Personas sin hogar en el distrito de Tenderloin, San Francisco.
(Getty/Anadolu Agency/Tayfun Coskun)
Un supermercado cierra en el centro de San Francisco por temas de seguridad y la ciudad pasa de ser lo más cuqui de EEUU a parecer un caos exagerado. Pero esta crisis de imagen se lleva gestando muchos años
Hace unas semanas una noticia aparentemente inocente como el cierre de un supermercado sacudió San Francisco. El local en cuestión era un Whole Foods, una cadena de alimentación de lujo que Amazon adquirió en 2017 por 13.000 millones de dólares. La tienda se había instalado apenas un año antes en el centro de la ciudad. El local de 6.000 metros cuadrados sigue cerrado a cal y canto, solo identificado por los vinilos y carteles de la marca.
La explicación de que se haya echado la persiana, o parte de ella al menos, se encuentra tan solo unos metros más allá, concretamente en la avenida que conecta esa parte de Market Street con el imponente ayuntamiento de la ciudad. Un breve paseo repleto de gente sin hogar que deambulan de aquí para allá hablando solos o se juntan en pequeños grupos alrededor de un trozo de papel albal mientras preparan una dosis de heroína. Todo a la vista de los transeúntes, al igual que los campamentos que se extienden a lo largo de Tenderloin, uno de los barrios más céntricos de la ciudad y epicentro de esta crisis.
El supermercado (uno de los varios que la empresa tiene en la ciudad) no cerró porque no podía ser rentable. Cerró por temas de seguridad. Los incidentes eran la norma prácticamente desde el primer día. Los robos y hurtos eran muy habituales y varios eran incidentes violentos, como atracos a punta de navaja. Se vieron obligados a reformar los baños porque había quien se colaba para pegarse un chute de droga. En los aseos, llegaron a encontrarse un muerto por sobredosis de fentanilo. Antes de llegar al punto de no retorno, intentaron controlar la situación con nuevas medidas de seguridad y cambios de horarios. Pero no hubo manera.
Whole Foods se va, IKEA llega
Este episodio puso una vez más a San Francisco frente al espejo, poniendo en solfa su modelo de ciudad. ¿Cómo es posible que esto pase en el corazón de Silicon Valley, la meca mundial de la tecnología, donde están instaladas y asentadas algunas de las empresas más valiosas y punteras del mundo, como Apple, Google o Meta? ¿Cómo una de las ciudades más cosmopolitas y cuquis del país parece ahora estar inmersa en una crisis de dimensiones mayúsculas? No hay ni una sola razón ni un único culpable. La pandemia es la más reciente de las causas, ya que impactó de lleno en las constantes vitales de una ciudad cuya actividad se vio reducida enormemente primero por los confinamientos y más tarde por el trabajo remoto. Una práctica especialmente popular entre las tecnológicas, principal motor económico de esta esquina del mundo.
Para entender todo también hay que fijarse en otros problemas arrastrados desde hace tiempo, como puede ser esa dependencia exagerada de las empresas tecnológicas, una cultura política muy particular que complica adoptar soluciones a largo plazo o una crisis de vivienda sostenida en el tiempo que hace que ingenieros que cobran 6.000 o 7.000 dólares mensuales se gasten la mitad de la nómina en un apartamento minúsculo de una habitación o incluso compartan piso.
El cierre de Whole Foods es una anécdota que ilustra perfectamente la parte más negativa de San Francisco. La parte positiva se podría representar en la inauguración de un IKEA, algo que ocurrirá en los próximos meses a pocos metros de allí, tras varias demoras sobre el plan inicial. Se pondrá en funcionamiento en un antiguo centro comercial adquirido por el gigante inmobiliario Ingka Centers. El incidente del supermercado de Amazon hizo temer que los suecos cancelaran la apertura del que iba a ser su segundo local en la zona metropolitana de San Francisco y el primero en dicho municipio. Finalmente, la compañía se reafirmó en sus planes, admitiendo que han tenido que diseñar un dispositivo especial 24 horas para asegurar el normal funcionamiento de la tienda y la seguridad de los trabajadores.
Que el gigante del mueble haya dado un segundo sí, quiero al centro de San Francisco ha enfriado el fantasma de una estampida masiva y cierres en cascada de negocios en esa parte de la ciudad. Ha supuesto un balón de oxígeno a los que confían que los planes para recuperar la normalidad funcionen. En definitiva, la ciudad, a pesar de los problemas, sigue siendo un destino atractivo para los inversores gracias al nivel de vida.
“Siempre hubo homeless en el centro. En Tenderloin es algo que siempre se ha visto como normal. Era algo que estaba ahí y tampoco se hacía nada porque se percibía como un problema menor y controlado”, comenta a este periódico Reth Oliver, que llegó a San Francisco hace más de una década y desde hace un par de años trabaja como conductor de Uber. Explica que antes de la irrupción del coronavirus era un problema “más que nada, cosa de dos o tres manzanas”. “Ahora se ha descontrolado mucho y los campamentos se han expandido a otras zonas como Little Saigon y casi a Union Square, un distrito pegado a la zona financiera y llena de marcas de lujo”, añade. “Algunos de ellos ya se han movido a zonas alejadas, como Marina District. Eso era algo que nadie se imaginaría hace unos años”.
El aumento de la gente sin hogar es indisoluble de la crisis de los opiáceos. Esta es una preocupación que ha golpeado con fuerza a varias ciudades de la primera economía mundial, pero que se ha hecho especialmente visible en el caso de San Francisco. Allí las autoridades han llegado a reconocer que en el primer trimestre de este 2023 hubo un aumento del 40% en los fallecimientos causados por consumo de fentanilo, llegando a tener una tasa de un muerto cada diez horas por esta razón. En los últimos tres años se estima que estas sustancias sintéticas han acabado con 2.300 vidas, un registro dos veces mayor a lo que dejó el covid, según las estadísticas municipales.
Las autoridades locales iniciaron hace años una lucha en los tribunales contra un puñado de empresas a las que consideraban responsables de propiciar estas adicciones. La última que ha doblado el brazo ha sido la cadena farmacéutica Walgreens, que pagará 230 millones de dólares tras alcanzar un acuerdo en el que reconocía haber dispensado estas drogas con recetas de dudoso origen, aprovechando una regulación laxa.
Hay otro factor imprescindible para poder entender la situación: el precio de la vivienda y el proceso de gentrificación bestial que se ha producido. Alex Kral, un reconocido epidemiólogo de origen sueco, lleva años monitorizando la situación en la ciudad. En una entrevista con el New York Times aseguraba que a día de hoy el 80% de las personas con problemas de drogadicción no tienen un hogar. En los 2000 esa cifra era de un 20%. “No se puede desenredar una cosa de la otra”, afirmaba Kral, que señalaba que la falta de alternativas habitacionales estables para los sintecho era evidente.
Faltan viviendas…
San Francisco tiene una población aproximada de poco más de 800.000 habitantes. Eso supone casi 4 veces menos que Madrid y menos de la mitad que Barcelona. Pero no tiene más habitantes porque no tiene posibilidad de expandirse horizontalmente. Está rodeada de mar por tres de sus cuatro costados. Podría crecer verticalmente, pero tradicionalmente se ha apostado por una construcción residencial, donde la altura estuviese contenida. Estas condiciones fueron el caldo de cultivo perfecto para cocinar una crisis de vivienda a medida que multinacionales como Alphabet, Facebook o Apple empezasen a crecer a un ritmo desbocado la pasada década. Un avacen que se tradujo en la llegada decenas de miles a trabajadores cualificados a la ciudad, con sueldos muy superiores a la media.
A eso hay que sumar también las cientos de startups que han nacido y han cuajado allí. El resultado de este boom fue que los vecinos de toda la vida, con oficios mucho más mundanos y con peor remuneración, fueron progresivamente desplazados hacia las afueras, quedando la ciudad mayoritariamente para los trabajadores más pudientes. Ese proceso de gentrificación se refleja en datos como los que indican que San Francisco y el Área de la Bahía perdieron entre 1999 y 2020, según un informe de SPUR, 300.000 hogares con una renta anual menor a 100.000 dólares. En ese mismo tiempo, llegaron 625.000 unidades familiares que ganaban más de 100.000 dólares.
Incluso cuando las big tech empezaron a llevarse sus sedes fuera de la ciudad (donde se han quedado las sedes de YCombinator, Stripe, Uber, SalesForce o Twitter) y levantar megacomplejos a kilómetros de allí en localidades como Mountain View o Cupertino eso no supuso que se relajara el mercado del alquiler. ¿Por qué? Porque estas localidades no tienen un inmenso parque de vivienda, ya que la mayoría son casas unifamiliares y los edificios residenciales de varios pisos brillan por su ausencia. Además son ciudades dormitorio con mucha menos vida social. Muchos de los empleados de estas multinacionales, por tanto, siguen optando por quedarse en la ciudad y tener que comerse una hora de ida y otra de vuelta en el autobús de la empresa para ir a la oficina. “Eso cuando las cosas van bien. Si tienes atasco, que es algo habitual, la cosa se alarga bastante”, cuenta Miguel Ángel Garrido, científico de datos en YouTube, que lleva cerca de ocho meses en la ciudad, a donde se trasladó desde Nueva York.
Su puesto de trabajo está en San Bruno, al sur de la ciudad. No está obligado a ir todos los días, pero cuando va lo hace en el transfer corporativo. “Puede parecer mucha distancia, pero aquí hay bastante cultura del coche, así que el tiempo que tardas en moverte se percibe de otra manera”, comenta. “En mi caso prefiero hacerlo así por un simple motivo: aquí tengo más oferta de todo, cultural, social, gastronómica…”.
Garrido paga algo más de 3.000 dólares por un apartamento de una habitación. “Aquí muchos tampoco podemos cumplir la recomendación de no gastar más de un tercio de nuestros ingresos mensuales en vivienda. En algunos casos se va la mitad o más”, comenta.
Cuando llegó la pandemia, las tecnológicas abrazaron el teletrabajo. Había llegado para quedarse. Aquello afectó temporalmente al número de residentes. Por tanto, también se desplomó el precio del alquiler pero no tardó en recuperarse cuando se fue recogiendo cable y el teletrabajo acabó cambiándose, en muchos casos, por modelos híbridos en los que había que acudir dos o tres días presencialmente. Más recientemente, se ha dado otro hecho que ha ayudado a aligerar un poco el coste de la vivienda: los despidos masivos acometidos en la industria tecnológica en los últimos meses. Según Apartment List, una web especializada, el área metropolitana de San Francisco vio caer el precio medio del alquiler un 5% entre diciembre y enero.
“A pesar de todo, los precios siguen siendo altos. Sigue habiendo una demanda tremenda en el sentido de que la gente quiere seguir aquí por el ecosistema tecnológico que hay”, comenta Jorge Peñalva, un emprendedor español radicado allí desde 2018. Cuando llegó, cuenta, pagaba 2.200 dólares por un estudio al mes. Ahora reside con su pareja en una casa de dos habitaciones y garaje por 3.800 dólares al mes. “En otra zona de la ciudad costaría fácilmente 5.000 dólares. Sin embargo, este barrio está más apartado y te permite tenerlo más barato”, apunta. “Eso sí, si te mudas a San Francisco tienes que cambiar el marco mental. No solo con el alquiler, con todo. El precio de todo es mayor”.
El coste de la vida fue uno de los motivos señalados cuando estalló la pandemia y muchos trabajadores dejaron San Francisco y se movieron a otros puntos del país como Florida. Ese estado fue uno de los que aprovecharon la coyuntura para atraer startups relacionadas con el mundo cripto, que era lo que entonces estaba en auge. La pregunta que entonces más de uno se hizo es si la ciudad y Silicon Valley podían perder en algún momento el título honorífico de ser la meca de la tecnología. "Claro que influyó, pero también influyó en que el confinamiento era más estricto que en otros lugares", explica. "Creo que ese discurso se amplificó por casos concretos, como el traslado a Texas de Tesla por tema de impuestos; o por otro tipo de intereses particulares".
Esa percepción ahora parece haberse alejado. Según un estudio de PitchBook, Silicon Valley sigue siendo la referencia en cifras totales de capital recaudado por parte de las empresas emergentes instaladas allí. En 2022, consiguieron 74.000 millones. Pero no todas las cifras le sonríen. Esa cantidad, por ejemplo, es la más baja en una década. En términos porcentuales, Chicago (231%) o Miami (279%) han crecido más en inversión (Silicon Valley 19%) durante los últimos tres años. Y, según afirmaba el Washington Post, si hace unos años el 90% de las startups se fundaban en ese rincón de EEUU, ahora mismo estaríamos hablando del 70%.
“Este sigue siendo el sitio en el que hay que estar. Eso se está viendo de nuevo con la inteligencia artificial. No es que tengas solo las empresas grandes, tienes a la gente que ha pasado por esas empresas y que se queda aquí y forma un ecosistema. Para lograr algo así, hacen falta muchos años. Aquí hay mucha gente concentrada y con mucha ambición”, añade Peñalva.
…pero sobran oficinas
El cambio de paradigma y la mayor flexibilidad laboral no han impactado sustancialmente en el mercado de la vivienda para alquiler o compra, ha impactado en otro tipo de mercado inmobiliario: el de las oficinas. Hay más metros cuadrados desocupados que nunca. En dos años se ha pasado de tener solo el 10% de las oficinas disponibles a un 23%. Esta tasa es muy superior a la de cualquier gran ciudad de EEUU. Eso es un problema para una ciudad en la que tres cuartas partes del PIB local están relacionadas directa o indirectamente con los alquileres corporativos. Los efectos en las cuentas municipales se han hecho notar rápidamente: esperan un déficit de 780 millones durante los dos próximos años.
¿Por qué se produce este fenómeno? La explicación es sencilla. Si no necesitas tantos puestos físicos, puedes crear oficinas más flexibles y reducidas. Algo que ocurrió de forma generalizada en la ciudad. Prueba de ello es que a raíz de la pandemia se produjo una explosión de la compraventa de muebles de oficina. Aunque no es exclusivo de aquel lugar y se pueden encontrar decenas de ejemplos, este fenómeno se ha dejado notar especialmente en San Francisco y Silicon Valley.
Brandi Susewitz, fundadora de Reseat, una empresa de mobiliario de oficina montada en 2020, atribuye este extremo a la mayor concentración de “empresas emergentes, startups y tecnológicas” más proclives a estos cambios de modelo. "He comprado muebles a Uber, Pure Storage, Oracle, Yelp, Twitch, Cruise...", enumera en una conversación con este periódico. "Más que cierres, lo que más he visto ha sido compañías que han cambiado grandes oficinas por otras de la mitad de tamaño. Los despidos también influyen. Sea cual sea el motivo, la cuestión es que hay que dar salida a mucho material".
Este problema con las oficinas ahora se presenta como una oportunidad, ya que las autoridades plantean convertir este suelo empresarial en viviendas. Las estimaciones más optimistas cifran hasta en 11.000 las viviendas que se podrían conseguir. Las más conservadoras, menos de 5.000. De todas formas este plan conlleva una batería de cambios normativos y legislativos, que van desde las condiciones que deben cumplir las viviendas hasta el debate de posibles exenciones fiscales, que pueden dilatar mucho que se haga realidad.
El modelo de ciudad
“Se ha recuperado la actividad en parte, pero cuando te acercas a la zona financiera y a la zona de las oficinas se nota muchísimo menos movimiento que antes de la pandemia”, explica Gloria Soto, profesora de la Universidad de San Francisco, que lleva más de 30 años viviendo en esa región.
Esta docente cree que esa reducción de la actividad presencial debido al teletrabajo durante mucho tiempo ha ayudado a que se visibilice más el problema de la crisis de los sintecho. “Está claro que el problema se ha agravado y no es fácil diagnosticar el motivo. Ocurre por múltiples razones, que tienen que ver con el sistema social del país, abandono institucional, el sistema sanitario… Pero si tienes zonas desiertas de la ciudad y el centro está lleno de personas sin hogar es normal que la atención se desvíe ahí y se vea todo mucho más".
El problema es generalizado en California, donde ciudades como Los Ángeles multiplican las estadísticas de San Francisco, ya que incluso ha superado en el ranking a Nueva York. Esto se debe a que las autoridades de otras zonas del país han tenido que abordar este problema de manera seria desde hace mucho tiempo, entre otros motivos, por el clima. “A nivel estatal se han puesto medidas. El problema es que a veces ni funcionan a la primera o tardan demasiado en materializarse".
La actual alcaldesa, London Breed, puso en marcha un plan en 2021, en plena pandemia, que contaba con alojamientos temporales en hoteles, bonos de financiación para las personas que habían perdido su hogar así como la movilización de recursos para poder obligar a aquellos que padeciesen enfermedades mentales a tratarse. El abandono sistemático de estos pacientes por parte de la administración estatal ha sido señalado en múltiples ocasiones como un punto importante para alimentar lo que a todas luces es una emergencia social. Broods propuso eliminar la abundante burocracia para los promotores inmobiliarios y así conseguir que a finales de esta década hubiese 83.000 apartamentos y casas adicionales en el término municipal, muchas de ellas de titularidad pública.
“Cuando le ofrecemos una alternativa a dormir en la calle, no vamos a dejar que se sienta cómodo durmiendo en la calle”, dijo por aquel entonces la regidora para defender su plan para intervenir contra los asentamientos y levantar las tiendas de campaña instaladas en las aceras, que llegaron a máximos durante la pandemia. Aquello trabajo al centro del debate público el asunto de la seguridad ciudadana, algo que tradicionalmente no se colaba entre los asuntos que más preocupaban a los votantes, de mayoría demócrata, un partido que llevan gobernando varias décadas consecutivas la ciudad. Sin embargo, la materia de la protección y la seguridad es ahora una de las cosas que más se comenta políticamente, con un creciente número de partidarios de aumentar el número de efectivos y mantener una postura menos permisiva hacia estos colectivos. El asunto ya le ha costado el puesto en los últimos tiempos a un fiscal y varios responsables de distrito.
Los planes de la administración local no han conseguido ser un punto de inflexión por el momento. El asunto sigue siendo muy palpable en el centro de la ciudad. a pesar de que Breed dijese hace unos días que se había logrado reducir un 15% el número de personas sin hogar en la ciudad gracias a las medidas puestas en marcha. Además, la justicia determinó en abril que no se puede desalojar a los sintecho de los espacios públicos, al entender que no han hecho suficiente como para ofrecerles una alternativa. Sea como sea, Soto cree que San Francisco y su área metropolitana tiene un problema de modelo de ciudad y debe decidir si quiere corregir el rumbo. “Se dio mucha manga ancha a las tecnológicas y eso ha llevado en gran medida a esto. Ya no solo es el alquiler. Muchos dedican una gran parte de sus ingresos. Pero, ¿qué ocurre con las jubilaciones? Hay muchas personas, que después de pasarse la vida trabajando aquí, no van a poder seguir viviendo aquí si no se replantea el modelo de crecimiento que hay a día de hoy”.
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