Contaminación lumínica por exceso de alumbrado. (EFE)
Además de su impacto en el medio ambiente, la exposición a la contaminación lumínica se ha relacionado con molestias comunes como el insomnio, la fatiga o el estrés
Hace unos años, en una visita al Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC), uno de los centros de investigación más prestigiosos de nuestro país, tuve el privilegio y el honor de departir con su director, el profesor Rafael Rebolo: personalidad del saber y autoridad mundial en la materia.
Aquella conversación, mientras recorríamos las instalaciones del observatorio y echábamos una mirada al espacio a través del nítido cielo tinerfeño, me marcó profundamente. El profesor Rebolo me ayudó a entender el gigantesco patrimonio que representa el cielo, uno de los ámbitos de los que más nos hemos alejado, y el grave error que estamos cometiendo al agredirlo.
Además de suponer un despilfarro de energía, la contaminación lumínica nos aleja del conocimiento
Por norma general, los habitantes de las grandes ciudades no suelen prestar demasiada atención a la observación del firmamento. Y es un error porque ahí arriba pasan muchas cosas y muy interesantes, de las que podemos extraer grandes enseñanzas.
A lo largo de la historia el ser humano ha mirado al cielo nocturno para orientarse, seguir el ritmo de las estaciones o hallar respuestas a sus preguntas existenciales. El firmamento era a la vez navegador y almanaque: el mapa del tiempo y la bola de cristal. Y sigue siéndolo, aunque hoy miremos más la pantalla del móvil que el cielo.
Observatorio del IAC. (EFE)
Alzar la mirada al cielo oscuro y contemplar el universo nos enfrenta a lo que somos en verdad, a lo que seguimos siendo a pesar de tanta tecnología y tanto desarrollo. Tan solo uno más de los miles de millones de seres humanos que habitan La Tierra: un diminuto planeta del sistema solar. El sistema solar: uno de los más de cien mil millones de sistemas planetarios que forman nuestra galaxia, la Via Láctea. La Vía Láctea: una de las más de cien mil millones de galaxias que comparten el universo. El universo: cuya dimensión podría ser cien mil millones de veces más grande de lo que sabemos hoy.
Todo eso nos ayuda a comprender la contemplación del cielo oscuro: lo que en verdad somos; una minúscula parte del todo.
Por eso hay mucha gente fascinada por las estrellas y atraída por la interpretación del universo. Algo que cada vez resulta más difícil debido a uno de los tipos de contaminación más sutiles y menos reseñados de todos los que padecemos: la contaminación lumínica.
Esa boina resplandeciente
Los expertos llaman contaminación lumínica al fenómeno que se produce cuando la luz artificial que emite el alumbrado eléctrico, doméstico o urbano, se refleja en los gases y las partículas en suspensión que hay en la atmósfera urbana dando lugar a la formación de una pantalla resplandeciente que impide observar el firmamento. Así, cuanta más luz eléctrica menos cielo oscuro, un patrimonio cada vez más acosado y amenazado.
Para salvaguardarlo, la Declaración Mundial en Defensa del Cielo Nocturno y del Derecho a Observar las Estrellas, impulsada entre otras entidades por la UNESCO y el IAC, propuso su declaración como patrimonio de la humanidad, alertando de los riesgos para el medio ambiente y la salud de las personas que provoca la contaminación lumínica y exigiendo que su prevención y control sea incorporado a las políticas de conservación de la naturaleza.
Contaminación lumínica (EFE)
Porque no se trata tan solo del derecho a ver la osa mayor en las noches de Madrid, Barcelona, Valencia o el resto de nuestras grandes ciudades, sino de prevenir los efectos negativos del resplandor eléctrico en el ecosistema urbano, donde altera el ciclo de las plantas, los biorritmos de los animales y acaba afectando a nuestra propia salud mucho más de lo que podríamos imaginar.
Por el derecho a la oscuridad
Para conseguirlo es necesario iniciar un proceso de desintoxicación lumínica de nuestras ciudades, que nos libere del resplandor y nos permita habitar entornos urbanos más pacíficos de farolas hacia arriba. Ciudades con cielos menos incandescentes y más confortables para todos, porque todos necesitamos la oscuridad. Sin renunciar a la seguridad, por supuesto, pero atendiendo a lo que señala la declaración de la UNESCO.
Si quieren avanzar en el conocimiento del patrimonio natural que representa el cielo nocturno no dejen de visitar la página de la Fundación Starlight, entre cuyos principales objetivos estan la divulgación de su importancia y la necesidad de su protección.
Por
Jose Luis Gallego
18/03/2021 - 05:00
https://blogs.elconfidencial.com/medioambiente/ecogallego/2021-03-18/contaminacion-luminica-cielo-nocturno-medio-ambiente_2994367/