viernes, 1 de octubre de 2021

China inicia su cambio de modelo: la caída de Evergrande es solo el principio de algo mucho más gordo

Decenas de viviendas sin acabar en en la región china de Mongolia interior. Foto de Alamy


  • Pekín quiere recuperar el control de la economía y reducir la dependencia de la deuda
  • La nueva represión toca a las fintech, educación privada, juegos, criptos...
  • Se busca un modelo más sostenible, verde, equilibrado y con menor desigualdad



China lleva décadas creciendo muy por encima de la media global y, por supuesto, de los países avanzados. El modelo de este fuerte desarrollo estuvo basado primero en un sector exterior que llegó a generar superávits por cuenta corriente del 10% del PIB (el mayor superávit del mundo). Con la crisis financiera de 2008, este modelo se agotó. Pekín redirigió de forma brusca su política hacia la demanda interna (sobre todo la inversión), un modelo alimentado de un endeudamiento masivo del sector privado (empresas y familias), generando una burbuja de deuda que parece infinita, pero que como todas es insostenible en el largo plazo. El paradigma de este modelo 'agotado' es Evergrande. Ahora, las autoridades chinas quieren desinflar esa burbuja evitando una catástrofe (un juego de equilibrios muy complejo). Esta vez parece que Pekín va en serio.

La crisis financiera de 2008 forzó a China a buscar una nueva vía para mantener un crecimiento notable, aunque a la baja. La solución fue estimular la demanda interna a través del crédito a empresas y hogares. Desde entonces, la deuda privada del país (sobre todo empresas y algo las familias) se ha disparado hasta rozar el 300% del PIB (buena parte invertida en ladrillo), frente al 117% de 2008.

Pero los riesgos de basar el crecimiento en montañas de deuda son muchos (burbujas, ineficiencia en la asignación de recursos, riesgo de un cambios en la percepción de los mercados...). Ahora, Pekín quiere un sistema diferente, sostenible, asentado en el consumo interno, más igualitario, menos dependiente de la deuda y en el que el Estado recupere el control de la economía. Este es el camino hacia una 'Prosperidad Común' (Common Prosperity), un camino en el que Evergrande es quizá uno de los primeros baches importantes, pero el objetivo es llegar mucho más lejos.

El cambio iniciado se puede ver en la batería de medidas y anuncios de las autoridades que ya han tenido una fuerte repercusión en los mercados: represión sobre las tecnológicas, un mayor control del crédito, multimillonarias donaciones de grandes fortunas (en gran parte por la petición del gobierno), veto a las criptomonedas, reducción de las emisiones y la contaminación (generando una crisis energética), el no rescate o refinanciación de empresas 'zombi'... China está dejando atrás la política de seguir 'cebando' la burbuja para conseguir unos puntos más de PIB cada año, para afrontar el problema de frente.

Lo complicado en estos casos es lograr un equilibrio. Llegar al punto deseado sin generar un terremoto económico y financiero por medio. A corto plazo, como se está viendo, será doloroso. La caída de empresas endeudadas puede afectar al PIB, al empleo y al bienestar social. Nomura y otras instituciones están rebajando las previsiones de PIB para el 'gigante asiático' una vez que se ha visto el cambio de estrategia. La caída de Evergrande puede ser el reflejo de este punto de inflexión: dolor a corto plazo, para lograr una economía más sostenible, inclusiva y sólida en el largo.

Durante el último año, el Partido Comunista Chino ha estado realizando un esfuerzo para acabar con los 'excesos capitalistas reales o percibidos'. Todo forma parte de la agenda del 'Red New Deal' o Nuevo Acuerdo Rojo del presidente Xi Jinping, que está dentro del plan 'Common Prosperity' o Prosperidad Común, cuyo objetivo es abordar la desigualdad extrema, reducir el alto endeudamiento y las prácticas no competitivas y, al parecer, frenar a algunos de los magnates y otras personas influyentes", explica Erik F. Nielsen, economista jefe de investigación de Unicredit en una nota.

Los sectores en el punto de mira de Pekín

La nueva represión implica una regulación más estricta en una amplia gama de sectores, que incluyen fintech, redes sociales, comercio electrónico, entretenimiento, educación privada, juegos, criptomonedas y sector inmobiliario. "Asumir que todo esto se puede hacer sin consecuencias para el crecimiento económico parece demasiado heroico para mi gusto... Parece que estas medidas enérgicas pueden ser una respuesta al creciente descontento público por el elevado coste de vida para grandes proporciones de la población, junto con la extrema desigualdad", asegura el experto de Unicredit.

Alicia García-Herrero, economista Jefe para Asia Pacifico en Natixis, explica en declaraciones a elEconomista que el plan 'Common Prosperity' "requerirá un trasvase importante de recursos de los más pudientes a los que no lo son, pero también una centralización del poder en el Estado. Para intentar garantizar la paz social, especialmente después del fuerte impacto de covid en las clases menos pudientes y, con ello, poder mantenerse en el poder".

"En cualquier caso, la incertidumbre sobre cómo terminará esto y cuáles son los objetivos finales del gobierno es, comprensiblemente, desconcertante para los mercados. Después de todo, sabemos que las burbujas inmobiliarias financiadas con deuda son peligrosas porque conducen inevitablemente a una recesión y una recuperación relativamente lenta", escribe Nielsen en la nota.

Está claro que China quiere cambiar su modelo de crecimiento, pero Nielsen se pregunta por qué está dando todos los pasos a la vez y mostrando su mano más dura con tantos sectores, incluido el sector inmobiliario, que ha sido uno de los motores de la economía china en los últimos años. Este experto revela que hay cálculos en los que se muestra que el inmobiliario supone hasta un 29% del PIB chino, "una exposición mucho más alta que la de España o Irlanda antes de que estallase la burbuja en 2008".

Líneas rojas para las empresas 

El caso de Evergrande es el más visible porque está ocurriendo ahora y, sobre todo, por el tamaño de la firma. Es la empresa perfecta para mandar una advertencia al resto. China ha impuesto líneas rojas muy claras para diferenciar entre las empresas que pueden sobrevivir y recibir ayuda. En agosto de 2020, los reguladores chinos introdujeron 'tres líneas rojas' que las empresas del sector deben cumplir: (1) una relación de deuda sobre activos (excluidas las preventas) de menos del 70%, (2) una relación de apalancamiento financiero (gearing ratio) de menos del 100%, y (3) una relación de liquidez sobre deuda a corto plazo de más de 1 (para que la empresa pueda afrontar los vencimientos de deuda más cercanos con tesorería).

Si una empresa no cumple con estas líneas rojas, entonces tendrá que afrontar restricciones importantes en términos de cuánto puede incrementar su deuda para seguir 'sobreviviendo'. Aunque estas reglas entrarán totalmente en vigor en 2023, las autoridades están empezando a aplicarlas de forma progresiva. Evergrande está sufriendo de cierta forma estas restricciones: nadie se ha atrevido a prestar liquidez al gigante inmobiliario para que no incurra en default. El caso de Evergrande es el más visible, y quizá Pekín lo está aprovechando para mandar una advertencia al resto de la economía.

Las informaciones que se han filtrado desde el Gobierno de China hablan de una caída ordenada de Evergrande, lo que pondría de manifiesto que el cambio de modelo económico está aquí. "Pekín parece estar listo para lanzar este 'disparo de advertencia' a otros actores apalancados en el sector inmobiliario, pero sospechamos que las autoridades también están interesadas en evitar el contagio sistémico, especialmente porque la economía en su conjunto se está debilitando", advierte Gille Möec, economista jefe de Axa Investment Managers, en una nota sobre la caída de Evergrande.

La vivienda y la desigualdad

Möec sintetiza el trabajo de sus compañeros Aidan Yao y Shirley Shen, de Axa Investment, que señalan en un artículo reciente los puntos donde quiere actuar China con este tipo de medidas: 1 eliminar los riesgos de la economía (elevado endeudamiento, por ejemplo); 2 asegurar una competencia más justa; 3 controlar mejor los datos y 4 promover la igualdad social y abordar los desafíos demográficos de China. El denominador común de todos estos puntos reside en el plan Prosperidad Común, "la búsqueda de un modelo económico más inclusivo y que respalde la estabilidad social, lo que puede implicar algún sacrificio en el crecimiento intensivo de China", explican estos expertos.

Möec pone el ejemplo concreto del auge inmobiliario de China: "Por supuesto que ha impulsado el crecimiento, pero los altos precios de las viviendas están contribuyendo a la desigualdad y la tensión social. Frenar el crecimiento desenfrenado de este sector combina objetivos de estabilidad política y financiera". Algo similar ocurre con las grandes tecnológicas, que se han convertido en fuentes de datos muy ricas y han generado nuevos multimillonarios. Pekín quiere recuperar el control de esos datos y repartir, en parte, esa riqueza.

Un camino lleno de riesgos

Todo suena muy bien. Sin embargo, como se viene recordando a lo largo del texto, los riesgos son muchos. El mayor control y la represión sobre los sectores que han sido motor de crecimiento puede lastrar de forma notable el PIB y el empleo a corto plazo. Además, existe el riesgo de que estas medidas tengan un impacto más duradero y dañino en la actividad, porque como apuntan desde JP Morgan, el 60% de la riqueza de los hogares chinos está en vivienda. Si el mercado inmobiliario sufre, también lo hará el precio de la vivienda, lo cual tendrá un impacto, no solo sobre las promotoras e inmobiliarias, también sobre la riqueza y el consumo de los hogares chinos. 

Así está repartida la riqueza de los hogares chinos

Por último, parece evidente que estas medidas destinadas a lograr un país más igualitario y 'justo' tendrán también un impacto sobre la competitividad de China en el mundo. Este es uno de los grandes dilemas entre políticos y economistas, quizá también en la sociedad. Elegir entre una economía de alto crecimiento, competitiva, pero más desigual o una economía más igualitaria, pero menos competitiva y de menor crecimiento. Alicia García-Herrero cree que China va a apostar ahora por lo segundo: "Common Prosperity hará a China menos competitiva y, quizás, hasta más justa. Ambas cosas son buenas noticias para el mundo".