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Impulsará cambios para que puedas medir y controlar el tiempo que estás en la plataforma. Ha aceptado la evidencia de que un uso pasivo de Facebook provoca infelicidad y malestar
Seguro que alguna vez ha sentido que se había quedado hipnotizado viendo vídeos infinitos o saltando de perfil en perfil en Facebook. “¿Uso demasiado el móvil?”. Las redes sociales se concibieron con algoritmos que nos incitan a aumentar el tiempo que pasamos en su plataforma. A veces contra nuestra propia voluntad. Así maximizan sus beneficios. Pero esto puede cambiar: Facebook está introduciendo modificaciones “para que sus usuarios pasen menos tiempo conectados”.
Fue la desarrolladora J. M. Wong quien desveló en un tuit este nuevo paquete de herramientas. La compañía “está trabajando en “Tu tiempo en Facebook”. Se mostrará el tiempo que pasa el usuario en los últimos siete días en la plataforma, ofreciendo la posibilidad de establecer un límite diario a través de notificaciones.
Pero, ¿por qué quieren que pasemos menos tiempo en Facebook? La respuesta es simple: Sillicon Valley ha despertado del sueño húmedo tecno-optimista y, antes de que todos los usuarios se den cuenta de cómo hemos llegado hasta aquí, se ha propuesto tomar la iniciativa. Tanto iOS como Android están lanzando sus propios interfaces para mostrarte qué apps son las que dominan tu atención.
En un post que escribió Mark Zuckerberg a principios de 2018, reconoció que uno de los objetivos del año en Facebook era que el tiempo que el usuario pasara en la plataforma “estuviera bien invertido”. Es decir, más minutos de forma activa y menos de forma pasiva. El creador de Facebook cerraba así dos malos años para la compañía e intentaba reconducir la opinión pública, incendiada con campañas como #deletefacebook tras el escándalo de Cambridge Analytica. Nicholas Thompson publicó en Wired un revelador reportaje sobre este calvario de Facebook. En él explica cómo Zuckerberg quiere adueñarse del término "Time Well Being", que eran las tres palabras que habían catapultado a la fama a Tristan Harris.
La conciencia de Sillicon Valley
En 2012, trabajando en la app de Gmail, el ingeniero Tristan Harris tuvo una epifanía: el smartphone estaba creado para ser una distracción. Se propuso investigar. Escribió un documento de 144 páginas que tituló: 'Call to Minimize Distraction & Respect Users' Attention'.
El informe se hizo viral dentro de la compañía. Llegó a las manos de Larry Page, CEO de Google en aquel momento. Page lo ascendió y le dio una nueva tarea: convertirse en el primer diseñador ético de Google. Pero Harris pronto sospechó. Vio que estos incentivos perversos de atención también existían en Apple y Facebook. Y en Snapchat. En 2016, abandonó Google para entender los problemas que planteaba “la economía de la atención”.
La teoría de Harris era (y es) la siguiente: el modelo de negocio de las compañías tecnológicas se basa en monetizar el tiempo que pasas conectado. Es decir, cuanto más tiempo estemos en Facebook, más información recopilan sobre nosotros y más tiempo estamos expuestos a los anuncios. Por lo tanto, más dinero ganan "secuestrando nuestra mente". Esto genera una “carrera armamentística” entre las empresas por la atención del usuario que produce efectos perjudiciales en cada uno de nosotros.
Creó Time Well Being, una organización sin ánimo de lucro. El objetivo de Harris era explicar esta escalada armamentística de la atención y diseñar herramientas más saludables. “La tecnología se encarga de modular lo que dos mil millones de personas piensan y creen todos los días. Es, posiblemente, la mayor fuente de influencia jamás creada”, dijo en una entrevista. “Ni las religiones ni los gobiernos han tenido nunca tanto poder en sus ciudadanos. Ellos deciden qué hacemos con nuestro tiempo”.
Harris aplaude que las tecnológicas introduzcan cambios en sus plataformas, pero le parecen mínimos. "El primer paso es que cambiemos nuestra conciencia sobre este problema", dice Harris. “La gente siempre piensa: “El resto pueden ser persuadidos, pero yo no””, haciendo referencia al sesgo Dunning-Kruger, que ocurre cuando por ignorancia nos creemos mejor que el resto. Es el mismo que provoca que el 90% de la población piense que es mejor conductor que la media.
Infeliz por culpa de Facebook
Hace unos años se descubrió que Facebook había intervenido en 2012 las cuentas de casi 700.000 usuarios para hacer un experimento psicológico. ¿El objetivo? Demostrar que se pueden manipular nuestras emociones y sentimientos por contagio emocional a través de su red social. Es decir, Facebook es capaz de alegrarte el día si estás deprimido y viceversa.
En un paper publicado en 2013, unos académicos de la universidad de Michigan encontraron correlación entre el uso de Facebook y la bajada en niveles de felicidad. En otro experimento de la Universidad de Missouri, un grupo de psicólogos ya descubrió lo que Zuckerberg cuenta en su post: si los sujetos están participando de forma activa (comentando, compartiendo o dando like), su bienestar aumenta. Cuando se encuentran en un modo pasivo la sensación de bienestar desaparece. Otros estudios insisten en que el modo pasivo conduce a la tristeza y depresión. Y el usuario pasivo, con este modelo de negocio, está más presente que el usuario activo.
'The Atlantic' publicó en 2017 un artículo titulado "¿Han destruido los smartphones una generación?" donde daban datos que explicaban cómo la constante presencia en Internet ha cambiado los hábitos de los adolescentes: quedan menos con amigos, se sienten más solos, tienen menos citas y menos sexo. Además, el porcentaje de jóvenes que duermen menos de siete horas ha aumentado notablemente.
Perversión del debate público
Las redes sociales han sido acusadas de dañar la democracia y disminuir la calidad del debate. A veces se ha exagerado y no se ha mirado la evidencia, pero otras muchas la crítica era certera. Una de las causas es la misma de siempre: la optimización de los algoritmos para conseguir la atención. Al favorecer el 'engagement' del usuario, las redes sociales se muestran vulnerables a las campañas de desinformación. Investigadores de la universidad de Indiana descubrieron que una alta competencia por la atención limitada de los usuarios provoca que algunas noticias se vuelvan virales a pesar de su baja calidad, incluso aun cuando esta misma gente prefiere compartir contenido de alta calidad.
Pero, ¿por qué ocurre esto? La explicación la encontramos en nuestros sesgos cognitivos. El cerebro solo puede gestionar un número finito de información. Cuando procesa demasiados datos, se sobrecarga y toma malas decisiones. Esto lo explicó Daniel Kahneman en su 'Pensar rápido, pensar despacio'. Para evitar que se sobrecargue, el cerebro usa algunos “atajos”.
“Un atajo cognitivo aparece cuando una persona no sabe si compartir una historia que aparece en su timeline de Facebook o Twitter. La gente se ve muy afectada por las connotaciones emocionales del titular, aunque esto no tenga por qué ser un indicador de su precisión”, cuentan en este interesante artículo.
Los estudios demuestran que una noticia falsa sobrevuela las redes socialesmucho más rápido que una verdadera. Tan solo hay que usar un titular sensacionalista y empaquetarla de contenido emocional. Buzzfeed descubrió que las 20 historias falsas más leídas durante la campaña presidencial generaron 8.7 millones de reacciones, mientras que las 20 historias verdaderas más leídas de medios reputados generó 7.3 millones.
¿Cambio de negocio o regulación?
Es saludable, tanto a nivel individual como social, que las plataformas tecnológicas creen una herramienta para que podamos controlar el tiempo que estamos conectados. La idea no es salirnos de las redes, sino que nuestro bienestar aumente en ellas.
¿Pero son suficientes estos cambios? La historia demuestra que, en ausencia de regulaciones estatales sobre quién puede o quién no puede anunciarse, las empresas perseguirán los beneficios. En su libro 'Move fast and break things', Jonathan Taplin sitúa a la corriente política libertaria como la gran culpable de la codicia de las tecnológicas. “Estamos atrapados dentro de las teorías económicas libertarias de Milton Friedman y Aynd Rand". Y cita una frase de Friedman: “Hay una y tan solo una responsabilidad social para cualquier empresa: aumentar sus ingresos”.
Arquitectura de la elección
La respuesta para resolver el excesivo uso de las redes sociales se encuentra en la responsabilidad de las propias tecnológicas, pero también en los usuarios y en los políticos. Tal y como explica Cass R. Sunstein en 'Paternalismo libertario', hay situaciones donde la arquitectura de la elección es inevitable. Es decir, el entorno social influye en las elecciones que tomamos y no es posible prescindir de él. Si no se puede evitar cierto tipo de paternalismo en nuestro uso de las redes sociales, quizá sea mejor regularlo. Para eso se necesita un debate urgente en nuestra esfera pública. Aquellos días en los que en California un grupo de ingenieros decidían sobre cómo invertimos nuestro tiempo pueden llegar a su fin.
AUTOR
CARLOS BARRAGÁN
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