ILUSTRACIONES: GABRIEL SANZ
El aumento de la población mundial y la necesidad de reducir las emisiones de gases contaminantes obligan a cambiar nuestra forma de alimentarnos en favor de una dieta basada principalmente en el consumo de vegetales. La tecnología y la innovación serán claves en esa transformación, que también tendrá efectos positivos sobre nuestra salud
De aperitivo, un puñado de insectos al horno. Como plato principal, huevos veganos fabricados en laboratorio. De postre, fruta -por ejemplo, una chirimoya- que ha modificado su estructura cromosómica para poder ser cultivada con menos agua y así hacer frente a la creciente desertificación. Este podría ser el menú de una comida cualquiera en un futuro no tan lejano.
Más allá de lo exótico que puedan sonar las anteriores recetas, el sector agroalimentario está transformándose para dar respuesta a dos de los grandes problemas a los que se enfrenta la Tierra. Por un lado, el aumento de la población mundial. En 2050, casi 10.000 millones de personas habitaremos este planeta (frente a los 7.900 millones actuales); más de 11.000 millones el siglo que viene. Para alimentar a esas 11.000 millones de bocas, la Organización para la Alimentación y la Agricultura de Naciones Unidas (FAO) considera necesario que la producción anual de cereales se incremente hasta los 3.000 millones de toneladas y la de carne, hasta los 470 millones. Así lo afirma en su estudio The World Population Prospects (2019).
Sin embargo, aquí es donde surge el segundo problema. Según otro informe de la FAO, solo el sector ganadero es responsable del 18% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero actuales. A ello hay que sumar que el 80% de la deforestación mundial es resultado de la expansión agrícola -de la que la mayor parte se destina a alimentar animales y no directamente a personas-. Solo en el Amazonas, el pulmón del mundo, el 70% de sus bosques tropicales han sido convertidos en terreno de pasto.
LA DIETA DEL FUTURO
Así, bastaría el abandono gradual de la ganadería durante los próximos 15 años para lograr una reducción del 68% en las emisiones de CO2 hasta el año 2100. Por ello, reorganizar el sistema alimentario es clave para garantizar la sostenibilidad del planeta y la salud de sus habitantes. Lograrlo pasa por duplicar el consumo mundial de frutas, vegetales, frutos secos, semillas y legumbres, mientras que el de alimentos como la carne roja y el azúcar debería reducirse en más del 50%. Una dieta que la prestigiosa revista científica The Lancet ha bautizado como Dieta de salud planetaria.
Esta dieta flexitariana se basa en el consumo prioritario de alimentos de origen vegetal, en el que opcionalmente se pueden incluir cantidades modestas de pescado, carne y productos lácteos. Resumida en un solo plato, tendría una mitad repleta de verduras y frutas, mientras que la otra mitad estaría formada en un 85-90% por granos enteros, como trigo, arroz o maíz, proteínas de origen vegetal (legumbres), así como frutos secos y semillas. En el 10% restante, habría un poco de carne, algo de pescado, queso o leche. Todos los alimentos, mejor de temporada, ya que no tiene sentido consumir naranjas en julio o melocotones en enero, y proximidad -para reducir las emisiones asociadas al transporte-.
Favorecer este patrón alimentario frente al actual -solo en España, cada persona consume alrededor de 275 gramos de carne al día, más de 100 kilos al año- implicaría una reducción del 72% en la emisión de gases de efecto invernadero y del 58% de la tierra de uso agrícola, un 52% menos de consumo de energía y un ahorro del 33% en la huella hídrica.
Un reto que exige "la utilización de recursos científico-tecnológicos para garantizar una producción sostenible, eficiente y suficiente de alimentos que cubra las necesidades de la población; de tal forma que esos alimentos sean más abundantes, seguros, saludables, nutritivos y con mejor sabor y vida útil", explica María Cruz Rey de las Moras, doctora en Biología Molecular y Biotecnología y profesora del Grado de Nutrición Humana y Dietética de la Universidad Europea Miguel de Cervantes.
ALIMENTACIÓN HÍBRIDA
"La alimentación del futuro será un híbrido entre la alimentación de nuestros antepasados y las nuevas tecnologías y cambiará lo que comemos y cómo lo comemos", prosigue Rey de las Moras. Por su parte, Enrique Porta, socio responsable de Consumo y Distribución de KPMG en España, señala que "la búsqueda de la salud, la sostenibilidad y el bienestar [medioambiental, social y animal] acelerarán el crecimiento de los alimentos ecológicos y con menor huella calórica y medioambiental, producirá un mayor equilibrio entre productos de origen animal y vegetal e incorporará nuevas fuentes de proteínas y nuevos orígenes, como el sintético".
Así, se normalizará una dieta a base de insectos -entomofagia- y algas o impresa en 3D. También las proteínas fabricadas en laboratorio, como carne a partir de células musculares y huevos veganos derivados de legumbres, como los guisantes, la soja o los garbanzos.
Asimismo, se empezarán a aplicar nuevas tecnologías que marcarán un antes y después en la forma de alimentarnos y permitirán, por ejemplo, producir más cantidad de alimentos con menos superficie y agua (nanotecnología y biotecnología); encapsular la sal o el azúcar, dañinas para la salud, para consumir menos cantidad (microencapsulación); o añadir aromas para mejorar nutricionalmente los alimentos, sin que el consumidor aprecie cambios en el sabor, la textura o la forma (neuroaromas).
Además, se popularizará la nutrigenómica (parte de la ciencia que estudia la interacción de los alimentos con el genoma) y la nutricosmética (combinación entre alimentación y cuidado personal para retrasar el envejecimiento).
Eit Food es la iniciativa en materia de innovación alimentaria líder en Europa. Dependiente del Instituto Europeo de Innovación y Tecnología (EIT) de la UE, tiene por objetivo buscar las start ups más punteras del sector agroalimentario y ayudarlas a crecer y abrirles hueco en el mercado internacional.
"Seguramente, ya hay más ciencia y tecnología en la industria alimentaria de lo que la gente piensa. Hoy en día, está asimilada en toda la cadena de valor", dice Begoña Pérez, directora general de EIT Food para el Sur de Europa. "Desde la forma en la que se plantan las semillas, los métodos de riego, cómo se evitan las malas hierbas... Hasta en la manera en la que se recogen los alimentos del campo. Y, por supuesto, en la logística y distribución y los métodos para mejorar el etiquetado y la trazabilidad o evitar el desperdicio alimentario. Sin tecnología no hay futuro", añade.
POTENCIA EUROPEA
Son muchas las start ups que han pasado por sus programas de emprendimiento y han obtenido el reconocimiento europeo. De hecho, España es potencia internacional en innovación alimentaria. Según el informe Foodtech in Spain: Moving the Spanish Food System Forward, del Instituto de Comercio Exterior (ICEX), el foodtech español es el quinto con mayor inversión de Europa, por detrás de Alemania, Reino Unido, Francia y Países Bajos.
Es más, Porta considera que las empresas que no se sumen a esta transformación, "corren el riesgo de perder eficiencia y/o relevancia y ver amenazada su posición en el futuro". Para evitarlo, el nuevo Proyecto Estratégico para la Recuperación y Transformación Económica (Perte), aprobado por el Consejo de Ministros, destinará 400 millones de euros de los fondos europeos Next Generation EU para mejorar los procesos de producción vinculados con la competitividad, sostenibilidad y trazabilidad de la producción de alimentos.
Destaca la empresa Biotech Foods, que produce proteína de alto valor añadido mediante la agricultura celular. Traducido al lenguaje común, carne fabricada en laboratorio, un producto 100% natural y con 0% de contenido graso que necesita un 99% menos de tierra y un 75% menos de agua que la ganadería actual.
Íñigo Charola, CEO de esta compañía de origen vasco, explica cómo es su elaboración: "Se trata de tejido muscular animal que, en vez de desarrollarse en el cuerpo del propio animal, crece de forma natural mediante la proliferación de células musculares, en unas condiciones iguales en cuanto a temperatura, oxígeno y disponibilidad de nutrientes". Después, a esta carne cultivada se le puede dar la forma que se desee, como hamburguesas o salchichas.
Charola considera que "el futuro del sector agroalimentario pasa por el desarrollo de estas nuevas fuentes de proteínas que pueden complementar a las tradicionales y hacer así más sostenible nuestra alimentación", pues la producción de proteína mediante agricultura celular se puede llevar a cabo en cualquier entorno, al no estar limitada a la existencia de tierras de cultivo o ganadería.
En cifras, la extracción de células de un único cerdo durante un año permite fabricar una cantidad de carne equivalente a la producida con el sacrificio de 400 cerdos, lo que genera un 90% menos de gases contaminantes. Los beneficios son tantos que, en el año 2035, se espera que la carne cultivada y el resto de proteínas alternativas -huevos, por ejemplo- representen entre el 11% y 22% del total de proteínas consumidas por el hombre, algo que permitiría ahorrar el agua que consume una ciudad como Londres en 40 años.
No solo es más sostenible, la carne cultivada también ofrece una mayor seguridad alimentaria para el consumidor, al ser producida en un entorno biológico controlado y libre de patógenos.
Estudiar cómo la tecnología puede ayudar a crear alimentos destinados a minimizar los efectos de algunas enfermedades o patologías como la disfagia (dificultad para tragar), el colesterol, el cáncer colorrectal o el ictus es a lo que se dedica el Instituto de Investigación en Ciencias de la Alimentación y la Salud (Imdea Alimentación). "Es posible prevenir, mejorar o revertir enfermedades de manera efectiva mediante la nueva nutrición [también llamada nutrición de precisión, personalizada o molecular]", apunta Ana Ramírez de Molina, su directora adjunta.
"Esta nueva nutrición consiste en desarrollar estrategias nutricionales y productos alimentarios adecuados a las necesidades de cada persona según su estado fisiológico, sus objetivos o su riesgo a padecer determinadas enfermedades o responder mejor a un tratamiento, determinados en gran parte por su genoma», añade la también directora del Programa de Nutrición de Precisión y Cáncer del Imdea Alimentación, uno de los cinco en los que trabaja el instituto para la prevención de enfermedades crónicas de alta prevalencia (junto con la enfermedad cardiovascular, obesidad, obesidad infantil y enfermedades relacionadas con el envejecimiento).
CREAR UN MUNDO MÁS JUSTO
Además de para mejorar la salud, la transformación del sector también va a ayudar a reducir el desperdicio de comida, uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU para 2030. Se estima que, alrededor de un tercio de la producción mundial de alimentos (1.700 millones de toneladas) acaba en la basura. El 50% de este desperdicio ocurre a nivel doméstico y tiene un impacto medioambiental: la producción de esta comida no consumida libera a la atmósfera más de 3.500 millones de toneladas de CO2.
También el hambre en el mundo: la proporción de población mundial que padece obesidad o algún tipo de sobrepeso (1/3) es prácticamente la misma que aquella que no tiene un acceso regular y suficiente a los alimentos.
"Además de promover y concienciar un consumo más racional de los alimentos, la innovación y la tecnología pueden contribuir de forma decisiva a mejorar y garantizar el acceso universal a los mismos. Por ejemplo, posibilitando un mejor acoplamiento entre oferta y demanda que reduzca el desperdicio alimentario o generando nuevos ingredientes y productos", cree Porta.
Así nace nace Oscillum, una empresa biotecnológica de Elche (Alicante) que ha creado una etiqueta inteligente capaz de alertar, en tiempo real, del estado de los alimentos.
El mal olor o el color son los principales rasgos en los que nos fijamos los consumidores para decidir si un alimento es apto o no para ser consumido. Partiendo de esta premisa, en Oscillum han desarrollado una etiqueta para carne y pescado fresco que analiza su descomposición.
Está realizada en plástico biodegradable al que han añadido indicadores químicos que reaccionan a los compuestos que se producen durante el proceso natural de la putrefacción. El consumidor solo tiene que fijarse en su color, que va pasando del amarillo al verde (todavía seguro de ingerir) y del verde al azul (cuando ya no es recomendable su consumo). Además, funciona tanto para productos envasados, como para aquellos que ya han sido abiertos.
Gracias a este trabajo, acaban de conseguir el premio a la start up con más proyección en Alimentaria, la feria internacional de referencia para los profesionales del sector.
Asimismo, nuevas tecnologías, como el big data, aportarán a las empresas agroalimentarias información sobre el comportamiento de los consumidores y sus necesidades, lo que permitirá conocer los cambios en la demanda y ayudará también a reducir la cantidad de alimentos que acaban en la basura.
Otras, como la Inteligencia Artificial, ayudarán a mejorar los procesos industriales permitiendo, por ejemplo, calcular el momento óptimo de recogida de la fruta y la verdura; la probabilidad de que una máquina pueda sufrir un fallo, evitando paradas de producción; o identificar precozmente defectos (por ejemplo, predecir el riesgo de rotura de la pasta seca y otros alimentos procesados o defectos en el sellado de los envases) y evitar una mala experiencia por parte de los consumidores.
ECODISEÑO
No solo va a cambiar lo que comemos, sino también todo aquello que lo rodea. En las ciudades se instalarán granjas inteligentes que producirán bajo demanda.
Asimismo, los supermercados se construirán para facilitar la compra a una población de edad cada vez más avanzada (se estima que la esperanza de vida en España aumenta a un ritmo de 10 horas por día), con pasillos más anchos, áreas de descanso y carteles más visibles. En ese contexto, el ecodiseño (forma de diseñar que tiene en cuenta acciones orientadas a la mejora ambiental del producto o servicio en todas las etapas de su ciclo de vida) cobrará cada vez más fuerza.
Frutas que crecen en condiciones de sequía
J. N.
La ciencia aplicada al sector de la alimentación también está estudiando la búsqueda de plantas que han modificado de forma natural su estructura cromosómica para adaptarse a condiciones de escasez de agua o sequía. Algo vital en España, uno de los mayores productores hortofrutícolas del mundo, pero también uno de los países más susceptibles de sufrir desertificación como consecuencia de los efectos del cambio climático. Es por ello que numerosos grupos de investigación españoles son líderes mundiales en este campo.
Uno de ellos es el proyecto Chlerifloema de Juan M. Losada. Becado a través del Programa ComFuturo, impulsado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Fundación General CSIC (FGCSIC) y con el apoyo de Banco Santander, su investigación se centra en la búsqueda de variedades frutales que pueden producir fruta con menos agua de riego, algo que contribuye al desarrollo de una agricultura más sostenible y que tiene un gran impacto en la economía de pequeños y grandes agricultores.
Procedente de La Axarquía (Málaga), ha centrado su investigación en el chirimoyo, pues esta provincia, junto con la de Granada, son los mayores productores mundiales a nivel comercial de este cultivo; y en el mango, una de las frutas más importantes comercialmente a nivel internacional.
JESSICA NIETO
@Jessica_Nieto
Actualizado Domingo, 24 abril 2022 - 02:56
https://www.elmundo.es/tecnologia/innovacion/working-progress/2022/04/24/6262bd6ffdddff37698b459a.html