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Los miedos son malos consejeros. Analizamos cómo se combate el fenómeno psicológico capaz de paralizar al individuo e incrementar sus preocupaciones.
Cuenta la mitología griega que Damocles era un cortesano envidioso del poder y los lujos de su señor, el rey Dionisio II. Para que entendiera lo que suponía ser el monarca, este le invitó a sentarse en su trono para que, durante un gran festejo, fuera atendido como si fuera el propio rey. Cuando empezó la fiesta, Damocles se dio cuenta de que sobre su cabeza pendía una espada afilada, suspendida del techo solo por un fino pelo de crin de caballo. Instantáneamente, dejó de disfrutar y de desear ser como el rey.
Esta leyenda, que pone énfasis en el miedo a que en cualquier momento caiga esa espada y le mate, fue la que se tomó como referencia por psiquiatras y psicólogos para definir la angustia que provoca en muchas personas una ansiedad injustificada o poco probable, y que se manifiesta especialmente en pacientes que superaron un cáncer.El miedo a una recaída puede ser atenazante y poco realista en muchos casos. “En los últimos años se han alcanzado tasas de respuesta y curación que han dado lugar a supervivencias extraordinarias a muy largo plazo y manteniendo su calidad de vida”, explica el doctor Alejandro Riquelme, jefe de Oncología del Hospital La Luz de Madrid. Según el informe 2019 de la Sociedad Española de Oncología Médica, la mortalidad del cáncer en España ha experimentado un fuerte descenso en las últimas décadas, situándose en 300 hombres y 188 mujeres de cada 100.000 casos.
La supervivencia de los pacientes es similar a la del resto de países de nuestro entorno, situándose en un 53% a los cinco años. “La probabilidad de reincidencia depende del tipo de cáncer, del estadio inicial, del tratamiento recibido y de factores de riesgo individuales. En cualquier caso, la mayoría no presentará una recaída si son diagnosticados de forma precoz y tratados con los tratamientos adecuados”, prosigue el doctor.
Sin embargo, el Síndrome de Damocles no es exclusivo de personas que superaron un cáncer. “Todos recibimos influencias desde pequeños que nos provocan ciertos miedos, como el que se tiene a la oscuridad. Una persona aprensiva presta tanta atención a su preocupación que ésta se incrementa sin que el peligro real haya aumentado”, dice el psicólogo Joan Salvador Vilallonga, especializado en pacientes oncológicos.
Afortunadamente, existen pautas que nos permiten medir nuestra tendencia a esa ansiedad injustificada: “dejar de hacer cosas que hacíamos sin que haya ningún impedimento y sentir alivio por ello, ver que hacemos lo mismo de siempre pero cada vez tomando más precauciones o notar que dedicamos más tiempo a pensar en preocupaciones, sin que nada haya cambiado”, son algunas de ellas, según Vilallonga.
Superarlo es un trabajo personal. “Quizás debido a la tecnología, tanto médica como general, creemos poder controlar la naturaleza y el destino. El agobio ante el futuro tiene que ver con el intento de que la vida sea como tú quieras, y eso no es posible. El miedo a la soledad y al fracaso son deseos del ego y, aunque no serían injustificados, tienen que ver con carencias del presente proyectadas en el futuro. La vida es como es, no como queremos que sea”, argumenta Hernán Cancio, director del Instituto Antae de psicología aplicada. “Si se consigue un adecuado enfoque a través de un trabajo personal realizado con profesionales, esta característica podría ser reconducida hacia el autocuidado y no hacia el pesimismo”, añade el doctor Riquelme.
También tiene un componente grupal. La familia y los amigos juegan un papel fundamental. “Todos han sufrido el impacto de un modo u otro y se trata de renovarse juntos. Eso de que hay que tirar para adelante y olvidar lo malo no suele ayudar mucho. Algunas personas necesitamos hablar y, si nos dicen esas cosas, parece que fuéramos débiles. Hay que hablar de las cosas para poder superarlas”, continúa Cancio. “Si tu familia se asusta, es normal que te asustes tú también. Por otro lado, si le quitan importancia a tu preocupación, será fácil sentirse incomprendido. Lo ideal es sentir el apoyo de nuestros allegados, que no estamos solos. Familia y amigos deben entender que un cierto nivel de ansiedad es normal. Deja de serlo cuando causa un gran malestar o dificulta las actividades diarias”, añade Vilallonga.
Así, la comunicación activa es clave para afrontar el miedo y la ansiedad. “Es importante facilitar la expresión de las emociones, poner nombre a cada una de ellas, validarlas y conseguir una adecuada gestión adaptativa”, explica el doctor Riquelme, que también considera que los médicos y terapeutas deben fomentar la sensación de autocontrol del paciente, “que no lo cedan por completo a los facultativos en un intento de gestionar la incertidumbre”.
Sin embargo, a pesar de todo esto, lo contrario al Síndrome de Damocles –un exceso de optimismo– es igual de peligroso. “Puede llevarnos a desatender riesgos que, claramente, están ahí. Lo podemos comprobar cuando conducimos o tenemos relaciones sexuales de forma temeraria, o cuando apostamos sin control”, explica el psicólogo. “Sin embargo, tendemos más a protegernos que a ser imprudentes porque, antes de intentar conseguir más, priorizamos asegurar lo que tenemos y que nos permite seguir adelante”.
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