El distrito financiero de Singapur, en 2020.
(EFE/Wallace Woon)
En Singapur, tener un coche se ha convertido en un lujo que muy pocos pueden permitirse, y la sociedad se ha acostumbrado a ciudades casi sin atascos y donde prima el transporte público
Un lugar en el que prácticamente no hay coches en la calle. Sin atascos y con poca contaminación. Un país en el que tener un coche es un lujo que muy pocos pueden permitirse. Entre los casi seis millones de habitantes que tiene Singapur, solo hay 851.339 vehículos registrados, según los datos de septiembre de 2023 analizados por Ceicdata. "Para tener uno tienes que tener mucho dinero. He conocido a dos extranjeros con coche en los casi seis años que llevo viviendo aquí", explica Iván Marcos, un asturiano al que tras viajar por el planeta una oferta de trabajo en una empresa biotecnológica española le hizo fijar su residencia en esta singular ciudad-estado.
"En Singapur un coche es un artículo de lujo. Tendría que vender mis guitarras y a alguno de mis hijos para costearlo", bromeaba Adan, un singapurense que contempla con curiosidad los atascos que se producen en otros lugares del mundanal planeta. "Casi hasta disfruto del tráfico y jaleo de Bangkok", ironizaba en una cena el pasado mes de junio en la capital tailandesa.
El coste de los vehículos, las limitaciones de tamaño de estar en una pequeña ínsula donde hay dos excursiones posibles, ir a la vecina Malasia o bordear la costa, y el eficiente transporte público son una buena ecuación para descifrar este extraño enclave de adinerados de la aldea global. Primero conviene enmarcar el entorno social y económico, y quizá después sea más fácil digerir un país donde tener un coche que puede durar cerca de 15 o 20 años, en el mejor de los casos, puede costar alrededor de 200.000 euros. Encima, ese es un coste que no para de aumentar por las limitadas licencias gubernamentales que se subastan.
Si uno tuviera que elegir en la Tierra un lugar donde, al menos en la superficie, se desarrolla una especie de experimento de sociedad futura y perfecta, es posible que debiera decir Singapur. La ciudad-estado, y a la vez archipiélago, es una mezcla de escenario de la película Avatar, con sus árboles gigantes que ellos han "replicado" en el flamante Garden Bay, y Pleasentville, aquella comedia que dibujaba una sociedad donde todo era armonioso hasta que deja de serlo.
Singapur está en Asia, pero es una especie de urbe global llena de estudiantes internacionales, profesionales de las finanzas, jubilados vip y mano de obra "barata" que se ensucia las manos para mantener aquella burbuja de bienestar. La ciudad-estado siempre aparece en el top 10 de las urbes más caras del mundo y con mayor salario medio. La paga promedio mensual es de 3.460 euros, según los datos facilitados por el Ministerio de Trabajo.
Estas cifras no representan un reparto equitativo, que supone que los inmigrantes que trabajan en la construcción o el sector servicios, la gran masa social que hace los trabajos menos capacitados, ganen una suma parecida a esa. En marzo pasado, el Gobierno decidió que el salario mínimo para camareros, reponedores y cajeros de los supermercados fuera de 1.750 dólares singapurenses (S$), lo que equivale a 1.200 euros. En 2024 y 2025 se han estipulado nuevas subidas para este sector que supondrán en total un 19% de aumento del salario base anterior.
No es país para coches
Sin embargo, en una sociedad tan rica hay una anomalía extraña: hay pocos coches. Además de los pocos vehículos registrados en función de la población, el país es uno de los pocos lugares del planeta donde en el último año ha descendido el parque de automóviles. En enero de 2023, había 853.640 matrículas.
Para llegar a este punto, que muchos consideran un avance porque no hay atascos y el parque automovilístico parece recién sacado del concesionario, se ha optado por una estrategia sencilla: poner precios que hacen inviable la compra de coches para buena parte de la población y ofrecer un eficiente transporte público a cambio. "Se ha limitado el número de coches, pero en beneficio del que tiene mucho dinero que puede afrontar su coste y circular tranquilamente. Por otro lado, el transporte público es bueno y no es caro", resume Iván Marcos a El Confidencial.
El precio de las licencias no para de subir. El pasado octubre se ha batido el récord histórico de subasta, alcanzando el permiso un precio de 158.004 dólares singapurenses, lo que equivale a unos 108.000 euros. Eso depende del tipo de licencia. Las hay abiertas, que permiten su uso para cualquier tipo de actividad y son las más caras, o las que solo posibilitan el transporte privado. También depende de la cilindrada del vehículo o el tipo de energía que usan. La más económica tiene un valor promedio en el actual mercado de unos 71.000 euros.
Cada dos semanas se produce una licitación con los nuevos permisos, que va relacionada con los que se retiran de la circulación, y se otorgan los certificados sin los que no se puede conducir por una urbe llena de cámaras que controlan las matrículas al entrar en autovías y parkings. No termina ahí el alto gasto adquisitivo.
Tras obtener ese certificado, queda afrontar la compra del vehículo. El precio debido a las tasas es en la isla mucho más alto que en otros países. "El precio del coche triplica el de países como España. Si lo compras de segunda mano, adquieres el coche con el tiempo de licencia que le quede sobre los 10 años iniciales concedidos", explica Iván. ¿Se puede prorrogar? "Mi mujer solicitó un periodo extra de otros cinco años y después lo llevó al concesionario, que le compró el viejo y ella compró uno nuevo".
Existe también la posibilidad de solicitar una extensión máxima de otros 10 años, para coches vintage, pero ambas opciones, según publica el periódico The Straits Times, son poco usadas por los propietarios. El medio asegura que el tiempo promedio de vida de un vehículo en la isla es de 5,5 años. Después, los coches acaban en un desguace o algunas compañías los compran y revenden en otros países.
De segunda mano, un coche de alta gama como el BMW 4 Coupe M-Sport con 56.000 kilómetros, y al que le quedan siete años y siete meses de permiso, se oferta por 193.000 dólares de Singapur. Al cambio, 132.000 euros. Un coche similar en España se anuncia por 36.900 euros sin, además, tener un tiempo ya determinado de vida. En el segmento de coches nuevos, un Mazda CX-30 2.0L, por ejemplo, se anuncia por 166.888 dólares, alrededor de 114.000 euros. En España, su valor estaría entre los 30.000 y los 40.000 euros.
Ese panorama comercial y burocrático hace que la fisonomía de las calles de Singapur, el país con mayor densidad de población de mundo, por detrás de Mónaco, con alrededor de 7.750 habitantes por kilómetro cuadrado, tenga unas calles sin los perennes atascos del resto de capitales asiáticas. "Yo pago algo más de un euro por usar el metro, menos de lo que pagaría en Madrid o Barcelona, funciona muy bien y tiene una frecuencia de paso muy alta", asegura Iván.
Una gran parte de la población usa el suburbano o los autobuses, ambos de altísimo estándar de calidad, o la moderna flota de taxis híbridos. "¿El coche es suyo?", le preguntamos al taxista que nos lleva del aeropuerto a la ciudad. Y él se gira y nos dice riendo: "No, eso no es para gente como yo".
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