Panorámica del Duomo de Florencia (scaliger / Getty Images/iStockphoto)
La capital de la Toscana es una de las ciudades más bellas del mundo
Dicen que el síndrome de Stendhal, también conocido como síndrome de Florencia, causa palpitaciones y mareos en aquellas personas más sensibles artísticamente. Y es que la capital de la Toscana respira arquitectura, pintura y escultura por todos y cada uno de sus rincones. Una belleza florentina que sobrecoge. Que maravilla. Que deja sin palabras.
Porque esta ciudad es como un museo al aire libre, por el que vagar sin prisas y por el que suspirar por volver otra vez. Adentrarse en sus encantos sin la presión del tiempo, no obstante, es complicado, pero hay imprescindibles que no se pueden dejar de ver.
1. La Piazza del Duomo
¿Qué sería de Florencia sin su característica postal presidida por lacúpula de Santa Maria del Fiore? Y es que su espectacularidad y el delicado mármol blanco y verde de su fachada le confieren el merecido protagonismo del que hace alarde. Descansando en la no menos embriagadora Piazza del Duomo, la catedral se levanta imponente ante los ojos encandilados de quienes se rinden a sus pies, pudiendo otear toda la ciudad desde lo alto del Campanile de Giotto. A primera hora de la mañana, Santa Maria del Fiore amanece solitaria a la espera del frenesí habitual, por lo que vale la pena despertarse bien pronto para evitar las aglomeraciones y contemplar en profundidad toda la belleza del lugar.
El interior de la catedral, con sus suelos, sus techos y sus paredes, también hará volar nuestra mirada, perdiéndose por la grandiosidad de la cúpula, que alberga un mirador espectacular. De vuelta al exterior, vale la pena dar libertad a los pies, paseando tranquilamente por los confines de la plaza y acercándonos a las Puertas del Paraíso que visten al Battistero.
2. La Piazza della Repubblica
Muy cerca de la Piazza del Duomo se abre paso la della Repubblica, un lugar digno de ser visitado gracias al animado ambiente que se concentra en su interior. Porque aunque no pueda ponerse a la altura de la primera, esta plaza atesora una gran variedad de restaurantes y cafés que le otorgan un encanto muy particular.
Además, entre los edificios señoriales que la delimitan, la plaza esconde una rica historia, habiendo servido de foro durante la época romana. Con el paso del tiempo ha experimentado también otras transformaciones, y a día de hoy nos permite llegar a la Loggia del Mercato Nuovo con un apacible paseo que nos llevará a la Fontana del Porcellino. Solo hará falta que frotemos el hocico del animal y, entonces sí, volveremos a Florencia. ¡O eso dicen!
3. La Piazza della Signoria
Otra plaza, sí. Diferente, también. ¿Su encanto? La abrumadora dosis de arte con la que nos sorprende. Y es que cualquiera que sea el lugar al que se dirija nuestra mirada habrá siempre alguna obra con la que deleitarse. Entre ellas, la Fuente de Neptuno, una exquisita escultura de una perfección e imponencia tal que ha acabado por convertirse en uno de los símbolos de la ciudad.
A ella se le suman, por su parte, las esculturas a las que da cobijo la Loggia dei Lanzi, un espacio en el que recobrar fuerzas rodeados de un ambiente de lo más artístico. Y como de esculturas presume la Piazza della Signoria no cabe olvidar la ecuestre de Cosme I de Médici, Hércules y Caco y la copia del David de Miguel Ángel, dos piezas increíbles, estas últimas, que aguardan en la entrada del Palazzo Vecchio, otro símbolo indiscutible.
4. El Ponte Vecchio
Este es otro de esos vibrantes lugares que acaban de tejer el encanto de Florencia. Porque no se puede concebir la ciudad sin las aguas del río Arno dividiéndola en dos y transcurriendo por los bajos del Ponte Vecchio. Un puente famoso en el mundo entero, reconocido por suscolores y construcciones colgantes, pero cuya historia sea quizás desconocida por gran parte de la población.
Y es que el espacio que hoy ocupan joyerías y orfebres antaño estaba repleto de puestos de carne, cuyos malos olores afectaban a la corte que residía en el Palazzo Pitti, muy cerca del puente. Otra curiosidad: ambas construcciones, puente y palacio, están unidas por un corredor que cruza el Ponte Vecchio a través de una terraza elevada.
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