sábado, 16 de marzo de 2019

Infidelidades y alcoholismo: la desconocida vida sexual de El Gordo y el Flaco

El Gordo y el Flaco

"El Gordo y el Flaco". FOTO: CORDON PRESS


El dúo cómico más popular del cine compartió también una vida amorosa de película. Repasamos sus vivencias justo antes del estreno del filme en el que John C. Reilly y Steve Coogan les interpretan.



Fueron el dúo cómico más famoso de Hollywood, referentes del cine slapstick e inspiración para varias generaciones de humoristas. La película El Gordo y el Flaco, protagonizada por John C. Reilly y Steve Coogan, reivindica con nostalgia el legado de estos dos iconos, que, desde finales de los años 20 hasta su ocaso en los 50, aparecieron en más de 100 películas y cortometrajes. El biopic que se estrena este fin de semana, inspirado en el libro de A. J. Marriot, Laurel and Hardy: the British Tours’ (1993), se centra en sus últimos años sobre el escenario, cuando Laurel y Hardy emprendieron la que sería su gira de despedida por Reino Unido y lo hicieron acompañados de sus respectivas esposas.
En el entrañable filme de Jon S. Baird, Laurel (el Flaco) es descrito como el cerebro creativo del tándem, un adicto al trabajo, tan ambicioso como su mujer, la rusa Ida Laurel –interpretada por Nina Arianda– una bailarina, un tanto melodramática y extravagante, de marcado acento, que animaba a su marido a seguir adelante, aprovechando todas las oportunidades que se le pudieran ofrecer. Ida, en realidad, escondía un punto vulnerable, ya que, según ella, lo que le atrajo del cómico fue su soledad. En el caso de Hardy (el Gordo), como siempre tuvo dolores en las piernas por sus problemas de sobrepeso (agravados en los años 50, cuando llegó a los 180 kilos), a su esposa Lucille Hardy (Shirley Henderson), la pintan inquieta pero inexpresiva, sin perder los papeles, siempre interesada por su salud, pero de forma despreocupada (bromeaba llamándole por uno de sus apodos, “babe”, porque parecía un bebé gigante), sin coartar a su marido la decisión de continuar o no con el show.
Con caracteres muy diferentes, Ida y Lucille sí compartían una fe ciega por sus cónyuges, a los que regañaban ejerciendo casi de madres, aconsejaban como si fueran sus managers y protegían como si fueran sus iguales. Fuertes e inteligentes, parecían formar el equipo perfecto. Pero no todo fue un camino de rosas en lo profesional y en lo personal para estas dos leyendas del humor. En su escalada hacía el éxito y hasta llegar a conocer a sus medias naranjas, los populares Laurel y Hardy sufrieron un calvario sentimental, con tormentosas relaciones, trufadas de celos, infidelidades y problemas con el alcohol, que les llevaron a divorciarse en varias ocasiones. La imagen menos conocida de los siempre afables comediantes.
El Gordo y el Flaco
John C. Reilly como Oliver Hardy, y Steve Coogan interpretando a Stan Laurel. FOTO: CORDON PRESS
Primeros años: Infidelidades y un soborno
Oliver Hardy (1892-1957), el Gordo, nació en Georgia (Estados Unidos) en una familia de divorciados: su padre Oliver se casó en terceras nupcias con su madre, Emily, que era viuda (segundo matrimonio para ella). Sin antecedentes familiares, Hardy se sintió atraído por el cine tras trabajar como proyeccionista.
Stan Laurel (1890-1965), el Flaco, nació en Lancashire (Reino Unido) en una familia de gente del teatro. Debutó a los 16 años y se unió a una gira por Estados Unidos en una compañía en la que trabajaba un joven Charles Chaplin, al que se encargaba de sustituir.
En 1913, con 21 años, Hardy se casó con Madelyn Saloshin, que, con las mismas inquietudes artísticas que él, se ganaba la vida tocando el piano. Hardy trabajaba de día en los estudios Lubin y de noche, como cantante de cabaret, lo que llevó al aparente bonachón (aunque siempre hacía de villano en los cortometrajes por su corpulencia: medía 1,90 de estatura) a flirtear con toda mujer que se le cruza por delante. Madelyn harta de sus infidelidades le pidió el divorcio siete años después. Durante su primer matrimonio, Hardy llegó a vivir en Nueva York y en Los Ángeles, donde ya en 1918 coincidió con Stan Laurel.
Por su parte, Laurel conoció a la australiana Mae Dahlberg en 1919, otra mujer con aspiraciones artísticas. Es más, fue la propia Mae la que le puso el nombre de Stan Laurel (en realidad, se llamaba Arthur Stanley Jefferson). La pareja actuaba en teatros interpretando los guiones escritos por Laurel. Seis años después, en 1925, un estudio ofreció a Laurel rodar una serie de películas, pero sin su compañera. Ante el temor de que ella se interpusiera en su camino, el productor Joe Rock recurrió al soborno con tal de eliminar el posible obstáculo: le pagó un billete de barco a Australia y una buena suma de dinero que ella aceptó sin pensárselo. Laurel consiguió introducirse en el mundo del cine, pero a costa de quedarse sin la mujer que había creado su identidad.
La fama: alcoholismo y tragedia
El mismo año en que Hardy se divorció (1921), y, sin darse un respiro, se casó con la actriz Myrtle Reeves. Pero poco duró aquel segundo matrimonio, esta vez por la adicción de ella a la botella. Algo tendría que ver el cómico, porque después de su separación, Reeves levantó cabeza, siguió rodando películas y murió en 1983 a la edad de 86 años. Si en casa la cosa no iba nada bien, en lo profesional fueron años de éxito y fama. En 1927, Hardy y Laurel comenzaron a trabajar juntos, aunque contratados de forma independiente, y llegaron a ganar un Oscar por el corto La caja de música (1932), cerrando el año con una exitosa gira por Europa.
Laurel, por su parte, se casó también con una actriz, Lois Neilson, en 1926, justo un año después de que su ex montara en un barco rumbo a las Antípodas. Con Lois tuvo a su hija Lois y a Stanley, que nació prematuro y falleció en 1930. Su muerte destrozó el matrimonio y se separaron en 1934, justo cuando Laurel había rodado junto a Hardy, Compañeros de juerga, considerada su mejor película. Lois Neilson llegó a vivir hasta los 94 años, muriendo de causas naturales, y su hija Lois falleció en 2017, a la edad de 89 años. Al tiempo que se divorció de Lois, Mae regresó de Australia para demandarle una manutención, un asunto que se arregló fuera de los tribunales.
El Gordo y el Flaco
El Gordo y el Flaco en una escena de la pelicula ‘The Further Perils of Laurel & Hardy’ en 1967. 
FOTO: CORDON PRESS
¿Bigamía? e intento de asesinato
Una pianista, una actriz y… una script. Sin salir del set, el Gordo conoció a la que sería su tercera y última mujer, Virginia Lucille Jones durante el rodaje de la película Locos del aire (1939) y con la que estaría hasta el final de sus días.
Sin embargo, es Laurel el que protagoniza el peor de los culebrones posibles, tal vez, por su miedo a quedarse solo. Un año después del divorcio de Lois, en 1935, Laurel se casó con Virginia Ruth Rogers, de la que se divorció dos años después por no haber superado a Lois. En 1938, se casó con Illeana Shuvalova, lo que provocó que Ruth le tildara de bígamo, algo totalmente falso. Para más inri, Illeana acusó al actor de intentar enterrarla viva. Tras el divorcio de Illeana en 1940, ¡tachán! Laurel se volvió a casar con Ruth. Aunque se casaron por segunda vez, el matrimonio no duró y se divorciaron en 1946, año en el que volvería a contraer matrimonio con Ida Kitaeva, con la que estuvo hasta su muerte.
Sus mujeres hasta el final
Durante la gira por Reino Unido que narra la película, a Hardy, de 61 años, le dio un ataque al corazón. Laurel, por su parte, sufrió un leve derrame cerebral en 1955, a los 65. En 1956, el Gordo se tomó en serio la dieta y llegó a bajar a los 95 kilos. Paradójicamente, el hecho de que sus amigos y, sobre todo, los fans no le reconociesen por su nuevo físico provocó que el actor cayera en una depresión, que le llevó a encerrarse en casa junto a su mujer Lucille. Cual efecto dominó, en menos de un año, Hardy sufrió un derrame cerebral que le dejó inmovilizado y sin poder articular palabra. Y volvió a perder muchísimo peso (llegó a los 55) tras serle diagnosticado un cáncer. Lucille le cuidó hasta su muerte en 1957, a los 65 años.
Laurel, que no pudo acudir al funeral por prescripción médica, no superó la muerte de su colega y se negó a trabajar en ningún otro proyecto. En 1961, le dieron un Oscar honorífico, que no recogió por su delicado estado de salud. En 1962 sufrió una hemorragia en un ojo y dos años después, un cáncer de paladar. Lauren falleció de un infarto a los 74 años, una década después que su amigo. Sus mujeres les sobrevivieron muchos años: Ida murió a los 81 (en 1980) y Lucille, que se volvería a casar con un empresario, a los 77 años (en 1986).

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