Benito Mussolini fundó los "Fasci italiani di combattimento" el 23 de marzo de 1919, en Milán, en Italia.
¿Existe el peligro de un retorno del fascismo?
Cuando se lo pregunto al historiador Emilio Gentile (Italia, 1949) su respuesta es contundente.
"No, en absoluto".
Sin embargo, en los últimos tiempos los presidentes de EE.UU, Rusia, Brasil, Hungría y muchos otros líderes políticos de América y de Europa han sido tildados de fascistas por sus políticas migratorias o por su nacionalismo.
Pero ¿es correcto definirlos así?
Gentile conoce a fondo el fascismo ya que ha dedicado toda su vida académica a analizarlo.
Este movimiento político nació oficialmente la noche del 23 de marzo de 1919, cuando Benito Mussolini, un exdirector de diario, fundó en Milán el grupo "Fasci italiani di combattimento".
El grupo reunía a ex combatientes de la Primera Guerra Mundial, un conflicto que había dejado a Italia, como casi toda Europa, sumida en una profunda crisis política, económica y social.
Al cabo de unos pocos años Mussolini alcanzó el poder gracias al apoyo del Rey Víctor Manuel III, de grandes empresarios y del Vaticano, así como mediante el uso de la violencia.
En 1925 el "Duce" asumió todos los poderes y transformó el régimen parlamentario y democrático en un estado totalitario regido por la falta total de libertades individuales, políticas, de organización y de pensamiento.
Mussolini y su movimiento se convirtieron además en una referencia para los regímenes autoritarios de todo el mundo, en particular para Adolf Hitler.
El "Duce" apoyó el régimen nazi alemán durante la Segunda Guerra Mundial y, como Hitler, fue derrotado en 1945.
Pero no así el fascismo como ideología política, que se ha mantenido viva en muchos movimientos de extrema derecha.
Pero ¿qué es exactamente el fascismo?
El historiador Stanley G. Payne afirmó en uno de sus numerosos estudios sobre el fascismo que "sigue siendo el más indefinido entre los términos políticos más importantes".
Cien años después de su aparición sobre el escenario de la historia, BBC Mundo habla con el historiador Emilio Gentile sobre su vigencia.
¿De qué hablamos cuándo hablamos de "fascismo"?
Hay que distinguir entre un fascismo histórico, que es el régimen que, a partir de Italia, marcó la historia del siglo XX y se extendió a Alemania y a otros países europeos en el período entre las dos guerras mundiales, de lo que se suele llamar fascismo después de 1945, que se refiere a todos aquellos que usan la violencia en movimientos de extrema derecha.
¿Qué diferencias hay entre las dos definiciones?
Se trata de una diferencia substancial, porque varios movimientos de extrema derecha ya existieron antes del fascismo y no generaron un régimen totalitario.
¿Qué se entiende por "extrema derecha"?
Cualquier movimiento que se oponga a los principios de la Revolución Francesa de igualdad y libertad, que afirme la primacía de la nación, pero sin necesariamente tener una organización totalitaria o una ambición de expansión imperialista. Sin el régimen totalitario, sin la sumisión de la sociedad en un sistema jerárquico militarizado no es posible hablar de fascismo.
Entonces ¿cuándo se puede hablar de "fascismo"?
Podemos hablar de fascismo si nos referimos a lo que fue el fascismo histórico, cuando un movimiento de masas organizado militarmente conquistó el poder y transformó el régimen parlamentario en un estado totalitario, es decir, en un estado con partido único que pretendía transformar, regenerar o incluso crear una nueva raza para sus objetivos imperialistas y de conquista.
O sea, ¿solo cuando nos referimos a esa experiencia concreta?
Sí, a la época histórica entre las dos guerras mundiales, cuando aún existía la voluntad de conquista y de expansión imperial a través de la guerra. Si estas características estuvieran todavía presentes hoy, podríamos hablar de fascismo. Pero me parece que es completamente imposible: incluso aquellos países que aspiran a tener un papel hegemónico lo buscan a través de la economía y no a través de la conquista armada.
¿No cree que exista el peligro de un retorno del fascismo?
No, no lo creo absolutamente porque en la historia nada vuelve, ni siquiera de una manera diferente. Lo que existe hoy es el peligro de una democracia que, en nombre de la soberanía popular, puede asumir características racistas, antisemitas y xenófobas. Pero en nombre de la voluntad popular y de la democracia soberana, que es absolutamente lo opuesto al fascismo, porque el fascismo niega absolutamente la soberanía popular.
Estos movimientos, en cambio, son definidos en Europa como "democracias iliberales", porque se afirman como una expresión de la voluntad popular, pero niegan que este derecho pueda extenderse a todos los ciudadanos, sin discriminar entre los que pertenecen a la comunidad nacional y los que no.
Donald Trump, Vladimir Putin, Jair Bolsonaro, Viktor Orbán y otros líderes políticos han sido tildados de fascistas por sus políticas migratorias o por su nacionalismo. ¿Es correcto definirlos así?
Si afirmamos esto, podríamos decir entonces que todos ellos son hombres y que todos son blancos. Pero al mismo tiempo no entenderíamos nada sobre la novedad de estos fenómenos. No se trata de aplicar el término "fascista" para todos los contextos, sino de entender cuáles son las causas que han generado y hecho proliferar estos fenómenos. En todos estos países, estos movimientos extremistas se afirmaron sobre la base de un voto popular.
Cree entonces que se está abusando de la palabra "fascismo" para definir a estos gobiernos?
En mi opinión, es un gran error porque no nos hace comprender la verdadera novedad de estos fenómenos y del peligro que entrañan. Y el peligro es que la democracia puede convertirse en una forma de represión con el consentimiento popular.
La democracia en sí misma no es necesariamente buena. Solo es buena si realiza su ideal democrático, es decir, la creación de una sociedad donde no hay discriminación y donde todos pueden desarrollar su personalidad libremente, algo que el fascismo niega por completo. Entonces, el problema hoy en día no es el retorno del fascismo, sino cuáles son los peligros que la democracia puede generar por sí misma, cuando la mayoría de la población - o al menos la mayoría de los que votan - eligen democráticamente a líderes nacionalistas, racistas y antisemitas.
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