jueves, 1 de agosto de 2019

De la tele a la tumba: cómo series como Chernobyl o Narcos han multiplicado el interés por el turismo macabro

Turistas consultan información en la zona de exclusión de Chernóbil. GETTY

La explotación económica de lugares asociados a la catástrofe o escenarios de crímenes se ha disparado gracias a la emisión de varias superproducciones recientes. "Todos hemos visto demasiadas fotos de playas bonitas", dice el autor de 'No Holiday'.


"Los hechos ocurrieron en una caseta abandonada cercana a la presa de Tous [...] Nosotros realizamos el recorrido que supuestamente siguieron los asesinos. Un macabro recorrido de más de 25 kilómetros por un camino prácticamente intransitable...". Cuando Pepe Navarro describió por primera vez el escenario del triple crimen de Alcásser en televisión, su voz acompañaba a las imágenes del cuchitril en ruinas -con un viejo colchón dentro- en el que Miriam García, Toñi Gómez y Desirée Hernández habían sido torturadas, violadas y asesinadas. Aquel programa se emitió en 1993, pero la conmoción aún perdura. La caseta situada en el paraje de La Romana y la fosa en la que se hallaron los cadáveres de las jóvenes han regresado al presente casi 30 años después gracias al documental de Netflix que reconstruye el caso y al hallazgo a principios de julio de cuatro fragmentos de falange por una pareja que curioseaba en la zona.

Un momento... ¿Qué curioseaba en la zona?
Dark tourism: el turismo negro de la tele a la tumba



 ¿Qué lleva a alguien a ir expresamente a un descampado donde lo único que puede encontrar es el recuerdo del suceso más espeluznante de la España contemporánea? Estigmatizada desde entonces, Alcásser observa con estupefacción la posibilidad de que el nuevo interés en los asesinatos derive en algo parecido a una romería siniestra. De que su sufrimiento acabe en Instagram con un filtro molón o en Twitter con un hashtag frívolo. "Creemos que estas visitas existen", confirma la alcaldesa Eva Zamora, que no ofrece más detalles al encontrarse el paraje en cuestión fuera del término municipal. Lo que sí reconoce la máxima autoridad local es su perplejidad por este tipo de excursiones. "No lo entiendo. Imagino que es por morbo... Más allá de que se tratase de alguna persona que estuviera realizando algún estudio sobre hechos semejantes, no lo entiendo...".

La realidad es que la muerte o, por extensión, la tragedia y la catástrofe se han convertido en un reclamo turístico en determinados lugares. Es el llamado dark tourism, turismo negro o tanatoturismo, una tendencia al alza en los últimos tiempos debido a la combinación de varios factores: el desinterés que provocan en el siglo XXI las vacaciones convencionales y los destinos masificados, la mayor facilidad para viajar propiciada por los vuelos de bajo coste y el alojamiento compartido, la necesidad de diferenciación y la búsqueda constante de novedad que alientan las redes sociales y, por supuesto, el impacto global del true crime y series como Chernobyl o Narcos, por citar dos ejemplos recientes.

La segunda impulsó la creación de las narco rutas de Medellín, que conduce hasta la misma lápida del traficante Pablo Escobar. La primera, más actual, ha duplicado el número de visitantes a la ciudad fantasma de Prípiat y a la zona de exclusión establecida en 1986 tras el accidente de la planta nuclear ucraniana. Tanto es así, que la Junta de Turismo y Promoción de Kiev prevé recibir allí 100.000 visitantes en 2019, superando los 72.000 de 2018 y los 50.000 de 2017. Lo escabroso, por si alguien todavía no se había dado cuenta, ya es un negocio. Y muy rentable.


Un joven es fotografiado en la tumba de Pablo Escobar en Medellín.


El químico Sergii Mirnyi fue reclutado por las autoridades soviéticas poco después de la explosión del reactor 4 de Chernóbil para medir la radiación en las inmediaciones de la central. Pasó allí 35 días al frente de una escuadrilla de liquidadores y ha vivido para contarlo. Desde 2008 lidera una de las agencias turísticas autorizadas para mostrar el interior del perímetro de seguridad, pero se niega a aceptar que quienes viajan hasta allí lo hacen impulsados únicamente por una curiosidad malsana, como rechazó en una visita reciente a Barcelona.

"Ver Chernóbil como un lugar de dolor y sufrimiento es una simplificación, porque también fue un lugar de unión, el escenario de una victoria humana. Intentamos que los visitantes vean la foto completa, no sólo el drama. La gente que viene se va renovada, es una especie de catarsis", matiza a propósito de unos itinerarios que ha diseñado él en persona y que se ofertan en paquetes de uno, dos o tres días a 89 dólares cada uno (200 por barba cuesta acceder a Ignalina, la planta lituana gemela de Chernóbil donde se ha rodado la serie).


Éste es un fenómeno extremadamente complejo y heterogéneo. Las motivaciones de los turistas son muy diversas, como los destinos
DANIEL LIVIANO, PROFESOR DE LA UNIVERSIDAD OBERTA DE CATALUNYA

Que la gente se gaste el dinero en viajar al escenario de una explosión equivalente a más de 1.000 bombas como la de Hiroshima para hacerse una foto más o menos ridícula ya no es una frikada, por mucho que algunas aspirantes a influencers se hayan animado a posar en tanga y luciendo morritos en terreno contaminado. El campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau(Polonia); la plaza de Dallas donde JFK fue tiroteado; la planta de pesticidas de Bhopal (India) en la que se originó la nube tóxica que mató a miles de personas en 1984; el Memorial construido en la zona cero de Manhattan; el centro de detención, tortura y exterminio que fue la Escuela de Suboficiales de Mecánica de la Armada en Buenos Aires (ESMA) durante la última dictadura argentina; las carreteras de tierra donde se perpetró a machetazos el genocidio de Ruanda, el rastro sanguinolento por las mansiones de Beverly Hills de Charles Manson (con presencia estelar en la segunda e inminente temporada de Mindhunter)... El catálogo del turismo negro es amplio y variado, como diría cualquier agente de viajes a principios de junio.

"Éste es un fenómeno extremadamente complejo y heterogéneo. Las motivaciones de los turistas son muy diversas, como también los destinos y las actividades ofertadas", explica Daniel Liviano, profesor de los Estudios de Economía y Empresa de la Universitat Oberta de Catalunya, que se plantea hasta qué punto es ético mezclar en una misma experiencia placer y cataclismo. O memoria y explotación comercial. A su juicio, hay varios tipos de tanatoturistas. Por un lado están quienes sienten el viaje "como una motivación moral o espiritual y adoptan una actitud de peregrinación secular". Luego están los apasionados de la Historia a los que les pone "el deseo de aprender viajando". También los que acuden a los lugares ajenos al postaleo sin una motivación especial, simplemente porque son parte del paquete, lo mismo que si se tratase de un parque acuático o un casino. Y por último asoman los incondicionales de lo oscuro, los ultras de verdad, los fascinados por los esqueletos y degustadores del schadenfreude o regodeo en la desgracia ajena. Resumiendo: que el visitante del pueblo viejo de Belchite (Zaragoza) y del Museo de la Tortura (Santillana del Mar) no tiene por qué ser el mismo.



Todos hemos visto demasiadas fotos de playas; sólo lo que provoca miedo sigue perturbando
MARTIN COHEN, FILÓSOFO Y AUTOR DE 'NO HOLIDAY'


En 2006, con las compañías aéreas y turoperadores de todo el mundo todavía recuperándose del 11-S, el filósofo británico Martin Cohen autopublicó No Holiday. 80 Places You Don't Want To Visit. Fue el primer acercamiento riguroso al turismo negro, pese a que Cohen plantea su ensayo en un tono pretendidamente informal como guía de viaje desinformativa. "Pasé varios años en Brisbane y tuve mucho tiempo para preguntarme si existía una Australia oculta", rememora el autor. "Pues bien, a apenas unos kilómetros estaba Murdering Creek, que hace referencia a un episodio olvidado en la historia local en el que murieron muchos aborígenes. Es un paraje hermoso, pero no particularmente único. Lo que hizo que estar allí fuera fascinante es la luz que arroja sobre Australia y su gente hoy".

Sala dedicada a Charles Manson en el Museo de la Muerte (Hollywood).

Con sus 80 anti recomendaciones, Cohen transforma el mapamundi en un atlas de pesadilla que tiene mucho de viaje interior, de stendhalazo con cementerio al fondo. "Sí, aunque hay un fuerte hilo ambientalista, la condición humana está en el corazón del libro. Lo que aparece una y otra vez es cuánta maldad hay en el corazón del hombre", admite. De propina, ofrece una pista más sobre el auge del turismo negro: el apetito de sensaciones extremas. "Chernóbil ha pasado de ser un destino minoritario a aparecer en los suplementos dominicales de los periódicos. Supongo que la gente empieza a asumir que el riesgo ha desaparecido. Y sin embargo, la idea de peligro está en el corazón del turismo negro, incluso si es un peligro histórico o de segunda mano. Todos hemos visto demasiadas fotos de playas bonitas; sólo lo que provoca miedo sigue atrayendo".

Eduardo Prieto, profesor de Arquitectura en la Universidad Politécnica de Madrid, coincide. Y sostiene, además, que el viaje físico a un enclave devastado suele ser el resultado de una necesidad creada que previamente ha convertido dicho enclave en una especie de mito o suvenir apetecible. "El fenómeno es semejante al del turismo convencional: si los turistas acuden en masa a fotografiar La Gioconda es porque la industria cultural, antes, ha inoculado en sus cerebros la idea de que ese cuadro es un icono casi religioso. La foto de La Gioconda, en este sentido, no hace sino dejar constancia del 'yo estuve aquí', más allá de la experiencia estética que la contemplación del cuadro pueda haber producido. Si esto pasa con un objeto tan aburrido para el espectador medio como en el fondo es La Gioconda, ¿qué no pasará con los enclaves peligrosos y poco concurridos de las tragedias y catástrofes, en los que el 'yo estuve aquí' tiene algo de 'yo estuve aquí pero puedo contarlo'?".


La catástrofe, la tragedia, la muerte son siempre susceptibles de estetizarse, siempre que las contemplemos a distancia. Vistas desde dentro, no tienen maldita la gracia
EDUARDO PRIETO, PROFESOR DE ARQUITECTURA EN LA UNIVERSIDAD POLITÉCNICA DE MADRID

Con todo, y aunque parezcan experiencias de moda, sentir el escalofrío de la escena de un crimen u olfatear kilómetros de desolación como quien disfruta de una cata de vino no son sensaciones recién salidas de la tienda. El profesor Liviano matiza que la muerte es un motor fundamental de la condición humana, y que eso ha impulsado la creación de mecanismos mentales para afrontar la idea de que tarde o temprano todos vamos a dejar de existir. "Quizás esto explique que, desde tiempos inmemoriales, las personas hayan sido atraídas hacia sitios o eventos vinculados con la muerte, el sufrimiento, la violencia o el desastre", apunta el docente, que cita las ruinas de Pompeyay las catacumbas y morgues del París del siglo XIX. Hasta el propio Vía crucis de Jesús, que 365 días al año atrae multitudes a las callejuelas de Jerusalén, podría adscribirse al circuito negroturístico.

"¿Qué hacían esos londinenses que, según cuentas las crónicas, salieron a admirar las llamas en el gran incendio de su ciudad en 1655, o los berlineses que, desde las afueras, se recreaban en el espectáculo de fuegos artificiales provocado por los bombardeos [de la II Guerra Mundial]?", añade Prieto. "Tanto en estos ejemplos como en los contemporáneos siguen operando, con éxito, viejas categorías estéticas, como lo sublime y lo pintoresco: las dos únicas que, seguramente, seguirán funcionando durante mucho tiempo. La catástrofe, la tragedia, la muerte son siempre susceptibles de estetizarse, siempre que las contemplemos a distancia. Vistas desde dentro, no tienen maldita la gracia".

En la década y pico transcurrida desde que se editó No Holiday, el turismo negro se ha expandido hacia nuevos territorios: Ciudad Juárez (asesinato de mujeres), Fukushima (accidente nuclear), Bataclan (atentado terrorista), Golfo de México(catástrofe medioambiental)... A Cohen no le importaría reeditar su ensayo "con otros 80 destinos y mejores fotos, a color", bromea.

Uno de ellos podría ser el que retrotrae al régimen más paranoico de la Historia: el de Pol Pot y sus jemeres rojos. "No se haga el tonto alegando que no entiende la pregunta; usted es lo suficientemente valiente para reconocer que se opone a la revolución", reza el tercer epígrafe del decálogo del preso modélico en el Museo del Genocidio de Tuol Sleng, en la capital de Camboya. "Está absolutamente prohibido llorar cuando sea golpeado o electrocutado", insta el sexto mandamiento de lo que en origen fue un cárcel brutal. Más de 8.000 calaveras se apilan a casi 20 kilómetros, en una vitrina del monumento conmemorativo del campo exterminio de Choeung Ek. Es el matadero donde los "nazis de Asia" -en definición del reportero estadounidense Sydney Schanberg- cometieron todo tipo de atrocidades. Todavía hoy siguen apareciendo camisas, pañuelos y pantalones de quienes fueron ejecutados y enterrados en fosas comunes allí mismo. Que no le pille por sorpresa si se lo encuentra en un selfi.

Visitantes en el memorial de Choeung Ek (Camboya).


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