Una celebración local en Estocolmo, el pasado 30 de abril. (Reuters)
Es imposible encontrar un consenso acerca de esta especie de tercera vía sueca. Cifras y estadísticas sirven tanto para respaldar los argumentos de los detractores como de los defensores
¿Héroes o villanos? ¿Visionarios o temerarios? La respuesta de Suecia ante el coronavirus ha levantado pasiones y controversias más allá de sus fronteras. Medios de todo el mundo se han fijado en lo que en ocasiones se ha calificado de “experimento” sueco: una lucha contra el covid-19 basada en una confianza casi ciega en el buen juicio y la responsabilidad de los ciudadanos, sin grandes restricciones.
Es imposible encontrar un consenso acerca de esta especie de tercera vía sueca —ni confinamiento total ni tampoco dejar vía libre al virus—, y las cifras y estadísticas tanto pueden servir para respaldar los argumentos de los detractores como de los defensores. Mientras Suecia sigue manteniendo una tasa de mortalidad por covid-19 mucho más elevada que el resto de sus vecinos nórdicos, las autoridades de salud pública aseguran haber puesto coto a la tasa de reproducción del virus, el conocido como número R, que representa el número promedio de casos nuevos que genera cada contagio.
Si es mayor que uno, cada persona infectada transmite la enfermedad a más de una persona, provocando un crecimiento exponencial de la epidemia. Los últimos datos oficiales proporcionados por la Agencia de Salud Pública de Suecia, correspondientes a la última semana de abril, indican que el número R se ha reducido de 1,4 a principios de mes hasta 0,85. Al mismo tiempo, Dinamarca ha visto cómo su número R ha aumentado tras la primera fase de reapertura, pasando de 0,6 a 0,9.
Estas cifras parecen dar la razón a Anders Tegnell, el epidemiólogo estatal de Suecia y principal portavoz de esta crisis, que ha esgrimido una y otra vez que las restricciones impuestas por el resto de países no son sostenibles a largo plazo —como ya se está viendo— y que habrá que evaluar la gestión de cada uno una vez controlado el brote. Tegnell argumenta que es muy probable que los países vecinos sufran un repunte de las infecciones a medida que vayan reabriendo, y que, por tanto, es prematuro juzgar. En la misma línea se ha manifestado su antecesor, el experto en epidemiología y consultor de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Johan Giesecke, quien ha asegurado en una entrevista al diario Dagens Nyheter que Suecia está siendo “la mejor del mundo” en cuanto a la gestión del coronavirus y ha augurado que dentro de un año, Dinamarca, Finlandia y Noruega estarán en niveles similares.
Uno de los aspectos clave acerca de la respuesta sueca ha sido la denominada inmunidad de grupo, que se consigue cuando más de un 60% de la población tiene anticuerpos contra el virus. El Gobierno ha remarcado que su estrategia no ha sido permitir al virus propagarse a sus anchas, sino que la finalidad principal ha sido proteger a la población de riesgo —algo que no se ha conseguido, ya que más de la mitad de las muertes de Estocolmo han sido en residencias de ancianos—.
La Agencia de Salud Pública estima que un tercio de los residentes en la capital ya se han contagiado y, por tanto, serían inmunes ante un eventual rebrote (a pesar de las dudas que aún existen acerca de este aspecto). Según Giesecke, se preveía lograr el 60% de inmunidad a finales de mayo, pero “la propagación ha sido más lenta de lo que se había anticipado”, por lo que probablemente se alcanzará a mediados de junio.
Muertes en los países Nórdicos
A día de hoy no hay duda de que Suecia sigue siendo, con diferencia, el país más afectado por el covid-19 en los Países Nórdicos, con una tasa de letalidad mucho más elevada que sus vecinos. Con 10,1 millones de habitantes, ha registrado 3.256 muertos, mientras que Dinamarca (5,8 millones) acumula 533, Finlandia (5,5 millones) 271 y Noruega (5,4 millones) 224. Con estas cifras, Suecia se sitúa como el sexto país del mundo con más fallecidos por millón de habitantes (excluyendo los microestados), tres veces más que Dinamarca y ocho veces más que Noruega, que de momento es el que sale mejor parado de esta crisis.
La estrategia sueca suscitó serias dudas al inicio del brote, cuando la respuesta general fue cerrar las sociedades (en mayor o menor medida) y Suecia se quedó sola manteniendo escuelas y negocios abiertos. Decenas de científicos auguraron una catástrofe en el sistema sanitario que, según las autoridades, no ha llegado, aunque admiten que la situación es muy grave y los hospitales están muy tensionados.
Estocolmo y las regiones de su alrededor, que han sido el epicentro del brote —aunque ahora el virus ya está extendido y reproduciéndose en el resto del país—, siguen estando al límite e incluso algunos pacientes que requieren cuidados intensivos tienen que ser trasladados a otras regiones. Pero la evolución general es positiva y el viernes las autoridades resaltaron que, por primera vez desde principios de abril, había menos de 500 personas ingresadas en las UCI (en concreto, 481, sesenta menos que una semana antes).
Ejemplo para la “nueva normalidad”
En las últimas semanas, la voracidad de las críticas internas parece haberse calmado y todas las encuestas muestran un apoyo mayoritario al Gobierno y la Agencia de Salud Pública. El Partido Socialdemócrata goza de un respaldo que hacía tiempo que no veía, y hasta la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha señalado a Suecia como un posible “modelo de futuro” para los países que vayan avanzando hacia la “nueva normalidad”.
El Gobierno se ha cansado de repetir que no es cierto que en Suecia todo siga como antes, y asegura que los ciudadanos han seguido mayoritariamente las recomendaciones de las autoridades y han modificado su ritmo de vida y sus contactos sociales. El Ejecutivo aplaudió especialmente la caída de los desplazamientos durante la Semana Santa, pero datos del operador móvil Telia recogidos por la agencia de noticias TT muestran una ligera tendencia al alza de los viajes durante la última semana, a pesar de las reiteradas advertencias de las autoridades de que el peligro no ha terminado y las recomendaciones de evitar movimientos innecesarios.
Relajación de la población
Las autoridades sanitarias llevan semanas afirmando que la curva de infecciones en Estocolmo está estabilizada, después de alcanzar el pico a mediados de abril, un mensaje que puede haber provocado la relajación no sólo en la capital, sino también en otras zonas del país que están entrando en la fase más peligrosa. Por ejemplo, en la región sureña de Escania está previsto que el pico de contagios llegue a finales de mayo y las autoridades locales advierten de que no es momento de bajar la guardia.
Pero ¿cuál es la actitud en las calles? Es cierto que hay menos movimiento en el transporte público, pero también que las terrazas de los restaurantes y cafeterías a veces están a rebosar, también de grupos de ancianos aprovechando el sol primaveral; las mascarillas son casi inexistentes y los gimnasios están llenos. “Al principio había bastante menos gente, pero ahora la situación ya es prácticamente normal”, explica el recepcionista de un gimnasio de Lund, una de las principales ciudades universitarias de Suecia.
Este empleado, que prefiere mantener el anonimato, destaca que la cadena ha reducido las plazas para las actividades dirigidas e insta a los miembros a desinfectar las máquinas y materiales después de cada uso. Gabrielle y Tyra, dos estudiantes de 22 y 21 años, salen juntas del gimnasio. Cuentan que llevaban un mes y medio sin ir, pero que esta semana han decidido volver. “Creo que la gente era más prudente al principio, pero ahora el gimnasio está bastante abarrotado”, relata Gabrielle. Tyra valora que se ha ampliado el espacio entre las máquinas de entrenamiento y que todo el mundo está más concienciado con la higiene del material, por lo que se siente segura, aunque aún no se atreve a apuntarse a las clases dirigidas.
Las peluquerías, negocios que en la mayoría de países se han visto obligadas a cerrar, se han mantenido abiertas todo el tiempo en Suecia, sin medidas específicas de seguridad. Åsa Fridh es copropietaria de una pequeña peluquería de Lund. Asegura que, en su caso, la situación es la contraria a la del gimnasio: “Marzo fue un mes bastante normal, y abril más o menos igual, pero ahora tenemos muchos menos clientes”, afirma. Al preguntarle si utiliza algún material de protección, responde que ha comprado mascarillas y hasta pantallas de protección facial, pero que de momento no las utiliza.
“Llevo unos cuantos días preguntando a mis clientes qué opinan sobre que utilice este tipo de productos; algunos dicen que estarían más seguros y otros, que les provocaría aversión y probablemente no entrarían”, cuenta, así que ha decidido que preguntará a cada cliente qué es lo que prefiere. Sin directrices concretas en Suecia, cada uno debe guiarse según su propio juicio.
AUTOR
NURIA VILA. MALMÖ (SUECIA) 11/05/2020
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