El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, saluda al presidente turco, Recep Tayyip Erdogan. (Reuters/Susan Walsh)
En la cumbre de Vilna, el presidente turco dio su visto bueno, tras más de un año, a la adhesión de Estocolmo a la OTAN. Pero ¿a qué precio?
Horas antes de que empezará la cumbre interanual de la OTAN en Vilna (Lituania), celebrada los días 11 y 12 de julio, el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, dio su visto bueno a la incorporación de Suecia a la Alianza. Pero ¿a qué precio?
Durante más de un año, el recién reelegido líder turco se había mantenido férreo en su negativa. El cambio de postura se logró en una reunión fuera de agenda entre Estocolmo, Estambul y el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg. "Esto es bueno para Suecia, es bueno para Turquía, porque es un miembro de la OTAN que se beneficiará de una Alianza más fuerte, y es bueno para toda la organización", dijo Stoltenberg, instantes después de que Erdogan anunciase que Estocolmo se uniría "tan pronto como sea posible".
Pero el respaldo final del presidente turco no ha salido gratis. Erdogan ha aprovechado su posición ventajosa para exprimir el mayor número posible de concesiones. Y a Suecia le ha tocado pagar el pato en más de una.
El futuro de Turquía en la UE
El proceso de adhesión de Turquía a la UE lleva tiempo en un coma profundo, sin que ninguna de las partes haya demostrado voluntad alguna de resucitarlo. Sin embargo, en un giro que pilló a la mayoría por sorpresa, Erdogan reclamó antes de volar a Vilna su reactivación, exigiendo a los países europeos que "abran el camino a Turquía hacia la UE y nosotros despejaremos el camino para Suecia, tal y como lo allanamos para Finlandia". Horas más tarde, lograba, como parte del acuerdo para permitir su entrada en la OTAN, que Estocolmo se comprometa a apoyar activamente los esfuerzos para que Ankara haga lo mismo en la Unión Europea. "Suecia apoyará activamente los esfuerzos para revitalizar el proceso de adhesión de Turquía a la UE, incluida la modernización de la Unión Aduanera UE-Turquía y la liberalización de visados", estipula el comunicado posterior al encuentro.
"La decisión de Suecia de apoyar las ambiciones turcas de lograr que la Comisión Europea reinicie el proceso de adhesión pareció sellar su acuerdo con la OTAN", explica en el Atlantic Council Anna Wieslander, directora para el norte de Europa en el think tank. Se trata de un compromiso notable. Aunque los estándares que requiere el bloque para ratificar su adhesión siguen estando a años luz, contar con un aliado desde dentro supondría una considerable ventaja para Erdogan. Este mismo miércoles, Erdogan trasladaba al presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, su deseo de reactivar la adhesión de Turquía durante el semestre español al frente del consejo de la UE.
En 1999, Turquía adquirió el estatus de candidato, para convertirse en miembro en 2005. Habitualmente las conversaciones para los nuevos miembros se alargan, pero en el caso de Estambul, excede la norma. El motivo principal del bloqueo versa en torno a la falta de progreso en cuestiones de Derechos Humanos. También con relación al giro de Erdogan hacia el autoritarismo en respuesta a un fallido intento de golpe de estado en 2016, con miles de trabajadores públicos despedidos y cientos de organizaciones cerradas.
Estos problemas persisten —e incluso se han agravado—, por lo que resulta poco probable que el hipotético apoyo de Suecia sirva para que los funcionarios de la UE muevan ficha en el proceso de adhesión. Erdogan, que no ha dado muestra alguna de querer dar marcha atrás a su deriva autoritaria, bien lo sabe, por lo que es probable que se tratara de una concesión estética de cara a la galería.
Por otra parte, la segunda parte de la frase del comunicado, que se refiere a la modernización de la Unión Aduanera UE-Turquía, podría ser el objetivo real del mandatario turco, dada la crisis económica en la que el país está sumido desde hace años. Erdogan busca actualizar la unión aduanera para favorecer el comercio turco y también lograr la liberalización de visas, una queja recurrente en las redes sociales turcas debido a las negaciones de documentos aparentemente arbitrarias por parte de los países europeos.
El problema kurdo
El asunto de la adhesión a la Unión Europea fue una sorpresa de última hora, pero el principal escollo siempre había sido otro. La gran pregunta, como planteaba el analista sénior del Atlantic Council Rich Outzen, es la siguiente: "¿Obtuvo Erdogan lo que cree que necesita en sus propias necesidades de seguridad, con respecto al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK)?".
El Gobierno turco argumentaba que Suecia estaba dando refugio a los militantes kurdos —que considera como terroristas— y que necesitaba hacer más para reprimir a los grupos rebeldes. "Para los turcos, tanto el gobierno como la opinión popular, el PKK es la principal amenaza para la seguridad nacional", explica Outzen en entrevista con El Confidencial. "Es uno de los principales determinantes de las relaciones de Ankara con otras naciones, junto con las relaciones económicas y los lazos culturales. Así que era de esperar que Turquía exigiera a los suecos, que han tenido quizás la aplicación más débil contra los esfuerzos de recaudación de fondos, reclutamiento y propaganda del PKK en Europa, que se comprometieran a realizar mayores esfuerzos como condición para entrar en la OTAN", agrega.
El conflicto histórico entre los kurdos, quienes acusan a Turquía de suprimir su identidad, y los turcos, que no reconocen su soberanía, lleva más de dos siglos en activo. Mucha de la población kurda emigró a Europa, lo que ha llevado a Erdogan a buscar un mayor compromiso a la hora de perseguir a presuntos criminales por parte de los países escandinavos.
En este sentido, Erdogan ha conseguido lo que se marcó en la cumbre del año pasado en Madrid. Un acuerdo tripartito (Turquía, Suecia y Finlandia) para mejorar la cooperación en materia antiterrorista. De hecho, durante una reunión técnica el pasado jueves, el ministro de Asuntos Exteriores sueco, Tobias Billström, explicó cómo una nueva ley antiterrorista en el país había llevado a la primera condena a un ciudadano en Suecia por financiación del PKK. "Erdogan obtuvo la mayor parte de lo que necesitaba de Suecia", sentencia Outzen.
Los cazas estadounidenses F-16
Pero si bien Erdogan miraba con lupa los movimientos de Suecia contra el PKK, también observaba de reojo a Estados Unidos. El Gobierno de Joe Biden sabía que contaba con una baza ansiada por Turquía: la venta de los sofisticados aviones de combate F-16, de fabricación estadounidense, que el país necesita para renovar su fuerza aérea y que el Congreso estadounidense ha estado bloqueando.
Según explicó el asesor de seguridad nacional de la Casa Blanca, Jake Sullivan, Biden hizo un esfuerzo en los últimos días para enviar a Erdogan un mensaje "claro e inequívoco" de que él apoyaba la venta de los F-16 a Turquía y tenía intención de negociar con el Congreso estadounidense para que la transacción saliera adelante.
Biden y Erdogan hablaron el domingo casi una hora por teléfono y se reunieron el martes en los márgenes de la OTAN. La Casa Blanca, no obstante, sigue sin vincular oficialmente la venta de los F-16 a la integración de Suecia en la Alianza. El lunes por la noche, cuando se conoció que Ankara había levantado su veto a Suecia, Biden publicó un comunicado en el que afirmaba que estaba "listo" para trabajar junto a Erdogan en la mejora de "la defensa y la disuasión en la zona Euro-Atlántica".
Biden no precisó a qué se refería, pero un alto funcionario estadounidense dijo este martes que esa frase quería servir como un "guiño" a Turquía para demostrar el compromiso del mandatario con la entrega de los aviones. No obstante, para poder vender los F-16 a Turquía, Estados Unidos debía resolver antes dos asuntos: la resistencia de los legisladores estadounidenses, algunos del mismo partido de Biden, y la preocupación de Grecia sobre la posibilidad de que Ankara los use en su contra.
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