miércoles, 17 de junio de 2015

Opinión: Nadie sabe lo que quiere Grecia

Alexis Tsipras, primer ministro de Grecia (izquierda), y su Ministro de Hacienda Yanis Varoufakis caminan en un parque de Atenas el 13 de junio. orestis panagiotou/European Pressphoto Agency

¿Quiere Alexis Tsipras mantener de verdad a Grecia en la zona euro?
Hasta hace poco, la respuesta parecía clara. El primer ministro griego ganó unas disputadas elecciones con la promesa de mantener a su país dentro del bloque de la moneda única. Cada encuesta mostró un fuerte apoyo de los votantes griegos a la adhesión al euro. Nadie duda que una salida del euro sería catastrófica para la economía griega en el corto plazo, y muy probablemente en el largo plazo también, dado el potencial de agitación social y política de esa medida. Es cierto que Syriza, el partido de Tsipras, tuvo una posición en contra del euro hasta 2012 y algunas de sus principales figuras han seguido argumentando a favor de la salida de la zona euro, pero el grueso del partido parece reconciliado con la membresía.
Los responsables políticos de la zona euro siempre supusieron que Tsipras estaba negociando de buena fe. Lo creyeron mientras éste hacía campaña con una plataforma que pedía romper con los términos del acuerdo de rescate del país y revertir muchas de las reformas clave; lo siguieron creyendo cuando descartó la posibilidad de una coalición con el partido de centro y proeuro To Potami a favor de una alianza con los euroescépticos nacionalistas del partido de derecha Griegos Independientes. Incluso mantuvieron su fe después de que fuera elegido y empezara provocativamente a cumplir las promesas de volver a contratar a los empleados públicos despedidos, cancelar privatizaciones y entregar dádivas fiscales sin soporte financiero.
Pero ahora, los acreedores de Grecia están empezando a preguntarse si malinterpretaron las intenciones de Tsipras desde el comienzo. La semana pasada, se informó ampliamente que las conversaciones entre las dos partes se habían roto cuando el Fondo Monetario Internacional retiró su equipo negociador de Bruselas. De hecho, las negociaciones se habían roto mucho antes. El FMI había retirado discretamente a su personal una semana antes, después de haber pasado días en Bruselas sin hacer nada. Luego de pasar 24 horas en Washington D.C., el equipo regresó a la capital belga, pues Atenas había dicho que estaba lista para reanudar negociaciones, pero los representantes se quedaron nuevamente sin hacer nada durante una semana adicional.
Ahora, los acreedores de Grecia dicen que no saben qué quiere Tsipras, o más importante aún, qué puede ofrecer. Es probable que él mismo no lo sepa.
La clase de zona euro a la que desea pertenecer Syriza no existe, pero muchos en el partido esperaban que su llegada a la escena política europea ayudaría a conseguir una zona euro en la que Grecia sería libre de perseguir la estrategia económica que quisiera, sin el estorbo de gran parte de la deuda que actualmente tiene con el resto de sus socios europeos. Atenas está convencida de que todo lo que se interpone entre el sombrío presente y un renacimiento económico glorioso es el alivio de la deuda, con lo que podría recuperar el acceso a los mercados financieros, el cual usaría para financiar una estrategia de crecimiento basada en el gasto del sector público al estilo keynesiano.
La forma de funcionamiento de esta zona euro en la práctica nunca ha sido explicada con claridad. Conceder a Grecia un alivio de deuda a gran escala con condicionamientos mínimos sería convertir a la zona euro en una unión fiscal o una unión de transferencias. En teoría, la zona euro podría funcionar mejor y Grecia podría estar también mejor si fuera una unión fiscal. Pero no lo es, y no hay ningún interés político en gran parte del bloque para que lo sea. Además, incluso una unión fiscal necesita reglas e instituciones para proteger a los contribuyentes del riesgo moral. Esto, a su vez, requiere un grado mucho mayor de unión política y de supervisión fiscal, algo difícil de conciliar con las exigencias de Syriza de conservar máxima soberanía política.
Más importante aún, los acreedores rechazan la idea de que el alivio de deuda sea una condición suficiente para que la economía griega se ubique sobre una base sostenible o incluso para restaurar el acceso a los mercados. Después de todo, Grecia tuvo la habilidad de emitir bonos en 2014 a pesar de tener una deuda nominalmente alta y sólo perdió acceso a los mercados financieros cuando se hizo evidente que Atenas tenía la intención de abandonar su programa de rescate, generando así dudas sobre el crecimiento futuro y socavando la recuperación.
Nadie discute que una reestructuración de la deuda griega es necesaria luego de la catástrofe que ha afectado la economía de ese país desde diciembre, cuando Syriza provocó una crisis política al negarse a permitir la elección de un nuevo presidente. Los acreedores ya han acordado reducir los objetivos presupuestarios de Grecia y le han dicho a Tsipras que una vez que las dos partes hayan acordado un paquete de reformas y nuevas metas fiscales, discutirán un alivio de deuda más amplio, como parte de un programa integral a futuro. Además, el FMI insiste en que, si es necesario, se endurecerá con la zona euro para garantizar que las deudas de Grecia sean sostenibles.
Pero los acreedores insisten en que no tiene mucho sentido hablar de alivio de deuda mientras Atenas no haya acordado un paquete de reformas que ponga sus finanzas públicas sobre una base sostenible. Para aquellos, el objetivo de las reformas no debería ser apilar más medidas de austeridad sobre una economía ya débil sino equilibrar la economía fuera de los modelos insostenibles para aliviar la presión sobre sus partes productivas. En este análisis, es necesario implementar reformas al sistema de pensiones y tributario —que están en el centro del actual estancamiento— independientemente de cuál sea el objetivo de déficit. Para algunos de los acreedores, los objetivos de déficit son mucho menos importantes que la calidad de las políticas que los sustentan.
Para los acreedores, la prueba de si Tsipras realmente quiere que Grecia permanezca en la zona euro se reduce a una simple pregunta: ¿Está Syriza dispuesto o capaz de reformar el sector público de Grecia? Fue la gran expansión de dicho sector lo que causó la crisis y es el fracaso de los sucesivos gobiernos para abordar el tema lo que ha prolongado el drama.
Aunque las nóminas del sector público han sido reducidas, muy pocos puestos de trabajo se perdieron a través de despidos. La mayoría se perdió a través de los generosos programas de jubilación anticipada que ahora pesan sobre el sistema de pensiones y que están paralizando las finanzas públicas. Mientras tanto, Syriza se ha comprometido a proteger los empleos, los salarios y las condiciones laborales del sector público.
Durante seis años, el sector privado de Grecia ha pagado un precio muy alto en forma de puestos de trabajo perdidos, empleos nunca ganados y excesivos impuestos por la indulgencia con los intereses creados del sector público. Tsipras puede haber esperado transferir este costo al resto de la zona euro.
Pero esta no es la unión monetaria a la que Grecia se adhirió. Tsipras debe elegir entre mantener a Grecia en la zona euro o preservar los privilegios del sector público. No puede tener las dos.

Por 
Martes, 16 de Junio de 2015 0:04 EDT
http://lat.wsj.com/articles/SB10587845965603524902004581050232252364582?tesla=y

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