
Mientras mi joven guía con un marcado acento quiteño me hablaba del pabellón
francés, el planetario, el insectario, y el "palito" donde el Sol se posa sin
dejar sombra el 21 de marzo y el 23 de septiembre, no tuve mejor idea que
preguntarle si realmente la línea ecuatorial pasaba exactamente por allí.
"No, se encuentra a 240 metros al norte vía Calacalí. Porque antes no
teníamos la tecnología que tenemos ahora. Nuestros habitantes sí decían que
estaba más al norte porque ellos conocían sus tierras, pero los franceses con la
tecnología dijeron que no, que está aquí, por eso aquí construimos el
monumento".
Los "franceses" son, o eran, los miembros de la misión geodésica que en 1736
llegaron a estas latitudes para la medición de la longitud de un arco de
meridiano en el Ecuador y así comprobar la verdadera forma de la Tierra.
Intrigado por esos 240 metros de diferencia, decidí partir hacia Calacalí
para encontrar el que sería el segundo monumento a la mitad del mundo de mi
travesía, pero antes consulté a quien parecía ser la jefa de mi joven guía, la
ingeniera Raquel Aldaz, quien me comentó que en el país que lleva su nombre, el
Ecuador no ha estado exento de polémica.
¿Importa el tamaño?
"No debemos hablar de un espacio milimétrico, en realidad debemos hablar de
una franja ecuatorial, o de un valle equinoccial, un espacio que lo compartimos
algunos museos, algunos espacios culturales", indicó a BBC Mundo Aldaz, una idea
compartida por algunos de los arqueólogos más conocidos del país.
En Quito, Holguer Jara, arqueólogo y antropólogo de la Universidad Central
del Ecuador, usaría casi las mismas palabras: "La mitad del mundo es una línea
imaginaria, pero no debemos tomarla como una línea, sino más bien como una
franja, de un ancho que –según los expertos- debería ser siquiera de unos 5
km".
Florencio Delgado, arqueólogo y antropólogo de la Universidad de San
Francisco, utilizaría conmigo una metáfora futbolística: "Es como si le amarras
una soga a una pelota de fútbol. Si se mueve la soga un poquito más abajo o más
arriba no importa. Y si quieres hilar más fino, depende del grosor de la soga.
¿Qué tan ancha tiene que ser la línea ecuatorial? ¿Le ponemos de 100 metros, un
metro, 50 centímetros?".
Pero yo estaba convencido de visitar Calacalí, por lo que paré un taxi a la
sombra del edificio de la UNASUR que se está construyendo en la mitad del mundo
y partí hacia la pequeña localidad cuya plaza central, que estaba cubierta por
una profunda niebla, alberga un monumento similar al que ya había visitado, solo
que en versión reducida.
Allí, manchado por un grafiti irrespetuoso, yace la estructura de unos 10
metros construida por Luis Tufiño a los 200 años de la llegada de la misión
geodésica para honrar a los científicos europeos, que luego serviría como modelo
para la que está en la Ciudad Mitad del Mundo. Pero la historia no terminaba
allí.
Línea, bola, hilo
De regreso en la capital ecuatoriana, el arqueólogo Jara, ante mi decepción,
me volvió a repetir que "es un gran error exigir que nos digan exactamente 'por
aquí' y trazar con un esferográfico de punta muy fina la línea ecuatorial". Sin
embargo, consciente de mi necesidad de seguir buscando esa frontera que separa
–o une- hemisferios, me envió aún más lejos de Quito.
"Hay uno en Cayambe, que es una bola a la que la gente le llama 'la bola del
mundo'. Me gusta este término. Ellos no están con el problema de la mitad del
mundo, sino la bola del mundo. Ese monumento es para mí el más didáctico. Nos
hace entender, a expertos y profanos en el asunto, que la Tierra es redonda,
ligeramente achatada en los polos (la teoría que confirmaron los geodésicos
europeos)".
El Cayambe es el tercer volcán más alto del Ecuador y, me dijeron allí, el
único lugar de la Tierra en donde la línea equinoccial "toca" la nieve. La "bola
del mundo" está en la región que lleva su nombre y, como no podía faltar en un
monumento a la mitad del planeta, tiene una línea trazada para que uno salte
entre el Norte y el Sur.
A pocos metros de esta bola hay otra línea que marca la división de los
hemisferios, esta vez con forma de reloj solar, trazada por Cristóbal Cobo, un
investigador autodidacta aficionado a la arqueoastronomía que no coincide con la
idea de la "franja" ecuatorial.
"Si estamos hablando de hace 40 o 50 años, sí podíamos estar hablando de una
franja, que dependía de los datos geográficos. Pero eso es caduco. Ahora la
tecnología nos puede ayudar a delimitar con un milímetro de precisión. Es como
extender un hilo dental alrededor del mundo. Ésa es la capacidad de medición
actual".
Desde el reloj, Cobo me lleva a Catequilla, un cerro ubicado entre las
cordilleras occidental y oriental -cuyos picos fueron utilizados por los
geodésicos franceses como puntos de referencia para sus triangulaciones- donde,
según sus estudios, un sitio arqueológico preincaico marca la línea
equinoccial.
Allí, las ruinas arqueológicas están garabateadas no por grafitis sino por
las ruedas de las motocicletas que utilizan el cerro como pista de motocross, y
alguien ha levantado un monumento que aún espera una placa para saber si
pretende, o no, marcar la mitad del mundo.
¿La mitad de qué?
"Históricamente solo se ha considerado el trabajo de las misiones geodésicas
francesas y se ha subestimado la posibilidad de que los indígenas, antes de la
conquista española, hubieran desarrollado una conciencia astronómica", señaló
Cobo a BBC Mundo.
Este investigador considera que Catequilla fue utilizado como un observatorio
astronómico que demuestra la existencia de esta conciencia entre los grupos
prehispánicos, pero no se conforma con esto: "Esperamos encontrar evidencias de
que esta sociedad sí tuvo conciencia de una latitud cero, pero no hemos
encontrado todavía una prueba de eso".
Pero no todos comparten la idea de Cobo.
"Yo tengo problemas cuando la gente dice que las culturas precolombinas
estaban en toda esta idea de encontrar el 0º 00' y que tenían marcada
exactamente la línea ecuatorial", me comentó el arqueólogo Florencio
Delgado.
"Estos pueblos milenarios tenían una serie de formas de concebir el mundo,
pero, ¿estaban buscando la mitad del mundo? ¿Tenían una idea global del mundo?
Porque para encontrar la mitad a algo necesitas saber de qué algo estás
hablando", añadió.
Yo, habitante del siglo XXI con una idea global del planeta, no encontré en
tres días de travesía una certeza de esa mitad del mundo. Ante mi fracaso,
Delgado me contó que en la provincia costera de Manabí, los habitantes de la
localidad de Pedernales también quieren su propio monumento en el punto en que
la línea ecuatorial deja el mar y toca el continente.
Pero mis 72 horas habían terminado y la costa ecuatoriana quedaba muy lejos
como para seguir buscando líneas que jueguen rayuela con el norte y el sur.
Matías
Zibell BBC Mundo, Ecuador Última actualización: Miércoles, 21 de agosto de 2013
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