Los arrecifes de coral sanos mantienen la riqueza de la biodiversidad marina. En vídeo, el crecimiento de los proyectos de restauración marinos. MANU SAN FELIX (NATIONAL GEOGRAPHIC) | EPV
La mejora podría alcanzar hasta un 80% de la abundancia de hábitats y animales previos a los impactos del siglo XX, según un estudio de 16 universidades del mundo
El mundo todavía está a tiempo de recuperar de forma sustancial (entre un 60% y un 80%) de la abundancia de la vida marina y los hábitats de los océanos y en un tiempo que puede parecer récord: 30 años. Es la conclusión de un estudio —publicado este miércoles en la revista científica Nature— en el que investigadores de 16 universidades han recopilado la respuesta de los ecosistemas marinos a las actuaciones de conservación que se han llevado en el mundo desde 1970 y que propone una hoja de ruta a seguir. “El desafío de reconstruir la vida marina es factible si se toman medidas rápidas para evitar llegar a un punto de inflexión en el que el colapso sea irreversible. No podemos esperar una década más para mitigar el cambio climático”, explica Carlos Duarte, catedrático de la King Abdullah University of Science and Technology (Arabia Saudí) y autor principal del estudio.
Los investigadores han identificado nueve ecosistemas esenciales para lograr la recuperación: marismas, manglares, praderas submarinas, arrecifes de coral, algas, bancos de ostras, pesquerías, megafauna (animales de gran tamaño) y las profundidades marinas. Son lugares, aclaran, en los que se debería aplicar una combinación de seis medidas de conservación que abarcan la protección de las especies, pesca responsable, restauración de hábitats, preservar las áreas marinas, reducción de la polución y mitigación del cambio climático. “No se trata de devolver el océano a un punto de referencia concreto del pasado, porque los registros que se tienen están muy fragmentados y el océano ha cambiado de forma considerable”, plantean.
Se parte de un escenario en el que al menos un tercio de las poblaciones de peces sufren sobrepesca, se han perdido entre un tercio y la mitad de los hábitats marinos vulnerables y una buena parte de las costas padecen contaminación —con el plástico como protagonista—, eutrofización (recepción de residuos orgánicos en exceso), agotamiento de oxígeno y estrés por la subida de las temperaturas. En este entorno, muchas especies marinas se encuentran en peligro de extinción.
Una ballena jorobada salta frente a un volcán de Chile. R. Hucke-Gaete (UACH/CBA)
Pero, a pesar de aciago panorama, “las pérdidas en la biodiversidad del océano son menos pronunciadas que en la tierra y la mayoría de las especies afectadas son capaces de recuperarse a un ritmo rápido cuando se eliminan las presiones”, plantea el artículo científico. La prueba se encuentra en los aumentos espectaculares que han experimentado, por ejemplo, “las ballenas jorobadas que migran desde la Antártida a la costa este de Australia, que han pasado de unos pocos cientos de animales en 1968 a más de 40.000 en la actualidad”. O en los elefantes marinos, que han logrado dejar atrás los 20 ejemplares reproductores de 1880 —en el siglo XIX se cazó a la especie hasta casi la extinción— a más de 250.000. Incluso las poblaciones de tortuga, que globalmente se encuentran en mal estado, “muestran una tendencia positiva”, entre ellas, la tortuga verde, que en Hawái ha incrementado rápidamente sus poblaciones. “Se protegen sus nidos en las playas, se han dejado de cazar y existen artes de pesca mejoradas para evitar el daño colateral de la captura de especies no deseadas de las que las tortugas pueden escapar”, indica Duarte.
El investigador explica que los datos que aportan en su estudio no son optimistas sino realistas. “Lo que ocurría es que faltaba por evaluar el resultado de las actuaciones que se pusieron en marcha entre los años 70 y 80″, aclara. Y es ahora cuando se observan los frutos de medidas como el convenio Cites, un acuerdo internacional adoptado en 1975 que vela para que el comercio internacional de animales y plantas silvestres no sea una amenaza para su supervivencia, o de la moratoria en 1982 de la caza de ballenas. "Se observa un cambio de tendencia con un impulso enorme de la recuperación de especies y hábitats, que se puede incrementar si se hacen las cosas bien”, sostiene Duarte. A escala local y regional se ha logrado aumentar poblaciones de peces agotadas, con restricciones de capturas o regulación de las artes de pesca; recuperar bancos de ostras y otros invertebrados en una década al suprimir las causas del estrés o restaurar praderas submarinas y marismas y manglares en una o varias décadas.
El manglar del Mekong
Una de las iniciativas más exitosas que menciona el artículo es la del bosque del manglar del Delta del Mekong (Vietnam), el segundo mayor del mundo, devastado por el agente naranja y el napalm que arrojó la aviación estadounidense durante la Guerra de Vietnam. “Es el mayor proyecto de restauración ecológica que se ha abordado en ningún lugar, en 15 años se replantaron con medios muy sencillos 1.500 kilómetros cuadrados de manglar”, explica Duarte. También están aumentando los intentos de restauración de praderas submarinas, que en Europa sufrieron pérdidas constantes durante la segunda mitad del siglo XX. En la última década se ha observado una recuperación del 15%, que se debe a la reducción de las emisiones de nutrientes que llegan desde la agricultura y desde las urbes que no depuran bien sus aguas. Todos estos datos disponibles “sugieren que muchas especies y hábitats requieren de una a tres décadas (una generación humana) para acercarse a rangos de abundancia no alterados o de referencia”, puntualiza el artículo.
El estudio es menos optimista en el caso de los arrecifes de coral. “Hemos comprobado que el cambio climático está teniendo un resultado devastador en estos ecosistemas. Pensamos que se puede recuperar entre un 60% y un 80% de lo perdido para casi todos los hábitats, pero para el coral la cifra baja a un 15% de incremento de arrecifes sanos, es el escenario mejor al que podemos aspirar”, concreta Duarte. Los ecosistemas de los océanos profundos también son más complejos de recuperar por su lento crecimiento.
Para cumplir los objetivos que se marca el estudio, es imprescindible cumplir con las previsiones de aumento de extensión de las áreas de protección marítima. En 2000 había 3,2 millones de kilómetros cuadrados de océano protegidos, el 0,9%, que se han extendido a 26,9 millones de kilómetros cuadrados (el 7,4% del océano o el 5,3% si se consideran solo aquellas que están completamente implementadas). Pero hay que seguir avanzando, porque las previsiones apuntan a que, de seguir este ritmo, se podría contar con un 10% a finales de este año, el 30% en 2037 y el 50% en 2044.
Los científicos apuntan a la necesidad de lograr un mayor compromiso de la sociedad civil, empresas privadas, corporaciones, industrias y los movimientos sociales con este objetivo de restauración. “Cualquier industria que opere en el océano tiene que contribuir al impacto positivo neto de conservación y el esfuerzo sale a cuenta, porque según los cálculos del economista Edward Barbier de la Universidad de Colorado, el retorno económico es de 8 a 10 dólares por cada dólar invertido”.
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