El primer millonario de la historia moderna fue el industrial John Davison Rockefeller (1839- 1937). La hazaña la consiguió en 1916. Y lo hizo a pesar de que Tribunal Supremo de EEUU le obligó a dividir su gigante petrolero, la Standard Oil Company, en 37 corporaciones distintas para evitar el monopolio.
El magnate conservó la marca hasta 2017 cuando el dueño de Tesla, Elon Musk, igualó su fortuna, que adaptada a la inflación actual, según la unanimidad de los historiadores, alcanzó unos 340.000 millones de dólares (312 millones de euros).
Ahora es Musk uno de los cinco candidatos a convertirse en el primer billonario de la historia. O lo que es lo mismo, la primera persona que consiga un millón de millones, es decir, un 1 seguido de doce ceros, cuyo término anglosajón es un "trillón" porque usan lo que se llama escala corta de numeración que resta tres ceros.
Pero el ecosistema económico han cambiado en los 108 años que han transcurrido desde entonces. Si los Rockefeller, los Carnegie o los Vanderbilt crearon una potente industria a principios del siglo XX que hizo crecer su riqueza, pero también a una estable clase media. Los Musk, Bezos o Buffet actuales han multiplicado sus fortunas personales a costa de fabricar pobreza.
El futuro no se presenta nada halagüeño. Uno de ellos podría convertirse en el primer billonario de la historia en la próxima década, pero al mismo tiempo, el mundo está a 230 años de erradicar la miseria del resto de los mortales. Es la principal conclusión del informe 'Desigualdad INC. Cómo el poder corporativo divide nuestro mundo y la necesidad de una nueva era de acción pública', presentado esta semana por Oxfam Internacional en el Foro de Davos que se celebra en el enclave alpino suizo.
"El mundo está entrando en una década de división, en la que miles de millones de personas cargan con las consecuencias económicas de la pandemia, la inflación y la guerra, mientras las fortunas de los multimillonarios aumentan", advirtió Amitabh Behar, el director ejecutivo interino de Oxfam Internacional.
El tsunami de desigualdad que predice la organización no sucede "por casualidad". La causa principal son los tejemanejes de la clase adinerada para que las compañías que dirigen "les proporcionen más riqueza a expensas de todos los demás", añade el experto.
Los super ricos
El desalentador panorama que describe el informe se ha desbocado desde la pandemia. La fortuna combinada de las cinco personas más ricas del mundo se ha disparado de 405.000 millones de dólares en marzo de 2020 a 869.000 millones de dólares en noviembre de 2023.
Esto supone un ritmo de crecimiento de 14 millones de dólares por hora. Al mismo tiempo que casi cinco mil millones de personas en todo el mundo se han empobrecido por la subida de los precios combinada con los bajos salarios. "El poder desbocado de las corporaciones y los monopolios es una máquina generadora de desigualdad", advierte Behar.
Los beneficiados son, por orden de riqueza, el dueño de la red social X - con una fortuna personal de 231.000 millones de dólares-, el director ejecutivo de LVMH, Bernard Arnault -178.600 millones-, el fundador de Amazon, Jeff Bezos -175.400 millones-, el fundador de Oracle, Larry Ellison -135.200 millones, y el veterano inversor Warren Buffett -119.600 millones-, según el calculo actualizado de Forbes.
Mientras estos cinco ejecutivos veían incrementar sus cuentas en unos 3,3 billones de dólares desde 2020, lo que supone que sus fortunas han crecido tres veces más rápido que la inflación. La pobreza global sigue estancada en niveles prepandémicos y un 60% de la humanidad tiene menos capacidad económica que en 2020. Nada indica que estoy vaya a revestirse.
El informe prevé que si las corporaciones continúan con sus prácticas de "exprimir a los trabajadores, evadir impuestos, privatizar el Estado y estimular el colapso climático", lo único que harán es seguir canalizando una riqueza "infinita" hacia los ultrarricos y acabar con el planeta.
Mientras ellos se relajan en yates, mansiones y pagan millones de dólares a abogados para presionar a su favor a los políticos del Capitolio o El Eliseo, los salarios de casi 800 millones de trabajadores no han seguido el ritmo de la inflación y han perdido 1,5 billones de dólares en los últimos dos años, lo que equivale a 25 días de nómina perdida por cada trabajador.
El poder de los monopolios
Las prácticas monopolísticas de Rockefeller llevaron en 1890 al Congreso de EEUU a aprobar la Ley Sherman, la primera contra la concentración empresarial, por la que su imperio acabó dividido. El castigo no disminuyó su riqueza, ya que su empresa fue un éxito y el origen del sector pretrolero mundial. Un siglo después, a pesar de que las leyes siguen vigentes, el control de las corporaciones sobre los mercados y los poderes públicos hace que los tribunales no sean efectivos en su cumplimiento.
"Vivimos una era de poder monopólico que permite a las corporaciones controlar los mercados, fijar las condiciones de intercambio y obtener ganancias sin temor a perder negocios", explica Oxfam. Esto afecta a los salarios de los trabajadores, al precio de los alimentos, de las medicinas y a la disminución del gasto público con el beneplácito de los gobiernos.
Un sector tras otro ha acabado por aglutinarse. Las farmacéuticas son el ejemplo más llamativo. Entre 1995 y 2015, un total de 60 compañías médicas se fusionaron en solo 10 grandes empresas globales. Hay otros como las dos corporaciones internacionales que poseen más del 40% del mercado mundial de semillas.
O las grandes empresas tecnológicas -Meta, Alphabet (Google) y Amazon- que dominan el mercado de internet con tres cuartos cuartos del gasto mundial en publicidad o el 90% de las búsquedas controladas por Google. Esta última junto a su matriz, Alphabet, han recibido las tres multas más millonarias impuestas por el Tribunal de la Unión Europea por vulnerar la competencia.
Mientras el Fondo Monetario Internacional (FMI) está de acuerdo en que el poder de los monopolios está creciendo e impulsando la desigualdad. Los márgenes promedio de las megacorporaciones se han disparado en las últimas décadas, sobre todo, en los sectores clave para la vida de los ciudadanos de la energía, la alimentación y las farmacéuticas.
El poder de los millonarios
Los ricos riquísimos son los principales accionistas o directores ejecutivos del 34% de estas grandes empresas, que tienen una capitalización de mercado total de 13,3 billones de dólares. Son ellos los que controlan con su derecho a voto como accionistas principales quién son los directivos y quien forman parte de la junta directiva de la empresa.
Oxfam denuncia que son los más adinerados los que utilizan este control para aumentar la concentración del mercado y garantizar que ellos mismos, así como sus accionistas, reciban retornos cada vez mayores a expensas de todos los demás.
De esta forma, la organización concluye que el 1% más rico del mundo posee el 43% de todos los activos financieros globales. En Medio Oriente, el 1% más adinerado acumula el 48% de la riqueza financiera; en Asia, ese 1% posee el 50%; y en Europa, el 47% de la riqueza.
Por su parte, los gigantes inversores de capital privado, respaldados globalmente por 5,8 billones de dólares en efectivo de sus clientes desde 2009, han utilizado el acceso financiero privilegiado para actuar como una fuerza monopolizadora en todos los sectores.
Los fondos indexados conocidos como los 'Tres Grandes' -BlackRock, State Street y Vanguard- gestionan juntos unos 20 billones de dólares en activos, lo que supone que acumulan cerca de una quinta parte de todos los activos bajo gestión en el mundo.
Este aumento del control económico sin limite llevó en 2022 a la Organización Internacional del Trabajo (OIT) a advertir que las continuas caídas de los salarios reales iban a provocar un aumento de la desigualdad y a alimentar el malestar social.
Guerra contra los impuestos
Otro de los frentes abiertos de los millonarios para aumentar sus fortunas que señala el informe es la guerra "sostenida y muy efectiva" contra los impuestos de las últimas décadas. La tasa impositiva legal sobre la renta corporativa se ha reducido a más de la mitad en los países de la OCDE desde 1980.
El posible colapso fiscal de los Estados que se avecina tiene su origen en la permisividad de las Autoridades con el abuso de los ricos y las corporaciones de los paraísos fiscales. Así como en los incentivos que les otorgan a través de tasas impositivas mucho más bajas, a menudo cercanas a cero.
"Cada dólar o euro de impuestos eludido es una enfermera que nunca será contratada o una escuela que no se llegará a construir", calcula Oxfam. La organización advierte de que, con el apoyo del Banco Mundial y otros actores financieros, se están priorizando los servicios privados frente a los públicos con la finalidad de garantizar los retornos corporativos en lugar del bienestar social.
"Las empresas de capital privado se están apoderando de todo, desde sistemas de agua hasta proveedores de atención médica y residencias de ancianos, en medio de una letanía de excusas sobre sus posibles malos resultados", explica Oxfam.
Otra de las dramáticas consecuencias de la codicia es la crisis climática. El informe acusa al poder corporativo de beneficiarse de los procesos que emiten gases de efecto invernadero y bloquear la transición rápida hacía la energía verde con mentiras sobre el cambio climático.
Soluciones
Las propuestas de Oxfam para reducir las desigualdades se basan en la idea del economista Joseph Stieglitz de que cada nación debería aspirar a que el 40% más pobre de la población tenga casi los mismos ingresos que el 10% más rico. Como dice el Premio Nobel de Economía 2001, la desigualdad es "una opción política más que una consecuencia económica".
La organización ofrece tres campos en los que trabajar para conseguirlo: revitalizar el estado, regular las corporaciones y reinventar los negocios. En el primero, pide a los gobiernos que asuman un papel proactivo en garantizar los servicios públicos, invertir en infraestructuras, mejorar la transparencia de las cuentas de las instituciones públicas y fortalecer la capacidad regulatoria para hacer cumplir las leyes a las empresas.
Para frenar el crecimiento de los monopolios, Oxfam pide a los gobiernos que aprendan de las lecciones de la historia donde la concentración de riqueza se abordó con éxito. Y sugiere democratizar el comercio y poner fin al abuso de las normas sobre patentes que impulsan la desigualdad.
Asimismo, reclama exigir que las empresas paguen salarios dignos, fomenten la igualdad entre los trabajadores y se comprometan a fomentar la justicia climática con la prohibición de los pagos de dividendos hasta que esto esté garantizado.
No podían faltar los impuestos. La organización pide aumentar "radicalmente" los impuestos a las empresas y a los individuos ricos. Esto incluye un impuesto permanente sobre el patrimonio y un impuesto al exceso de beneficios. Para ello, reclama al G20, bajo el liderazgo brasileño, que promueva un nuevo acuerdo internacional para elevar los impuestos sobre los ingresos y la riqueza de las personas más ricas del mundo.
18 ENE. 2024 - 23:46
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