Mujeres suizas manifestándose por el derecho al voto en 1971. (Parlamento Europeo)
La directora suiza trae a España este 22 de junio su última película sobre la lucha por el derecho a voto de las mujeres suizas
En 1970 tuvieron lugar las primeras elecciones municipales en los cantones de Vaud, Neuchâtel y Ginebra (Suiza) en las que las ciudadanas del país helvético pudieron hacer valer sus papeletas; después de décadas de manifestaciones, presiones y reivindicaciones pacíficas en las calles, el movimiento feminista —que no entendía por qué en un país moderno, sin dictaduras, que había conseguido sortear el retroceso producido por la ruina económica, social y física de la Segunda Guerra Mundial no dejaba votar a las mujeres— conseguía instaurar el sufragio femenino, al menos a nivel local. Todavía faltaría un año para que, en medio de una gran controversia, dos de cada tres suizos —hombres— decidiesen otorgar a sus conciudadanas el derecho al voto por primera vez —repetimos, por primera vez— en la historia de Suiza. Doce años antes, en el referéndum de 1959, dos de cada tres hombres habían votado en contra. Ejem.
Como apunte, en el cantón de Appenzell Rodas Exteriores no dejaron votar a las mujeres a nivel local hasta el 27 de noviembre de 1990 (¡!) y porque la Corte Federal Suprema decidió intervenir. Ejem, ejem.
Mujeres de la suiza francesa en fila para votar en 1969.
Para airear las vergüenzas y dar a conocer este atropello, la directora y guionista suiza Petra Volpe decidió sacar adelante 'El orden divino', una película que ha tardado cinco años en producir y que llega el 22 de junio a los cines españoles. En ella, Nora, esposa, madre, mujer de bien de un pueblecito muy cuqui y pintoresco típicamente suizo descubre el movimiento por los Derechos Civiles y decide dejar a un lado su rol de ama de casa y buscar un trabajo a tiempo parcial para llenar el vacío existencial que, como la gota china, la va perforando por dentro. Pero su marido dedice que su lugar está dentro de la casa, no fuera de ella.
Poco a poco Nora va abriendo los ojos a las injusticias diarias de la que ella y la mayoría de las mujeres del pueblo son víctimas. Una por ser demasiado mayor, otra por quedarse viuda de un marido con deudas, otra por ser demasiado fresca. Y todo ello mientras todo el país enfrenta el referéndum para decidir si las mujeres deben tener voz en las elecciones políticas.
En España entonces había una dictadura, pero "nosotros no teníamos excusa", admite Volpi. "El voto femenino llegó a Suiza escandalosamente tarde. Y creo que por culpa de varios factores. Uno de ellos creo que es que el sistema suizo es una democracia directa, así que los hombres eran los que tenían que votarlo todo. Normalmente en los países con una democracia parlamentaria era el Parlamento quien decidía si las mujeres podían votar o no. Pero en Suiza fueron los hombres los que tuvieron que votar para que las mujeres pudiesen hacerlo también. Pero no creo que fuese la única razón".
Para airear las vergüenzas y dar a conocer este atropello, la directora y guionista suiza Petra Volpe decidió sacar adelante 'El orden divino', una película que ha tardado cinco años en producir y que llega el 22 de junio a los cines españoles. En ella, Nora, esposa, madre, mujer de bien de un pueblecito muy cuqui y pintoresco típicamente suizo descubre el movimiento por los Derechos Civiles y decide dejar a un lado su rol de ama de casa y buscar un trabajo a tiempo parcial para llenar el vacío existencial que, como la gota china, la va perforando por dentro. Pero su marido dedice que su lugar está dentro de la casa, no fuera de ella.
Poco a poco Nora va abriendo los ojos a las injusticias diarias de la que ella y la mayoría de las mujeres del pueblo son víctimas. Una por ser demasiado mayor, otra por quedarse viuda de un marido con deudas, otra por ser demasiado fresca. Y todo ello mientras todo el país enfrenta el referéndum para decidir si las mujeres deben tener voz en las elecciones políticas.
En España entonces había una dictadura, pero "nosotros no teníamos excusa", admite Volpi. "El voto femenino llegó a Suiza escandalosamente tarde. Y creo que por culpa de varios factores. Uno de ellos creo que es que el sistema suizo es una democracia directa, así que los hombres eran los que tenían que votarlo todo. Normalmente en los países con una democracia parlamentaria era el Parlamento quien decidía si las mujeres podían votar o no. Pero en Suiza fueron los hombres los que tuvieron que votar para que las mujeres pudiesen hacerlo también. Pero no creo que fuese la única razón".
Un fotograma de 'El orden divino'. (Surtsey)
"También hay una cuestión fundamental, que es que Suiza es un país muy conservador", prosigue. "No les gustan los cambios. Creo que esto se puede explicar históricamente porque después de la Segunda Guerra Mundial el país salió bastante ileso; Europa estaba en ruinas, pero Suiza era como una pequeña isla. Y había una creencia muy fuerte de que no había que cambiar las cosas: 'todo el mundo está bien, tenemos alimentos, los niños van al colegio… todo va bien, así que mejor no cambiar las cosas. Así que estar a favor del voto femenino era una cosa muy poco patriótica para la gente. Estar a favor del derecho a votar se veía como ser antisuizo. Algo así como 'esto es una particularidad de nuestra idiosincrasia y nuestra cultura y queremos conservarlo'. Pero por supuesto todo eso era una forma de ocultar el hecho de que es una sociedad muy, muy conservadora. Y, en consecuencia, una sociedad muy sexista. La orden divina era que las mujeres tenían que quedarse en casa y que los hombres eran los encargados de todo aquello fuera de casa".
En ese momento estar a favor del derecho a votar se veía como ser antisuizo
Desde que decidió poner en marcha el proyecto hace casi un lustro, la directora tenía muy claro que 'El orden divino' no podía quedarse en una cinta histórica desconectada de la actualidad, y eso que a la actualidad todavía no había llegado la ola feminista que ha despertado, entre otros, el movimiento #MeToo. "Desafortunadamente es algo todavía muy actual. Lamentablemente, 'El orden divino' no es sólo una película histórica con la que el espectador puede mirar atrás y pensar '¡oh, era terrible!'. Desafortunadamente es un tema muy oportuno hoy, con el movimiento #MeToo, la elección de Donald Trumpcomo presidente de Estados Unidos y las 'marchas de las mujeres, pero incluso hace cinco años, cuando empezamos a hacer la película, yo tenía muy claro —y creo que la mayoría de las mujeres— que no vivimos en un mundo igualitario".
"También hay una cuestión fundamental, que es que Suiza es un país muy conservador", prosigue. "No les gustan los cambios. Creo que esto se puede explicar históricamente porque después de la Segunda Guerra Mundial el país salió bastante ileso; Europa estaba en ruinas, pero Suiza era como una pequeña isla. Y había una creencia muy fuerte de que no había que cambiar las cosas: 'todo el mundo está bien, tenemos alimentos, los niños van al colegio… todo va bien, así que mejor no cambiar las cosas. Así que estar a favor del voto femenino era una cosa muy poco patriótica para la gente. Estar a favor del derecho a votar se veía como ser antisuizo. Algo así como 'esto es una particularidad de nuestra idiosincrasia y nuestra cultura y queremos conservarlo'. Pero por supuesto todo eso era una forma de ocultar el hecho de que es una sociedad muy, muy conservadora. Y, en consecuencia, una sociedad muy sexista. La orden divina era que las mujeres tenían que quedarse en casa y que los hombres eran los encargados de todo aquello fuera de casa".
En ese momento estar a favor del derecho a votar se veía como ser antisuizo
Desde que decidió poner en marcha el proyecto hace casi un lustro, la directora tenía muy claro que 'El orden divino' no podía quedarse en una cinta histórica desconectada de la actualidad, y eso que a la actualidad todavía no había llegado la ola feminista que ha despertado, entre otros, el movimiento #MeToo. "Desafortunadamente es algo todavía muy actual. Lamentablemente, 'El orden divino' no es sólo una película histórica con la que el espectador puede mirar atrás y pensar '¡oh, era terrible!'. Desafortunadamente es un tema muy oportuno hoy, con el movimiento #MeToo, la elección de Donald Trumpcomo presidente de Estados Unidos y las 'marchas de las mujeres, pero incluso hace cinco años, cuando empezamos a hacer la película, yo tenía muy claro —y creo que la mayoría de las mujeres— que no vivimos en un mundo igualitario".
Otro momento de 'El orden divino'. (Surtsey)
"Creo que en el corazón de la película está el tema universal de la desigualdad", prosigue. "Por supuesto está el tema del sufragio femenino, pero también las formas de opresión que sufrían muchas mujeres entonces y como eso resuena en nuestros días, algo muy triste y que da mucho miedo. Siempre he buscado este tipo de temáticas que pueden conectarse a la actualidad. Por ejemplo, muchas mujeres suizas, incluso hoy, dicen que una vez que se casan y tienen hijos su matrimonio sufre una regresión a los años 50, porque ni los gobiernos ni la sociedad apoyan la idea de la mujer trabajadora. Porque a veces de una manera muy suave —o a veces no tan suave— te dicen que si tienes hijos deberías quedarte en casa mientras papi va a trabajar. Y así es como, todavía hoy, según la mentalidad de muchos, las cosas deberían ser".
"Creo que en el corazón de la película está el tema universal de la desigualdad", prosigue. "Por supuesto está el tema del sufragio femenino, pero también las formas de opresión que sufrían muchas mujeres entonces y como eso resuena en nuestros días, algo muy triste y que da mucho miedo. Siempre he buscado este tipo de temáticas que pueden conectarse a la actualidad. Por ejemplo, muchas mujeres suizas, incluso hoy, dicen que una vez que se casan y tienen hijos su matrimonio sufre una regresión a los años 50, porque ni los gobiernos ni la sociedad apoyan la idea de la mujer trabajadora. Porque a veces de una manera muy suave —o a veces no tan suave— te dicen que si tienes hijos deberías quedarte en casa mientras papi va a trabajar. Y así es como, todavía hoy, según la mentalidad de muchos, las cosas deberían ser".
La revolución de las vaginas
En su película, Volpe asocia la lucha a favor del sufragio femenino con la liberación sexual de las mujeres, la toma de conciencia del deber de escapar de la constricción económica, social y sexual preestablecida, la idea de que las mujeres deben ser sumisas en la casa y en la cama. "Creo que la liberación política de mi personaje, de las mujeres en general, y su liberación sexual, la conexión con sus cuerpos, va de la mano. La historia de una mujer liberándose políticamente tiene que ser también la historia de una mujer liberándose sexualmente. Y creo que todavía hoy vivimos en un mundo en guerra contra el cuerpo de la mujer".
Las mujeres empiezan a conocer su cuerpo en 'El orden divino'. (Surtsey)
"La publicidad, los medios, todo nos dice de alguna forma que tenemos algo que no está bien: somos demasiado gordas, demasiado delgadas, no olemos lo suficientemente bien", continúa. "Todavía hoy están todas esas ideas extremas de cómo debería ser una mujer. Y muchas chicas jóvenes no saben ni cómo es su propio cuerpo, cómo son su vagina y su vulva, no conocen sus órganos sexuales, no saben sobre placer. No sólo hay una brecha salarial, sino una brecha de orgasmos; la mujer no tiene tantos orgasmos como el hombre. Y todo esto lo he querido reflejar en mi película. Porque creo que para que Nora tenga la suficiente energía para su lucha política tiene que vivir, conocer, disfrutar y ser dueña de su cuerpo y de su sexualidad. La base de una revolución es ser dueña de tu propio cuerpo".
Tu madre no te dice: ¡sal al mundo, fóllate a todos los tíos que puedas y gana experiencia!
"El doble rasero entre hombres y mujeres respecto al sexo es algo muy antiguo y muy enraizado. Es una forma de control", añade. "Pero ahora vivimos en una sociedad que reprocha a las chicas su sexualidad, que se expresen libremente, que experimenten cosas. Pero que a los chicos los trata como estrellas si hacen lo mismo. La misma expresión de 'perder la virginidad' implica que pierdes algo. No que ganas, por ejemplo, placer y alegría. Te venden que es peligroso, que tienes que estar en guardia. Tu madre no te dice: ¡sal al mundo, fóllate a todos los tíos que puedas y gana experiencia! ¡Y es divertido, además'. No, nadie te dice eso".
"La publicidad, los medios, todo nos dice de alguna forma que tenemos algo que no está bien: somos demasiado gordas, demasiado delgadas, no olemos lo suficientemente bien", continúa. "Todavía hoy están todas esas ideas extremas de cómo debería ser una mujer. Y muchas chicas jóvenes no saben ni cómo es su propio cuerpo, cómo son su vagina y su vulva, no conocen sus órganos sexuales, no saben sobre placer. No sólo hay una brecha salarial, sino una brecha de orgasmos; la mujer no tiene tantos orgasmos como el hombre. Y todo esto lo he querido reflejar en mi película. Porque creo que para que Nora tenga la suficiente energía para su lucha política tiene que vivir, conocer, disfrutar y ser dueña de su cuerpo y de su sexualidad. La base de una revolución es ser dueña de tu propio cuerpo".
Tu madre no te dice: ¡sal al mundo, fóllate a todos los tíos que puedas y gana experiencia!
"El doble rasero entre hombres y mujeres respecto al sexo es algo muy antiguo y muy enraizado. Es una forma de control", añade. "Pero ahora vivimos en una sociedad que reprocha a las chicas su sexualidad, que se expresen libremente, que experimenten cosas. Pero que a los chicos los trata como estrellas si hacen lo mismo. La misma expresión de 'perder la virginidad' implica que pierdes algo. No que ganas, por ejemplo, placer y alegría. Te venden que es peligroso, que tienes que estar en guardia. Tu madre no te dice: ¡sal al mundo, fóllate a todos los tíos que puedas y gana experiencia! ¡Y es divertido, además'. No, nadie te dice eso".
Marie Leuenberger protagoniza 'El orden divino', de Petra Volpe. (Surtsey)
Los hombres no son los villanos
Petra Volpe hace hincapié en que no quiere retratar a los hombres como el enemigo del feminismo, sino que es difícil despegarse —incluso concienciarse— de un sistema de opresión a veces muy evidente, pero a veces muy sutil. Tanto en el caso de ellos como en el de ellas. "Pienso que muestra de manera bastante clara que los hombres están igualmente sometidos al ideario del patriarcado. Y también están oprimidos por una predeterminación sobre lo que puede y debe ser un hombre. Por eso creo que los hombres también pagan un alto precio por el poder que ostentan y he querido presentar dos tipos de hombres que simplemente son hijos de su tiempo"
He querido presentar dos tipos de hombres que simplemente son hijos de su tiempo
"Hay además una lucha y una competición muy masculinas que también distancia a los hombres del feminismo. Pasa muchas veces que puedes estar con un hombre pasando un buen rato, pero en cuanto se junta con un grupo de hombres se convierte en una causa perdida. Porque las dinámicas dentro del grupo cambian; a mí me puede decir que es pro feminismo y tal y cual, pero si le vuelves a preguntar cuando está con sus amigos… Espero que poco a poco los hombres también se planten y rechacen esa presión grupal por sus seres queridos y por toda la humanidad".
Los hombres no son los villanos
Petra Volpe hace hincapié en que no quiere retratar a los hombres como el enemigo del feminismo, sino que es difícil despegarse —incluso concienciarse— de un sistema de opresión a veces muy evidente, pero a veces muy sutil. Tanto en el caso de ellos como en el de ellas. "Pienso que muestra de manera bastante clara que los hombres están igualmente sometidos al ideario del patriarcado. Y también están oprimidos por una predeterminación sobre lo que puede y debe ser un hombre. Por eso creo que los hombres también pagan un alto precio por el poder que ostentan y he querido presentar dos tipos de hombres que simplemente son hijos de su tiempo"
He querido presentar dos tipos de hombres que simplemente son hijos de su tiempo
"Hay además una lucha y una competición muy masculinas que también distancia a los hombres del feminismo. Pasa muchas veces que puedes estar con un hombre pasando un buen rato, pero en cuanto se junta con un grupo de hombres se convierte en una causa perdida. Porque las dinámicas dentro del grupo cambian; a mí me puede decir que es pro feminismo y tal y cual, pero si le vuelves a preguntar cuando está con sus amigos… Espero que poco a poco los hombres también se planten y rechacen esa presión grupal por sus seres queridos y por toda la humanidad".
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