sábado, 16 de febrero de 2019

¿Por qué la gente (no) busca pareja?

¿Por qué la gente (no) busca pareja?
Una pareja joven, de viaje (vladans / Getty Images/iStockphoto)


Se calcula que alrededor del sesenta por ciento de hijos/as nacen fuera de una relación estable


A medida que nuestra civilización produce sujetos solos, libres, iguales y fraternales, el deseo de encontrar pareja se hace cada vez más difícil e insistente. Un botón de muestra es el declive del matrimonio: la gente se casa tarde, se separa más y esa ruptura supone, para un tercio de los hijos, no volver a ver al padre. Se calcula que alrededor del sesenta por ciento de hijos/as nacen fuera del matrimonio, o de la pareja, si bien la mayor parte son reconocidos por sus padres.
Esto indica, como nos recordaba el psicoanalista Eric Laurent, que pese a la obsolescencia del matrimonio, la paternidad permanece. Esta libertad para elegir pareja, la igualdad creciente entre los géneros y la centralidad del niño parecen ser, a juicio de muchos autores, los factores que han condicionado la evolución de las familias en las últimas décadas.

Las MSPE


La catedrática de Antropología Urbana en Berkeley, Teresa Caldeira nos recordaba cómo el 60% de las mujeres de la periferia de Sao Paulo -y este fenómeno sería extensible a otros muchos lugares- son madres solas que no quieren tener pareja, porque no les compensa. Son las llamadas madres solteras por elección (MSPE), muchas de las cuales acceden a la maternidad a través de la reproducción asistida (donante anónimo). Sus mayores temores tienen que ver, precisamente, con este anonimato del origen.

Este retraso en la formación de parejas, más allá de las condiciones sociales que existen y juegan su baza (vivienda, precariedad laboral), tiene que ver también, para algunas y algunos, con algo que la clínica nos muestra: un no querer renunciar a un modo de satisfacción y de funcionar en la vida “por libre”. Casarse o juntarse es perder algo de ese goce célibe.

¿Libertad o servidumbre?


Para algunos se trata de una expresión de libertad, que niega así las ataduras del contrato matrimonial o, en el caso de las madres solas (los padres solos son una proporción mucho menor), un deseo de ser madres sin la intervención del padre. Pero, junto a estas razones, también podemos pensar que aquí es el hijo/a mismo quien hace de nudo, es él quien une a esa pareja o a esa madre con el hijo. Si el equilibrio anterior del sistema parental reposaba en el matrimonio, hoy se funda sobre todo en el sistema de filiación. El niño/a se ha transformado en el intenso objeto de deseo de una sociedad niñofila (Segalen).


Aquí, de nuevo, la paradoja es que lo que se presenta como un anhelo de libertad podría acabar como una servidumbre voluntaria que condena a esos hombres y mujeres a ser padres eternamente, poniendo en primer lugar esa condición parental por encima de la de hombre/mujer.


Todo ello da a la familia hoy una sensación de fragilidad, de “un poco de familia”, como dice el anuncio de la Caixa (family). La paradoja es que a pesar de todas esas ‘crisis’, la familia sigue siendo en todas las encuestas el último y más preciado refugio. Una institución viva, resistente y en transformación. Por eso, estos cambios lejos de volvernos nostálgicos de ese tiempo pasado mítico e inexistente, nos alertan de las vías que se le abren a cada uno y cada una para hacer su propio bricolaje, con los recursos a su alcance.

La familia sigue siendo en todas las encuestas el último y más preciado refugio


Ahora que nos falta el sentido de la vida, proporcionado tradicionalmente por el discurso religioso en el Nombre del Padre, es el momento de tomar posición en relación a lo que cada uno desea, quiere y goza. Puesto que ya no tenemos la coartada del Otro que nos ordena, nos toca a nosotros elegir y ser consecuentes con ello. Sabiendo que situar en primer lugar el querer de cada uno, la república independiente de cada persona, implica también confrontarse a la soledad de ese goce solitario que elegimos.
Cualquier elección, y más la de pareja, supone unas determinaciones inconscientes que, por tanto, ignoramos en parte. Por eso a veces nos preguntamos eso de ¿y qué le encontró?, o nos sorprendemos de ver una pareja unida por la violencia o el desprecio. La psicoanalista Dalila Arpin se ha tomado el tiempo, en su libro “Parejas célebres”, de analizar algunas de ellas para situar esos lazos inconscientes. Parejas como la mítica de Eva y Juan Domingo Perón, la improbable de Salvador y Gala Dalí, la clandestina de los filósofos Heidegger y Arendt o la enigmática de Picasso y la fotógrafa Dora Maar, con cuya estudiosa, y crítica de arte, Victoria Combalia conversará, para todos los interesados, esta noche (19:30h) en la sede de la Biblioteca del Campo Freudiano de Barcelona.

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