Elena parece una modelo, pero es una muñeca de Abyss Creations
Foto: Stacy Leigh para Abyss Creations
Se han convertido en un producto de lujo, que oscila entre los 5.000 y los 25.000 euros. Un negocio en expansión capiteneado por dos empresas californianas. Analizamos el fenómeno.
Los expertos en robótica e inteligencia artificial prevén que para 2050 los robots sexuales estarán ya disponibles para invadir nuestras camas y, seguramente, proporcionarnos orgasmos programables en cuanto a duración e intensidad. Es probable también que en el futuro mucha gente opte por tener a estos humanoides como compañeros y hasta decidan casarse con ellos. Quizá las legislaciones de los países, siempre detrás de las demandas sociales, iniciarán poco a poco una apertura y acabarán permitiendo este tipo de uniones, lo que se celebrará como ahora hacemos con la aceptación del matrimonio homosexual, tras campañas de concienciación a la ciudadanía con lemas como “ los androides también sienten” o “el amor no es solo cuestión de piel”.
De momento, mientras llega ese –para algunos feliz, para otros dantesco– futuro, muchos se contentan con jugar a las muñecas. Maniquíes sexuales, que no son ni mucho menos tan sofisticados como los androides del porvenir, pero que cada vez van perfeccionándose más. Seres de aspecto casi real, con pestañas y pelo natural, que pueden articularse para llegar a practicar un considerable tanto por ciento de las posturas del Kamasutra. Mujeres, y también hombres, que no envejecen, cuya piel tiene un tacto muy similar a la humana y con órganos sexuales y cuerpos que pueden almacenar la temperatura, para que la falta de “calor humano” no sea un impedimento para probar, y hasta disfrutar, estos sofisticados juguetes sexuales. Productos de lujo que oscilan entre los 5.000 euros (los modelos más sencillos) hasta 25.000.
Hasta los más abiertos de mente arquearían una ceja ante la idea de comprarse una muñeca sexual, mientras la gran mayoría, tiende a ver a los aficionados a estos artefactos como pervertidos. Pero, como dice Matt Krivicke, un escultor que dejó su trabajo como creador de máscaras para Halloween y ahora forma parte del equipo de Sinthetics –compañía con base en Los Ángeles y que fabrica las muñecas sexuales más perfectas y realistas del mercado–, “la gente no pone muchas objeciones a un dildo porque se le ha amputado el cuerpo entero. No hay cara, ni brazos, ni piernas, ni seis paquetes de abdominales, ni barriga cervecera. Es solo un pene y eso es lo último en lo que pondríamos excusas”. Las palabras de Krivicke, salidas de una entrevista que publica The Independent, no están exentas de cierto sentido común.
Lo cierto es que el negocio de las muñecas sexuales hiperrealistas está en plena expansión y ya existen comunidades y foros en Internet, como como thedollforum.com o ourdollcommunity.com, donde personas que han comprado una de ellas cuelgan fotos e intercambian sus experiencias. Como en las parejas reales, tras algún tiempo de convivencia el sexo empieza a dejar de ser tan frecuente hasta llegar a desaparecer. Pero las muñecas siguen requiriendo cuidados. Hay que peinarlas, vestirlas, cambiarlas de posición y elegir los complementos que mejor vayan con su personalidad.
Según cuenta Krivicke en la entrevista, Sinthetics no produce a la manera china, sino todo lo contrario. Sus maniquíes –como ellos prefieren llamarlos– son fabricados solo bajo petición y al gusto del consumidor, de forma que cada muñeca tiene su propio aspecto y personalidad. El cliente, como indica la web de esta empresa, puede elegir casi todo: altura, complexión, color de pelo y piel, tamaño de los senos, de la vagina o del pene, color de ojos. Las variables son infinitas y superan con creces a las de las trattorias que fabrican pizzas por encargo. Se puede encargar también una muñeca/o parecido al ex, pero para empezar a dar vida a este avatar, la empresa exige el consentimiento de la persona a la que se va a parecer. Algunos sueñan también con maniquíes que sean el doble de algún famoso o celebrity. En este caso, la compañía trata de encontrar un punto medio entre satisfacer al cliente y crear un clon de Beyoncé, Kate Moss o Brad Pitt, cambiando rasgos para que haya solo un cierto parecido razonable.
Aunque no todos sueñan con la perfección, y este escultor recuerda como un cliente de edad encargó una muñeca con arrugas y patas de gallo para que fuera más cercana y tuviera más cosas en común con él. La empresa es flexible y se adapta a los gustos de sus consumidores, excepto en un caso, cuando piden maniquíes con aspecto infantil. “No hacemos ese tipo de encargos, hemos tenido algunos incidentes con eso y al final hemos tenido que llamar a las autoridades”, confiesa Krivicke en la entrevista.
Pero ¿cuál es el perfil del hombre o mujer que se decide a comprar una muñeca/o sexual y que cuenta con 5.900 dólares, la cantidad mínima a desembolsar para hacerse con la versión más modesta de uno de estos dioses de silicona? Según reconoce Krivicke, “la gran mayoría de nuestros compradores son gente fascinada por el cuerpo humano y tan “sanos” como cualquiera que puedas cruzarte en la calle”. No solo son razones sexuales las que llevan a alguien a adquirir estos productos y satisfacer sus fantasías. Algunos también buscan “una muñeca que les ayude emocionalmente tras la pérdida de un ser querido, puesto que durante el duelo no están en condiciones de embarcarse en una nueva relación. Las muñecas actúan entonces como un “puente” hasta que la confianza vuelva (…) Algunas parejas encuentran que los maniquíes son una forma segura de introducir un tercero, ya que no hay sentimientos de por medio. Es otra manera de exploración sexual, pero sin cuernos. Las muñecas pueden hacer también el papel de sustitutos sexuales cuando uno de los miembros de la pareja no puede disfrutar del sexo, generalmente por razones de salud, y no se quiere a otra persona”.
Sinthetics es también sensible a otros colectivos con diferentes orientaciones sexuales, especialmente el de los transexuales y ofrece maniquíes trans y hermafroditas. Solo hay una cosa que estas máquinas sexuales de aspecto angelical no deberían realizar a menudo, ya que puede adelantar considerablemente su fecha de caducidad. ¿Adivinan qué? Pues nada más ni nada menos que el sexo oral. Como este “pequeño inconveniente” puede quitarle las ganas de jugar a más de uno, la empresa ya ha buscado una solución que brinda en las extensas explicaciones de su web.
La creatividad de Sinthetics y su afán por cubrir un amplio espectro de fantasías sexuales le ha llevado a inventar el Vajankle, una vagina insertada en un tobillo, para fetichistas del pie, o para los que no puedan permitirse la suma que cuesta un cuerpo de pies a cabeza, y se contenten con la base.
El mundo de las muñecas sexuales cuenta con un saludable mercado, y esto hace que las mentes empiecen a funcionar y a diseñar prototipos cada vez más realistas. Matt McMullen es uno de esos cerebros, trabaja para Abyss Creations, una compañía con base en San Diego, y es el padre de RealDoll. La edición estadounidense de Vanity Fair incluso le ha dedicado un extenso reportajededicado al proceso de creación de una de sus 'obras'. Su nuevo proyecto se llama Realbotix y consiste en tratar de animar y dar vida a las muñecas, conseguir que hablen, contesten a preguntas y hagan gestos faciales. Para ello cuenta con un equipo que incluye ingenieros que han trabajado en Hanson Robotics. McMullen lo tiene claro: sus productos son perfectos para aquellas personas que "han decidido conscientemente que no les apetece tener una relación" de pareja, pero sí sexo a menudo. En este vídeo deThe New York Times explica sus avances en la complicada tarea de animar este tipo de 'juguetes sexuales'.
Imaginarse un mundo en el que los vibradores hayan ido avanzando desde los genitales hasta el cuerpo entero, reproduciendo a seres humanos perfectos para el sexo, empieza a dejar de pertenecer al género de la ciencia ficción. Según la psicóloga y sexóloga Ana Sierra, con consulta en la Fundación Sauce, en Madrid, “existe una parafilia que se llama el androidismo en la que las personas se excitan solo con androides, muñecos o robots. Claro que, antiguamente, se consideraban parafilias a la masturbación y al sexo oral. Nunca he recetado una muñeca hinchable, pero si sirve para cultivar el erotismo y probar cosas nuevas me parece bien. El problema, como en todo, está cuando esta práctica se convierte en obsesiva y exclusiva. Es decir, no deja lugar o espacio para otras; o, en este caso, se convierte en sustituto de las relaciones humanas. Necesitamos de contacto físico, trabajar las habilidades sociales, compartir, y no me refiero solo a la parte física, sino a la energética o a ese placer psicológico que genera el sexo o sentirse deseado por alguien”.
De momento, los que quieran iniciarse en el juego con muñecos pueden decantarse por la opción low cost, que en este caso responde al nombre de Snugamate y que consiste en un hombre mullido y relleno de felpa, que hace también las veces de almohada. Sus prestaciones son muy limitadas pero sus ventajas son incontables: no se escaquea a la hora de lavar los platos, no deja abierta la pasta de dientes, no mea fuera de la taza del inodoro... Vamos, ¡una joya!
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