Dos trabajadores de la construcción EFE
Tras años de estancamiento, los trabajadores de los países ricos ven ya alzas en sus nóminas aunque estas se ve atemperadas por la mayor inflación
La flor y nata de la política económica mundial se reunió el mes pasado en Sintra, Portugal. Analistas, banqueros centrales y financieros buscaban respuestas a una pregunta que se hacen desde hace tiempo: ¿por qué los salarios crecen tan poco? El gobernador del Banco de Australia, Philip Lowe, contó que cuando se reúne con empresarios ansiosos de encontrar trabajadores cualificados, él les hace una simple pregunta: ¿Por qué no les ofrecéis más dinero? “Ellos me miran con una cara como si yo me hubiera vuelto loco”, dijo.
Los expertos llevan años preguntándose por los motivos de la debilidad salarial
La anécdota resume una situación bien conocida: en las economías más avanzadas, los salarios reales —es decir, calculados tras descontar los efectos de la inflación— renquean. Y esto ocurre en un momento en el que, tras la crisis que pasará a la historia como la Gran Recesión, Occidente encadena años de fuerte crecimiento, y países como EE UU y Alemania registran niveles récord de empleo.
Un informe reciente del FMI aseguraba que la subida de los salarios nominales en los países ricos seguía siendo “considerablemente inferior” a la anterior a la crisis de 2008. Y, según un estudio de BBVA Research, la tasa anual de variación de los ingresos reales en EE UU fue entre 2010 y 2017 de tan solo del 0,4%, muy inferior a los de las dos décadas anteriores. Pero todo esto parece estar cambiando. Distintos síntomas apuntan a que los años de moderación en las nóminas llegan, tímidamente, a su fin.
“Los salarios repuntarán notablemente hasta 2020 debido a las tensiones del mercado laboral y al fin de las medidas de contención salarial”, asegura el BCE en un documento que prevé que la remuneración por asalariado en la eurozona pase del 1,6% de 2017 al 2,7% de 2020. En Sintra, el presidente del Eurobanco, Mario Draghi, destacó los recientes acuerdos salariales en Alemania, Francia y España y el fin de las restricciones en el sector público como síntomas de una nueva dinámica beneficiosa para los bolsillos de los empleados.
Pero las buenas noticias acaban aquí. Porque las alzas salariales convivirán con mayores alzas de precios, impulsadas entre otros motivos por el encarecimiento del petróleo, que en dos años se ha más que duplicado. El BCE prevé una inflación estabilizada en la eurozona del 1,7%. Así que el efecto final para el bolsillo de los ciudadanos será de estancamiento o, en el mejor de los casos, de muy tímida mejoría, reconocen fuentes financieras.
Fiesta arruinada
La subida del crudo se ha comido un tercio del alza, según el economista alemán Carsten Brzeski
Carsten Brzeski, economista jefe de ING en Alemania, es uno de los afortunados que asistió al cónclave de Sintra. Cuenta que allí se habló sobre todo de por qué, pese a la brusca caída del desempleo, no suben los salarios lo suficiente. “Esta es la principal preocupación de los banqueros centrales, porque hace mucho más difícil su decisión de poner fin o no a la política de dinero ultrabarato”, asegura. Brzeski comparte la idea de que la inflación está arruinando la “fiesta” que los asalariados de algunos países empezaban a disfrutar. “En Alemania, la subida de los carburantes se ha comido más de un tercio de las alzas salariales. Y con la inflación subyacente de la eurozona en el 1%, el poder adquisitivo mejora muy poco”, explica.
Los académicos llevan años debatiendo sobre los motivos de la atonía salarial. Y, como es habitual en estas discusiones, hay explicaciones para todos los gustos: desde la digitalización y la automatización hasta unas estadísticas que no recogen correctamente a los que desistieron de buscar trabajo en la crisis; desde la jubilación de la generación del baby boom hasta el estancamiento de la productividad…
“Mi impresión es que aunque la globalización sí ha tenido un impacto negativo, en conjunto no explica el bajo crecimiento de los salarios. Influye más el cambio tecnológico, que ha beneficiado a aquellos con un elevado nivel de capital humano; la pérdida de poder de los sindicatos; o que los nuevos gigantes tecnológicos sean poco intensivos en fuerza de trabajo y mucho en capital”, explica Miguel Cardoso, economista jefe de BBVA Research para España y Portugal.
Este experto es más optimista y cree que, a menos que la economía internacional experimente un shock negativo motivado por una guerra comercial o problemas en los países emergentes, la recuperación continuará y con ella comenzarán a subir los salarios reales. “El tema es cuánto van a hacerlo y si van a recuperar lo perdido”, añade Cardoso. “No hay motivos para creer que los sueldos vayan a aumentar de forma significativa”. La ironía es que las tensiones comerciales podrían derivar en una guerra comercial que incrementara las pagas. Pero en ese caso la inflación también repuntaría, por lo que tendría poco efecto en el poder adquisitivo de los trabajadores”, replica Brzeski.
Madrid
https://elpais.com/economia/2018/07/21/actualidad/1532209274_258419.html
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