Hoy, Andrés, de 27 años, se ha masturbado cuatro veces. Tres por la noche, porque no podía dormir, y otra por la tarde. No quiere dar su nombre real. Las pajas se las ha hecho viendo porno en el móvil, dentro del baño. Prefiere su habitación, pero estaba su novia. Llevan seis años, y desde hace dos casi no tienen sexo. A él le parece “una cosa complicada”, más que cuando empezó. “A veces hasta me da asco pensarlo”.
Para parte de la sociedad, la relación con el sexo parece estar cambiando. No dejan de aparecer estudios en los que se asegura que cada vez se tiene menos sexo, sobre todo entre los jóvenes. En febrero, el periódico Libération publicó los hallazgos de una encuesta del IFOP (Instituto Francés de Opinión Pública) que revelaba que solo el 76% de las personas sexualmente activas tuvieron relaciones en el último año, una caída de 15 puntos desde 2006. El descenso era pronunciado en el tramo de 18 a 24 años, más de una cuarta parte sin actividad, el quíntuple que en 2006. La frecuencia también ha bajado: solo el 43% tienen actividad semanal, frente al 58% de hace 18 años. El británico The Telegraph se preguntaba: “Si Francia pierde interés en el sexo, ¿qué esperanzas tenemos el resto?”.
El miedo a una “recesión sexual” mundial la introdujo en 2018 la revista The Atlantic, a raíz de una encuesta que ilustraba un declive en el interés de los jóvenes estadounidenses por el sexo. En España no hay estudios tan concluyentes. La Encuesta sobre relaciones sociales y afectivas en tiempos de pandemia realizada por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) y publicada en 2023 sí decía, al menos, que cuatro de cada diez españoles priorizaban la contribución de su pareja en las tareas domésticas sobre una buena vida sexual. Cada estudio viene seguido de un desfile de teorías, muchas vinculadas al porno. François Kraus, director de la encuesta del IFOP, señala: “Genera fantasías tan poderosas que, para algunos, la realidad resulta insípida”. Otros análisis hacen énfasis en el agotamiento causado por el sistema, que no deja energía para el sexo tras jornadas extenuantes. El estrés y la ansiedad también pueden mermar la libido. Se citan igualmente cambios en las relaciones interpersonales: la digitalización dificulta el desarrollo de lazos profundos y el contacto físico.
Muchos artículos coinciden en considerarlo un problema y lo califican de “crisis sexual de la generación Z”, “pandemia invisible” o “muerte del deseo”. Pero esa visión raramente emana de la generación aludida. En este sentido, Kraus cree que la actitud de los jóvenes podría ser una reacción contra lo establecido, especialmente la liberal relación con el sexo surgida de Mayo del 68.
La filósofa Margot Rot, de 27 años, autora de Infoxicación (Paidós, 2024), sugiere que, en ausencia de prohibiciones que antes impulsaban el deseo de transgredir, el interés de los jóvenes podría estar desplazándose. “A lo mejor, lo que está más cercenado hoy es la posibilidad de generar intimidad. En una generación menos limitada por miedos, prejuicios o falta de información sobre el sexo, que ya ni siquiera es un tabú, puede haberse transformado en deseo de otra cosa”. Los jóvenes pueden estar buscando una forma distinta de intimidad.
En esta línea se manifiesta Teresa, de 26 años, sin relaciones desde diciembre: “Empezó como diciembre sin chicos, se convirtió en enero sin chicos y, según parece, al final también será febrero”. No le preocupa este periodo de abstinencia. “Si bien me parece fenomenal que haya quienes se sientan cómodos teniendo relaciones esporádicas, prefiero ir con más calma y establecer una relación de confianza”.
DANIEL SOUFI
01 MAR 2024 - 05:30CET
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