Usted es listo, ¿verdad? Inteligente, bastante gracioso...
Igual que yo. Por supuesto, usted y yo somos personas geniales. Pero, ¿no sería
terrible si ambos estuviéramos equivocados?
Los psicólogos han demostrado que tenemos tendencia a ser ciegos ante
nuestras propias fallas, mucho más de lo que llegamos a darnos cuenta.
Esto explicaría por qué algunas personas incompetentes son tan exasperantes.
Y también sirve para inyectar una saludable dosis de humildad a nuestra
autoestima.
En 1999, los investigadores Justin Kruger y David Dunning, de la Universidad
de Cornell, en Nueva York, evaluaron si las personas que carecen de ciertas
destrezas en un determinado campo son más propensas a no notar esta falta de
habilidad que alguien más diestro o hábil para igual labor.
Al comienzo de su investigación, citaron el ejemplo de un ladrón de bancos de
Pittsburgh, llamado McArthur Wheeler, que fue arrestado en 1995, poco después de
cometer dos asaltos en plena luz del día y sin usar máscara ni ningún tipo de
disfraz.
Cuando la policía le mostró las imágenes registradas por la cámara de
seguridad de una de las entidades bancarias, el hombre protestó:"¡Pero si estaba
usando el jugo!"
El desafortunado criminal creyó que, si se restregaba un limón por la cara y
quedaba embadurnado con el jugo, se volvía invisible para las cámaras de
seguridad.
Yo, el más gracioso
Kruger y Dunning también estaban interesados en poner a prueba otra cuestión
hilarante: le pidieron a comediantes profesionales que puntuaran 30 bromas de
acuerdo a su gracia.
Luego, pidieron a 65 estudiantes que le pusieran puntaje a los mismos chistes
y después dijeran cuán parecido creían que había sido su criterio para juzgar
los chistes al de los comediantes profesionales.
También se les preguntó cómo creían que había sido su desempeño comparado con
el de una persona promedio.
Como ya deberá estar imaginándose, la evaluación que la mayoría de ellos hizo
de sí mismos estuvo por encima del promedio: valoraban su habilidad para juzgar
lo que era gracioso muy por arriba del estándar.
Los resultados, sin embargo, se volvían más interesantes cuando se
consideraban los niveles de desempeño de los participantes: aquellos que tenían
una habilidad mayor a la media para juzgar el humor del chiste eran también más
exactos en su autoevaluación.
Como contrapartida, los participantes que tenían menos capacidad de
identificar los chistes que eran graciosos (al menos, desde el estándar
establecido por los humoristas) tenían también menor éxito en evaluar con
precisión su propia (in)capacidad.
Ahora con la lógica
Pero como el humor está siempre marcado por una dosis importante de
subjetividad, los investigadores repitieron el experimento con pruebas de lógica
y gramática.
Estas evaluaciones tenían respuestas predefinidas y, en cada caso, mostraron
una repetición del patrón: aquellas personas que tuvieron peores resultados en
el test fueron también las peores en calcular su propio rendimiento.
En los tres estudios, aquellos cuyo desempeño estaba en el 25% inferior del
total sobrestimaron de manera dramática sus propias habilidades y se calificaron
a sí mismos por encima del promedio.
Tampoco sirvió que los de desempeño pobre tuvieran un parámetro con que
compararse: en estudios posteriores, el más incompetente de los participantes
fallaba en su autoevaluación incluso después de recibir críticas y comentarios
negativos por parte de otros.
Doble déficit
La interpretación de Kruger y Dunning es que la capacidad de evaluar con
precisión el nivel de desempeño en una actividad determinada depende de las
mismas habilidades que el realizar esa actividad, con lo cual aquellos
participantes que eran menos habilidosos tenían un doble déficit.
No sólo eran los más incompetentes, sino que carecían de las herramientas
mentales para juzgar la propia competencia.
En un test final, clave para probar su teoría, los científicos entrenaron a
un grupo de participantes de bajo rendimiento para la prueba de razonamiento y
lógica.
Esto mejoró la capacidad de estos individuos para evaluarse a sí mismos, lo
que sugiere que una mayor habilidad para resolver la prueba realmente influencia
y mejora la autopercepción.
Otra investigación confirma que el patrón de "incompetente e inconsciente de
mi incompetencia" se replica en situaciones de la vida real, no sólo en pruebas
abstractas de laboratorio.
Por ejemplo, los cazadores más ineptos en el manejo de armas también son los
que menos conscientes son de su mal manejo de la herramienta cuando están en
situación de cacería; o los médicos que peor trato con el paciente tienen son
los más incapaces de reconocer esta carencia en la práctica de consultorio.
Incluso, en ocasiones, se aplica a la percepción de la propia imagen física.
Con nombre propio
El fenómeno lleva el nombre de los dos científicos: se llama efecto
Dunning-Kruger.
Y es un ejemplo de lo que los psicólogos llaman metaconocimiento:
pensar sobre el pensar.
También es una noción sobre la que deberíamos darnos espacio para
reflexionar.
El efecto Dunning-Kruger bien podría explicar la autoestima desmedida de
algunos amigos o colegas.
Pero, antes de creerse que usted se las sabe todas, recuerde una cosa: aunque
crea que es improbable, usted también podría andar por allí felizmente ignorante
de su propia ignorancia.
Tom Stafford Columnista, BBC Future Última actualización: Viernes, 27 de diciembre de 2013
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