Globos de colores en el cielo (kickimages / Getty)
Recientemente conocíamos la envergadura de la conocida “Isla de basura”, una gran superficie flotante situada en el océano Pacífico Norte, con todo tipo de residuos y desechos contaminantes producidos por la acción humana. Este hallazgo no ha dejado indiferente a nadie y ha disparado todas las alarmas en la comunidad internacional.
El mar Mediterráneo afortunadamente no cuenta con ninguna de estas islas, pero no deja de ser preocupante la gran cantidad de elementos contaminantes que permanecen a merced de miles de animales. Objetos que, en su mayoría, flotan y están listos para ser ingeridos.
Precisamente quien navega con asiduidad por el mar puede comprobar de primera mano la magnitud de esta tragedia. Eva Octavio es la capitana del velero Trinidad y una persona muy sensibilizada con el cuidado de nuestro entorno. Desde hace varios años, cada día trata de recoger todo aquello que flota y que está a su alcance, para evitar que acabe en el fondo marino o que sea injerido por cualquier especie.
Entre los muchos residuos que pesca semanalmente hay algo que le llama especialmente la atención, la gran cantidad de globos que encuentra. “Cuando hay ferias, eventos infantiles o campañas electorales es fácil ver en los siguientes días muchos globos sobre el mar”, explica Octavio, mientras nos muestra uno de ellos en el interior del cubo de basura que lleva a bordo.
Los globos son unos elementos que por su ligereza y poco peso pueden ser transportados varios kilómetros y aprovechar las corrientes de aire para acabar mar adentro. “Una vez se desinflan o explotan, se adhieren a la superficie del agua, permanecen flotando varios días a la deriva, sin rumbo ni destino a antojo de las corrientes”, explica la capitana del Trinidad. “Una vez recogimos con un grupo de personas a bordo una cantidad increíble de globos en un trayecto de pocas millas, además eran de gas y parecíamos vendedores de globos de esos que hay en las ferias”, añade Octavio.
Una vez se desinflan o explotan, se adhieren a la superficie del agua, permanecen flotando varios días a la deriva, sin rumbo ni destino a antojo de las corrientes
La Fundación para el Asesoramiento y Acción en Defensa de los Animales (FAADA) advertía en un informe, ya en 2013, de los graves problemas que podía ocasionar la pérdida de estos inflables en el mar. Según FAADA, “normalmente la muerte de muchos animales terrestres y marinos se produce al dañar o bloquear el sistema digestivo e impedir que el animal coma, muriendo lentamente de hambre”. “Mientras, otros animales se enredan las patas, las alas y otras extremidades con los propios globos o con las cintas que los aguantan, asfixiándoles, impidiendo que los animales se muevan, puedan buscar comida, alimentarse o provocando que se ahoguen”, relatan desde la ONG.
Se calcula que la mayoría de globos explotan rompiéndose en pequeños fragmentos. “Pero tanto esos trocitos como el 10% de los globos que explotan y caen a tierra desinflados, ponen en riesgo la fauna”, añaden desde la fundación.
Los globos ponen en riesgo la fauna
Los globos, como las bolsas de plástico, por su forma de flotar y su aspecto, pueden confundirse por medusas y ser injeridas por error por especies marinas como las tortugas. Desde el CRAM, el Centre de Recuperació d’Animals Marins, alertan del problema que estos objetos plásticos suponen “porque se trata de unos productos de los que perdemos el control cuando se escapan de nuestras manos, ya que acaban elevándose y exponiéndose a corrientes de aire que los precipitan hacia el mar u otros medios naturales”, explica Elsa Jiménez, portavoz de esta entidad.
En FAADA aseguran que las autopsias de muchos animales marinos muertos revelan restos de globos en sus estómagos y que se han llegado a observar casos en que un solo inflable metálico ha llegado a provocar la muerte de un cachalote. Aún a pesar de su tamaño, estos cetáceos son unos de los principales animales perjudicados por la contaminación en nuestros mares. Recientemente conocíamos el hallazgo de una ballena muerta ante las costas de Murcia por haber injerido una cantidad indecente de material plástico.
Se calcula que un globo de látex puede tardar hasta seis meses en biodegradarse, aunque este tiempo aumenta si permanece en contacto en agua marina. El caso de los globos metálicos es aún más preocupante, porque se desconoce cuánto tarda su descomposición.
La Marine Conservations Society (MCS), una entidad conservacionista del Reino Unido, asegura que el número de globos encontrados en las playas de su país se ha triplicado en los últimos 15 años. Se estima que llegan a recontarse unos 12 globos por cada kilómetro, teniendo en cuenta que solo se contabilizan los que terminan en la playa y no los que se localizan en mar abierto o en tierra.
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