Esta ilustración muestra las diferencias entre conejos domésticos y silvestres, incluyendo cambios en el tamaño de la amígdala y la corteza prefrontal - Fabian Sinzinger.
La domesticación ha reducido la región cerebral de estos animales destinada a responder al miedo
«No hay animal más difícil de domesticar que un gazapo de conejo silvestre, y ningún animal es tan dócil como un gazapo de conejo doméstico», decía Charles Darwin en «El origen de las especies». Cuánta razón tenía el padre de la teoría de la evolución. Estos animales silvestres tienen una respuesta de huida muy fuerte porque son cazados por águilas, halcones, zorros y humanos, y por lo tanto deben estar muy alerta y reactivos para sobrevivir en la naturaleza. Mientras tanto, esas graciosas criaturas que se pasean por casa, muchas veces elegidas por su dulzura como mascotas para los niños, son capaces de dejarse acariciar por las manos más torpes sin apenas inmutarse.
El motivo es que al domesticarlos hemos transformado su cerebro. Así lo afirma un estudio internacional con participación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), que indica que los cambios genéticos asociados con la domesticación de los conejos ha tenido un profundo impacto en las regiones de su cerebro relacionadas con el procesamiento del miedo, como son la amígdala y el córtex prefrontal medial. Este es el motivo por el que estos animales se muestren tan dóciles ante nuestra presencia o la de otro potencial depredador. Ya no se asustan.
Los científicos criaron ocho conejos domésticos y ocho silvestres en condiciones muy similares para minimizar los cambios debidos a los efectos ambientales. Además, los datos de las resonancias magnéticas del cerebro se interpretaron con un sofisticado análisis de imágenes en el que el científico responsable desconocía si el animal era salvaje o doméstico.
Más lentos y tranquilos
«Este estudio indica que el cerebro de los conejos domésticos presenta amígdalas más pequeñas y córtex frontales medios más grandes comparados con las de los conejos salvajes», explica Jose A. Blanco-Aguiar, del Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos (centro mixto del CSIC y la Universidad de Castilla La Mancha). Las áreas que han perdido volumen son precisamente las que están involucradas en la detección, aprendizaje y expresión del miedo, mientras que las que han ganado volumen tienen que ver con la modulación del procesamiento emocional. Los autores también encontraron una reducción generalizada de la materia blanca, compatible con una velocidad neuronal reducida y una capacidad de procesamiento de información menos eficaz. Posiblemente, esto explica por qué son más lentos y flemáticos que sus homólogos silvestres.
«Una de las características más patentes que diferencia a los animales domésticos de sus ancestros silvestres es la respuesta comportamental ante la presencia humana o de depredadores potenciales, que en el caso de los animales domésticos no suele desencadenar ni la huida, ni la respuesta agresiva», añade el científico. Estas diferencias de comportamiento que ya citaba Darwin «en gran medida están determinadas genéticamente», señala Blanco-Aguiar. Para Rafael Villafuerte, del Instituto de Estudios Sociales Avanzados en Córdoba, la respuesta al riesgo de depredación debe ser tenida en cuenta a la hora de gestionar la conservación de esta especie frente a sus depredadores.
ABC Ciencia
Madrid
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Actualizado:26/06/2018 10:30
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