miércoles, 4 de abril de 2018

“La mayoría de los humanos prefiere comodidad a libertad”



“La mayoría de los humanos prefiere comodidad a libertad”


Deirdre McCloskey, historiadora de la economía; autora de ‘Las virtudes burguesas’. Hasta los 52 años fui Donald y los últimos 21 he sido Deirdre, pero lo esencial no cambia: los humanos empatizamos con los demás, porque sabemos que vamos a morir: los animales, no. Vivo e investigo en la Universidad de Chicago, Illinois. Soy cristiana episcopaliana progresista. 


¿Por qué hay países que prosperan más que otros?
Los países que favorecen la innovación y su divulgación han progresado y progresan más.
¿No hay otros factores esenciales: las instituciones, acumular capital?
Durante los últimos 200 años, el ser humano ha pasado de tener una renta de 3 dólares a 120 y a vivir casi el triple. El hambre ha desaparecido del mundo excepto en algunas áreas aisladas y sólo en ciertas crisis humanitarias. ¿Por qué?
Usted es la historiadora.
Porque en estos dos siglos se ha dejado más que nunca a los innovadores e inventores crear nuevas tecnologías, y la globalización con su libertad de mercados cada vez más libres ha distribuido esas invenciones, desde nuevos abonos hasta los antibióticos, por todo el planeta.
¿Por qué ha tardado tanto el progreso?
Porque durante miles de años se frenaba la invención y se perseguía la ciencia en nombre de Dios, del rey o el Estado, y se cerraban fronteras y se protegían mercados de las novedades.
¿Por qué tuvimos miedo a inventar?
Porque no es cierto que el hombre tienda a la libertad, sino a la esclavitud. La libertad, el progreso, el cambio exige esfuerzo, y el ser humano tiene ante todo instinto de conservación: prefiere obedecer a decidir por sí mismo. La esclavitud es más cómoda que la libertad.
La ciencia también requiere tiempo.
Mucho menos del que se cree si se deja a científicos y a inventores avanzar y a los mercados distribuir las nuevas tecnologías. Los estados suelen acabar en manos de una casta que quiere mantener sus privilegios y, en general, no es partidaria del progreso que no sea el suyo.
Pues suelen decir todo lo contrario.
Suelen mentir. Para los políticos es mejor regular el sector energético, por ejemplo, y evitar de ese modo que cualquiera genere electricidad en su tejado con una nueva tecnología sin pagar recibos ni impuestos. Así siguen cobrando comisiones y prebendas de las eléctricas.
En sus libros cita decenas de ejemplos.
La reina Isabel prohibió la máquina de tejer, pero nadie le hizo caso, y todos la copiaron sin permiso de la reina, y el Estado no tenía el poder que tiene hoy para frenar los inventos. Así se produjo el primer despegue tecnológico.
Los griegos de Siracusa, con Arquímedes, ya inventaron la máquina de vapor.
¿Pero para qué la querían si ya tenían esclavos? Un invento no se difunde si la élite que controla el Estado logra frenarlo. Y eso aún pasa hoy.
Facebook, Amazon, Google, Netflix, Uber, AirBnb... ¿son progreso o atraso?
Son hegemónicos, pero sólo de momento, ya que están surgiendo competidores que desafían su hegemonía. Sólo hay que dejarles.
¿No es mejor aplicarles la legislación antimonopolio y hacer que paguen impuestos?
Lo malo de aplicar regulación antimonopolio a esas empresas es que ya son tan ricas que comprarán al regulador –a los políticos– y convertirán esa protección en una dura barrera de entrada para que nadie les quite el monopolio.
Pero Uber deja sin trabajo a los taxistas.
Hubo un tiempo en que había millones de mecanógrafos profesionales, y hoy ya ve. ¿Se acuerda de los ascensoristas? Cada ascensor tenía uno. Un día hicieron huelga, y ese fue su final, porque el mundo descubrió que para que un ascensor suba sólo hay que apretar un botón.
¿A ese ritmo no iremos todos al paro?
No tenga miedo a la libertad. Si hay libertad para trabajar y aprender y los políticos no protegen a los inútiles, quien quiere innovar, aprender y trabajar se gana siempre la vida.
No todo el mundo tiene talento y salud.
Estoy a favor de que el Estado proteja a los débiles con sanidad gratuita, educación para todos –no quiere decir sólo estatal– y un sistema de pensiones, pero nada de subvencionar a industrias e industriales desfasados e inútiles.
¿Qué país logra proteger y competir así?
Suecia y otros países escandinavos. Suecia dejó que Volvo y Saab cayeran y fueran compradas por extranjeros. EE.UU., en cambio, evitó que los chinos compraran General Motors. Pero Suecia hoy tiene una gran medicina gratuita y escuelas y pensiones mejores que EE.UU.
¿El Estado debe proteger sólo al débil?
Protección social para quienes la necesitan, pero ningún chollo ni subvención de los políticos comprados para mantener industrias ruinosas. Ya verá cómo los taxistas más listos se organizarán para tener su propia aplicación con ventaja sobre Uber. Y otras profesiones, también.
Trump gana votos con el proteccionismo.
Ha estado lavando dinero negro durante décadas. Menos mal que es más tonto que Putin, porque si fuera la mitad de listo y culto que los chinos, el mundo tendría un problema, pero en EE.UU. nuestra Constitución y nuestra sociedad están consiguiendo reducirlo a anécdota.
Ahora carga contra Amazon.
Amazon ya ha encontrado su competencia: muchos pequeños vendedores venden más barato por correo y le quitan mercado. Deje a la gente innovar y vender su invento y no habrá monopolios. El hombre libre hace avanzar a un país. El esclavo lo frena. ¿Sabe qué pasó con la primera máquina tejedora que hacía lazos?
Supongo que no gustó a todo el mundo.
Acabó en el fondo de un río, y el inventor tuvo que huir, porque los fabricantes tuvieron miedo de perder sus negocios. Pero hubo hombres libres que siguieron inventando, y gracias a ellos hoy todos vestimos mejor.

Libre hasta el fin

Campeona de las libertades de expresión, de mercado, de iniciativa... El corolario vital de Deirdre McCloskey, nacida Donald, era ser libérrima también en su vida personal, lo que le hizo pionera en el cambio de sexo. A los 52 años, Donald McCloskey, graduado en Harvard, prestigioso profesor en la Universidad de Chicago e investigador de referencia, reveló a su esposa y sus dos hijos que siempre había sido una mujer en su interior y quería serlo también en su cuerpo. El escándalo, que relata en Crossing: a memoir, y que evoca ahora en su coloquio con Catalans Lliures, fue mayúsculo, pero también su serenidad tras dar el paso : “Ni un solo día de estos 21 años –concluye– me he arrepentido de ser mujer”.

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