jueves, 6 de junio de 2019

La invasión de los superbebés: los peligros de querer criar niños perfectos

ILUSTRACIONES: AKIRANT


Clases de chino a partir de 12 meses, de matemáticas con año y medio... Cada vez más padres buscan dar un 'empujón' a sus hijos desde la cuna. Pero los pedagogos alertan del riesgo de sobreestimular a los pequeños y no respetar su ritmo natural de aprendizaje


Lucía va a clase de lunes a viernes. Una tarde a la semana tiene natación. Patinaje artístico, otra. Y la mañana del sábado: chino. Lucía acaba de cumplir cuatro años. Y con seis meses ya estaba apuntada a Gym&Play, una clase de «estimulación temprana»

Noa está a punto de cumplir tres años. La vemos con su vestido rosa, su coleta a un lado y su timidez. Se sienta, se levanta de la colchoneta, mira para atrás como buscando a alguien -su madre está escondida en el pasillo- y cuando vuelve a mirar al frente se encuentra con su profesora de chino.

A su derecha, otro compañero de 20 meses. Y a su izquierda, su hermano, que ya tiene cuatro años y es bilingüe de inglés, ha hecho dos años de solfeo y el año que viene empezará teatro en la lengua de Shakespeare, que por algo es el rey de las tablas.

Es sábado y son las 11 de la mañana, hora punta en Mozart Kids, una escuela infantil y centro de extraescolares de Madrid que tiene mucho de miniuniverisidad. Alumnos que pueden entrar desde las cinco semanas de vida hasta niños de 12 años. Aquí los pequeños empiezan a escribir las primeras líneas de su curriculum. Y sus padres a hincharse de orgullo.

-Venga Carlos, entra ya, que llegamos tarde.

Carlos con sus 80 centímetros de altura no está seguro de dar un paso al frente. Agarrado de la mano de su padre, le mira, frunce la boca con ese gesto imprevisible del que va a reventar a llorar o a reír a carcajadas. Son microsegundos de tensión que se cortan cuando una pelota le llega a los pies, y elige la segunda opción. Suelta la mano de su padre y corre hacia el patio de recreo donde vuelan otros esféricos y se hace cola para subir al tobogán.

Son los minutos previos a la clase de chino, de robótica, y a la troncal de todas las asignaturas: Gym&Play. Entre semana hay más:

Chino mandarían para bebés de 12 meses.

Tocamates a partir de los 18 meses.

Teatro en inglés desde el año y medio.

Y música en inglés, aprender inglés con música, artekids, chiquitectos,matronatación... Y, también, una escuela para padres.


LICENCIADOS DESDE LA CUNA

Hace medio siglo las madres decían eso de «a ver si mi niño consigue ir a la universidad...». Hoy la universidad empieza desde la cuna, y los padres hablan de Silicon Valley, de conexiones neuronales, de estimulación temprana, psicomotricidad y coordinación óculo-manual.

Y sí, para usar esos términos, necesitan una escuela. O internet, donde se encuentran todos tipo de manuales de crianza: con apego, educación en positivo, método Estivill, o Carlos González, junto a complejas teorías de neurociencia, que según se lean se adaptan al gusto de cada padre.

«Siempre que les pregunto qué quieren de sus hijos, me responden 'que sean felices', pero en consulta vemos otras cosas: desean tener superbebés, los más inteligentes, los más sensibles, hijos-genios y no entienden los daños colaterales que implica todo eso», denuncia Alicia Banderas, psicóloga especializada en educación y autora de Niños sobreestimulados, un libro que alerta a los padres de los riesgos de llenar a sus hijos de actividades y no respetar su ritmo de aprendizaje.

Banderas recuerda a ese bebé de nueve meses al que apuntaron a pilates sin valorar los riesgos físicos para el pequeño. O a aquella niña de tres años que matricularon en pre-ballet y sus músculos no aguantaron. Pero también habla de no respetar el impulso gráfico de los niños, que surge de manera natural entre los dos y tres años, y explica cómo una clase de pintura guiada puede arruinar su descubrimiento.

«Quieren hacerles escribir cuando no son capaces de simbolizar», denuncia. «Hablan de estimulación temprana para bebés, cuando hasta el año, los únicos estímulos que necesitan son la mirada de la madre, las cosquillas que le hace el padre con su barba, las caricias cuando se les cambia el pañal, y poco más».

La estimulación temprana -Gym&Play la llaman en Mozart Kids- es «cualquier juego o contacto con el bebé que se hace para fortalecer y propiciar que desarrollen adecuadamente sus potenciales humanos». La definición es de Ana Belén Domínguez, psicopedagoga y responsable de este taller en la empresa Baby Salus, que ofrece diferentes cursos para los padres que llegan a casa con el recién nacido.





ES LA GENERACIÓN MÁS SOBREESTIMULADA DE LA HISTORIA, CON ALERGIA A LA PACIENCIA, A LA SOLEDAD Y AL ABURRIMIENTOALICIA 
BANDERAS, PSICÓLOGA

«Respetamos los ritmos de aprendizaje», asegura. «Nunca le vamos a pedir al bebé algo que no pueda dar, pero planificamos objetivos para aprovechar la maleabilidad del cerebro. Todos los padres quieren que su hijo sea el mejor en fútbol o en otra actividad, pero la base de cualquier aprendizaje reside en el cerebro. Si no lo estimulamos, nunca lo vamos a conseguir».

-¿Y si un bebé no recibe este tipo de estimulación, qué sucede?

-Si le ayudamos, su cerebro puede llegar a un 8, y si no lo hacemos puede que se queden en un 5 o un 6.

Los estudios sobre el cerebro del bebé se han multiplicado. Publicaciones científicas, manuales para padres, charlas TED, debates en los foros de maternidad y crianza. Y una frase que cae como una losa: «El cerebro del bebé es una esponja». Y con ello conceptos como «periodo crítico», «periodo sensible», o «ventana de oportunidad», que para los que no estén metidos en el asunto, habla de la etapa que va de los cero meses a los seis años. Un tiempo de oro para quienes quieren conseguir que el niño aprenda lenguas, deportes, y desarrolle otras habilidades de forma fácil, rápida, e indolora.

«Durante los seis primeros años el cerebro del niño tiene un potencial que no volverá a disfrutar en toda su vida», cuenta el neuropsicólogo y doctor en Psicología de la Salud, Álvaro Bilbao, en su libro El cerebro del niño explicado a los padres. «En ese periodo asientan las bases neurológicas de su desarrollo intelectual y emocional. Pero aprovechar este potencial no depende de programas de estimulación temprana o de exigir al niño que haga todo tipo de actividades extraescolares. La ciencia ha demostrado que no aporta beneficios a su cerebro y, en algunos casos puede ser hasta nocivo para su desarrollo».

Si las esponjas se usan demasiado, dejan de absorber. Eso es precisamente lo que le preocupa a Alicia Banderas, que nos da así la vuelta a la metáfora y advierte sobre los riesgos que sufre «la generación más sobreestimulada de la historia con alergia a la paciencia, a la soledad y al aburrimiento». La psicóloga reivindica el tiempo de los niños para no hacer nada, como ese espacio en el que dan rienda suelta a su creatividad.

Pero esta historia no solo va de bebés. Sobre todo trata de padres. De padres y sus complejos. De padres y sus inseguridades. De padres que sólo quieren un buen futuro para sus hijos. Y en ello están, intentándolo.

En la consulta del psicoanalista Alejandro Muñoz Recarte hay una paradoja a la que se enfrenta a menudo. Se refiere al momento en el que el hijo intenta «calmar la ansiedad de éxito de sus padres», dice el terapeuta.

Como ejemplo una escena típica: un padre madruga un sábado para ver a su hijo jugar al fútbol. El equipo del niño pierde. El padre se altera, se indigna con el entrenador, con el árbitro, con la pelota si hace falta. Y ahora la explicación: «Estamos en una sociedad muy competitiva y los padres entran en una dinámica narcisista, donde los hijos son un activo más de sus logros vitales. No aceptan que pierdan porque pierden ellos», dice Muñoz, director de la clínica de psicología Aesthesis.


HASTA EL AÑO, LOS ÚNICOS ESTÍMULOS QUE NECESITAN SON LA MIRADA DE LA MADRE, LAS COSQUILLAS DEL PADRE CON SU BARBA Y LAS CARICIAS CUANDO SE LES CAMBIA EL PAÑAL

Entre las tareas de Leticia Rubio está la de «frenar a esos padres» ultracompetitivos. Ella es una de las psicopedagogas de Mozart Kids y reconoce que, en un primer momento, la actividad que escogen para sus hijos es la que les hubiera gustado hacer a ellos: «Ahí entramos nosotros para decirles que son los niños los que tienen que elegir lo que les gusta, que cada uno tiene un ritmo diferente y que no hay que adelantar su aprendizaje. La idea es aprender y disfrutar, y que los padres tengan un espacio para aclarar dudas, para compartir tiempo con sus hijos, para que aprendan a mirarles».

El padre de Lucía mira a su hija y se le cae la baba. «A ella la estimulación temprana la ayudó muchísimo, la puso fuerte, empezó a caminar antes que su prima, y ha conseguido que la acepten en las clases de patinaje artístico porque tiene muy buen equilibrio», asegura. «La semana pasada tuvo su primera competición en la categoría de mini mini. Quedó la última, pero no se frustra, eh. Es una maravilla».

La madre de Carlos le apuntó a estimulación temprana porque le regalaron un vale de «experiencias para bebés», y está encantada: «Por ahora solo hace eso, y el resto del tiempo juega en el parque. Tiene dos años, lo que toca es jugar».

Francesca Cassisa es psicóloga educativa, y para ella la clave está en el tipo de actividad que elijan: «El bilingüismo desde bebés es muy positivo y la estimulación temprana no les hace daño. Todo depende de cómo lo planteen los padres. Pero es importante evitar que los niños lleven una agenda como la de los adultos».

Ya son las 11.45 de la mañana y estamos de nuevo en Mozart Kids. Ahora, en la clase de chino del grupo de 3 y 4 años. Cinco niños sentados alrededor de una mesa de 40 centímetros de altura.

La profesora china saca una tableta y les muestra dibujos en su lengua, ellos miran alucinados. La profe les dice una frase y espera a que ellos la repitan. Los niños lo intentan, se miran entre ellos, se mueren de risa. Y en un momento Alejandro (3 años) se distrae y mira a los ojos de Lucía. Le roba un beso. Ríen otra vez.

Se busca 'nanny' con acento británico


Hace dos años que Elena Tejedor decidió diversificar su negocio para atender una nueva demanda de los padres: las 'nannys' bilingues. De su experiencia dirigiendo durante 10 años una academia de lenguas puso en marcha Canguro Idiomas. Una agencia que se encarga de buscar a jóvenes universitarias extranjeras para cuidar niños en estricto inglés: "Me han llegado a pedir que a un bebé de cinco meses le cuidara una nativa con acento británico. Les dije que a esa edad lo importante es que cuidara bien del niño, pero son muy exigentes con los acentos". Por una matrícula inicial de 350 euros y 10 euros la hora, las familias pueden tener estas Mary Poppins a cargo de sus hijos. Pero Tejero advierte: "Casi todos los padres que nos llaman son de clase alta, al final por mucho inglés que quieran no todos están dispuestos a pagar".

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.