Foto: Alejandro/García.
Una investigación muestra que, incluso segundos después de una percepción, nuestro cerebro ya la ha modificado en función de las expectativas previas que tenía
La neurociencia ya ha explicado que nuestros recuerdos no son del todo fiables. Cada vez que tiramos de memoria, reinterpretamos las vivencias que habíamos archivado y el paso del tiempo parece jugar en contra de la precisión. Casi todo el mundo asume, por propia experiencia, que difícilmente podemos recordar el pasado con exactitud. Por el contrario, pensamos que, cuanto más cercano es un hecho, nuestro cerebro es capaz de reproducirlo con mayor nitidez. Pero ¿y si tampoco fuera así?
Un estudio liderado por la Universidad de Ámsterdam (Países Bajos) deja claro que incluso la memoria a muy corto plazo nos puede jugar una mala pasada. ¿Es real lo que acabamos de ver hace un segundo o es un falso recuerdo que ya ha pasado por el filtro de nuestro cerebro? La investigación, cuya autora principal es la profesora Marte Otten y que ha sido publicada en la revista científica Plos One hace pocos días, constó de cuatro experimentos diferentes que sumaban casi medio millar de participantes. Las pruebas estaban basadas en rememorar imágenes concretas y sirvieron para demostrar que nuestras expectativas pesan más que nuestras propias percepciones.
Por ejemplo, al mostrarles pseudoletras (grafías con rasgos similares a las letras convencionales), la mayoría de las personas las recordaba como letras reales tan solo instantes después. Así, una C invertida se convertía en una C normal en la memoria de los participantes. Las implicaciones de estos resultados son muy importantes, no solo porque ponen en cuestión nuestra manera de percibir e interpretar el mundo, sino porque los expertos creen que también pueden ayudar a entender algunos aspectos de ciertos problemas y patologías, desde el autismo al alzhéimer.
La cuestión es por qué nuestra mente nos engaña de esta manera. José Ángel Morales García, neurocientífico de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), considera que el trabajo de la Universidad de Ámsterdam es muy interesante y novedoso, pero que cuadra perfectamente con lo que ya sabíamos sobre la memoria. “La misión principal del cerebro es mantenernos vivos, garantizar la supervivencia del organismo, y para lograrlo está constantemente realizando predicciones”, explica en declaraciones a El Confidencial, “eso le permite ser más rápido a la hora de procesar la información y de tomar decisiones”. Por eso, no es de extrañar que, tal y como demuestran los experimentos de esta investigación, predominen las predicciones basadas en la experiencia previa frente a las percepciones novedosas o extrañas incluso al construir recuerdos a muy corto plazo. Así, si ves una grafía extraña, tenderás a recordarla como una de las letras que estás acostumbrado a ver.
Conflicto en el cerebro
De hecho, la mayor parte del tiempo, la información que nos llega a través de los sentidos pasa desapercibida porque hay una concordancia entre la predicción que realiza el cerebro y lo que está siendo percibido por los sentidos. Por ejemplo, si pensamos que en la calle va a hacer calor y salimos en manga corta, la predicción y la percepción coinciden, y nuestro cerebro no recordará el momento en el que hemos salido de casa. El conflicto llega cuando se produce una disonancia: salimos en manga corta, pero hace frío. Ahí es cuando nuestro cerebro debe decidir si le otorga relevancia o no la información que le llega de los sentidos. Así, es posible que más tarde recuerdes que por la mañana hacía frío.
Hace poco más de dos años, científicos españoles publicaron un trabajo muy interesante sobre esta cuestión. El Instituto de Neurociencias de Castilla y León (INCYL) demostró en un artículo de la revista Plos Biology que existe un mecanismo neuronal que nos alerta cuando la información que aportan los sentidos no coincide con la previsión del cerebro. La corteza prefrontal anticipa constantemente lo que espera recibir a través de los sentidos. En este modelo (conocido como teoría de la codificación predictiva), las predicciones se hacen “desde arriba” y los sentidos informan “desde abajo”. Gracias a experimentos electrofisiológicos con ratas, el equipo de Manuel Sánchez Malmierca demostró por primera vez que ciertas neuronas realizan ese trabajo. En concreto, dejan pasar el flujo de información “hacia arriba”, desde los sentidos. Cuando se trata de algo que nuestra mente ya ha predicho, no es más que información superflua que se descarta. Sin embargo, cuando se produce el error de predicción, el cerebro actúa: gracias a este mecanismo, somos capaces de reaccionar ante el pitido de un coche, por ejemplo, si cruzamos la calle sin mirar.
Por el contrario, los experimentos publicados en Plos One demuestran que en muchas ocasiones no es así y que nuestro cerebro es capaz de obviar la información que contradice sus predicciones y almacenar los recuerdos conforme a lo que esperaba, aunque no se correspondan con la realidad. “Esto también nos ocurre todo el tiempo, a todas horas, pero no nos damos cuenta. Si siempre dejas las gafas junto a la tele, pasarás por ahí y pensarás que las has visto aunque alguien las haya movido de sitio”, afirma Morales García.
¿De qué depende la preponderancia de las predicciones o de las percepciones? “Los recuerdos son muy complejos, pero el cerebro procesa la información a partir de las experiencias previas. Si considera que algo es de importancia para tu supervivencia, lo almacena. Si no, lo deja pasar”, explica el experto. En esta cuestión, la información asociada a emociones se percibe como más importante. “Si algo no te ha cabreado, no te has sentido feliz o no has sentido miedo, no es importante”, resume el investigador de la UCM.
Implicaciones y patologías
No obstante, al guardar los hechos vividos en la memoria, los procesamos. Es decir, que los “cocinamos” justo antes de almacenarlos, salvo cuando se trata de experiencias traumáticas. Ante esos recuerdos negativos, el cerebro opta por “guardar sin cocinar”, explica el experto. El problema es que, si ese recuerdo aflora, se puede convertir en lo que se conoce como estrés postraumático. A raíz de esta nueva investigación, cabe preguntarse cómo influye la memoria a corto plazo en estos procesos. En cualquier caso, la investigación de la Universidad de Ámsterdam es interesante porque muestra “que, ya desde el primer momento, cuando solo está implicada la memoria a corto plazo, se pueden estar produciendo fallos en el almacenamiento”, destaca Morales García. Después, los datos pasan a la memoria a largo plazo, que no deja de acumular falsos recuerdos, tal y como ya se sabía, pero que lo hace incluso a partir de las experiencias más inmediatas.
De esta forma, todo indica que, “a medida que nos hacemos mayores, hay una mayor relevancia de las predicciones y experiencias sobre lo que estás viendo”. Llevado esto al extremo, “daría igual lo que estés observando, tu cerebro te dirá que eso no es así, basándose en la predicción que realiza”. En condiciones normales, todo esto tiene implicaciones muy importantes, tanto a nivel personal, porque “se pueden manipular los recuerdos”, como a nivel social o político, en relación con cómo interpretamos la realidad.
Sin embargo, estos hallazgos pueden ser incluso más importantes de cara al estudio de ciertos problemas y patologías. “Sabemos que en las enfermedades neurodegenerativas, sobre todo en alzhéimer y párkinson, se producen fallos cognitivos y en ello intervienen muchos factores”, recuerda el neurocientífico de la UCM. En muchos casos, lo que perciben los pacientes “no concuerda con las expectativas de su cerebro”, en ese sentido también se estaría imponiendo la predicción. A veces, a algunos de estos enfermos, “les da igual que haga 40 °C si la cabeza les está diciendo que hace frío”.
No serían los únicos ejemplos. Los investigadores del INCYL que publicaron el trabajo sobre la teoría de la codificación predictiva en ratas ya destacaron que, en patologías psiquiátricas, como la esquizofrenia, y en los trastornos del espectro autista, el mecanismo de predicción y comparación con las percepciones sensoriales está alterado. En su opinión, lo más probable es que las neuronas implicadas en detectar el error de predicción estén funcionando mal. Si se confirma esa relación, también podrían explorarse nuevas vías terapéuticas, ya que en otros trabajos han comprobado que hay sustancias neuromoduladoras, como la dopamina, que influyen en la respuesta a estímulos no esperados.
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