La filosofía puede ayudarnos a pensar en nuestros objetivos vitales pero también a gestionar mejor la vida cotidiana (dusanpetkovic / Getty Images/iStockphoto)
Las ideas de los grandes filósofos son de gran ayuda para lidiar mejor con nuestro día a día
¿Qué le pides a la vida? Según tu momento vital puede que respondas: tener una pareja cariñosa, acabar de pagar la hipoteca, conseguir un alquiler razonable –si es que tal cosa existe–, encontrar un trabajo interesante y que permita pagar el supuesto alquiler razonable o la mencionada hipoteca...
Pero todas estas respuestas, como advierte William B. Irvine, autor del magnífico ensayo divulgativo El arte de la buena vida (Paidós), se limitan a enumerar algunas de las cosas que queremos en la vida. La pregunta importante, no obstante, va mucho más allá. De todo lo que buscamos en nuestra existencia, ¿qué es lo más valioso?
Explica Irvine que a muchas personas les cuesta enumerar su objetivo. Saben lo que quieren a cada instante, incluso hacen planes anuales o por décadas, pero no se han detenido nunca a considerar cuál es su gran propósito, si es que lo tienen. “Nuestra cultura no anima a la gente a pensar en estas cosas; de hecho, proporciona una interminable corriente de distracciones para que no tengan que hacerlo”, afirma en la introducción de su obra.
La tecnología, ese ente amorfo que envuelve nuestra existencia y acerca del que pocas veces nos detenemos a reflexionar, es una de dichas distracciones, por no llamarla “la gran distracción”. Según un informe de 2019 de la plataforma Hootsuite y la agencia We Are Social, los españoles pasamos una media de 5 horas y 18 minutos al día conectados a internet a través de cualquier dispositivo. Que estamos enganchados y distraídos es un hecho. ¿Cómo encontrar tiempo en estas circunstancias para pararse a pensar? Y antes que nada, ¿por qué es tan importante hacerlo?
¿Por qué pararse a pensar?
La respuesta más evidente es que sin un objetivo, sin una filosofía de vida, corremos el riesgo de malvivir. Según William B. Irvine, el peligro consiste en que “a pesar de toda tu actividad, a pesar de todas las agradables diversiones de las que has podido disfrutar, acabes viviendo una mala vida. En otras palabras, existe el peligro de que en tu lecho de muerte eches la vista atrás y descubras que has desperdiciado tu vida. En lugar de perseguir algo verdaderamente valioso, la has desaprovechado al dejar que te distraigan las baratijas de la vida”.
Para el autor, del mismo modo que cuando necesitamos ayuda con nuestras finanzas para dejar de desperdiciar el dinero recurrimos a un asesor, cuando lo que pretendemos es dejar de distraernos y de desperdiciar nuestra existencia podríamos buscar también a un experto que nos guíe: un filósofo. ¿Necesitamos, pues, más filosofía y menos tecnología para empezar a vivir una vida más plena y con sentido?
En opinión de Miquel Seguró Mendlewicz, filósofo, profesor de los estudios de Humanidades de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y autor de La vida también se piensa (Herder), “probablemente vivimos en un entorno en el que se asume que la tecnología es neutra. Es decir, que no hay ninguna idea o concepción del mundo detrás de ella. Y esto me parece muy discutible. No porque tenga ninguna consideración sospechosa en relación a la tecnología, sino porque todo lo que hacemos parte de unas creencias y unas finalidades a las que se pretende llegar. Dicho esto, en lo que la filosofía puede ayudar es, precisamente, a iluminar y a entender qué elementos ideológicos y de concepción del mundo hay detrás de los anhelos, los usos y las perspectivas alrededor de la tecnología. Teniendo en cuenta, además, que es necesario apreciar el impacto que ocasiona en conceptos como la identidad personal, la comunicación, la intimidad o la idea del espacio público”.
¿De qué te sirve la filosofía?
Nerea Blanco, que se define como filosofer y es filósofa y divulgadora de la web Filosofers.com, afirma que la misión de la filosofía es cuestionarlo todo: “En un mundo en el que cada vez se nos llena más y más de información, la filosofía nos ayuda a encontrar qué preguntas son las más relevantes, cuáles son mentira, o cuáles son innecesarias. Es cierto que hay una aceleración a la hora de hacer las cosas (parece que todo es para ayer) y eso provoca que vayamos como proponen los Javis: lo hacemos y ya vemos. Y como no es cuestión de ir tan a lo loco, por no acabar como el planeta, agotados y exhaustos al acabar cada jornada laboral, es interesante ver cómo afrontamos el día a día. Nos hablan mucho del mindfulness, pero yo propongo que leer es otro interesante ejercicio. Leer con el teléfono apagado o muy lejos. La filosofía también tiene mucho que aportar aquí”.
“Pensar, pensamos a todas horas. Yendo hacia el trabajo, volviendo del supermercado, haciendo deporte o en las noches de insomnio”, explica por su parte Miquel Seguró. “Lo que quizá nos faltan son espacios, no forzosamente físicos –aunque también–, donde poder desarrollar preguntas que exigen tiempo para poder ser contestadas. La velocidad, o mejor dicho, la aceleración de nuestro tiempo imposibilita no solo la experiencia de la pregunta en toda su expansión, sino sobre todo la calidad de la misma”.
“Pensar, pensamos a todas horas; lo que nos faltan son espacios para desarrollar preguntas que exigen tiempo para poder ser contestadas”
No hablamos aquí de las grandes preguntas, sino de aquellas relacionadas con la vida concreta, con el día a día que experimentamos en este mundo. Con lidiar con esa ansiedad difusa que quizá nos ataca al meternos en la cama después de un largo día de ir de aquí para allá.
Entonces, volviendo al ejemplo del asesor financiero, ¿por qué no recurrimos entonces más a menudo a los filósofos en esa búsqueda de sentido de lo cotidiano? Irvine explica muy bien en su libro que lo habitual es que en las facultades de Filosofía hallemos filósofos especializados en metafísica, lógica, política, ciencia, religión, ética, filosofía del deporte, del feminismo... Pero es poco probable que hallemos lo que él llama “filósofos de la vida”. Para encontrarlos, según este autor, deberíamos remontarnos a las enseñanzas de los filósofos griegos y romanos, pues ellos pensaban que las filosofías de la vida merecían no solo ser contempladas, sino que la razón de ser de la filosofía no era otra que desarrollarlas.
Recetas de filósofos para el día a día
Irvine, concretamente, hace un repaso, actualizado, de las enseñanzas y valores que podemos extraer de la filosofía estoica, como por ejemplo, prepararse siempre para lo peor, no tomarse demasiado en serio lo bueno o lo malo que nos sucede, puesto que ambas cosas son circunstancias externas que escapan de nuestro control, o aprender a navegar con aquello que trae la vida en cada momento.
“Hay muchas ideas flotando entre todos los pensadores de la historia que siguen vigentes a día de hoy”, corrobora Nerea Blanco. “Tan sencillo porque... ¡todos somos humanos y tenemos emociones similares ante situaciones parecidas! Todos hemos intentado encontrar respuestas para dotar se sentido a nuestros días, y ellos lo hicieron tiempo atrás y nos dejan pistas para que sepamos cómo sobrellevar los nuestros. Yo en las redes cuento cada vez que me visitan “mis amigos muertos” (los filósofos)”, dice.
De los estoicos podemos aprender a prepararnos para lo peor, a no tomar demasiado en serio ni lo bueno ni lo malo, a navegar con lo que trae la vida
Y explica que los considera buenos consejeros “aunque no pueda escribirles por whatsapp para contarles mis dramas, porque puedo ir a sus libros y ver qué lecciones puedo sacar”. Y desgrana un buen puñado de ejemplos.
“Nietzsche, cuando estoy de bajón, me susurra siempre que no me rinda y que la vida tiene mucho que ofrecer. Y es el que me dice: ¡vive y disfruta! Que la vida hay que exprimirla. Su idea del eterno retorno me dice: piensa en si esto que haces te gustaría hacerlo eternamente. Si es así, es que estás disfrutanto, ¡sigue! ¡Haz de tu vida una obra de arte!”
“Cuando estoy de bajón, Nietzsche me susurra que no me rinda, que la vida tiene mucho que ofrecer y hay que exprimirla”
Y continúa: “Aristóteles, por ejemplo, me viene en momentos en los que tengo que ser más prudente y me dice: cuidado con los excesos. Zambrano me recuerda que soy persona, que soy ciudadana, amante de las letras y de la soledad, pero que no puedo dejar de lado que vivo en sociedad y que es bonito tratar de lograr un mundo más justo. Marx me sirve para pensar en lo que el trabajo significa y no odiar el despertador cada mañana. Beauvoir, para luchar por una mejora de la situación de las mujeres (y en consecuencia del mundo en general). Camus, para cuándo estás en el atasco de que nada parece tener sentido. En plena crisis existencial. Te da aliento”.
“Y cuando sientes que nada permanece y te agobia no poder controlarlo”, concluye Blanco, “hay que pensar en Heráclito y en su río; que total, agua siempre va a haber, aunque no sea siempre la misma: vida vamos a tener aunque esta no pare de cambiar”.
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