Este material ya le ha costado la vida a un millón de aves, ha matado a cientos de miles de mamíferos y ha colonizado nuestro intestino
Una familia de albatros comiendo bolsas y envoltorios de alimentos humanos. Los cadáveres de decenas de aves llenos de tapones de botellas. Un cachalote muerto en una playa de Murcia tras haber ingerido hasta 29 kilos de plástico y, en la otra punta del planeta, en la isla de Célebes (Indonesia), una ballena con más de mil objetos en su interior —chanclas, vasos y botellas entre ellos—. Son imágenes que se repiten cada poco tiempo y que dejan un rastro de muerte: según las estimaciones de las Naciones Unidas (ONU), estos desechos le han costado la vida a un millón de aves y a 100.000 mamíferos.
Quizás, para muchos, que el resto de especies del planeta se alimenten de nuestra basura no sea importante. Pero el exceso de la producción de plásticos no solo les afecta a ellos, también perjudica a nuestra salud. Un estudio de muestras de heces de personas de distintos países —como Reino Unido, Italia, Rusia y Japón— ha encontrado hasta una decena de partículas de diferentes tipos de este material. Es decir, también están en nuestro intestino, y llegan hasta allí por la cadena alimenticia.
El problema de los plásticos es grave. A estas alturas, no cabe ninguna duda. En los últimos 10 años hemos fabricado más cantidad que en toda la historia de la humanidad y para 2020 se espera que supere en un 900% al producido en 1980, alerta GreenPeace. El planeta está repleto, y los mares y océanos se llevan la peor parte. "Cada año llegan entre ocho y 12 millones de toneladas. Esto es como si se descargara un camión lleno cada minuto del día", explica Alba García, responsable de la campaña de plásticos de Greenpeace.
El océano Pacífico es el más perjudicado. Allí flota una isla de basura que, según un estudio publicado en la revista Nature, tiene casi tres veces la superficie de Francia. Y podría triplicar su tamaño en la próxima década, apunta la investigación The future of the sea, que denuncia la "ceguera marítima" de la humanidad. Como reflejaba la viral portada de la revista Timede junio de 2018, "lo que vemos es solo la punta del iceberg, en torno a un 15% de todo lo que hay. La mayor parte está en el fondo", asegura García. Y estará allí mucho tiempo. Dependiendo del tipo de plástico, "puede tardar entre decenas y cientos de años en degradarse", asegura García. El tiempo para una botella, por ejemplo, puede rondar el medio milenio.
Reciclar no es suficiente
Llegados a este punto, mirar hacia otro lado y hacer como si no nos afectara o no tuviéramos nada que ver es, como mínimo, un acto de imprudencia. La solución, dice la ONU, está en nuestras manos. Y ya no basta con separar la basura en distintos cubos y tirar los envases en el amarillo. Es necesario hacer mucho más. Por esto surgen iniciativas como #breakfreefromplastic, un movimiento global al que pertenecen más de 1.300 organizaciones y que busca acabar con este tipo de contaminación. Y también de manera individual hay quienes deciden vivir sin este material.
Ejemplo de ello son Patricia y Fernando, una pareja que decidió cambiar sus hábitos de consumo en 2015. "Empezamos poco a poco", explica Patricia a BUENAVIDA. Lo primero fue abrir un blog, Vivir sin plástico, en el que poder relatar su experiencia. Cada semana guardaban todos los plásticos que usaban y los domingos les hacían una foto con un único objetivo: reducirlo. Varias bolsas de supermercados, paquetes de ensaladas, envoltorios de frutos secos o envases de yogur son algunas de las cosas que componen la imagen de la semana cero.
Desde entonces, han pasado algo más de tres años y la fotografía ha cambiado por completo. "Vivimos prácticamente sin plásticos", dice Fernando, quien reconoce que no se puede eliminar el 100%: "El móvil desde el que estamos hablando tiene componentes de este material, por ejemplo". Pero las partes de un teléfono tampoco son donde debemos poner el foco del problema de la contaminación, sino todos aquellos productos desechables de los que se puede prescindir. "Los que tienen una vida corta y acaban reciclándose o en la basura", continúa Fernando.
Para vivir sin plásticos, la clave está en la organización
Esta forma de vivir está supeditada a ciertas variables, como, por ejemplo, el lugar en el que resides, reconocen. "Quizás sea más sencillo en una ciudad grande, donde la oferta es mayor y hay más posibilidades de comprar en tiendas a granel. En Madrid las hay hasta de detergentes y cosméticos", apunta Patricia, quien matiza que "en pueblos pequeños se puede acudir a fruterías o huertos en lugar de los supermercados".
En su caso, además de optar por este tipo de comercios y de acciones que todos conocemos, como usar bolsas reutilizables para la compra, han decidido elaborar ellos mismos ciertos productos para cubrir necesidades básicas, como la pasta de dientes y el enjuague bucal: "Muchas veces hemos hecho jabón, aunque normalmente lo compramos en pastillas y con ellas preparamos detergentes para lavar los platos o la ropa", indica Fernando.
La clave para conseguir ser más sostenibles está en "tomar conciencia y querer", asegura Fernando. Y aunque romper la rutina pueda parecer costoso al principio, "llega un punto en el que no notas que estés haciendo ningún esfuerzo", apunta Patricia. La mayor dificultad no la han encontrado en ellos mismos, sino en los demás. "Sobre todo al principio la gente no entiende lo que es vivir sin plástico. Cuando te hacen regalos con envoltorios de este material y te cuesta rechazarlos o aceptarlos, o cuando vas a la compra y la persona que está en mostrador te mira extrañada porque no quieres bolsas de plástico", relata Fernando. Sin embargo, reconocen que con el tiempo también se hace más fácil, sobre todo porque quienes te rodean conocen y respetan la decisión.
Hay más conciencia, pero faltan medidas
También la sociedad en su conjunto está más concienciada con el problema. Ejemplo de ello es la huelga estudiantil que se llevó a cabo ayer en más de 1.000 ciudades. Un movimiento sin precedentes iniciado por la activista sueca Greta Thunberg (de 15 años), que decidió plantarse cada viernes frente al parlamento de su país para pedir a su Gobierno que tomase medidas contra el cambio climático. Y no solo son los más jóvenes. El mensaje, asegura García, está calando en todas las generaciones: "A la gente le llegan las campañas, aunque necesitamos darnos cuenta de que no basta con reciclar".
De hecho, lo de separar la basura no se nos da del todo bien. En España, solo se recicla el 25% de los envases que tiramos —cada año siguen llegando a los vertederos 750.000 toneladas— y "en torno a un 60% de las cosas que tiramos al contenedor amarillo no deberían estar ahí", dice García. Ante la excusa (que todos hemos escuchado alguna vez) de quienes no quieren usarlo porque "luego lo juntan todo", García es contundente: "Esta práctica es ilegal y si alguien tiene conocimiento de que se haga, puede denunciarlo". Desde la web de Ecoembes también desmienten este bulo: "Es inevitable que en la recogida algunos residuos lleguen a las plantas con impurezas, pero allí son separadas y eliminadas por métodos manuales y automáticos para su tratamiento".
Parece claro que, teniendo la información, no hay excusas posibles. Pero "hay que hacer más", dice García. Y, aunque "no todo el mundo tiene que eliminar los plásticos por completo de su vida", señalan Patricia y Fernando, existen otras medidas que podemos tomar para atajar el problema desde su origen. Una de las más efectivas, asegura la responsable de la campaña de plásticos de GreenPeace pasa por señalar a las empresas que producen este tipo de objetos: "Cuando encontremos desechos en las playas o en las calles, hagamos una foto y compartámosla en las redes para pedir a las compañías que acaben con la producción de este tipo de objetos". Solo pisando el freno podremos evitar llegar al punto de no retorno, que las Naciones Unidas ha fechado en 2030.
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