EVA LUISA DE LOS RIOS
"Necesitamos una alternativa al postureo actitudinal positivo, aprender a gestionar el lado malo de las cosas y, sobre todo, tratarnos con decencia en vez de hacer el gilipollas", asevera Buenaventura del Charco Olea, psicólogo Sanitario, psicoterapeuta y autor de 'Hasta los cojones del pensamiento positivo' (Editorial Samarcanda).
La vida no es de color de rosa. Ni la gente va caminando por la calle, blandiendo sonrisa XXL, ni los finales son siempre 'hollywoodensemente' felices y, si las cosas se nos tuercen, por mucho que nos bombardeen con frases motivacionales, unicornios e imágenes inspiradoras, no vamos a salir, como por arte de magia, del agujero.
Peor aún, lo más probable es que el remedio termine por convertirse en mucho peor que la enfermedad y que, ese choque entre esa felicidad (impostada) que nos rodea y nuestra realidad, nos haga sentir infinitamente más desgraciados al 'no dar la talla' en esta sociedad tan 'cuqui' e, incluso, culpables por no ser capaces de querer con la fuerza suficiente como para poder.
"Necesitamos una alternativa al postureo actitudinal positivo, aprender a gestionar el lado malo de las cosas y, sobre todo, tratarnos con decencia en vez de hacer el gilipollas", asevera Buenaventura del Charco Olea, psicólogo Sanitario, psicoterapeuta y autor de 'Hasta los cojones del pensamiento positivo' (Editorial Samarcanda).
Pero, ojo, que esto no significa que hayamos dejado de aspirar a ser felices. Según explica Del Charco Olea, "el ser humano, como cualquier especie biológica, tiende a buscar la satisfacción y regulación de sus necesidades".
Sin embargo, prosigue, "la felicidad real tiene más que ver con estar satisfechos y en paz con nosotros mismos que con ese subidón de alegría, sonrisas, optimismo y placer que nos vende el pensamiento positivo y que, en realidad, sería más propio de haber consumido dos gramos de MDMA (una metaanfetamina)".
Por ese motivo, entre otros, esta filosofía resulta "tan jodidamente dañina, ya que crea una idea de bienestar y de actitud que es contraria a nuestra propia naturaleza, porque el ser humano necesita la tristeza, el miedo y la rabia, aunque esté mal decirlo en este escenario de 'buenismo', de la misma forma que necesita dormir, comer o defecar".
Intentar no estar mal, por tanto, "sería tan ilógico como decir que no queremos defecar porque 'huele mal, ensucia o se hacen ruiditos al apretar y es una pérdida de tiempo'". Es decir, iría en contra de nuestro 'diseño biológico': "¿Qué pasaría si, basándonos a ese razonamiento idílico pero desconectado de la realidad, tratáramos de dejar de ir al baño? Pues que reprimiríamos una necesidad básica y un día, cuando ya no pudiésemos más, saldría de la peor forma posible o enfermaríamos".
FILOSOFÍA CULPABILIZADORA
¿Qué hay más allá de ese universo 'cuqui' de unicornios, confeti y frasecitas de mr wonderful? "Pues lo que hay es una filosofía profundamente culpabilizadora, cobarde y que fomenta la represión emocional, a pesar de sus letras bonitas de tonos color pastel. Plantea, de una forma reduccionista y burda, que 'todo depende de cómo lo ves' o 'si quieres puedes', lo que lleva implícito el razonamiento de que, si experimentamos lo normal cuando tenemos un problema (que es estar jodidos, de la misma forma que sangramos si nos cortamos), es nuestra culpa por no estar echándole ganas, dando el 100%, atrayendo buenas vibras o siendo una persona tóxica. Todo esto supone, para el que lo está pasando mal, una dosis extra de sufrimiento al potenciar el sentimiento de culpa, lo que le pone más difícil pedir ayuda, desahogarse, llorar, enfadarse o lo que necesite. Esa represión emocional, además, es muy dañina, ya que, entre otras sintomatologías, puede provocar ansiedad, comportamientos obsesivos, etc".
Del Charco Olea pone al descubierto la cobardía que se esconde tras el pensamiento positivo. "Proclama que 'nos centremos solo en lo bueno de la vida', lo cual es tan ridículo como ir con la mano rota al médico y que nos diga que nos fijemos en lo bien tenemos la rodilla. Para solucionar los problemas, debemos entenderlos y, para ello, hemos de observarlos. Sólo así, al conocerlos, podremos diseñar un plan para afrontarlos porque no se van a solucionar solos. Ver el vaso medio lleno es una distorsión de la realidad tan grande como verlo medio vacío".
Aunque lo 'peten' en las redes sociales, "los gurús motivacionales y similares están totalmente alejados de la realidad. Son 'generales de salón' que idean planes absurdos sobre un mapita. No son clínicos reales y nunca han estado acompañando a un paciente, en la trinchera llena de barro de la consulta, viendo lo difícil que es afrontar el dolor, los miedos y lo que no aceptamos de nosotros mismos. Ni tampoco son conscientes del tiempo, la paciencia, la empatía y el profundo respeto que es necesario para ello. Sus teorías son muy bonitas, pero de cartón piedra: no aguantan un asalto con la vida real".
Por mucho que nos intenten convencer de lo contrario, no siempre es posible poner buena cara al mal tiempo. "¿Quién carajo es capaz de mantener esa actitud y de no tambalearse cuando recibe un golpe? Absolutamente nadie (salvo quizás un psicópata que no experimente ansiedad). Por eso, nos sentimos ineficaces y disfuncionales cuando no lo conseguimos, ya que todo el mundo está en un 'postureo positivo' parecido a cuando metemos la tripa para posar para las redes. Fotografiamos sólo la parte agradable de nuestra vida y aplicamos 200 filtros y, claro, si comparamos eso con nuestra realidad, nuestras vidas son una mierda y es fácil que nos sintamos menos válidos".
En este escenario, mostrar el dolor se convierte en un síntoma de debilidad. "Somos una sociedad profundamente 'tristofóbica' y hedonista que tiene un profundo miedo al rechazo, a no ser válido. Una sociedad consumista que ha cambiado la exigencia del deber o la moral por la exigencia del gustar. Nos da miedo ser débiles y nos sobreprotegemos continuamente, como si fuésemos figuritas de Lladró incapaces de aguantar el malestar emocional. Esta sobreprotección nos genera ansiedad y la duda neurótica de si seremos capaces de encarar el dolor, lo cual es que una de las paradojas del ser humano porque, como dice John Stevens, 'la verdadera fortaleza consiste en permitirnos sentir la propia debilidad'".
En su libro, Buenaventura del Charo Olea nos propone aprender a querer y a querernos más, en la alegría y en la tristeza, como antídoto a esta pandemia de felicidad impostada, pero ¿eso cómo se hace si desde fuera recibimos estímulos que nos indican que no damos la talla? "Es que ese es el jodido problema, vincular el amor con la capacidad o competencia. ¿Queremos más a nuestro padre si lo ascienden en el trabajo o a nuestra pareja si pierde unos kilos? No, queremos a alguien porque su dolor no nos es indiferente, porque elegimos comprometernos. Amar es, en lo bueno, disfrute, gozo, excitación, alegría, cariño e ilusión. Y en la adversidad es acoger el dolor de forma compasiva y combatir para defender y conseguir lo que necesitamos".
Para sobrevivir en este mundo de 'postureo' y falsas apariencias, este psicólogo apuesta por el valor de la humanidad y la congruencia. "No siempre podemos controlar que las cosas salgan bien. No todo depende de nosotros mismo y el dolor es inherente a la vida. Lo que sí podemos hacer es actuar de forma coherente con lo que somos. Puede que el resultado no sea el que esperábamos, pero habremos sido soldados leales y fieles". Amén.
GEMA GARCÍA MARCOS
Actualizado Jueves, 19 enero 2023 - 17:40
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