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El punto álgido de la temporada de 'queimadas' se acerca y tanto ecologistas como pueblos indígenas dan la voz de alarma por el aumento de la deforestación y la escasez de recursos por el covid
Durante el verano de 2019 todos miramos al Amazonas. En agosto nos indignamos al ver cómo el pulmón del planeta ardía y los incendios en su corazón se multiplicaban hasta un 80% respecto a años anteriores. Los gobiernos de medio mundo apretaron a los de la región, con Brasil como principal protagonista, avisando de que si no hacían nada tomarían medidas, pero un año después las cosas están igual, o incluso peor, según expertos y organizaciones ecologistas. Las zonas deforestadas, en las que luego se originan los grandes fuegos, han crecido exponencialmente en muchas de las regiones, las políticas ambientales de los países afectados están en entredicho y el coronavirus solo ha hecho que agravar la situación.
El primer gran aviso lo ha dado un nuevo informe de la ONG del Amazonas IPAM (Instituto de Investigación Ambiental en la Amazonía). A unas semanas de que empiece la temporada más fuerte de 'queimadas' (las quemas tradicionales de este tipo de selvas que se realizan para ganar terreno a la naturaleza) un área de al menos 4.500 kilómetros cuadrados, equivalente al tamaño de la Comunidad Autónoma de Cantabria, está lista para arder. Todo este espacio son zonas deforestadas en el interior de la selva entre el final del año pasado y el inicio de este que, salvo sorpresa, serán pasto de las llamas. Y no son las únicas cifras llamativas que hacen presagiar lo peor a expertos y ecologistas.
Ya en mayo el periódico Folha de Sao Paulo avisaba de la "tragedia anunciada" de la deforestación de la Amazonía y explicaba que entre abril de 2019 y abril de 2020 el espacio deforestado había aumentado hasta un 94%, según datos del Instituto Nacional de Investigación Espacial (INPE), y el ritmo no ha bajado, pues en mayo la tala de bosques ha aumentado hasta un 12% respecto al mismo mes del año anterior. La situación es tal que la directora del IPAM y experta en incendios en el bioma, Ane Alencar, ha asegurado al medio brasileño Veja que si no se toman medidas de control, lo de este año "será peor que en 2019".
Una idea que también defiende Rosalía Soley, portavoz de Ecologistas en Acción en España. "Nosotros suscribimos las palabras de estas organizaciones y es que aunque con lo ocurrido el año pasado todo el mundo se movilizó para denunciar lo que ocurría, lo cierto es que el ritmo de deforestación para aprovechar las tierras de este bioma no ha bajado. Se intentaron algunas políticas, pero o no han sido eficaces o no se están tomando en serio porque el problema del año pasado sigue igual", apunta Soley, en conversación con Teknautas.
Esta opinión también la apoyan los datos del INPE que, aunque señalan que respecto a la misma fecha del año anterior sí que han bajado los puntos calientes, lo cierto es que la mayoría de esta reducción se debe a un solo estado brasileño que tiene su temporada de 'queimadas' a principios de año y que la tendencia del resto de regiones indica que a partir de julio los problemas se van a disparar. Los estados amazónicos de Acre, Amazonas, Amapá, Mato Grosso y Rondônia acumularon un aumento de puntos calientes respecto al año anterior de, respectivamente: 35%, 44%, 75%, 12% y 42%, según los datos del INPE recogidos por el medio brasileño Veja.
Todo sigue igual, y con covid
¿Cómo puede ocurrir esto solo un año después de la gran movilización y presión sobre Bolsonaro y el resto de gobiernos? La respuesta de Soley y de otros expertos como el biólogo, profesor de investigación del CSIC y miembro de la Fundación Gadea Ciencia, Fernando Valladares, es que las políticas o no se han tomado en serio o han sido fuegos artificiales. "Bolsonaro mandó al ejército a apagar los fuegos el año pasado y creó una misión para proteger el Amazonas, pero ya se ve que no está funcionando adecuadamente e incluso las propias poblaciones de la región son muy escépticas. Hasta ha aumentado el número de homicidios de indígenas", explica Soley.
Para Valladares todo lo de los militares fue "kafkiano" y la realidad es mucho más profunda. "No puedes imponer que esto cambie porque sí y en días. A la gente de estas regiones tienes que darles alternativas de vida, ofrecer opciones y ayudarles a convivir con el entorno con el que viven sin arrasarlo. No puedes por un lado fomentar la tala, la industria maderera o la soja y por otro decir que mandas a los militares para que no deforesten. No tiene sentido". Además, el covid solo ha ayudado a que la situación empeore, como también denuncian otros expertos desde mayo. La pandemia ha servido o ha provocado que los gobiernos regionales vuelvan a mirar a la selva como una salida económica y el virus amenace a las vulnerables poblaciones indígenas.
Lo normal es mirar en este caso a Brasil pues es el país amazónico por excelencia, pero desde Ecologistas en Acción también se señala a Bolivia o Colombia. "Todos los países del entorno están teniendo problemas de nuevo. Además, hemos visto cómo muchos de sus gobiernos han cambiado en los últimos años hacia posturas que no protegen el medio ambiente y que piensan más en los beneficios económicos de la explotación del lugar". Las quemas empezaron en Bolivia en mayo y ya temen otro desastre. Pese a lo avisado el año anterior, señala Soley, en la situación actual es muy posible que los países que apretaron a Brasil para que hiciese algo ahora relajen sus pretensiones por la situación económica.
A todos estos problemas hay que añadir que tanto Brasil como el resto de Latinoamérica viven uno de los peores focos de covid-19 en la actualidad. Sus números crecen sin parar y de momento no se ve el afamado pico. Eso, según activistas y expertos, va a afectar de forma brutal a la situación del Amazonas. "Primero, con la caída de la economía se van a relajar los controles medioambientales, y luego está la paradoja de que si las 'queimadas' no se paran pueden provocar una ola de enfermedades respiratorias que con el covid acaben por colapsar todos los sistemas. Parece una obviedad pero aquí se ve claramente que la salud del ser humano depende de la del planeta, y viceversa".
"El daño va más allá"
Por su parte Fernando Valladares remarca que la cosa no es quedarse en las cifras o la situación de este año. Que hay que mirar el daño mucho más allá para entender el impacto que están teniendo estas prácticas para el futuro del planeta. "Cada año miramos las cifras diciendo, 'bueno, este año ha habido menos terreno quemado, este otro más', pero el daño va mucho más allá. El gran problema es que el bosque amazónico cada vez funciona peor y no olvidemos que es un pulmón que no podemos perder", apunta el experto.
Según este biólogo, en los últimos 30 años el Amazonas ya ha perdido el poder de captar la mitad de toneladas de CO2 que almacenaba anteriormente y esto no es un problema lineal. "Tenemos que concienciarnos que no vale lo mismo una hectárea quemada ahora que una hace 50 años. La actual es mucho más valiosa porque hay menos y porque, además, no se puede sustituir por una hectárea plantada nueva. Hay estudios que demuestran que funcionan muchísimo mejor una hectárea antigua con flora con muchos años a sus espaldas que una nueva por mucho que nos volvamos locos plantando. Por eso la idea que hay que defender es la conservación y restauración de los ecosistemas".
Por último anima a no quedarnos con cifras, récords y otros conceptos similares. "El problema no es solo que la temporada actual pueda ser más agónica que la del año anterior, o más devastadora, el tiempo de mirar eso ya ha pasado. Ahora no hay más tiempo y tenemos que pensar a medio o largo plazo con ideas creativas. Obviamente si no cortamos la hemorragia de la deforestación será imposible cerrar la herida del Amazonas, pero hay que ir mucho más allá. Hacer políticas globales de protección y restauración porque, además, no olvidemos que el Amazonas es algo de todos los habitantes del planeta. Si algo pasa allí nos afecta a todos".
AUTOR
GUILLERMO CID 19/06/2020 12:08
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