Imagen de un conductor con el teléfono móvil (Rocky89 / Getty)
- EL IMPACTO DE LA TECNOLOGÍA EN LA VIDA COTIDIANA
- Las prisas y la multiplicación de las distracciones digitales erosionan la capacidad de trabajo de adultos y niños
Quizá le resulten cotidianas estas situaciones: ir conduciendo en un trayecto rutinario por autopista y, de repente, preguntarse si ya ha pasado el peaje; golpearse con alguien por la calle porque uno de los dos –o los dos– caminaba mirando el móvil; estar explicando algo a una persona y que hacia el final del relato le diga “¿cómo? ¿qué decías?”; iniciar una lectura con alguno de los pequeños de la familia y que a los diez minutos diga que ya está cansado. ¿Qué le pasa a nuestra capacidad de atención?
Psicólogos, educadores y expertos en productividad hablan de un fenómeno que denominan síndrome de atención parcial continuada –que nada tiene que ver con un trastorno neurobiológico como el TDAH–, y que consiste en prestar atención simultánea a diferentes focos de información pero a un nivel superficial. Y también relatan una creciente dificultad –más acusada entre niños y jóvenes–, para mantener la atención en actividades cotidianas que requieren esfuerzo y no dan placer.
Mensajes y alertas interrumpen, fuerzan la multitarea y aumentan el estrés
“La lacra de la falta de atención es algo que ha ido de menos a más, que se está expandiendo de manera increíble y que afecta a prácticamente cualquier ámbito de la vida”, afirma Berto Pena, formador de productividad personal.
A la misma conclusión ha llegado el psicólogo Luis López González, director del máster en Relajación, Meditación y Mindfulness de la Universidad de Barcelona, que preocupado por esta epidemia de distracciones y por sus consecuencias acaba de publicar el libro Educar la atención (Plataforma Editorial).
Porque el impacto de esta creciente falta de atención no es baladí. Las distracciones son ya la principal causa de accidentes en la ciudad de Barcelona, y la dirección general de Tráfico asegura que estuvo detrás del 25% los accidentes y el 31% de los fallecidos en las carreteras españolas en 2016. Y la inatención también se sitúa como principal causa de fracaso escolar y se asocia al 45% de los accidentes laborales.
Más accidentes, peor calidad de trabajo y de estudio, pérdidas de tiempo y de dinero
López vincula esta mayor falta de atención al hecho de que vivimos en la sociedad de las prisas y de la multitarea, “los dos grandes enemigos de la atención”. Pena, por su parte, explica que la atención se ve afectada por las distracciones –“que son culpa de uno mismo porque las permite”–, y las interrupciones, provocadas por los demás. Y considera que el problema es que la tecnología ha multiplicado las distracciones que nos acechan. “Hace unos años las distracciones tenían que ver sobre todo con preocupaciones, eran mentales y poco controlables; pero ahora nos distraen las notificaciones, las alertas, los mensajes, las llamadas, las apps...; porque hemos absorbido la tecnología sin hábitos, la llevamos siempre encima y, entonces, esas distracciones toman el control” de nuestra atención y de nuestro tiempo, comenta.
Remarca que no es sólo un problema de niños y adolescentes, sino que afecta a todas las generaciones. “La gente se queja de que no le llega el tiempo para hacer su trabajo y no piensa que es porque se distrae mucho; además se hace un trabajo (o estudio) de peor calidad porque la capacidad de enfoque, de mantenerse centrado en una sola actividad de forma continuada es muy limitada, enseguida se salta a otra cosa, y cognitivamente no puedes hacer dos tareas de cierta complejidad a la vez”, justifica Pena.
Porque aunque algunas personas se niegan a admitirlo, la neurociencia deja claro que la multitarea es un mito. “La atención consciente es un procesador lineal: puedes atender una cosa y luego otra, pero conscientemente no puedes atender varias cosas a la vez; puedes ir alternando de una a otra por minutos, segundos o milisegundos, pero esa diversificación de la atención conlleva complejidad mental y aumenta la probabilidad de accidentes, de estrés y de fallos en tu trabajo”, relata Ignacio Morgado, director del Instituto de Neurociencias de la UAB.
Precisa que la capacidad de “multiatención”, de atender a una cosa y luego a otra, depende de cada persona, de lo entrenado que tenga el cerebro para hacerlo. “El cerebro es muy plástico y si lo fuerzas a que tu atención vaya en una determinada dirección crea conexiones entre neuronas para ello, y luego, cuando vuelves a hacer esa actividad el pensamiento recupera esos caminos neuronales creados por el aprendizaje y la experiencia”, indica.
López indica que ese cambio constantemente del foco de atención acaba saturando la capacidad de estar atentos y provoca estrés, que es otro de los desencadenantes de la desatención y de las distracciones que tantas pérdidas ocasionan a las empresas y a las personas. “Las prisas, y la productividad entendida como estar en varias cosas a la vez, provocan pensamientos de rumiación, hacen que tu cabeza de vueltas a las cosas como una lavadora, y eso resta efectividad y afectividad, impide tanto estar atento como ser atento”, afirma.
Desde planteamientos profesionales distintos, los expertos consultados coinciden en que basta cambiar algunos hábitos, reducir las distracciones y el estrés, para mejorar la capacidad de atención. Aseguran que la meditación, el mindfulness y las técnicas de concentración también ayudan a ejercitarla, como si fuera un músculo.
No obstante, reconocen que el actual bombardeo de distracciones digitales es tal que resistirse a ellas exige ser muy disciplinado. “Antes en el móvil sólo nos entraban llamadas y sms, pero ahora constantemente tenemos notificaciones, alertas, watsaps y aplicaciones que nos atraen porque son divertidas, porque nos sacan de la rutina de lo que estamos haciendo, porque nos ponen en contacto con los demás, que es algo que a todos nos gusta y nos entretiene, así que si cuando te sientas a comer o a trabajar dejas el móvil sobre la mesa es una clara invitación a ‘me voy a distraer’”, describe Berto Pena. Y añade que esas distracciones, que son reiteradas, implican que actividades que deberían realizarse en media hora acaben alargándose 35 o 40 minutos y al final de la jornada se acreciente la impresión de falta de tiempo y de estrés.
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