Dreamstime EXPANSIÓN
Europa se enfrenta a una crisis sin precedentes de duración y consecuencias todavía desconocidas. La forma en la que Europa responda a esta crisis será recordada e influirá en el sentimiento de sus ciudadanos, un número creciente de los cuales han empezado a recelar del proyecto comunitario.
Se habla de dos crisis, la sanitaria y la económica. En realidad, hay una tercera que definirá en buena medida las consecuencias futuras de la crisis actual: una crisis potencial de deuda. Para evitarla, Europa debe mutualizar los costes de la inminente crisis económica. Europa no puede permitir que los Estados se endeuden individualmente para financiar sus programas de estabilización sin poner en cuestión su propia supervivencia como unión monetaria. Sin embargo, la compra masiva de deuda nacional que ha anunciado el Banco Central Europeo (BCE) es eso, más deuda nacional, que tarde o temprano pesará sobre las espaldas de los Estados que la emitieron.
El FMI emitió un informe el 23 de marzo en el que advertía de que la intensidad y factura de esta crisis puede ser similar a la de 2008. Entonces, la deuda pública española aumentó del 35% del PIB al 100% actuales, lo que fue posible sin aumentos insostenibles del coste del servicio de la misma, gracias al programa de compra de deuda del Banco Central Europeo, el mismo que se quiere volver a implementar. ¿Puede España soportar la carga futura de otro aumento descomunal de deuda?
Existen dos formas principales de evitar que los Estados salgan de esta crisis más endeudados individualmente: los coronabonos y el helicóptero monetario. Las dos pasan por repartir, por mutualizar, entre todos los Estados miembros el coste de la actual emergencia económica, por crear un auténtico contribuyente de última instancia europeo. Los coronabonos son bonos europeos pagados y financiados por todos. Sigue siendo más deuda, pero mancomunada. El helicóptero monetario es dinero recién salido de la impresora del BCE, entregado a los gobiernos, empresas y ciudadanos y que no debe devolverse. Pero tiene un coste: devalúa permanentemente el valor de la moneda en la que ese dinero se emite. En la medida en la que esa moneda, el euro, es común a todos, todos pagamos ese coste. Europa podría optar por cualquiera de las dos opciones, dado que la tercera y más directa, una facilidad presupuestaria anticrisis de la eurozona financiada con una emisión extraordinaria de eurobonos no está en la mesa de discusión.
Tememos, sin embargo, que no escogerá ninguna de ellas y acudirá a soluciones políticas más cautas, pero menos efectivas, como el actual plan de compra de deuda nacional por parte del BCE o el recurso a los préstamos del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE). Ambos planes implican más deuda nacional y limitan, por tanto, la política presupuestaria futura. Salvo que el BCE esté dispuesto a condonar esa deuda, a asumir esa pérdida como propia, a monetizarla. O el MEDE a financiar los programas de rescate, malditas palabras, con una emisión de bonos europeos. Ambos casos equivaldrían a una mutualización a plazo de la deuda soberana que los Estados miembros han emitido como consecuencia del coronavirus.
Mientras no se complete la unión monetaria con una unión bancaria plena y con una política fiscal propia de la eurozona y una facilidad de estabilización macro, la amenaza de una crisis de deuda seguirá con nosotros de forma silenciosa. Italia, el epicentro de la actual pandemia en Europa, lo sabe muy bien. Durante el último año y medio el país transalpino ha recibido dos serias advertencias de los mercados. La primera en octubre de 2018, cuando el Gobierno de coalición presentó un presupuesto para 2019 con un déficit público significativamente superior al pactado con Bruselas. El tipo de interés de mercado de la deuda italiana a diez años se elevó hasta el 3,7%, un coste inasumible para un país con una deuda acumulada del 140% del PIB. El Gobierno italiano no tardó en rectificar su presupuesto. La segunda advertencia vino hace escasos días, a raíz del anuncio de importantes medidas de confinamiento de la población. La prima de riesgo italiana se dobló en tan solo seis días, pasando del 1.20% al 2.40%. El BCE tuvo que responder el 18 de marzo, "tiempos extraordinarios requieren acciones extraordinarias". Esa misma tarde detalló el plan de choque de 750.000 millones. Las primas de riesgo se estabilizaron, de momento.
La experiencia de Italia nos muestra que países con un excesivo nivel de endeudamiento se hallan permanentemente sujetos a la desconfianza de los mercados, con poco margen de maniobra en política económica. Lo que frena sus posibilidades de recuperación y los hace muy vulnerables a shocks externos. El plan presentado por el BCE puede agudizar el problema a futuro, ya que en su diseño actual sigue traduciéndose en más deuda nacional. Europa debe actuar de forma valiente y mancomunada. Si no es ahora, cuándo, se preguntan los inversores que siempre han recelado de la sostenibilidad del euro.
Estamos ante una crisis exógena, sobrevenida, que afecta a cada país con una intensidad que depende del azar o de su particular estructura social y humana. Pero nunca de la gestión económica anterior. Ningún país merece la crisis que está sufriendo. Los temores a que los coronabonos o el helicóptero monetario generen un problema de incentivos o de riesgo moral son completamente infundados en el extraordinario contexto actual. La buena noticia es que, a diferencia de la crisis financiera de 2008, esta crisis no tiene que ver con un mal funcionamiento de las economías o los mercados y, por tanto, es posible presagiar una rápida recuperación una vez haya finalizado la emergencia sanitaria. Sin embargo, para que esto ocurra hay que implementar las recetas adecuadas. Europa, la unión monetaria, se encuentra ante su momento Hamiltoniano, o mutualiza su deuda o muchos países tendrán que preguntarse para qué sirve. Porque ningún Gobierno responsable dejará de hacer todo lo que esté en su mano para mantener viva su estructura productiva.
DANIEL FERNÁNDEZ KRANZ / FERNANDO FDEZ. MÉNDEZ DE ANDÉS
26 MAR. 2020 - 01:02
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