miércoles, 16 de mayo de 2018

Con bifidus, omega 3, lactobacilos... El caos (y el timo) de los alimentos funcionales




Foto: ¿Cuál elegir?


El autor nos lleva a este universo y nos da las claves para entender si, más allá de sus propiedades nutricionales, ofrecen un beneficio extra para nuestra salud



Hace unos días, fui a nuestro supermercado favorito en búsqueda de un cartón de leche entera. No la quería enriquecida en minerales, vitaminas, ácidos grasos, lactobacilos, fibra, esteroles o similares. Solo quería un cartón de leche entera. Fue casi imposible. Todas llevaban algo. Los alimentos funcionales llevan años invadiendo las grandes superficies comerciales, experimentando un auge que les ha llevado a alcanzar beneficios anuales de casi 20 billones de dólares en EEUU, 10 billones de dólares en Japón y 15 billones de dólares en Europa, esperándose un crecimiento anual del 28%. Pero realmente… ¿sabemos lo que es un alimento funcional, sus causas de aparición, las formas de elaborarlos y las propiedades que deben cumplir? Entremos de lleno en el mundo de los alimentos funcionales.

El término 'alimento funcional' fue propuesto por primera vez en Japón en la década de los ochenta con la publicación de la reglamentación para los 'alimentos para uso específico de salud' ('foods for specified health use' o FOSHU), que se refiere a aquellos alimentos procesados que contienen ingredientes que desempeñan una función específica en las funciones fisiológicas del organismo humano, más allá de su contenido nutricional. En los países occidentales, la historia de este tipo de alimentos se remonta a las primeras prácticas de fortificación con vitaminas y minerales, así como también al proceso de incluir ciertos componentes en los alimentos procesados con el objeto de complementar alguna deficiencia de la población.

Alimento funcional es el que confiere una propiedad beneficiosa para la salud, más allá de sus propiedades puramente nutritivas

Son muchos los términos que se han acuñado para nombrar este nuevo tipo de alimentos (alimentos funcionales, alimentos de diseño, nutracéuticos, farmaalimentos, etc.), aunque existen significativas diferencias entre todos ellos. Por esta razón, debemos aclarar cuál es el verdadero concepto de alimento funcional, entendiendo como tal “aquel que le confiere al consumidor una determinada propiedad beneficiosa para la salud, independiente de sus propiedades puramente nutritivas”.

Las razones de aparición de los alimentos funcionales son muchas y muy diversas. Por un lado, la influencia de la alimentación sobre las enfermedades más habituales en la sociedad actual (obesidad, diabetes, enfermedades cardiovasculares, etc.) ha incrementado el interés de la sociedad por el binomio alimento/salud.


Zumos y 'smoothies'... ¿funcionales?


Otro factor a tener en cuenta es el envejecimiento de la población mundial. En las últimas décadas, la relación entre distintas patologías asociadas a la tercera edad, como el cáncer, enfermedades cardiovasculares, hipertensión, osteoporosis o diabetes, y la malnutrición ha sido claramente establecida. Debido a esta relación entre la alimentación y el envejecimiento, uno de los países donde el desarrollo de alimentos funcionales ha sido mayor, Japón, se planteó en la década de los ochenta como objetivo primordial de su estrategia sanitaria el intento de paliar los problemas médicos sufridos por los adultos mayores mediante el diseño de alimentos con carácter funcional.

Diseño de nuevos alimentos


También el avance tecnológico y el conocimiento de nuevas metodologías son indiscutibles en el diseño y elaboración de nuevos alimentos. Hace unos años, hubiera sido totalmente impensable la existencia de productos cárnicos enriquecidos con componentes del pescado, o de yogures en cuya composición encontráramos la presencia de fibra. Hoy en día, el desarrollo de la ciencia y tecnología de los alimentos ha provocado la existencia de estos alimentos en las superficies comerciales.

La incorporación de la mujer al trabajo o la despoblación de las zonas rurales en beneficio de las grandes urbes son otras razones para el desarrollo de este tipo de alimentos.

Finalmente, el 'marketing' es un factor esencial en el 'boom' de los alimentos funcionales, tal y como les he mostrado en artículos anteriores, donde analizamos las propiedades de complementos alimenticios enriquecidos en isoflavonas, colágeno, ácido hialurónico, omega 3, coenzima Q 10, ácido linoleico conjugado, taurina, etc. Hay que recordar que los complementos alimenticios y los alimentos funcionales comparten el mismo reglamento para publicitar alegaciones saludables.

El uso de campañas publicitarias que rozan la ilegalidad hace que el mundo de los alimentos funcionales sea un verdadero caos
Existen varios métodos para diseñar alimentos funcionales. Las principales operaciones llevadas a cabo para la producción de este nuevo tipo de productos alimenticios consisten en eliminar, añadir, incrementar o sustituir un determinado componente.
  • Se obtiene el alimento funcional a través de la supresión del ingrediente que cause un efecto perjudicial al consumidor en general o a un determinado grupo de consumidores. Ejemplos de alimentos funcionales de este tipo son aquellos a los que se les ha eliminado el gluten.

  • Un segundo método de elaboración es mediante el incremento de la concentración de un componente que previamente ya poseía. Son los alimentos enriquecidos. Ejemplos de ellos los tenemos en los productos lácteos enriquecidos en calcio, zumos con vitamina C, huevos enriquecidos en vitamina E, etc.

  • La adición de un componente que previamente no poseía y que tenga efectos beneficiosos sobre la salud da lugar a los alimentos fortificados. También se pueden incluir en este grupo alimentos 'suplementados' con componentes que no se suelen encontrar en la mayoría de los alimentos, como es el caso de antioxidantes no vitamínicos. Ejemplos de alimentos fortificados son los huevos y galletas fortificados en ácidos grasos omega 3 o las leches fortificadas con fibra o jalea real.

  • Por último, se puede sustituir un componente con efectos perjudiciales o nocivos sobre la salud de la población en general, o de un determinado colectivo, por otro que posea efectos neutros o positivos. Así, podemos encontrar en el mercado productos alimenticios en los que se sustituye la sacarosa por fructosa o edulcorantes artificiales.


Estevia. (iStock)


Analicemos ahora las propiedades que, supuestamente, debe cumplir un alimento funcional. Según el Ministerio de Salud y Bienestar de Japón, país pionero en el desarrollo de alimentos funcionales, las características que debe cumplir un alimento funcional son ocho:

1 Debe contribuir a mejorar los hábitos alimenticios y mantener y/o mejorar la salud basándose en conocimientos científicos claramente demostrados.

2 La forma de consumo debe estar claramente definida y su consumo debe ser habitual.

3 El alimento debe ser seguro.

4 Los métodos analíticos para analizar cuantitativa o cualitativamente sus componentes deben estar bien definidos.

5 La composición nutricional del alimento funcional no debe ser significativamente menor a otros alimentos similares.

6 El producto en cuestión debe presentarse en forma de alimento y no en forma de pastilla.

7 El efecto beneficioso sobre la salud lo debe ejercer el producto final y no los componentes individualmente.

8 Las cantidades del alimento funcional que ejercen efectos beneficiosos deben estar contenidas dentro de un patrón de alimentación habitual.

Desgraciadamente, queda mucho camino por recorrer para que los alimentos funcionales existentes en el mercado cumplan estas propiedades. La avaricia de muchas empresas alimentarias, que exageran sus propiedades utilizando campañas publicitarias que rozan la ilegalidad, hace que actualmente el mundo de los alimentos funcionales sea un verdadero caos. Hay que seguir luchando para que esto no ocurra. En 'Un espía en el supermercado', lo haremos.

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