martes, 6 de noviembre de 2018

Los tesoros de madera de la isla Chiloé

Los tesoros de madera de la isla Chiloé
Palafitos -casas de madera construidas sobre las aguas- en Castro, la capital de Chiloé (chaolik / Getty Images/iStockphoto)


La isla chilena, tierra de criaturas legendarias, cuenta con un singular conjunto de palafitos e iglesias de colores chillones únicas en el mundo


La pertinaz lluvia que nunca descansa cae en hilos finos sobre la isla Chiloé y ha condicionado toda la forma de vivir de sus habitantes. Las casas se construyen sobre el agua, a la manera de palafitos. La vegetación es exuberante, fruto de unas precipitaciones siempre abundantes. Y los bosques, lógicamente, son frondosos, lo que proporciona cantidades ingentes de madera con la que se ha definido la característica arquitectura de esta isla chilena.
En esas espesas forestas que son la riqueza principal de Chiloé habita el Trauco, un ser mitológico que a pesar de su aspecto repugnante seduce a las jóvenes vírgenes y es capaz de matar a cualquier oponente solo con la mirada. O eso cuentan los chilotes a la luz de la lumbre y en torno a un vaso de licor de oro (alcohol con hierbas maceradas) que tanto les gusta y tan bien preparan.

La colección de prodigiosas iglesias que se desparraman por toda la isla son consideradas patrimonio de la humanidad


Las criaturas legendarias de Chiloé, fruto de la cultura popular, son abundantes: hay una serpiente marina que con su lucha hizo permanecer al territorio separado del continente; una mujer misteriosa llamada Pincoya que personifica la fertilidad de la costa; y multitud de brujas, la más afamada de las cuales es la Voladora, que cada noche vomita sus propios intestinos para aligerarse y se los traga por la mañana para tomar de nuevo el aspecto de una persona corriente.
Todas estas figuras siguen vivas en las creencias de los chilotes, aunque desde hace varios siglos hayan abrazado sin reparos la fe cristiana. Y la muestra más poderosa de ello es la colección de prodigiosas iglesias que se desparraman por toda la isla y que son consideradas patrimonio de la humanidad por la Unesco.
Histórica iglesia de Nercon, en Castro
Histórica iglesia de Nercon, en Castro (jarcosa / Getty Images/iStockphoto)
Son 16 los templos –de entre casi doscientos que hay en total en Chiloé– que cuentan con el distintivo de herencia de todos. Su valor: haber sido construidos completamente en madera nativa y sin utilizar un solo clavo metálico. Desde el primer peldaño de acceso hasta la punta más alta de las cúpulas e incluyendo los interiores, es ese material el que lo ocupa todo.
Teniendo en cuenta la pluviosidad de la isla y que los días brumosos se imponen claramente sobre los soleados, las iglesias están pintadas de colores chillones, llamativos. Y los tejados se inclinan casi verticalmente para desaguar los chaparrones. Dentro, suelos, columnas, bancos, enrejados, estatuas, techos… proceden de los grandes árboles chilotes. Este tipo de templos comenzaron a construirse a mediados del siglo XVIII, y suelen contar con una única torre de campanario en la parte delantera que se va estrechando conforme gana altura, y una galería para que los devotos se refugien de las inclemencias meteorológicas a la entrada o salida de los rezos. Tienen un aire bávaro.
Las iglesias de Castro, Dalcahue, San Juan, Tenaún, Quinchao (la mayor de todas), Achao (la más antigua, del año 1740), Chelin, Rilán, Chonchi o Villupulli se cuentan entre las más bellas, todas ellas situadas en el sector oriental de una isla que vale la pena recorrer en vehículo propio –casi triplica el tamaño de Mallorca–, pues los transportes públicos son escasos y azarosos y el clima local no permite grandes alegrías a pie.

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