martes, 2 de abril de 2019

La época dorada de los jets privados



DREAMSTIME/EXPANSION



Ante un sistema financiero global fracturado que hace más urgentes sus viajes entre fronteras, la aviación privada cobra cada vez más sentido sobre los vuelos regulares para los empresarios.


En una soleada mañana la pista de estacionamiento del aeropuerto privado británico de Farnborough se asemeja más al museo personal de un multimillonario que a un aeródromo en activo. El aeropuerto está lleno de jets privados inmaculados. Su consejero delegado, Brandon O'Reilly, explica que proceden de países como San Marino, España, Gabón o, en un buen número, la Isla de Man, donde algunas de las personas más ricas del mundo se han establecido por motivos fiscales.

Ante la incertidumbre económica y política que se vive en Reino Unido y en otros muchos países, la gente con más recursos aprecia la discreción, la privacidad y la rapidez que ofrece la aviación privada. Preocupados por el escrutinio público, la seguridad y los impuestos, y ante un sistema financiero global fracturado que hace más urgentes sus viajes entre fronteras, la aviación privada cobra cada vez más sentido sobre los vuelos en primera clase para los empresarios y la gente rica que viaja por placer.

En Farnborough, se cuida la estética hasta el más mínimo detalle. El césped cortado, la señalización clara, los aviones aparcados en cuidadosas filas y un diseño de edificios elegante distinguen en cierta medida a Farnborough de la maraña de edificaciones que suelen formar un aeropuerto. El alquiler de un hangar cuesta unas 200.000 libras anuales.


La gente con más recursos aprecia la discreción, rapidez y privacidad que ofrece la aviación privada


Nuestro coche pasa junto a uno de los cuatro aviones que pertenecen a la multinacional de productos químicos Ineos. El presidente de la compañía, Jim Ratcliffe, el hombre más rico de Reino Unido, viaja de forma habitual entre el país y su residencia en Mónaco. O'Reilly se muestra prudente cuando le pregunto por otros multimillonarios que utilicen el aeropuerto. La discreción, señala, es la mejor parte de nuestra propuesta para atraer a clientes. Muchos proceden del Golfo Pérsico, explica; cada vez un mayor número son de China, que se suman a las grandes fortunas tradicionales de EEUU y Europa. Los rusos también están presentes, ya que el aeropuerto está a 30 kilómetros de la finca de St George's Hill, hasta hace poco la comunidad exclusiva favorita en Reino Unido tanto de los que gozan del favor de la nueva Rusia de Putin como de los que no lo hacen.

En uno de los hangares, un equipo de cuatro hombres saca brillo a un jet hasta ver su reflejo. O'Reilly se niega a revelar el nombre del propietario. El avión no necesita tanto cuidado, pero su dueño quiere que esté inmaculado para cada vuelo.

Farnborough es la base permanente de más de 60 aviones, pero dado que los hangares presentan una ocupación del 70%, y que la demanda de espacio ocasional está experimentando un fuerte aumento, se está planificando una expansión. También se planea construir nuevos hangares que reemplacen a los antiguos, de forma que todo el aeropuerto tenga una estética elegante y brillante, con la principal terminal de pasajeros y la torre de control como eje.


Cimientos firmes

Pese a la incertidumbre económica provocada por el Brexit, y la oposición política y el enfado de los populismos que podrían augurar la actividad aérea de los más ricos, la aviación privada en Reino Unido, al menos en lo que se refiere a Londres, parece asentarse sobre unos cimientos sólidos.

Luton, el mayor aeródromo para jets privados que da servicio a la capital, sufrió una ligera caída del tráfico en 2018 debido a las nuevas restricciones sobre los tiempos de aterrizaje y el ruido, según WingX, una compañía especializada en el seguimiento del negocio de la aviación. Pero Farnborough y Biggin Hill, los otros dos aeropuertos de Londres para aviones privados, han experimentado un enorme crecimiento. Según Richard Koe, cofundador de WingX, esto se debe en parte al cierre durante seis meses por renovación de RAF Northolt, un aeródromo militar al noroeste de Londres que también se utiliza para vuelos civiles. Pero también, añade, a la tendencia extendida entre la gente adinerada a optar por los jets privados frente a las aerolíneas comerciales en Reino Unido.

El tráfico en Farnborough creció un 18% en 2018. En Biggin Hill, a 25km al sudeste de Londres, el incremento superó el 25%. Los vuelos repuntaron durante el verano, ya que un número récord de pasajeros descartó las salas de primera clase de los aeropuertos londinenses de Gatwick y Heathrow y contrató sus propios aviones a Niza, París y las Tierras Altas de Escocia. Farnborough registró más de 3.000 despegues y aterrizajes adicionales entre junio y septiembre que en años anteriores.


Helicóptero de la empresa CastleAir, en Londres.

Un día cualquiera, y con sólo dos horas de preaviso, el personal de tierra de Farnborough, Biggin Hill o Luton está listo para ponerse a disposición de los jets privados y de sus pasajeros, y para recogerlos con una limusina o un helicóptero. El personal de Farnborough ha convertido la discreción en un arte: los controles de seguridad de los pasajeros más ricos de los aviones privados se realizan a bordo o antes del despegue.

En el aeropuerto London City, donde operan vuelos privados y regulares, el personal asegura que puede hacer pasar el control fronterizo a los pasajeros de aviones privados en 90 segundos. En Biggin Hill, helicópteros transportan a pasajeros hasta el centro de Londres durante el día en seis minutos. El mismo viaje en taxi duraría una hora en un día bueno. Andy Patsalides, el responsable de márketing de Biggin Hill, explica: "Lo que vendemos es tiempo y control. Aquí no hay vuelos regulares. Puedo recibir la llamada de alguien de China o de Alemania, y no importa de quién se trate, puedo conseguirle espacio para aterrizar. Si se retrasa, no hay problema. No tenemos restricciones de horario".



Seguridad


La rapidez y la eficiencia de la propuesta prácticamente bastan para convertir la aviación privada en un modo de transporte completamente diferente a los vuelos regulares, por muy lujosos que sean. No obstante, el uso en alza de los jets privados en Reino Unido plantea cuestiones más preocupantes para el país, la más obvia la seguridad. La pregunta que surge es, teniendo en cuenta los acontecimientos recientes, hasta qué punto resulta sostenible que grandes números de aviones procedentes de Rusia y del Golfo Pérsico sigan aprovechando la leve estructura de seguridad de la aviación privada en Reino Unido.

No puede obviarse que cuanto más dinero se tiene, menor molestia parecen ocasionar los controles de seguridad fronterizos británicos. La regulación de Reino Unido que rige los controles de seguridad permite la "autorización remota" de determinados vuelos, lo que implica que sus pasajeros no tienen que detenerse y superar un control de seguridad cuando entran en Reino Unido. Estos vuelos reciben la aprobación remota de funcionarios de fronteras partiendo de una serie de criterios de evaluación del riesgo. En el pasado, no obstante, la falta de recursos de los funcionarios de fronteras -especialmente en áreas secundarias como los jets privados- derivó en violaciones generalizadas de los protocolos. Según el informe del año 2015 del Inspector Jefe Independiente de Fronteras e Inmigración, "[el cuerpo fronterizo] rara vez tenía capacidad para atender vuelos más allá de los clasificados de alto riesgo". En otras palabras, la mayoría de los vuelos privados no pasaban control alguno.


Los controles de seguridad a los pasajeros se realizan de forma remota a bordo del avión


La escasez de recursos también llevó a que una parte de los vuelos tampoco se inspeccionase de forma remota: casi uno de cada diez aviones privados en 2015. Pero muchos de los que trabajan en la industria de la aviación privada aseguran que se han producido mejoras significativas en los últimos años. Esto se debe en parte al mayor énfasis puesto en la inteligencia. Se puede estar seguro de que los oligarcas saudíes y rusos estarán en los radares de los servicios de seguridad, afirmó un ex agente de policía, con independencia de si sus maletas se registran al aterrizaje o al despegue. Sólo porque no se registre a alguien físicamente no quiere decir que no se les haya investigado, señala: la vigilancia policial moderna recurre mucho más a las bases de datos y a la inteligencia avanzada que a los registros aleatorios para prevenir la actividad ilegal.

Según fuentes familiarizadas con la situación, Biggin Hill y Farnborough han trabado una estrecha relación con el SO15, el comando antiterrorista de la policía metropolitana de Londres, para permitir que los aeropuertos operen con mayor flexibilidad. "Queríamos establecer un servicio mejorado para nuestros clientes", asegura O'Reilly. "Hemos trabajado con las autoridades regulatorias en ese sentido. Pero siguen siendo los funcionarios de frontera los que dicen qué puede o no puede suceder".



Un modelo distinto


Seguridad aparte, la dinámica de gestionar un aeródromo para jets privados y sus pasajeros es considerablemente distinta a la de los aeropuertos tradicionales para grandes aviones de pasajeros. "Si eres mi cliente, no te quiero en mi terminal", explica Patsalides. Es la mentalidad opuesta a la de gestionar grandes aeropuertos comerciales, señala, donde el negocio consiste en animar a los pasajeros a pasar más tiempo, y a gastar más dinero, en las caras concesiones y tiendas de los aeropuertos. Los aeródromos privados ganan dinero, en primera instancia, convenciendo a los propietarios de aviones para que reserven espacio de aterrizaje y despegue en ellos, y en segundo lugar, de los lucrativos servicios de asistencia que puede necesitar el avión. "Para nosotros, cuanto más tiempo se pase en tierra esperando, peor trabajo habremos hecho".


En Biggin Hill, los beneficios prácticamente se duplicaron a 1,2 millones de libras (1,4 millones de euros) en el año terminado en marzo de 2018. La compañía es una filial de RAL, que también gestiona el aeródromo. En el caso de TAG Farnborough, que administra el aeropuerto de Farnborough, los beneficios aumentaron un 14% a 14,3 millones de libras en 2017. Partiendo de las expectativas de actividad, se prevé que comunique un crecimiento más rápido en 2018.

La aviación privada ofrece a los clientes de negocios un lujo que no puede permitirse ninguna sala de primera clase: pasar menos tiempo en el trabajo. La última hora de la mañana suele ser el momento de mayor actividad en los aeropuertos para jets privados en las cercanías de Londres, y es conocida por muchos como la "hora de los presidentes" debido al gran número de líderes corporativos que vuela en torno a esa hora. La razón es que un vuelo privado a las 11 de la mañana convierte lo que habría sido un viaje haciendo noche para asistir a una reunión en Europa, con sus respectivos trayectos de cuatro horas vía Heathrow, Gatwick o London City, en una excursión de una tarde. El ejecutivo puede tomar un placentero desayuno con su familia, y estar de vuelta en casa para la hora del té.



Los aeródromos trabajan para reducir el impacto ambiental


Tal vez el inconveniente más obvio del crecimiento de uso de aviones privados sea el impacto sobre el medio ambiente. Los aviones que aterrizaron en Farnborough el año pasado transportaban de media a sólo dos pasajeros. Por esta razón, Farnborough se esfuerza por acentuar sus credenciales ecológicos. En 2011 el aeropuerto prometió alcanzar la neutralidad en las emisiones de dióxido de carbono en sus instalaciones en 2019. Brendan O'Reilly, el consejero delegado del aeródromo, asegura que consiguieron el objetivo un año antes, principalmente plantando árboles en la zona. En dos años, sostiene, el aeropuerto habrá reducido a cero los residuos que envía al vertedero, Los defensores del medio ambiente tratarían con indiferencia esas medidas, teniendo en cuenta el impacto de los propios aviones privados. El popular Cessna Citation, por ejemplo, que suele usarse en vuelos de corta distancia por Europa, consume unos 359 litros a la hora. El Gulfstream GIV, el referente para las largas distancias, consume unos 1.817 litros a la hora. Esto equivale a emisiones de CO2 de unos 300 kg y 1.309 kg a la hora, respectivamente. Teniendo en cuenta que los aviones privados podrían llevar a sólo dos pasajeros por vuelo, ocasionalmente alguno más, existe una clara diferencia con la aviación comercial. El vuelo comercial medio produce emisiones de unos 90 kg por pasajero y hora. Aeropuertos exitosos como Farnborough y Biggin Hill, cerca de Londres, también sufren otras limitaciones ambientales. La principal es el ruido. Ambas plazas aseguran trabajar estrechamente con las comunidades locales para mantener unas buenas relaciones. Cuando Farnborough propuso una ampliación, diseñó nuevas rutas para minimizar el impacto sobre los residentes locales. Andy Patsalides, el responsable de márketing de Biggin Hill, asegura que la transparecia ha sido clave. Afirma que los residentes locales entienden el valor que puede aportar un aeropuerto próspero, mencionando que los trabajadores pasaron de unos 1.000 el pasado mayo a más de 1.300 en la actualidad.




SAM JONES/Financial Times 
30 MAR. 2019 

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