viernes, 30 de marzo de 2018

Una atrevida hipótesis sobre Jesús: por qué no hay descripciones sobre su aspecto


Foto: Desde luego, no se parecía en nada al protagonista de 'Jesucristo Superstar'.
Desde luego, no se parecía en nada al protagonista de 'Jesucristo Superstar'.


En un nuevo libro, la profesora del King's College de Londres Joan E. Taylor intenta adivinar cuál sería su apariencia y propone una atrevida hipótesis: probablemente, era más bien feo



Cierre los ojos y piense en Jesucristo. ¿Cuál es la imagen que ha venido a su cabeza? Muy probablemente, no tendrá nada que ver con la que fue su apariencia real. Pero es posible que tampoco tenga mucha relación con las representaciones que del mesías cristiano se realizaron durante el período romántico, el gótico, el renacimiento o el barroco. En la mayor parte de casos, a nuestra mente habrá venido el Jesucristo que aparece en la mayoría de representaciones modernas, es decir, el pasado por el filtro de la iconografía 'hippy' de los años 60 y la estética 'new age', cuando no alguien parecido a Ted Neeley en 'Jesucristo Superstar' o Jim Caviezel en 'La pasión' de Mel Gibson.

Cuál era el verdadero semblante de Cristo ha sido una pregunta acuciante a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, quizá porque es el momento de la historia en el que la carga simbólica de su imagen pierde importancia respecto a la veracidad documental de la historia. No obstante, conocer cuáles eran sus rasgos nos puede dar mucha más información de su vida y tiempos de lo que pensamos. La historiadora del King's College de Londres Joan E. Taylor acaba de publicar un nuevo libro, 'What Did Jesus Look Like?' en el que intenta responder a la pregunta y propone una nueva hipótesis: que había un buen motivo para que no apareciese ninguna referencia a la apariencia física de Jesús en los testimonios de los apóstoles.

Camina, sana, bebe, come, realiza milagros, es torturado, crucificado y resucita pero no hay ningún momento en el que sea descrito físicamente


Como explica en la introducción del libro, “no solo no hay nada en los Evangelios canónicos, sino tampoco en los supervivientes que no pasaron a formar parte del Nuevo Testamento, escritos a finales del siglo I y durante el siglo II”. Una ausencia llamativa, añade. “Camina, habla, sana, toca, bebe, come, realiza milagros, es arrestado, torturado, golpeado, crucificado y se levanta de entre los muertos pero no hay ningún momento en el que se describa físicamente”. La historiadora descarta la posibilidad de que simplemente no hubiese interés en ese aspecto, puesto que otros documentos de la época sí describen a sus protagonistas y la belleza del rey David o Moisés es puesta de relieve en la Biblia.


La hipótesis de la historiadora es que si nadie habla de la apariencia de Jesús es porque quizá se trataba de un aspecto por el que era mejor pasar de puntillas. En cristiano (valga la renundancia), según sus palabras, “uno podía imaginarse a Jesús como alguien con mala apariencia”. Pero la autora de libros como 'John the Baptist' va más allá y sugiere que muy probablemente Jesús sufriese alguna clase de deformidad. Dado que era carpintero, es casi seguro que presentaría alguna herida o cicatriz en su cara. Como explica en el libro, los esguinces o las roturas de extremidades no se curaban tan bien como hoy en día, y es probable que sus ojos hubiesen sido dañados de alguna forma como resultado de su labor.


Así era aproximadamente el aspecto de Jesucristo, según el retrato robot realizado en 2015.


Taylor se apoya en el estudioso de la Biblia Maurice Casey para complementar su explicación: “Los autores del Evangelio no lo vieron con sus ojos”, recordaba en 'Jesus: Evidence and Argument or Mythicist Myths'. “Para que nos lo hubiesen contado, alguien se lo habría tenido que decir, y debería haber sido lo suficientemente interesante”. Es posible, por lo tanto, que simplemente hubiese sido un hombre del montón, y por lo tanto, no hubiese nada que destacar de su apariencia. Y, desde luego, de ser así, no tendría nada que ver con las representaciones recurrentes sobre Jesucristo que no se acercan en nada a lo que podía ser un habitante de la región en dicha época.

Un tipo normalito de Judea

En ese sentido, la historiadora se alinea con recientes investigaciones que describen al mesías cristiano a partir de los rasgos que caracterizaban a sus coetáneos. Es decir, probablemente medía alrededor de 1,66, tenía ojos marrones, pelo oscuro y la piel morena; rasgos muy cercanos a los de los habitantes de Egipto. Es una descripción muy parecido al retrato robot que un grupo de arqueólogos israelíes y británicos presentó en 2015. Aunque, como matiza en 'Live Science', es posible que su familia hubiese en algún momento intercambiado genes con visitantes europeos (más pálidos) o de Sudán y Etiopía (más morenos), era una opción poco probable, ya que los habitantes de Judea solían casarse entre ellos.

En la Antigüedad las secuelas físicas de accidentes, heridas de guerra o lesiones eran visibles, puesto que resultaban más difíciles de curar


Además, Taylor deduce que Jesucristo probablemente estaba en buena forma y su apariencia era musculosa, como correspondía a la de un carpintero que pasaba gran parte de su tiempo caminando de un lugar a otro. “No debería representarse como alguien que vivía una existencia fácil, y a veces es la imagen que tenemos”, recordaba. Es algo que también ocurre con las posibles heridas en su cuerpo. Como recordaba un artículo de 'The Daily Beast', el profesor Christan Laes, de la Universidad de Amberes, acaba de demostrar que en la Antigüedad Romana las secuelas físicas de accidentes, heridas de guerra o lesiones eran visibles, puesto que eran más difíciles de curar. Apenas había protecciones disponibles para evitar las lesiones laborales de los carpinteros.

No es la primera vez que la historiadora desvela su visión sobre otros rasgos de Jesucristo. En lo que respecta a la barba, lo más probable es que la llevase corta (el “'look' natural del filósofo”, como explicaba en la 'BBC'), al igual que el pelo, en contra de la iconografía moderna tradicional. Llevaba túnica hasta las rodillas (quitón) y un manto por encima (himatión). Lo más llamativo de la descripción realizada por Taylor es que Jesucristo era probablemente un gran amigo del vino, y no solo para la cena, lo que descarta que fuese un nazirita. Se basa en Mateo 11:19, donde se puede leer que “Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y dicen 'he aquí un hombre comilón y bebedor de vino, amigo de publicanos y pecadores'”.

Del símbolo al documental

Más allá del morbo que despierta conocer la imagen real de Jesucristo, Taylor prefiere explicar por qué no importa que las representaciones habituales no fuesen fieles a la (inaccesible) realidad histórica. Para empezar porque, como ella misma explica, “la imagen conocida de Jesús proviene de la era bizantina, desde el siglo IV en adelante, y sus representaciones eran simbólicas: lo importante era el significado, no la exactitud histórica. “Estaban basados en la imagen del emperador en el trono, como podemos ver en el mosaico del altar de la Basílica de Santa Pudenziana en Roma”, añade.


El cruce del Mar Rojo en una de las pinturas al fresco del palacio de Dura Europos.


El pantocrátor bizantino debía mucho a las representaciones de Zeus, pero también a las del dios de la medicina Asclepio y al egipcio Serapis. No solo eso, sino que la iconografía que inspiró las posteriores representaciones de Jesucristo reflejaba la tradición helenística en boga en la época, e incluía a Hermes/Apolo o a Dionisos. Como recuerda en 'Church Times' el vicario Nicholas Cranfield, de la parroquia de Blackheath (Londres), “todas eran figuras habituales en el repertorio de los escultores, y como tal, Jesús de Nazaret era uno más entre muchos semidioses: joven, viril, guapo, un hombre hecho y derecho que hacía que la gente girase la cabeza”.

Para Taylor, la representación más fiel a la imagen real realizada en dicha época era la pintura de Moisés que se puede encontrar en una sinagoga del siglo III en Dura Europos, en la actual Siria. En concreto, la viñeta que lo muestra dividiendo las aguas del mar Rojo ¿Por qué? “Muestra cómo un sabio judío era imaginado en el mundo grecorromano”, explica la autora. “Moisés lleva ropa sin teñir, y de hecho su manto es un talit. Para la veterana historiadora, es la pintura más cercana a la imagen real de Jesucristo, ya que lleva “una barba incipiente, una túnica corta, con mangas cortas y un himatión”. Otra interpretación posible es que ya sepamos cuál era la apariencia exacta de Jesús... tan solo que no la “real”, sino la simbólica.



AUTOR
HÉCTOR G. BARNÉS

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