1 Lo más extraño del restaurante más caro del mundo es que es un lugar en el que la comida no lo es todo. No es un restaurante al uso, porque la experiencia y la tecnología acompañan a los platos en todo momento, en una simbiosis en la que no se podría entender lo uno sin lo otro. Tampoco es una sala de espectáculos, porque los 12 comensales que caben en la mesa acaban disfrutando de una velada gastronómica, a pesar de que en ocasiones se puede llegar a pensar que se está en otra ubicación muy distinta a un restaurante convencional.
2 Sublimotion de Paco Roncero, en su quinta temporada, está ubicado, y también escondido, en el Hotel Hard Rock de Ibiza, del grupo hotelero Palladium, perteneciente a la familia de Abel Matutes. Y lo hace descolocando, sorprendiendo y desorientando al comensal, quien viaja sin moverse de una cabina de 70 metros cuadrados en la que todo ocurre, al Polo Norte, a Nueva York, a un mundo que bebe de los paisajes futuristas de la película Avatar, a un mercado vietnamita, al fondo del mar o a los mismísimos avernos... Todo sucede alrededor de una gran mesa en la que se proyecta la historia, además de en las paredes del cubículo y del techo, del que se descuelgan desde elementos decorativos que acompañan la trama hasta alguno de los platos principales.
3 El espectáculo comienza en el propio hotel, desde donde se traslada a los clientes en Land Rover al restaurante, a pie de calle, detrás de una discreta puerta blanca que bien podría conducir a un cuarto de contadores. A continuación los comensales bajan en montacargas, a ritmo de Los Ramones, a la sala principal. A partir de ahí, una orquesta sinfónica toca una pieza y le llega el turno a un gazpacho cítrico servido en una gran ostra, mientras en las paredes empiezan a nadar tiburones y bancos de peces. Luego, un huerto con verduritas, piedras y arena, todo comestible, cae del cielo. Al momento, uno se encuentra de picnic en Central Park, probando una vieira asada con manzana macerada. A partir de aquí, los comensales ya no saben por dónde recibirán el siguiente golpe.
4 Y es que, de repente, el espacio se transforma en un cine en el que comer palomitas de foie y un zapato, con tartar de vaca vieja y erizo de mar, como el que degustaba Charles Chaplin. Tras un viaje con gafas de realidad aumentada que convierten un pequeño bocata en una experiencia futurista, en la que los ingredientes se transforman en snakcs que revolotean alrededor, la sala se convierte en un cabaret con cena y espectáculo de magia.
5 También se monta en avión, con menú business incluido de frutos secos con puré de patata y caviar con ajo blanco y ajo negro, y se aterriza en Bangkok, donde los participantes pueden levantarse y pasear para coger la comida de los puestos ambulantes que han aparecido en la sala. Algo de agradecer, ya que la experiencia, de 1.650 euros por persona, se alarga durante casi tres horas. Falta el momento de comer en el infierno, con fuego y música satánica de fondo, un atún con boniato servido en un cuerno rojo. Y el de probar un minicráter de ravioli de frutos del mar sobre magma en ebullición. El postre lo conforma un pequeño muñeco de fantasía que, de estar proyectado en la mesa, se va convirtiendo con el mimo de los camareros en una figura de chocolate con pequeños matices a café, caramelo, avellana o albaricoque. El último pase, en un ambiente de discoteca, es para un cóctel que se toma antes de salir a la terraza y terminar la jornada.
6 “Únicamente cambiar el formato y la carta nos cuesta más de 500.000 euros”, explica Paco Roncero, para justificar el precio de esta experiencia. A eso hay que sumarle todo el trabajo tecnológico y digital que tiene cada sesión, así como el coste del equipo, el del personal, con 25 profesionales para 12 comensales, y el del champán más exclusivo, Dom Pérignon. La cena, con dos pases diarios y música constante que se adecua a cada capítulo, es un auténtico derroche de creatividad.
7 En esta edición, además de Roncero, los platos los elaboran otros cocineros de renombre: Dani García, David Chang, Diego Guerrero, Toño Pérez y el repostero Paco Torreblanca. En total, suman 10 estrellas Michelin, a los que se suma el chef italiano de la maison Dom Perignon, Marco Fadiga. El público, prosigue Roncero, no se reduce al millonario ruso y al jeque árabe. “Viene gente del cine, deportistas de élite, artistas, parejas o amigos que quieren vivir la experiencia y ahorran durante mucho tiempo” para conseguir una de las plazas durante el verano, cuando el restaurante está abierto.
8 La idea de Roncero, que empezó a fraguarse hace años en la Terraza del Casino, ha recibido ofertas de todo tipo para exportarse a otros países. El objetivo es el de escalar el proyecto, y abrirlo para un máximo de 100 comensales, por lo que el precio por persona disminuiría considerablemente, sin llegar a superar los 200 euros, aunque aún no hay nada cerrado.
Ibiza
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