viernes, 3 de septiembre de 2021

La hegemonía de EEUU empezó a menguar hace 20 años y diez días

Talibanes entrando en Kabul el 16 de agosto. Foto: Reuters


La guerra en Afganistán, que finalizó oficialmente con la salida de las últimas tropas norteamericanas, ha durado 19 años y 47 semanas desde el primer bombardeo contra los talibanes el 7 de octubre de 2001. Un acontecimiento que coincide ahora con el 20 aniversario de los atentados del 11 de septiembre, los macabros ataques que instigaron el conflicto bélico más largo para Estados Unidos, superando incluso episodios como Vietnam o Corea.

Es difícil pensar en un acontecimiento geopolítico del siglo XXI tan impactante como las atrocidades ocurridas en el World Trade Center, que se cobraron la vida de al menos 2.996 personas. Ataques que también se extendieron al Pentágono, donde perecieron 125 empleados militares y civiles, así como al vuelo 93 de United, cuyos 44 pasajeros y tripulación murieron tras el secuestro de la aeronave que acabó estrellándose en Shanksville (Pensilvania).

Fin a la complacencia

Episodios que no solo pusieron fin a la complacencia erigida tras la Guerra Fría, cuando la globalización liderada por EEUU parecía destinada a convertirse en la fuerza dominante, sino que también abrieron paso a una etapa de expansión crediticia desenfrenada que culminó en la crisis financiera mundial de 2008 y un largo paréntesis en el progreso económico.

En las últimas dos décadas, Washington ha podido reivindicar algunos logros. La Administración Obama logró acabar con Osama bin Laden (aunque en Pakistán, no en Afganistán) y bien se detuvieron o matado a otros artífices del 11-S. Sin embargo, los atentados han tenido efectos duraderos en los presupuestos de defensa del Congreso de EEUU. Según el Servicio de Investigación del Congreso, el gobierno federal gastó unos 2 billones de dólares en fondos de emergencia para apoyar su respuesta a los ataques del 11-S; otros analistas cifran los costes en más de 6,4 billones de dólares, si se suma tanto el desembolso en Afganistán como en Irak además de los costes derivados de los veteranos de guerra.

El efecto económico más inmediato de los atentados fue la imposibilidad temporal de cobrar cheques. Además, la Bolsa de Nueva York y otros mercados financieros cerraron durante el resto de la semana. Muchos particulares retiraron dinero del banco. A medio plazo, los atentados redujeron el consumo y la inversión por sus efectos en la confianza de los consumidores y la caída temporal de las cotizaciones bursátiles. Esta reducción del consumo y la inversión exacerbó la desaceleración económica que ya se estaba produciendo. Por aquel entonces, el Comité Federal de Mercados Abiertos (FOMC, por sus siglas en inglés) redujo el objetivo del tipo de los fondos federales cuatro veces (175 puntos básicos en total hasta el 1,75%) en los tres meses siguientes a los atentados.

El coste de las guerras asciende hasta los 6,4 billones de dólares en medio de la crisis financiera y la pandemia

La invasión de Irak en 2004 también provocó otra venta en los mercados y otra respuesta excepcionalmente acomodaticia por parte de la Fed. El mercado bajista que comenzó con el estallido de las punto.com a principios de siglo finalmente llegó a su fin pero el exceso de liquidez encendió la mecha de una expansión desorbitada del crédito, sin una supervisión pertinente, que acabaría provocando el colapso de Lehman Brothers y vapuleando al sistema financiero mundial a través de las hipotecas de alto riesgo y complejos activos de inversión.

La crisis financiera de 2008 obligó a los bancos centrales, especialmente a la Reserva Federal, a experimentar con los tipos de interés a cero y la flexibilización cuantitativa, es decir, la compra de activos de deuda. Cada corrección posterior, bien sea la crisis de la deuda de la zona del euro, el Brexit o la reciente pandemia provocada por el Covid-19, ha traído consigo una nueva ronda de impresión de dinero y un tsunami de liquidez.

Desde la crisis financiera, los bancos centrales han comprado 22,4 billones de dólares en activos financieros

Esta política intervencionista de flexibilización cuantitativa desde la crisis financiera mundial ha llevado a los bancos centrales a comprar 22,4 billones de dólares en activos financieros (la Reserva Federal y el Banco Central Europeo han puesto en marcha 7 programas de flexibilización cuantitativa), lo que ha aumentado la valoración de los activos financieros en EEUU hasta 6,4 veces el tamaño del PIB.

Una panacea que ha favorecido a los precios de los activos cuyos efectos sobre la economía a pie de calle y la productividad ha sido cuestionada por múltiples economistas y dado paso a múltiples movimientos populistas. En este vacío se erige una China en continuo ascenso y cada vez más asertiva que ha sabido aprovechar la parálisis occidental y explotando el mayor acceso a los mercados de las economías avanzadas.


Nueva York