Una máquina quitanieves arroja sal en la carretera de Vallvidriera de Barcelona. (Àlex Garcia)
- Parece una práctica inofensiva, en realidad contamina el medio ambiente e incluso puede aumentar el riesgo de accidentes
Con el frío, llegan la nieve y las heladas y para poder circular y salvar las carreteras, desde hace décadas se esparce la sal, lo que evita que la humedad se congele, permitiendo la circulación de los coches. Es algo bueno, en teoría, sin embargo, es una práctica que esconde muchos aspectos negativos, algunos muy preocupantes para el medio ambiente.
En España, un 7% de la producción de sal se destina a las carreteras. Los compradores son el Estado, las Comunidades Autónomas y las Corporaciones locales. Fomento destina a los elementos que disuelven el hielo más de diez millones de euros al año. Una tonelada de sal vale entre 60 y 80 euros y unas alternativas más caras son el acetato de calcio y el magnesio, más biodegradables y menos corrosivas, arenas y gravillas o productos agrícolas residuales como la urea.
Una tonelada de sal vale entre 60 y 80 euros
Según informa Fomento: “Desde hace ya unos años todos los trabajos preventivos de extendido de fundentes en la red de carreteras del Estado se llevan a cabo con salmueras de cloruro sódico. Su gran ventaja radica en el mayor tiempo que el fundente permanece sobre la calzada, en la mayor homogeneidad que se obtiene al extender el producto y en la considerablemente menor afección medioambiental”.
Además, “al inicio de cada campaña se exige que todos los equipos de extendido de fundentes en forma sólida cuenten con los oportunos certificados de calibración, de forma que no se superen los rangos máximos de error establecidos. El producto se encuentra en tanques de material plástico o de acero vitrificado, protegido frente a la lluvia y sin que exista contacto directo entre el fundente y el terreno natural”, aclaran desde el Ministerio.
Daños graves al medio ambiente
Además de corroer las carrocerías de los coches y dañar las infraestructuras, el uso de la sal en las carreteras conlleva serios riesgos para el medio ambiente. Como demostraron unos científicos de Estados Unidos, la sal se descompone en sodio e iones de cloruro que terminan en el terreno, son absorbidos por las plantas, se deslizan en los acuíferos y atraen el interés de los animales que los acaban lamiendo.
Una de las consecuencias más graves, por ejemplo, atañe a las truchas arco iris. La alta concentración de sal en Lago George, Nueva York, ha llevado a mermar las habilidades de natación de este animal, por lo que se ha convertido en una presa más fácil. No solo eso: el exceso de sal también causadesequilibrio entre varones y hembras en los huevos de rana, a favor de los machos. Esto conlleva una reducción de la población, ya que cada ejemplar hembra puede poner solo un número limitado de huevos.
Por otro lado, las plantas absorben la sal mezclada con agua y esto termina influyendo en la forma física de las mariposas que se alimentan de las flores. Este fenómeno puede causar verdaderas mutaciones: las hembras adquieren un cerebro más grande y los machos una estructura física más poderosa. Finalmente la sal atrae a varias especies de animales, igual que a los humanos les pueden las patatas fritas, y su mayor presencia cerca de las carreteras aumenta el riesgo de accidentes por atropello.
Según otro estudio realizado por la Universidad Laval, en Canadá, la sal que se echa en las carreteras altera el pH del agua de ríos y lagos. El aumento del pH favorecería la propagación de algas verde azuladas (cianobacterias), un fenómeno que preocupa mucho a Québec, donde no falta nieve. De hecho, estas bacterias se están extendiendo cada vez más por diferentes lagos de toda la región y liberan sustancias tóxicas para los humanos.
El jugo de remolacha es una alternativa
Sin embargo, los canadienses han encontrado una alternativa: el jugo de remolacha. El descubrimiento de las propiedades anticongelantes de la remolacha se produjo por casualidad en una empresa de Ontario. Después de la extracción del azúcar, el jugo restante generalmente se almacena en tanques. Los operadores se dieron cuenta de que el líquido no se congelaba, incluso durante los períodos de intensas heladas. La empresa no tardó en ver una oportunidad comercial.
El jugo de remolacha azucarera es completamente biodegradable y seguro para la salud. Además, está hecho con residuos de producción y, por lo tanto, no requiere ningún cultivo adicional. No solo es respetuoso con el medio ambiente, sino que también es más eficiente y menos costoso. De hecho, puede funcionar perfectamente incluso a temperaturas muy bajas: una mezcla de remolacha y sal puede soportar temperaturas de hasta -28°, es decir, 14° menos que la sal sola.
En cuanto al coste, una tonelada de sal abrasiva cuesta alrededor de 80 euros, mientras que una tonelada de jugo de remolacha solo 8. No todo, sin embargo, es perfecto. El jugo de remolacha no derrite el hielo, solo evita que se forme. Por esta razón, en diferentes ciudades de Canadá se ha decidido mezclarlo con sal: una solución menos ecológica, pero que permite reducir el uso de anticongelantes. El otro problema es el olor, no muy apreciado por los ciudadanos que, de hecho, ya se han quejado.
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